José María García Aznar (Cangas del Narcea, 1882 – La Arena, 1942), sacerdote y novelista
Nace en Cangas del Narcea el 29 de mayo de 1882. Su padre, don Higinio García González-Regueral era militar, y su madre, doña Rosita Aznar Martínez procedía de una familia de Luarca y era prima de la mujer de don Severo Ochoa, el Premio Nobel de Medicina. Parece ser que su primera vocación era la castrense, tal como aparece en algunas biografías, y que no pudo seguir debido a una ligera cojera ocasionada por un disparo en la rodilla de un sobrino a quien se le disparó un arma.
Estudia la carrera eclesiástica y parece ser que también hizo estudios de magisterio. Se ordena sacerdote con otros cincuenta y ocho en 1906 (Antonio Viñayo, El Seminario de Oviedo, pág. 235).
En 1907 es destinado como capellán en El Pito (Cudillero) y coadjutor “ad nutum”, es decir sin que hubiera plaza. Tres años después, en 1910, es nombrado por el marqués de Muros, de quien su madre era pariente, párroco de Ranón y de su filial de La Arena (Soto del Barco), puesto que era una parroquia de Patronato. Con él vivía una muchacha de servicio llamada Lucinda. Recorría a caballo las parroquias de Naveces, La Corrada y Ranón. Vivía en Ranón en una casa del marqués que él adaptó para rectoral, hoy completamente restaurada, y el coadjutor residía en La Arena, donde está hoy la rectoral. En ella se hacía el samartín o matanza, que curaban en el bajo. Para llevarlo a cabo venía gente de Cangas del Narcea a ayudarles. También colgaban de los pontones, atadas con un hilo, las manzanas de mingán. Tenían una vaca llamada “Perla”. Parece ser que durante algún tiempo estuvo encargado de la parroquia de La Corrada. Uno de sus coadjutores fue don Porfirio Gutiérrez, párroco durante muchos años de Pillarno (Castrillón), dos temperamentos que no se llevaban, pero poco antes de morir Aznar lo trasladaron para Escoredo, de modo que ya no estaba allí cuando murió Aznar. Creo que fue poco antes de 1910 cuando la iglesia de La Arena estuvo en entredicho por mala avenencia entre cura y coadjutor, aunque desconozco las razones ni quienes eran éstos.
Fue el promotor del Sanatorio Quirúrgico de San Juan Bautista de La Arena, al frente del cual estuvo el especialista de corazón y pulmón, a la vez que cirujano, don Francisco Torrado, de Oviedo. Había dos ayudantes médicos, uno fue don Francisco Combarro. En este Sanatorio se atendía a los pescadores de Cudillero, San Esteban de Pravia y La Arena, dependiendo del Pósito o Rula de Pescadores de esta localidad del que don José fue durante un tiempo Presidente.
Sobre su odisea durante la persecución religiosa de 1936 da fe el testimonio de su coadjutor don Manuel Fanjul de la Roza, recogido por A. Garralda:
“El párroco de Ranón, don José María García Aznar, y un servidor habíamos estado presos dos meses antes del 18 de julio, seguido del triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero. Primero en la cárcel de Soto del Barco, en donde querían entrar con barras a matarnos; ante el peligro, nos trasladaron a la de Avilés, coincidiendo con don José Arenas, párroco de Riberas de Pravia, donde también nos quiso asaltar la chusma; y finalmente a Gijón, en varios autocares, porque la autoridad preveía el peligro y buscaba nuestra mayor seguridad. Sólo estuvimos diez días en la cárcel. Pero fue una buena experiencia.
Por eso, en cuanto me di cuenta de que en San Esteban de Pravia había huelga general por el levantamiento de África, levanté el vuelo. A sabiendas de lo que nos esperaba huimos por el monte el párroco (J. M. G. Aznar) y yo a Pravia. Si me quedo un día más, me enganchan y me hubieran matado. Oí decir que habían ido hacia los límites con Galicia en busca de ambos, cuando nos tenían bien cerca en Pravia.
Una vez en Pravia nos reunimos José Arenas, Luis Muñiz y Ramón García González, sacerdotes. Les propuse coger un coche y marchar a Portugal. No hubo manera de ponerse de acuerdo. Cada uno fue por su lado…”(Ängel Garralda, La persecución religiosa del clero en Asturias. II. Odiseas, Avilés 1978. págs. 270-271).
Al habla con don Manuel Fanjul me dijo que don José Mª García Aznar quedó escondido en Pravia con el párroco de dicha villa hasta que, meses después, fue liberada la zona, regresando de nuevo a su antigua parroquia de Ranón.
La Iglesia parroquial, de la que aún quedan unos muros, está en ruinas en una pequeña campa propiedad del Obispado.
Acaso debido a la presión psicológica que sufrió durante los años de persecución de la Guerra Civil y el fuerte temperamento que tenía, su carácter se fue haciendo más duro siendo al mismo tiempo víctima de una especie de manía persecutoria que le hizo poner casa en La Arena. Luego no cesó hasta que le nombraron presidente de la Rula de Pescadores. Había en La Arena un médico, apellidado Arana, que influía enormemente sobre la juventud y con quien estaba seriamente enfrentado. Pero el problema que le llevó a la muerte el 18 de junio de 1942, pocos días antes de la fiesta patronal de La Arena, fue que, debiendo enfrentarse por cuestiones de un paso frente a la iglesia, con el alcalde de La Arena, don Nicanor Suárez, no encontró respaldo ni por parte de compañeros, al parecer aquella noche había acudido a la rectoral a ver a don Maximiliano, ni de la jerarquía quienes juzgaban que la cosa no era para tanto. Por lo visto sí lo era…
De su vocación literaria dan fe las diversas colaboraciones en diversos periódicos y revistas, como Las Libertades, de Oviedo, en su primera etapa, Región (Oviedo) y la revista Covadonga. Publicó tres novelas de ambiente asturiano: ¡Allá… junto al mar!, Oviedo 1930; En medio del mar (con portada del pintor García Sampedro), Oviedo 1932 y Confinado, Oviedo 1934. Pero nos consta que dejó inéditas otras: Garras del Vilano -posiblemente la misma que aparece como “Vilanos inmorales (en preparación)” en la novela En medio del mar- y El señor de Muros, en la que atacaba por lo visto a su propia familia. Cerca del mar y Garras de Vilano, que aparecen anunciadas como obras en preparación en las contraportadas de En medio del mar y Confinado, son obras que posiblemente echó al fuego la noche de su muerte, pues su hermana Maruja me dijo que la víspera de su trágico final se había pasado toda la noche quemando papeles en la cocina.
De sus primeras obras hace el escritor Armando Palacio Valdés el siguiente comentario:
“… un léxico escogido y rico, de un selecto y correcto castellano. Una dicción suelta, galana, gaya, elegante; unas escenas donde palpitan llenas de vida, las virtudes y pasiones, querencias odios y amores expuestos con muy finos recatos, sin desparpajos, pero sin ñoñerías. Una trama llevada siempre con acierto… con ingenio, con interés, sin que los protagonistas se salgan ni un instante de su carácter, sin forzar las situaciones…”.
Por José Manuel Feito Álvarez
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