Monseñor Atilano Rodríguez (Trascastro, Cangas del Narcea, 1946)

Monseñor Atilano Rodríguez Martínez, natural de Trascastro (Cangas del Narcea). Foto: Cesar A. Catalán

Monseñor Atilano Rodríguez Martínez nació el 25 octubre de 1946 en Trascastro, pueblo de la parroquia de Leitariegos (concejo de Cangas del Narcea, Asturias). Cursó estudios eclesiásticos en el seminario de Oviedo, recibiendo la ordenación sacerdotal en su parroquia natal de manos de monseñor Gabino Díaz Merchán, arzobispo de Oviedo, el 15 de agosto de 1970. Está licenciado en Teología Dogmática por la Universidad Pontificia de Salamanca.

Desde octubre de 1970 y hasta agosto de 1973, desempeñó su primera tarea en el ministerio sacerdotal como ecónomo de Santa María de Berducedo y su filial de Santa María Magdalena de Mesa (Allande), encargándose al mismo tiempo de las parroquias de Santa María de Lago y San Emiliano en el mismo concejo allandés. Desde el 20 de agosto de 1973 y hasta el 30 de junio de 1977 es formador del seminario menor de Oviedo.

Solicitado por el arzobispo de Zaragoza, monseñor Elías Yanes Álvarez, que fue obispo de Oviedo de 1970 a 1978, pasa a dirigir la secretaría particular del prelado zaragozano en aquella diócesis, desde el 1 de julio de 1977 hasta el 30 de noviembre de 1992, en que, retornado a su diócesis natal, recibe el nombramiento de moderador del equipo sacerdotal de la parroquia de El Buen Pastor de Gijón, cargo que desempeñaba en el momento de ser nombrado obispo auxiliar de Oviedo.

Atilano Rodríguez Martínez fue arcipreste de Gijón-Sur (06-06-94), miembro del consejo presbiteral, elegido por los sacerdotes de la vicaría norte (07-06-94), y miembro del colegio de consultores de la archidiócesis ovetense (13-11-95).

Fue nombrado obispo auxiliar de Oviedo y titular de Horea por el Papa Juan Pablo II el día 5 de enero de 1996. Su consagración episcopal tuvo lugar en la catedral de Oviedo el 18 de febrero de 1996, actuando como primer consagrante el arzobispo de Oviedo, Díaz Merchán, y como co-consagrantes el arzobispo de Zaragoza, Elías Yanes, y el obispo de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez González, que en su día desempeñaron el ministerio episcopal como auxiliares de Díaz Merchán en la archidiócesis de Oviedo. En la ceremonia de su ordenación episcopal participaron catorce obispos y trescientos sacerdotes.

La 66 Asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal (noviembre de 1996), lo adscribió a la Comisión Episcopal de Migraciones, encomendándole la atención pastoral de las misiones españolas en Francia. La 71 Asamblea plenaria (marzo de 1999) lo adscribe a las Comisiones Episcopales de Pastoral Social y Migraciones, ocupándose de la Pastoral Penitenciaria. La 78 asamblea plenaria (febrero de 2002) lo adscribe a la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar y es elegido obispo consiliario nacional de la Acción Católica Española, cargo en el que permanece.

El 26 de febrero de 2003 fue obispo de Ciudad Rodrigo, en tierras de la provincia de Salamanca y diócesis de la que originario monseñor Sánchez. Tomó posesión de la diócesis de Ciudad Rodrigo el 6 de abril de 2003.

El Papa Benedicto XVI lo nombra obispo de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara el 2 de febrero de 2011 y su toma de posesión, en la catedral seguntina, se celebró el sábado 2 de abril de 2011.

Semblanza de Francisco Rodríguez García (1914 – 1990)

Francisco Rodríguez García, hacia 1985. Fotografía de Gil Barrero.

Francisco Rodríguez García (1914 – 1990), de casa Felipón de La Viliel.la, parroquia de L.larón (Cangas del Narcea), fue durante casi toda su vida el tamboriteiru de la danza de palo que se bailaba en las fiestas patronales de varios pueblos de los concejos de Cangas del Narcea, Degaña e Ibias, así como del valle de Fornela, en el norte de la provincia de León. Aprendió a tocar la Danza con la xipla y el tambor cuando tenía once años; su maestro fue Francisco Rellán, el Tío Vitán, de Tormaleo (Ibias). En 2008 el Museo del Pueblo de Asturias editó un CD con una selección de su repertorio musical, en el que destaca la música de la danza de palos. El mencionado CD lleva un cuaderno con dos artículos dedicados a Francisco, uno de Fernando Ornosa  y Naciu’i Riguilón, y otro de Juaco López Álvarez, que es el que ahora publicamos aquí.

 

SEMBLANZA DE FRANCISCO

Juaco López Álvarez

Conocí a Francisco, el tamboriteiru de la Danza, en la Semana Santa de 1976, en la taberna de casa Macera, en L.larón. Él tenía 62 años y yo 15. Aquella noche nos contó a otros amigos y a mí sus vicisitudes durante la Guerra Civil, la represión en la postguerra, su encarcelamiento en la Vidriera de Avilés, etcétera. Cuando la noche ya iba larga y la confianza se había afianzado, Francisco nos enseñó su carné de militante del Partido Comunista de España. Él, emocionado, con aquella cartulina roja en la mano, y nosotros, estupefactos. El partido comunista todavía era ilegal y mis amigos y yo éramos muy sensibles, como casi todos los jóvenes en aquel tiempo, a la política.

Francisco con danzantes de Degaña, hacia 1955.

No recuerdo si en ese primer encuentro nos habló de la Danza, ni tan siquiera si llegamos a saber que él era músico, pero yo, un año después, en septiembre de 1977, estaba de vuelta en L.larón, en casa de mi compañero de estudios José Gabela Rodríguez (de casa Montero), para ver y grabar la danza de palos con un voluminoso magnetófono. La Danza hacía varios años que no se bailaba y creo que ese fue el último año que se bailó en el pueblo de L.larón.

A partir de entonces traté mucho con Francisco. Lo veía en sus pueblos de La Viliel.la y L.larón o en Cangas del Narcea, cuando iba o venía de ver a unas sobrinas que vivían en Gijón. Fui un par de veces con él a Chano y Trascastro, en el valle de Fornela, y también visité en su compañía algunos pueblos de los alrededores de La Viliel.la: Astierna, Trabáu, etc.

En la sociedad rural, como en cualquier otra, hay muchas clases de personas. El campesinado no es un mundo homogéneo. En ese ámbito existe un tipo de persona curiosa que sabe un poco de todo, hábil con las manos y de gran inteligencia natural, que hace cosas que la mayoría no es capaz de hacer. Son los que suelen llamarse “curiosos”. Francisco era uno de estos tipos. No tenía afición al trabajo del campo. Era carpintero y tamburiteiru. A causa de estos oficios debía trasladarse a los pueblos a reparar casas y a las fiestas a tocar, y allí conversaba y trataba con todo el mundo. Era un tremendo animal social. El verano, hasta bien entrado el otoño, lo reservaba para la danza. Iba a los pueblos, pero no solo el día de la fiesta, como es corriente en los músicos populares, sino varios días antes porque la danza es necesario ensayarla.

En este ambiente vivía Francisco. Más tiempo fuera de casa que en ella, hablando con la gente y escuchando. Era un gran conversador y, también, un gran bebedor de vino, de grandes vasos de vino que él tomaba para saciar la sed que le producía la xipla y el sol del estío. Muchas veces le vi alegre y con unos ojos chispeantes muy característicos suyos, pero nunca le vi perder la compostura, ni oí que la hubiera perdido nunca. A veces también bebía agua. Era muy especial para el agua, no todas le servían. Distinguía las fuentes buenas y beneficiosas de las frías y “catarrosas”. Detestaba el agua corriente de las ciudades.

Francisco en El Rebol.lal (Degaña), 1974. Fotografía de Gil Barrero.

De los trabajos del campo solo tenía interés por la apicultura. La relación de los campesinos con las abejas es complicada, es de amor o de odio. Por una parte, están los que les tienen pánico y las consideran un “ganado” pésimo, y, por otro, están los apasionados que te dan múltiples razones para convencerte que es el mejor “ganado” que existe. Estos últimos son los abeyeiros y entre ellos estaba Francisco.

El abeyeiro es por lo común un gran observador del entorno. Está pendiente de los desplazamientos de las abejas, dónde van a pastar, dónde cogen el agua, hacia donde van los enjambres y también por donde anda el oso. Francisco no solo estaba atento a sus abejas, sino también a los restos arqueológicos de su entorno más cercano. El valle del río Ibias, en el tramo que rodea la parroquia de L.larón, está plagado de yacimientos de época romana relacionados con la explotación de oro. Él conocía a su manera todos los lugares donde hay un yacimiento: el castro de L.larón, las explotaciones auríferas de La Muracal, los canales o antiguas que recorren el valle, las arrugias o fanas, etcétera. Su abuelo había descubierto en el lugar de L’Arnosa la lapida funeraria de Lucio Valerio Postumo, un romano de 50 años natural de Uxama (la actual villa de El Burgo de Osma en la provincia de Soria), que estuvo durante muchos años colocada delante de su casa y hoy pertenece al Museo Arqueológico de Asturias.

A pesar de su afición a la “arqueología”, es necesario advertir que Francisco no era un buscador de tesoros. Sabía de varias casas donde tenían gacetas en las que se señalan sitios donde, supuestamente, se esconden estos, pero nunca le interesaron, él solo aspiraba a conocer aquellos restos, a satisfacer una curiosidad real y mítica. Una vez me dijo que había oído que “junto a una uz rubia y un rebollo albar había una arca de oro y otra de veneno, el que destapara la de veneno infestaría el mundo. Sé que estuvieron andando sobre ello y algo tien que haber. ¿Te imaginas que pasaría si alguien abriera el arca de veneno?”.

Le gustaba mucho caminar por esos lugares del monte, buscando y removiendo piedras, y en la estación propicia llevaba los bolsos llenos de castañas que iba sembrando en aquellos sitios que él consideraba adecuados. Que la maleza se apoderase de los castañedos, los viejos caminos y las tierras le desesperaba: era el síntoma más claro del final del mundo en el que él se había criado.

Francisco era una persona muy generosa. Cuando a fines de los años setenta del siglo pasado, y sobre todo en los ochenta, renació el interés por el estudio de la cultura popular, siempre estuvo disponible para todo el que pasó por su casa. Acompañaba sin reparos a los jóvenes folcloristas, informaba, contaba y les abría las puertas de sus muchos conocidos. Era muy buen informante para muchos asuntos relacionados con la vida rural y si él no sabía acerca de un asunto concreto enseguida te indicaba quien te podía informar.

Uno de sus dichos preferidos era: “Donde hay música hay alegría”. Este CD, que edita el Museo del Pueblo de Asturias, permitirá que su música y su alegría sigan vivas.

Breve semblanza de Enrique Cañal Gómez (1867-1936)

Beato P. Enrique Cañal Gómez

Mártir de la persecución religiosa en España entre 1934 y 1937. Beatificado junto con otros 497 mártires el 28 de octubre de 2007 en Roma.

Nacido en Corias, Cangas del Narcea (Asturias) el 20 de marzo de 1869, bautizado el 21; se relacionó desde niño con el convento dominicano de su pueblo natal, en cuya escuela apostólica ingresó; profesó el 30 de septiembre de 1885 y continuó el estudio de la filosofía; en 1889 pasó a cursar en Las Caldas de Besaya, y allí lo ordenó sacerdote el Siervo de Dios José Cueto, O.P. en 1891. En 1896 pasó a Santillana del Mar como capellán de las monjas dominicas hasta 1909, si bien en 1905 volvió a residir en Las Caldas de Besaya, donde fue director de la escuela apostólica y subprior, haciendo las veces de prior durante el año 1906; en opinión de cuantos le trataron era un verdadero santo; en 1909 lo destinaron al colegio de Segovia y fue también capellán de las monjas dominicas, profesor y presidente de la comunidad, desde octubre de 1910. En 1911 lo enviaron a San Pablo de Valladolid, donde tuvo los cargos de subprior y maestro de hermanos cooperadores, así como confesor ordinario de las dominicas del convento de Porta Coeli; no le faltaron sufrimientos en el desempeño de esta última misión, pero salió, al fin, prestigiado al comprobarse su inocencia. Trasladado al convento del Olivar, Madrid, donde realizó una labor extraordinaria desde 1915 a 1928, en que fue enviado a Las Caldas de Besaya como director espiritual de la escuela apostólica; en este último convento, como director de la mencionada escuela, maestro de hermanos cooperadores y como fraile fue el gran modelo para todos y en todo.

Iniciada ya la persecución religiosa dirigió los ejercicios espirituales a la comunidad. Fue apresado con sus

Corias, calle Padre Dominico Enrique Cañal Gómez.

hermanos religiosos en la tarde del 22 de diciembre de 1936 y con ellos estuvo unas horas en la checa Neila de Santander, mostrándose como amparo y tutor de los más jóvenes. Con sus hermanos de comunidad fue arrojado al mar, con los brazos fuertemente atados al cuerpo y un peso voluminoso adherido, en la bahía de Santander en la noche del 22 al 23 de diciembre de 1936.

A iniciativa de los vecinos de Corias, quienes reunieron firmas populares para trasladar al Ayuntamiento su petición, el Pleno Municipal de Cangas del Narcea aprobó por unanimidad cambiar el nombre de la calle donde nació este Padre Dominico beatificado hace ahora 3 años por el Papa Benedicto XVI. La Calle de Abajo, situada en el Barrio Palomar de Abajo, pasa a llamarse Calle Padre Dominico Enrique Cañal Gómez.

Alfredo Flórez González (1853-1924), filántropo, artista y republicano

Los cementerios son lugares repletos de historia. Por una parte, nos permiten conocer bien la sociedad que los utiliza, porque en ellos, del mismo modo que sucede en las poblaciones, se reflejan las clases sociales,  las creencias, la especulación del suelo, los gustos y las modas, etc. Por otra parte, en los cementerios está el último testimonio de la historia de las personas que están enterrados en ellos.

Sepultura de don Alfredo Flórez en el Cementerio Civil de Madrid.

En el cementerio civil de Madrid, a la derecha de la calle principal, detrás de los mausoleos de los políticos republicanos Ramón Chíes y Francisco Pi y Margall, hay una hilera de tumbas pequeñas, una de éstas es la de don Alfredo Flórez González. Su presencia en este cementerio, tan lejos de Cangas del Narcea, que es el lugar donde falleció, no es una casualidad. Es casi seguro que a los cangueses de hoy este nombre no les diga nada, pero a fines del siglo XIX y comienzos del XX, el nombre de Alfredo Flórez era en Cangas del Narcea y en otros ámbitos geográficos y políticos, sinónimo de republicanismo, librepensamiento y generosidad, y también de rectitud, sensibilidad y sobriedad. Su abuelo José María Flórez Rodríguez y su padre, ambos maestros, ejercieron una gran influencia sobre él, y en cierto aspecto su vida fue una continuación de la de estos dos. Como les sucedió a otras muchas personas de su tiempo, las ideas políticas determinaron y guiaron toda su vida, y puede decirse que fue nieto de la España liberal de la Constitución de Cádiz de 1812 e hijo de la Primera República Española. Como vamos a ver a continuación, fue consecuente con estas ideas hasta más allá de la muerte.

UN CANGUÉS EN EL CEMENTERIO CIVIL DE MADRID

DON ALFREDO FLÓREZ GONZÁLEZ (1853-1924),  FILANTROPO, ARTISTA Y REPUBLICANO. 

 
por Juaco López Álvarez

Medallón de bronce con el retrato de don Alfredo Flórez en la lápida de su sepultura.

Nació en 1853 en Bujalence (Córdoba) donde su padre estaba de maestro. Fue el primogénito de María Teresa González del Reguerín Avello  y José María Flórez Gonzalez (1830 – 1890), ambos naturales de Cangas del Narcea. Mas tarde, el padre se trasladó a Oviedo donde ejerció como director de la Escuela Normal del Magisterio entre 1879 a 1890. Aún hoy es conocido por ser el autor de las Composiciones en dialecto vaquero (1883) y uno de los primeros estudioso de la arqueología y el arte de Asturias. Su abuelo, Flórez Rodríguez (1809 – 1876), también nacido en Cangas del Narcea, trabajó en la Escuela Normal de Madrid, tuvo aficiones pictóricas y participó en política con los liberales.

Alfredo estudió en Oviedo y en Madrid, donde hizo la carrera de Medicina, actividad que no ejerció nunca. En estas dos ciudades transcurrió gran parte de su vida dedicado a la política, el arte, la escritura y el altruismo.

Trasera de la sepultura de don Alfredo Flórez; al fondo, a la derecha, las tumbas de Francisco Pi y Margall (1824-1901), “maestro de los federales”, y Nicolas Salmerón (1837-1908).

En política siempre fue republicano, en concreto republicano federal. En esto siguió fielmente a su padre, que en 1869 fue vocal del primer Comité Provincial Republicano-Federal de Asturias en representación de Cangas del Narcea y el 6 de julio de ese año fue uno de los firmantes de un manifiesto a favor de la proclamación de la República Española (La República Española, Gijón, 16 de julio de 1869). Don Alfredo fue seguidor, correligionario y amigo del líder nacional de esta corriente política don Francisco Pi y Margall, que fue presidente de la Primera Republica Española, y de su hijo Francisco Pi y Arsuaga. Asimismo, mantuvo en Madrid mucha amistad con otros destacados federalistas, como Eduardo Benot y el radical Nicolás Estévanez. Hasta 1910, tuvo una vida política muy activa dentro del Partido Republicano Democrático Federal y se presentó como candidato en varias elecciones, aunque nunca salió elegido.

Aficionado a la pintura y a la escultura, recibió clases de Alejandro Ferrant (1843- 1917), un pintor madrileño de temas religiosos e históricos muy admirado en su época. También fue aficionado a la fotografía, que practicó en Cangas del Narcea. Lamentablemente, de toda esta labor como pintor, escultor y fotógrafo casi no se conservan obras. Una, que podemos ver todos, es el bajo relieve en bronce dedicado al maestro don Jenaro González Reguerín, que actualmente está colocado en las Escuelas Públicas de El Mercao, y cuyo diseño hizo él en 1914. Asimismo, se dedicó a la literatura. Escribió artículos para la prensa de Asturias y Madrid, y sobre todo poesía.

Su relación con Cangas del Narcea siempre fue muy estrecha. Aquí pasó casi todos los veranos de su vida y en 1909 se trasladó definitivamente para vivir con su madre, su hermano Roberto y varios sobrinos. Es probable que este traslado lo realizase por motivos de salud.

A fines del siglo XIX, la llegada de los Flórez a la villa en los meses de verano era todo un acontecimiento para la burguesía local. Enseguida se comenzaban a organizar veladas musicales y literarias en el Casino Recreativo, en las que los miembros de esta familia eran unos de sus principales protagonistas: el padre tocaba el piano y recitaba composiciones en “dialecto vaquero”; su hermano Roberto tocaba el violín y  leía obras literarias, y Alfredo declamaba poemas escritos por él mismo. Los dos hermanos actuaban también en representaciones de teatro. En septiembre de 1885 participaron en una velada en la que Alfredo leyó un largo poema titulado “A España”, que trata sobre el conflicto que enfrentó en agosto de ese mismo año a España y Alemania sobre las islas Carolinas, y que conocemos porque se publicó en El Occidente de Asturias el 8 de septiembre de ese año: A ESPAÑA por Alfredo Flórez (Cangas de Tineo, 30 de agosto de 1885)

La situación económica desahogada que disfrutó Alfredo Flórez  le permitió llevar una vida diletante, que dedicó a ayudar a los demás, especialmente a sus correligionarios y a la clase trabajadora. En Cangas del Narcea, él se encargaba de pintar los telones del teatro para las funciones de los aficionados, él hizo el proyecto del matadero… y todo ello gratuitamente. No eran raras en la prensa local noticias como las siguientes. En el programa de las fiestas del Carmen de 1883 puede leerse:

“A las 6 de la tarde [del 17 de julio], tendrá lugar en el paseo de la Vega la rifa de la preciosa acuarela pintada por D. Alfredo Flórez con objeto de allegar fondos para hacer frente á los gastos de los festejos. El cuadro, que representa un bonito paisaje de las inmediaciones de esta villa, debe excitar verdadero interés y se cree que las papeletas ó billetes, que se expenderán al módico precio de una peseta, serán buscados con afán” (El Occidente de Asturias, 13 de julio de 1883).

Y el 20 de noviembre de 1894 se publica en El Eco de Occidente, la noticia siguiente:

“Nuestro estimado amigo  D. Alfredo Flórez, con objeto de agregar algunos recursos para el hospital de esta villa, que de ellos se encuentra necesitado, pintó un hermoso cuadro, copia de una cabeza de estudio de Ferrant, y habiéndose rifado en el día de anteayer, dio por resultado la suma de 60 pesetas, las mismas que entregó a D. Félix Mª Villa, administrador de dicho establecimiento. Muy bien por el Sr. Flórez, y celebramos que sus aficiones a la pintura sean tan beneficiosas para los pobres”.

Lavadero construido y donado al pueblo de Cangas del Narcea en 1914 por don Alfredo Flórez, 1930. Fotografía de Ubaldo Menéndez Morodo. Colección de Juaco López Álvarez.

Su mayor regalo al pueblo de Cangas fue la construcción en 1914 de un lavadero que pagó íntegramente. Estaba junto al puente de Ambasaguas y tenía cabida para unas setenta lavanderas. Hasta entonces nunca había existido en esta villa un lavadero cubierto, y las lavanderas tenían que lavar la ropa en el río. Según Gumersindo Díaz Morodo, Borí, gracias a este espléndido lavadero “las mujeres del pueblo pueden entregarse a la penosa tarea de lavado de ropa libres de los rayos solares en el verano y del agua y de la nieve en el invierno”. El lavadero fue derribado hacia 1963.

La inauguración de este lavadero, el domingo 25 de octubre de 1914, según El Distrito Cangués (31 de octubre de 1914), “revistió una solemnidad jamás vista en Cangas. ¡Y cómo no había de ser solemne si este fue el primer acto de altruismo que en esta villa se ha presenciado!”. Intervinieron en el acto el propio don Alfredo, que con lágrimas en los ojo recordó a su padre, en cuya memoria había levantado el lavadero, y el médico José Gómez que mencionó la dicha que suponía esta obra para la villa de Cangas, que “ponía a las pobres lavanderas al abrigo de las intemperies, ya fuesen viejas, escuálidas, que apenas podían consigo, ya jóvenes y hermosas, que bajaban al río con dos rosas por mejillas y al poco rato se tornaban pálidas, tiritando de frío […]. Que él, como médico, había podido apreciar bien la salud que el río robaba y los estragos que causaba en las lavanderas”.

El acto concluyó con unas coplas dedicadas al donante:

  Ya no me asustan las nieves,
ni al cierzo le tengo miedo;
aquí lavaré cantando
endechas a don Alfredo.
                  &
  Vengan ardores de sol,
venga inclemente aguacero,
que yo ya lavo abechugo:
ya tenemos lavadero.
                  &
   ¡Viva don Alfredo Flórez!
¡Viva un corazón de veras!
¡Viva el que brindó refugio
a las pobres lavanderas!

Alfredo Flórez expresó de palabra y por escrito su deseo de ser enterrado en el Cementerio Civil de Madrid, junto a la tumba de Pi y Margall, “maestro de los federales”. En Cangas no había un cementerio de esta clase y el de Madrid, inaugurado en 1884, era un auténtico “camposanto” para los librepensadores y republicanos de toda España. En él estaban enterrados tres presidentes de la Primera República Española y otras muchas personalidades de esas mismas ideas.

Detalle de la sepultura de don Alfredo Flórez en el Cementerio Civil de Madrid.

Don Alfredo murió en Cangas del Narcea el 29 de septiembre de 1924, y su cadáver fue embalsamado y trasladado a Madrid. La tumba donde fue sepultado la diseñó él mismo. Esta presidida por una alegoría de las artes, que es una figura femenina vestida con una túnica y que sujeta unos papeles en las manos. En la lápida hay un medallón de bronce con su rostro. Junto a su nombre y las fechas de nacimiento y muerte, se leen las siguientes inscripciones: “Su religión fue la caridad” y “Sus devociones la poesía y el arte”.

El diario El Noroeste, de Gijón, publicó en su portada del 5 de octubre de 1924 una necrológica sobre él escrita por su amigo, el periodista y político republicano, Roberto Castrovido Sanz (Madrid, 1864 – México, 1941). Castrovido había sido director de varios periódicos: La Voz Montañesa, de Santander; El País, de Madrid, etc. y fue durante muchos años diputado del Partido Republicano Democrático Federal. La semblanza es muy emotiva y merece la pena leerla para saber quien fue don Alfredo Flórez González.

DON ALFREDO FLÓREZ, por Roberto Castrovido

 (Publicado en El Noroeste, Gijón, 5 de octubre de 1924)

Un telegrama de su hermano don Roberto me dice que ha muerto. Me conmueve la triste noticia. Adiós, buen amigo, noble amigo, bondadoso amigo, espejo de republicanos, dechado de caballeros!

De Asturias venían a las Asambleas federales dos hombres recios y buenos: Felipe Valdés, de Gijón, y Alfredo Flórez, de Cangas de Tineo. Valdés era comerciante de rápida comprensión, bonísimo sentido, palabra corta y cortante. Flórez era delicado, suave, artista, su pensamiento rico en matices era fluctuante; reflexionaba, soñaba, más bien, hablaba poco. Ambos tenían de común lo firme de sus ideas políticas, y lo natural, espontáneo, sencillo de la virtud.

Recuerdo perfectamente al Flórez de hace treinta años, al que era un hombre viril, cuando yo era un joven. Estaba en lo mejor de su edad, como dice el vulgo, no sin acierto. Era de aventajada estatura. Erguido. De finas maneras. Arrogante. Vestía de negro. Su traje era limpio y señoril. Sus gustos de artista se exteriorizaban en el lazo de su chalina, en el chambergo con que se tocaba, y en la media melena de su negra cabellera. Una barba a lo español del siglo XVII encuadraba su correcto y expresivo rostro. Era un Rubens asturiano. Le placía hablar de arte, de pintura principalmente, y era competentísimo en la materia. Buen gusto, sensibilidad, idealismo eran en este orden sus calidades.

En filosofía y en política pensó y procedió acorde con sus grandes amigos Francisco Pi y Margall, Eduardo Benot y Nicolás Estévanez.

A las Asambleas generales anteriores a la República y en las tres siguientes á la Restauración representaron á Asturias Alegre, Carreño, Calvo. Calzada, etc., etc. Valdés y Flórez representaron la región asturiana en las Asambleas sucesivas. Don Alfredo fue elegido miembro del Consejo federal, cargo que dimitió á la muerte de Pi y Arsuaga.

Hace años, muchos, doce ó catorce, que se fue á Cangas de Tineo. Hasta luego, hasta muy pronto, nos dijo al despedirse. Volveré el año que viene, nos escribía al principio. Ya no volveré, nos escribió hace un año. No ha vuelto hasta después de muerto.

Desde su casa solariega seguía con alma el movimiento político de su país. Comentaba en sus cartas privadas los sucesos políticos con sagaz acierto y honda emoción. Lloraba a los amigos que morían, socorría á los desgraciados, ayudaba a los periódicos y no había, en fin, movimiento público, cuita privada que no repercutiera en Cangas de Tineo y que no encontrara allí, en el gran ánimo de don Alfredo Flórez, una reflexión, un consejo, una lágrima, un donativo.

Flórez se enteraba de todo y a todo atendía. La huelga general de 1917, los presos, la desaparición de ‘”El País”, la demencia y muerte del ilustre cervantista y escritor federal Ramón León Mainez, la ancianidad desvalida del revolucionario del 48 Patricio Calleja, la estatua a Galdós, la corona para los defensores de Verdum (Flórez no fue troglodita), el extraordinario de “El Motín”, las acciones ideadas para conservar la obra de don José Nakens, el centenario de Pí y Margall… La primera adhesión, el primer concurso, el donativo que antes que ningún otro enviaba eran los de Alfredo Flórez. Me honró haciéndome, a veces, su limosnero y me favoreció a la desaparición de “El País” con su generoso auxilio. No se pedía una vez socorro para este o aquel correligionario que no acudiera Alfredo Flórez, no se abría una suscripción sin que él fuera uno de los suscriptores, no lanzaban el alerta las izquierdas sin que de Cangas de Tineo nos llegara el ¡alerta está! del federal modelo de consecuencia y virtudes cívicas.

Lo único que le molestaba era el elogio en los periódicos, a lo que se negaba con energía era a que se diera pública noticia de sus socorros. Obediente á sus deseos hube muchas veces de rogar a las familias socorridas que le significaran por carta su agradecimiento.

Recluido en su pueblo natal con su hermano, la esposa de éste y varios de sus ocho sobrinos, ha vivido practicando el bien, pensando en los demás.

Su exquisita sensibilidad le hacía sufrir intensamente no ya desgracias familiares y sinsabores propios, sino los ajenos y los públicos acontecimientos. La condena del Comité de huelga fue para él otra condena; la guerra que empezó en 1914 fue un tormento para él, y le han martirizado las desdichas patrias.

La enfermedad no debilitó su espíritu. Fuerte siempre y consecuente siempre con sus ideas, testó en vísperas de morir y dibujó la lápida que ha de cubrir su tumba, en la cual lápida consigna que la poesía y la pintura alegraron su vida y que lo mejor de ella fue la caridad. Así es. El arte lo tuvo por suyo, hizo el bien y ha muerto como vivió.

En su testamento dispuso, que se embalsamara su cadáver y se le enterrara en el Cementerio Civil de Madrid en el sitio más cercano a las tumbas en que yacen Pi y Margall y Benot, sus gloriosos amigos.

Hermanos y sobrinos han respetado el último deseo y en este Cementerio Civil ha sido inhumado el cadáver del artista del bien, del filósofo de la verdad, muerto en su tierra natal á los 71 años de una vida consagrada a lo bueno y a lo bello.

Vivió este insigne federal asturiano como un justo: ha muerto como un estoico.

El día 2, el jueves, enterramos en el Cementerio Civil el cuerpo de Flórez.

Dos sobrinos, don Luis y don Genaro, el asturiano Corujo, embajador de Asturias en Madrid, á titulo de paisanos, don Joaquín Pí y Arsuaga, don Manuel Hilario Ayuso, Cantana, Menéndez Pallares, Gallego, Nácar y otros muchos amigos de Alfredo Flórez. Después de muerto ha ganado una victoria para la secularización de los cementerios, la libertad de conciencia y el librepensamiento.

José Mª Díaz López “Penedela” (Penedela – Ibias 1870 – Cangas del Narcea 1934), alcalde y empresario

A muchos vecinos de Cangas del Narcea, el nombre de “Alcalde Díaz Penedela” solo les sonará por ser el de una céntrica calle de la villa. Este alcalde es hoy un personaje casi desconocido e incluso si alguien quiere buscar información sobre él le resultará complicado obtenerla. No aparece en enciclopedias, ni en diccionarios de historia. Sin embargo, durante el primer tercio del siglo XX, José Mª Díaz López, más conocido como Penedela, fue un personaje imprescindible en Cangas del Narcea. Nació en 1870 en el pueblo de Penedela (Ibias) y falleció en Cangas del Narcea en 1934. Emigrante en América, regresó a Asturias con el inicio del siglo XX y se estableció en la villa de Cangas. Fue un político liberal y un empresario muy preocupado con el progreso y la modernización del país. Ocupó la alcaldía de Cangas entre 1913 y 1923, y también fue diputado provincial. A él se debe la construcción de la traída de agua corriente en la villa y otras mejoras en el concejo. Como empresario trabajó e invirtió su dinero en múltiples negocios: el vino de Cangas, el establecimiento del comercio El Siglo XX, la electricidad, la compra y venta de tierras, la fabricación industrial de madreñas, la molienda de grano, etc. Penedela vivió en el palacio de Omaña, que reformó en 1923. En los años treinta se arruinó y acabó suicidándose. Tuvo muchos y poderosos amigos que le apoyaron en su carrera política, y también muchos enemigos que le acusaron de cacique. Su biografía es una parte de la historia de Cangas del Narcea en el primer tercio del siglo XX.

 

Noticias para la biografía de José María Díaz López Penedela (1870-1934)

por Juaco López Álvarez 

José María Diaz López Penedela (junto al novio) en la boda de Vicente Oliveros y Concha de Llano, 16 de enero de 1918. Penedela era el padrino, tenía 48 años y ocupaba la alcaldía de Cangas del Narcea.

Nació en Penedela, concejo de Ibias, en 1870 y murió en Cangas del Narcea en 1934. Vivió 64 años. Se llamaba José María Díaz López, pero todo el mundo le conocía por “Penedela”, de tal modo que el nombre de su pueblo de origen llegó a emplearlo él mismo como un segundo apellido. Muy joven, como era habitual en aquella época entre los hijos de los campesinos acomodados o de la clase media de las villas, marchó para América, probablemente a Cuba, y allí debió de hacer cierta fortuna. Regresó a España hacia 1900 y se estableció en la villa de Cangas del Narcea. Nunca olvidó aquella etapa de emigrante en tierras americanas. Cuando en 1913 toma posesión de la alcaldía de Cangas del Narcea señalará como una de sus prioridades el fomento de la enseñanza: “tan necesaria en toda ocasión y más tratándose de los muchos jóvenes que emigran de este concejo, que tan útil les puede ser por el mundo las primeras nociones que se adquieren en las escuelas”. En agosto de 1920 participa en un banquete organizado por ocho emigrantes cangueses en América y en la crónica que se publica en la prensa se le califica como un “americano de los viejos”. Y dos años antes de fallecer, en 1932, es uno de los fundadores del Centro Cultural y Recreativo de Cangas del Narcea, en el que se agrupa la colonia de “americanos” residentes en Cangas y cuyo fin era constituir un casino.

Estuvo casado con Julia de Llano González, perteneciente a dos linajudas e influyentes familias canguesas: los Llano y los González Reguerín; estos últimos emparentados también con los Flórez. Con estas familias tendrá Penedela negocios económicos y tratos políticos. Tuvo una hija, María, a la que todo el mundo llamaba Marina. Su mujer falleció en noviembre de 1918, con 37 años de edad, durante la terrible epidemia de gripe que asoló al mundo entero, y que en el concejo de Cangas del Narcea causó una considerable mortalidad. Volvió a contraer matrimonio años después con Martina Arias Urbistondo.

Murió el 15 de abril de 1934 y en su partida de defunción el párroco de Cangas, don Dositeo Méndez, escribió: “falleció  a consecuencia de haberse arrojado de un balcón de la casa en donde vivía [situada en la plaza de Rafael Rodríguez], lo que hizo, según certificación del médico que le asistía, D. Victorino López Llano, por sufrir monomanía persecutoria”. La noticia de su fallecimiento se publicó dos días después en el diario La Prensa, de Gijón, donde dice: “Se asegura que el suicida padecía desde hace tiempo de neurastenia y se cree que estos días debió sufrir una agudización en su estado, obligándole a tomar tan extrema resolución”. Su cadáver fue enterrado en el cementerio municipal, en el panteón propiedad de sus sobrinos Concha de Llano Fuertes y Vicente Oliveros Menéndez. Y en este panteón permanece junto a los cadáveres de otras personalidades de la vida de Cangas del Narcea en el primer tercio del siglo XX: Ibo Menéndez Solar, maestro, director del periódico El Narcea, y promotor de la enseñanza y la cultura en el concejo; Mario de Llano González, presidente del Centro Republicano y alcalde durante la Segunda Republica, y el mismo Vicente Oliveros, comerciante.

Penedela fue un hombre apasionado de la política y un empresario tremendamente emprendedor, que llegó a tener múltiples negocios. La estancia en América y el conocimiento de una sociedad más avanzada y urbana, hizo que muchos emigrantes retornasen empeñados en mejorar y modernizar la vida de sus paisanos, y para ello invirtieron su tiempo y su dinero en la vida pública y en nuevas actividades económicas. La vida de Penedela  transcurrió enteramente en esos dos ámbitos: la política y los negocios. En ambas tareas hubo de tener, sin duda, grandes satisfacciones, pero también muchos sinsabores. Sus enemigos políticos decían de él que era una persona soberbia y orgullosa, “un cacique”, y lo acusaban de aprovecharse de la política para su beneficio personal. En política militó en las filas liberales, aunque sus detractores le tachaban de arribista. El 28 de julio de 1923 en el periódico El Noroeste se dice sobre él: “antiguo pidaliano – liberal – conservador – republicano – reformista – inclanista, que en todos estos partidos estuvo o pretendió introducirse el señor Penedela”.

Penedela, político

Comenzó su actividad política en 1909, como concejal del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. En la misma corporación también estaba su cuñado Cesar de Llano Gonzalez. El alcalde era Nicolás de Ron. Vuelve a ser elegido en 1912 y es nombrado tercer teniente de alcalde. En este mandato el alcalde era Joaquín Rodríguez Martínez, que el 23 de octubre de 1913 renuncia al puesto “por motivos de salud y no de otra índole” (fallecerá el 23 de enero de 1914 a los 53 años de edad). En su lugar es nombrado Penedela, que contará con el apoyo de la familia de su mujer, los Llano, y el amparo del todopoderoso Félix Suárez-Inclán (Avilés, 1854-Madrid, 1939), diputado a Cortes por el Distrito de Cangas del Narcea desde 1897, miembro del Partido Liberal y en aquel año de 1913 ministro de Hacienda. En esta etapa Penedela fue alcalde hasta el mes de diciembre de 1917. Volverá a ocupar este puesto muy poco tiempo después, el 1 de enero de 1918, y en él permanecerá hasta el 1 de abril de 1921. Y de nuevo volverá a ser alcalde de enero a julio de 1923. En total ocupó la alcaldía de Cangas del Narcea durante nueve años.

Hoja de propaganda política en el que el alcalde José Mª Díaz “Penedela” da a conocer los motivos del cese de su antecesor Marcial Rodríguez-Arango, Cangas del Narcea, 17 de febrero de 1923.

En ese tiempo mantuvo encarnizadas luchas políticas y continuas polémicas por su gestión en el Ayuntamiento. Tuvo enfrente a los reformistas, encabezados por Marcial Rodríguez Arango; a los conservadores kleiseristas, partidarios de Luis Martínez Kleiser para diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea, y a los republicanos, dirigidos por Higinio García del Valle y cuyo ariete en la prensa era Gumersindo Díaz Morodo Borí. Para defenderse de las aceradas críticas de este último fundó en 1916 La Voz de Cangas, que dejó de editarse en julio de 1917. La lucha contra Borí llegó al extremo de cerrarle su periódico, El Distrito Cangués, y de denunciarle repetidas veces hasta lograr que le encarcelasen en varias ocasiones.

En Cangas del Narcea los partidos políticos estaban controlados por unas pocas familias que luchaban denodadamente por controlar el poder local y los votos del distrito para la elección de un diputado a Cortes en Madrid. El borrador de una carta escrita desde Cangas por Agustín de Llano Valdés, tío político de Penedela, a un destinatario desconocido, seguramente residente en Madrid, en la que se refiere a las elecciones municipales y a Penedela, nos servirá para conocer los entresijos de la actividad política en las primeras décadas del siglo XX:

“Mi querido amigo: Con motivo de las próximas elecciones para concejales nos hallamos luchando aquí los conservadores y liberales contra los kleiseristas, que no se convencieron a pesar del recorrido que les dimos en marzo último.
 
Corresponde elegir catorce concejales y entre éstos cinco por el distrito de Rengos, que es donde nuestro buen amigo el Conde de Toreno tiene una fuerza decisiva. Hace varios días escribimos a don Félix [Suárez Inclán] para que solicitará de dicho Conde órdenes para que sus administradores nos apoyaran, sin que hasta la fecha hubiéramos obtenido contestación, ignorando el motivo.
 
Como el tiempo apremia y deseo salir victorioso, máxime cuando al presente desempeña esta Alcaldía mi sobrino José Mª Díaz, le ruego se tome la molestia de visitar cuanto antes al repetido Conde afín de conseguir mande a sus apoderados doña Alvarina Peláez y don Ángel Rodríguez que nos apoyen, ordenando además al último se ponga a mi disposición, como lo verificó en las elecciones de marzo, o a la de mi dicho sobrino, para recomendar a los renteros que voten los candidatos que les indiquemos.
 
Y pidiéndole mil perdones por tanta molestia, tengo el gusto de reiterarme de usted con la más distinguida consideración”.

Manifiesto al “Distrito electoral de Cangas del Narcea” firmado por José Mª Díaz López “Penedela”, enero de 1931.

Penedela fue cesado como alcalde en 1923, tras descubrir una comisión de investigación unas “irregularidades” en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Esta comisión, establecida por el Directorio Militar encabezado por el general Miguel Primo de Rivera, revisó las cuentas de muchos ayuntamientos asturianos. Penedela  y varios concejales fueron incluso encarcelados durante unos días en diciembre de aquel año. Sin embargo, esto no acabó con su vida política. En marzo de 1925  formó parte de una comisión del concejo de Cangas del Narcea, encabezada por el alcalde Porfirio Ordás, que se reunió en Tineo para tratar sobre la construcción del ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino, donde él figura como “ex alcalde”, y poco tiempo después fue nombrado diputado provincial. Como representante de la Diputación asiste a la inauguración de la Feria de Muestras de Gijón en agosto de 1927 y al entierro del empresario José Tartiere en ese mismo año. Por último, en las famosas elecciones municipales del 14 de abril de 1931, que trajeron la Segunda Republica, salió elegido concejal por la candidatura republicana. Unos meses más tarde su cuñado Mario de Llano González ocupará la alcaldía de Cangas del Narcea.

La política de Penedela con respecto a Cangas del Narcea puede resumirse en una sola palabra, muy manida en aquellos años: modernización. En la sesión del 23 de octubre de 1913, en la que ocupó por primera vez la alcaldía, señaló sus tres prioridades: el “fomento y desarrollo de la enseñanza”; “los caminos vecinales que tantos beneficios reportan a los pueblos” y la “rigurosa administración de los intereses del concejo”. A estas habría que sumar su interés por la higiene y la salud pública.

La consulta de los libros de actas de las sesiones municipales que presidió Penedela muestran un número considerable de acuerdos sobre la creación de escuelas, construcción de edificios, contratación de maestros y compra de material escolar, así mismo aparecen muchos acuerdos relacionados con caminos, “puentes económicos” y fuentes.

En cuanto a las medidas en favor de la higiene, hay que resaltar que el higienismo estuvo muy en boga en aquel tiempo debido a la insalubridad general y a las frecuentes epidemias causadas por la suciedad de las calles, aguas contaminadas, etc. El ideario de Penedela en este sentido esta recogido en un bando que escribió en julio de 1916 como preámbulo a la edición de las Ordenanzas Municipales de 1898:

HAGO SABER: Que la misión de esta Alcaldía no queda cumplida preocupándose solamente de la seguridad de los vecinos, la instrucción de los niños, el socorro de los pobres, la administración de los fondos del concejo y las relaciones con los que nos son administrados; hay algo que hasta ahora se hallaba descuidado en Cangas y es sin embargo lo más importante para una colectividad, pues nos referimos a la higiene, asunto que preocupó en todas las épocas a los pueblos que, por su superioridad, merecieron gobernar a los demás.

Según Penedela “es imposible una prosperidad económica duradera en un pueblo donde, por descuido de la higiene, abundan los tísicos y enfermos”.

Sigue Penedela:

Hace pocos años, cuando la noción de libertad había llegado con claridad a la mente de privilegiadas personas, confundiendo el vulgo el significado de esa santa palabra con el egoísmo, podría parecer a los pseudos liberales que se atentaba a la libertad, imponiendo por la fuerza la higiene; pero, afortunadamente, hoy creo que no habrá ni un solo cangués para quien no sea evidente que la libertad de cada uno termina donde empieza la del prójimo.[…]
 
En una villa de la importancia de la nuestra, no puede ya prescindirse de algunos detalles de ornato, que son cosa corriente para otras muy inferiores en otros aspectos. No pido lujos ni sibaritismos; pero tampoco puedo seguir consintiendo que el transeúnte se vea insoportablemente molestado por los imponentes chorros de agua lanzados por los canalones rotos, […]. El blanqueo de las fachadas, que es barato, es otra imposición que se verá en la necesidad de adoptar la Alcaldía, porque si un individuo con la cara sucia es rechazado por los demás, una casa de la villa debe mostrarse también con el aspecto agradable de la limpieza.
 
La cultura de un pueblo se revela al forastero en una multitud de detalles, que en Cangas dejan bastante que desear, y no enumeraré aquí porque son muchos y muy conocidos del público. Desde el tocino colgado en la puerta de una tienda, como si estuviese destinado a manchar la ropa de un transeúnte, hasta los perros que molestan al vecindario; lo mismo los cueros en el centro de la población, donde despiden nauseabundo olor, que los diferentes trastos que obstruyen la calle, todo indica un abandono que no debe continuar, porque en la vida de un pueblo a la moderna, juegan principal estos detalles que significan privilegios de unos pocos, en perjuicio de la colectividad.

Según Penedela, en las Ordenanzas Municipales de 1898 “están admirablemente resueltos los problemas enunciados y muchos otros inseparables de la vida social”. Por eso promovió su difusión, con la advertencia a los cangueses de que va a exigir su “exacto cumplimiento”, y que si es necesario impondrá correctivos, aunque él cree que no serán necesarios:

Sería el primero en deplorarlo; pero, así como un padre que entiende su sagrado papel, castiga con mano dura a los hijos que lo necesitan, para que lleguen a ser honrados y útiles ciudadanos, estoy yo resuelto a emplear los medios de que la Alcaldía dispone, a fin de que se cumplan las Ordenanzas municipales, pues lo creo indispensable, si Cangas ha de llegar a ser pronto una villa sana, agradable y culta.

De su etapa como alcalde, se sentía muy orgulloso de haber propiciado y llevado a cabo la construcción de tres obras, que tienen mucho que ver con la higiene: el matadero, el lavadero y, sobre todo, la traída de agua.

El matadero se terminó de construir en el mes de mayo de 1916 en el lugar llamado la Cuadra de las Mulas, situado a la salida de la villa en dirección a Rengos. El autor del proyecto fue Alfredo Flórez González, que lo hizo gratuitamente.

El lavadero se inauguró en 1914 y estaba junto al puente de Ambasaguas, estaba en el solar de los Molinos Viejos. Lo sufragó íntegramente el mencionado Alfredo Flórez González, que lo donó al Ayuntamiento. El agua, que corría sin interrupción en el lavadero, la cedía el mismo Penedela, y procedía de la presa de un molino que tenía en las proximidades.

Por último, la instalación de la traída de agua corriente fue la gran obra de Penedela. No era para menos porque este servicio supuso un cambio radical en la higiene y en el modo de vida de los cangueses (sobre todo de las canguesas que eran las encargadas de acarrear el agua de las fuentes). En la sesión municipal del 18 de septiembre de 1914 se tomó el acuerdo de hacer esta obra por “la imperiosa necesidad de dotar a la villa de agua potable, por ser muy escasa y de malas condiciones la que hoy existe, como se demostró durante la última epidemia de tifoideas, pues habiendo cincuenta y cuatro casos de dicha enfermedad en esta villa, tan pronto se clausuró la fuente pública no se registró ningún nuevo caso”  El “Proyecto de abastecimiento de aguas para la villa de Cangas de Tineo”  se redactó en 1916 y la obra concluyó en 1919. La villa empezaba su modernización.

Si, por un lado, estas fueron sus obras más apreciadas, por otro, sus mayores fracasos fueron el no haber construido un cementerio municipal y las infructuosas gestiones llevadas a cabo para la construcción del ferrocarril Pravia-Cangas del Narcea-Villablino.

El cementerio de la villa era una necesidad desde hacía mucho tiempo. El viejo cementerio parroquial, situado detrás de la iglesia, era muy pequeño para una villa que había crecido mucho en el siglo XIX. En 1903 se describía así su estado en el periódico La Verdad (Cangas de Tineo, 14 de febrero de 1903):

“Cangas, la misma capital del concejo, tiene en vez de cementerio un inmundo pudridero donde se hacinan los cadáveres, donde se exhuman varios cada vez que se inhuma uno, donde ruedan los huesos humanos y los restos de ataúdes y mortajas; y esta macábrica perspectiva la observamos todos a diario cuantas veces penetramos en aquel reducidísimo y mal acondicionado, y peor cuidado y administrado recinto, para acompañar a la última morada los restos mortales de una persona querida”.

Las gestiones para hacer un nuevo cementerio comenzaron en 1912. El terreno elegido estaba en Barañán, encima del barrio de El Corral. Durante la alcaldía de Penedela se encargaron dos proyectos para este lugar, uno llegó a aprobarse en 1918, pero debido a las opiniones divididas con respecto a su emplazamiento se decidió buscar otro sitio más adecuado. El cementerio municipal se construirá en 1927 en Arayón, tres años después de cesar Penedela como alcalde.

Sin embargo, el gran fracaso del Penedela político fue que el ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino no llegase a construirse. Esta línea fue una de las mayores aspiraciones de los vecinos del suroeste de Asturias, que consideraban que era un medio imprescindible para la explotación de las riquezas naturales y la modernización del país. Los políticos estuvieron jugando con esta aspiración desde finales del siglo XIX y periódicamente, sobre todo cada vez que había elecciones a diputados a Cortes, se anunciaba la inminente concesión de las obras, pero al poco tiempo todo quedaba en nada. Penedela participó en reuniones, comisiones y asambleas convocadas para tratar este asunto, y estoy seguro de que su interés era sincero, porque el ferrocarril en ese tiempo era sinónimo de modernización y progreso, pero fue algo que no pudo conseguir.

Penedela, empresario

En este ámbito es sorprendente la variedad de negocios con los que corrió Penedela, en cierta medida impulsado también por ese afán innovador y modernizador de la sociedad. Invirtió en la compraventa de  tierras, en industrias, en el establecimiento de un comercio, en la construcción de carreteras, etc.

La elaboración de vino es el primer negocio en el que sabemos que participó y en el que se mantendrá hasta el final de sus días. Esta dedicación al vino es comprensible, porque este producto va a ser, hasta la Guerra Civil y junto a la industria maderera, la actividad económica más rentable del concejo de Cangas del Narcea.  En 1901, Penedela aparece formando parte de la sociedad Flórez, Llano y Díaz, que compra las bodegas y todos los viñedos (21 hectáreas) que habían pertenecido a Anselmo González del Valle, y funda las “Bodegas Canguesas”, cuya principal marca de vino será “Príncipe de Asturias”. La sociedad se mantendrá en manos de Penedela y la familia Flórez hasta los años treinta. En el diario La Prensa, de Gijón, aparecerá la noticia de su muerte el 17 de abril de 1934 con el titular siguiente: “Se suicida un cosechero de vinos”.

La segunda actividad que le conocemos es como agente de seguros de la compañía El Alba. Como tal aparece en la Guía Comercial de Asturias de 1903. En este año también ocupaba el cargo de contador-cajero de la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras “Bosna Asturiana”, constituida con capital asturiano, vasco y francés para explotar minas y montes en la cuenca alta del río Narcea y sobre todo extraer madera de Muniellos. Durante este tiempo participó en la publicación de un periódico local, La Verdad, dirigido por Manuel Flórez de Uría. Su papel en este periódico lo contará unos años después el mismo Flórez de Uría en El Distrito Cangués, 24 de febrero de 1914:

[En 1903] suspendí “La Verdad” de Cangas y cree “La Verdad” de Oviedo, en cuyo primer número aparezco yo como Director y Jefe de Redacción y como Redactor y Administrador D. José Mª Díaz y López, el actual alcalde, pero de quien me cumple hacer constar que no tuvo arte ni parte, ni remota ni próxima, en el periódico, pues su nombre puesto en la portada fue solo un acto de buena amistad y deferencia hacia mi, como contador-cajero que era de la sociedad “Bosna Asturiana”, de la que yo era apoderado, entidad financiera a quien podía ser muy útil tener a su devoción, para fines puramente industriales, el periódico único de la localidad”.

Hoja de publicidad para la apertura del comercio El Siglo XX, Cangas del Narcea, hacia 1905.

Poco tiempo después Penedela abrió un comercio de ropa, paquetería, armas, etc., negocio que fue muy frecuente en muchos emigrantes retornados, que habían trabajado en América en este ramo y venían de allí con ideas nuevas. Su nombre ya es expresivo de los nuevos tiempos: El Siglo XX. Estaba en la calle Mayor y será uno de los primeros establecimientos modernos de la villa de Cangas. En el se vendían las “últimas novedades” en tejidos y calzado, y muchos de los nuevos productos que se estaban expandiendo desde las villas al medio rural a través de estos comercios: loza y cristal, armas, camas de hierro, trajes, sombreros, alfombras, mantillas, etc. El comercio El Siglo XX lo traspasa en 1918 o 1919 a Vicente Oliveros, que trabajaba en él como dependiente y que se casa en enero de 1918 con su sobrina política Concha de Llano. Penedela y su mujer serán los padrinos de boda de este matrimonio y también de su primer hijo, que llevará el nombre del padrino: José María.

Otra de las inversiones de Penedela fue la compra de amplias posesiones pertenecientes a las viejas familias rentistas canguesas, como los Yebra Pimentel y los Velarde, que ya no residían en Cangas y tenían la administración de sus propiedades casi abandonada. Las fincas que adquiría las vendía después a sus llevadores, que eran campesinos del concejo, sacando con esta operación un pingüe beneficio. Con frecuencia, para estas operaciones se juntaban varios capitalistas. En diciembre de 1922 escribe Borí en El Progreso de Asturias (La Habana, 20 de enero de 1923):

“La antigua casa de Velarde ha vendido todo lo que en este concejo tenía. Fueron compradores el banquero cangués don José Álvarez Menéndez y los señores don José María Díaz López y don Antonio Jiménez. El precio de compra fue de medio millón de pesetas”.

El último comprador era el procurador Antonio Jiménez Valcárcel, que estaba casado con una hermana de la mujer de Penedela; él se quedará con el palacio de los Velarde, situado en la calle Mayor, a la altura de la plazuela de Riego. El propio Penedela vivirá también en un palacio, el de los Omaña, en la plaza Mayor, que se lo había comprado a Anselmo González del Valle. Esta casa la reformó considerablemente en 1923: abrió en la fachada principal varias puertas y ventanas, y construyó un mirador, todo ello dentro de un estilo historicista.

Recibo de “Hidroeléctrica del Luiña” con la firma de su propietario José Mª López Díaz “Penedela”, 1925.

Penedela también adquirió el viejo molino que estaba situado junto al puente de Ambasaguas, que había sido propiedad de la casa de Omaña y que él debió de comprar al mencionado González del Valle. En 1924,  aprovechando su presa y canal, construyó junto a este molino una central hidroeléctrica, denominada “Hidro Eléctrica del Luiña”, cuya energía vendía en la villa y pueblos próximos, y además instaló una fábrica de harina y otra de madreñas, movidas ambas con máquinas eléctricas. La electricidad había llegado a la villa de Cangas en 1899, con una hidroeléctrica situada junto a Arayón. En la primera mitad de los años veinte se levantaron en el concejo tres más, que en 1925 ya estaban funcionando: una en Villacibrán (“Hidroeléctra de Villacibrán”), otra en Cibea y la de Penedela en Cangas.

Pero los negocios de Penedela todavía abarcaban mucho más: en 1914 su comercio de El Siglo XX era también la administración de los automóviles de línea que hacían el servicio diario de Cangas a Grado, y en 1918 sabemos que era el contratista de la construcción del segundo tramo de la carretera de Navelgas (Tineo) a Pola de Allande.

Hasta los años treinta Penedela vivió años de fortuna. El 28 de marzo de 1925 puede leerse en el diario La Prensa:

“En su magnífico automóvil ha regresado de La Coruña [a Cangas de Tineo], donde pasó el día de su fiesta onomástica en compañía de su familia, el rico propietario y exalcalde de esta villa José María Díaz Penedela”.

Pero en los años treinta comenzó a apagarse su buena estrella. En estos años tuvo que deshacerse de muchas de sus propiedades: el molino, la central hidroeléctrica y el palacio de los Omaña que vende en 1932. Siempre escuché en mi casa que Penedela había muerto arruinado por culpa de la política, que su desmedida afición hacía ella le había hecho perder todo lo que tenía. En realidad, no sé qué le pudo pasar, no tengo datos para afirmar nada y lo que pueda decir en estos momentos son suposiciones. No obstante, es muy probable que, al igual que les sucedió a otros muchos empresarios en todo el mundo, el crack de octubre de 1929 y la enorme crisis económica que trajo consigo, afectase considerablemente a este hombre hasta el punto de arruinarlo y llevarle al suicidio. A la ruina económica habría que sumar unas circunstancias familiares adversas,  que abocaron a Penedela a este trágico final.

Anuncio del comercio El Siglo XX en El Distrito Cangués, 1915.

Ocho años antes de su muerte, el 16 de julio de 1926, cuando todavía le sonreía la suerte, se publicaron en el diario La Prensa, de Gijón, dos páginas completas dedicadas a las fiestas del Carmen y a la villa de Cangas del Narcea. En ellas aparecen varios anuncios y también unas elogiosas reseñas de comerciantes y hosteleros, que con toda seguridad fueron pagadas por sus protagonistas. Una de estas reseñas encomiásticas está dedicada a “Don José María Díaz Penedela”. Es probable que la escribiese él mismo o que la hubiese escrito otra persona con la información que él le proporcionó, en todo caso es la imagen que él quiso dejar de sí mismo. Con ella vamos a terminar esta breve biografía.

Don José María Díaz Penedela

Es Cangas de Tineo uno de los pueblos que van siempre en pos del progreso, y naturalmente, en Cangas no podrían faltar hombres notorios, pues son bastante conocidos los naturales de la localidad que han sabido poner sus nombres muy alto.

Queremos ocuparnos en esta ocasión de don José María Díaz Penedela, que durante su actuación como Alcalde de Cangas de Tineo, cargo que ocupó durante nueve años, demostró excepcionales condiciones, pues a él se debe la traída de aguas, uno de los orgullos legítimos del pueblo, así como también la construcción del Matadero y en parte la del Lavadero.

Una vez retirado de sus funciones como representante del pueblo y persona que no sabe estar inactiva, ha fundado una Central de luz y fuerza con la cual ha hecho que el pueblo goce de excelente servicio en este aspecto, pues hizo de esta Fábrica una de las más modernas, pudiendo en todo momento servir, tanto luz como fuerza, a cualquier punto del concejo.

Tiene también, y montada a la perfección, una fábrica de almadreñas, movida por electricidad, con sus transmisiones subterráneas, y a cuyo frente se encuentran competentísimos operarios, siendo una de las preferidas en Cangas de Tineo y pueblos limítrofes y cuya fama ha transcendido al resto de Asturias, siendo buena prueba de ello los numerosos pedidos que a diario recibe.

Así mismo y al lado de la Central Eléctrica ha hecho la instalación de una fábrica para la molturación de granos que montada con arreglo a los últimos adelantos, y movida por electricidad, puede moler en cualquier momento, 50 y 60 sacos de trigo por día.

Otro importantísimo negocio del señor Penedela lo constituyen las Bodegas Canguesas en sociedad con don Roberto Flórez, siendo muy conocida su marca «Príncipe de Asturias», debido a ser como muy bien dicen sus etiquetas, «únicas bodegas en la zona asturiana que por la clase especial de sus viñedos y la buena y esmerada elaboración de sus vinos, puede competir con cualquiera de las regiones vitícolas de España y del extranjero, según se demuestra con los premios obtenidos en diversos países», y esto lo demuestra el que no solo se concreta a servir las plazas de Asturias, sino que también se extiende la exportación a plazas de España, como Madrid y Barcelona y otras muchas de América, de donde reciben continuamente pedidos.

No terminaremos de hablar del señor Díaz Penedela sin antes felicitar al pueblo de Cangas de Tineo por contar entre sus hijos con hombres entusiastas y emprendedores como el que nos ocupa.

Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984), arquitecto

Por Rogelio Ruiz Fernández – Doctor Arquitecto. Nueva Quintana (LNE) 30 de marzo de 2010

El arquitecto, de cuyo nacimiento se cumplen cien años, dejó en Oviedo una huella profunda de su trabajo, marcado por la innovación y la investigación de materiales

Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984); retrato de Nicanor Piñole

Al igual que muchos escritores son su ciudad y ésta no puede entenderse sin aquéllos, sin su complicidad (Joyce es Dublín, Leopardi Recanati, Lezama es La Habana, Cunqueiro Mondoñedo, Clarín Oviedo?) así, muchos arquitectos están maridados a un lugar. Barcelona sin Gaudí no sería igual, ni Gaudí sin su amada, Lubjana no lo sería sin Plecnik, ni Viena sin Wagner, Olbrich y su primavera sagrada. Chistopher Wren es San Pablo y también todo un Londres blanqueado. Tampoco Como, la bella ciudad italiana junto al lago, sería la misma sin Terragni, para mí su amado. Pero los escritores que fijan un tiempo con su obra permanecen encerrados en sus páginas, en nuestros anaqueles, esperando, como joven en el baile a ser sacados, a bailar una pieza; mientras que los arquitectos nos tienen presos, realizan el telón de fondo sobre el que discurren nuestras vidas, se viven a diario sus obras y se nos presentan, querámoslo o no, todos los días, tras incluso la muerte de su autor, como es el caso, como presencia cotidiana. Ya habrán descubierto a estas alturas, deberían saberlo ya, que Castelao es Oviedo y Oviedo sería menos profundo sin Castelao. Sin embargo, siendo queridos todos los citados, y con su calle y su respeto, no todos reciben el mismo cariño de su esposa. Los modernistas, clasicistas, formalistas al fin que ya he citado son adorados con embeleso, mientras que aquellos como Terragni en Como, Le Corbusier en toda Francia o nuestro Castelao, que siguieron un camino menos labrado, se quieren sí, pero con la prevención de lo nunca del todo comprendido. También Aalto, con quien mantenía relación epistolar nuestro protagonista, es así querido en su Finlandia y quizá por ello le puso a su barco el nombre «Nemo Propheta in Patria».

La figura de Ignacio Álvarez Castelao -nacido en Cangas del Narcea el 31 de marzo de 1910 y que murió en Oviedo en 1984- no es fácil de acometer, al menos tres tesis doctorales se han iniciado ya hace tiempo y hasta el momento no conozco ninguna concluida y esto es particularmente grave, por lo muy necesario que sería que a partir de su legado se realizara un estudio suficientemente profundo que garantizara la difusión nacional e internacional que merece su figura. Podemos analizarlo aquí someramente, para comprenderlo mejor, desde tres puntos de vista. En primer lugar su excepcional conocimiento constructivo y su vocación investigadora en este campo gracias a su formación ingenieril, en segundo lugar la investigación tipológica y formal en el campo de la vivienda y como colofón los grandes edificios públicos.

Su conocimiento de los materiales hizo que los utilizara siempre con nobleza, crudos, como propiciaban los brutalistas, y buscará, afianzando sus conocimientos con propuestas cada vez más audaces, las posibilidades del hormigón y el acero. Realizó dos patentes, una de forjados y otra que pueden ver en la gasolinera de la Tenderina, que es el nudo Castelao, con el que a partir de piezas muy sencillas articula una estructura espacial muy ligera que permite cubrir grandes vanos. O los grandes vuelos estructurales de hormigón que vemos en Medicina o las mismas losas que conforman las aulas, o con que sabiduría, haciendo que el elemento constructivo sea el que genere la belleza en los encofrados recuperables utilizados en el Colegio San Ignacio. En muchas ocasiones enfrenta la dureza y fuerza de materiales como el hormigón, siempre con huellas de su construcción, bruto, con la calidez de la madera en carpinterías. Otras veces lo relaciona con elementos cerámicos ladrillos o plaquetas que utiliza con destreza, generando textura con distintas tramas, con piezas de diferente cocción que generan vibración precisamente por la diferencia de sus unidades (por su calidad de única dentro de las que parecen iguales), cambiando las disposiciones de ladrillos en aulas de tal modo que al ponerlos al canto absorban el sonido en las zonas que más interesa… También los elementos modulares de hormigón que utilizó en varios edificios (Hunosa, Geológicas?) le permitían aunar dos de sus pasiones, la construcción de la que venimos hablando y la matemática que se desprende de la seriación.

La matemática subyace de tal forma en sus composiciones que a veces es el motivo del que surge la belleza y le permite alejarse de las contingencias de lo cotidiano. Sus realizaciones en el campo de la vivienda, tanto el Serrucho como el Serruchín o Alsa son edificios en los que lo trivial desaparece (¡y vuelve cuando se cierran las terrazas!). A veces en la ciudad vemos construcciones sin intención que nos permiten ir leyendo cosas prosaicas: eso es el salón, eso el tendedero, eso el cuarto de los niños? Nunca en Castelao, con él la Arquitectura brota con fuerza de una proposición previa y certera a la que van siguiendo las necesidades, tras su mando.

Transformó el antiguo convento de Santa Clara, destrozado por la guerra, en la delegación de Hacienda

Edificio conocido como «El Serrucho», proyectado por Álvarez Castelao (1956) en la calle Cervantes de Oviedo. Foto: J. Ramón Puerto

«El Serrucho» visto desde la negación que es su chaflán no es un edificio de viviendas, son un conjunto de cajas que flotan tocando planos, son seriaciones antes de que conociéramos a Judd, Geológicas es Geológicas cincuenta años antes que los Juzgados de Chipperfield de Barcelona y mucho mejor, el «nudo Castelao» lo era cuando Buckminster Fuller jugaba a lo mismo en América, y su amigo Aalto estaría encantado de firmar los edificios de los empleados de Hacienda sin duda, por cómo van girando, cómo comprenden los árboles que abrazan, que rodean, desde la simplicidad de unas galerías? Castelao, cuando nadie viajaba, nos trajo el mundo aquí.

Y qué me dicen de esos portales, que te quedas mirando desde la calle como si fueran un escaparate que te vendiera algo, pero no te lo vende, te lo da, te da un remanso contra la vulgaridad, te da la destreza infinita a la hora de combinar materiales de cogerte en el exterior y absorberte en la entrada hacia tu casa, te acompaña de la mano por esas escaleritas que te llevan al ascensor, esos gresites, mármoles? (por favor, que alguien quite la rejería pseudoforja con dorados de Santa Teresa, 20), y ya que la cito, qué me dicen de la planta de los apartamentos de Santa Teresa, qué sabiduría, qué control y saber en esas circulaciones compartidas que destierran pasillos (o en Alsa).

Convento de Santa Clara (Oviedo), adaptado en 1960 por Álvarez Castelao para Delegación de Hacienda

Pero Castelao, que estoy pintando como mítico, también fue funcionario de Hacienda, y esto le permitió, probablemente como a Kafka, desarrollar una segunda identidad, meter quizás el orden cotidiano en su vida, para que brotara más suelta su arquitectura. Por esta condición accede a la restauración de Santa Clara, actual sede de Hacienda, y allí cose el edificio herido por la guerra. Con decisión, dejando allí colgado ese balcón, que no va a ningún lado, que queda sólo como un brazo truncado, como que quiere seguir, como que quiere que se cierre el convento mutilado. Como un doctor en igual caso corta por lo sano, eso sí, poniendo su arquitectura al mismo nivel que la del pasado. Sin mimetismos, nos recuerda la guerra, el dolor inacabado. En la última restauración sobre la de don Ignacio se pierden temas importantes de la obra del maestro, la ligereza de las carpinterías iniciales, y también que este gresite que él utilizaba tiene vibración, como antes comentaba, y al utilizarse prefabricados absolutamente idénticos en todas sus piezas, o piedras muertas, el edificio, tras tanto tiempo enfermo, nos parece que se muere también. Adquiere algo que siempre esta desterrado de su obra: afectación. Lo mismo ha sucedido con Industriales en Gijón, que ya no es lo mismo, está demasiado limpio.

Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas en Llamaquique de Álvarez Castelao (1965)

Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas en Llamaquique de Álvarez Castelao (1965)

Les voy a pedir, si leyeron hasta aquí ya están dispuestos, que como ven lo que debemos a Castelao, le regalemos agradecidos en este centenario de su nacimiento un paseo hasta Llamaquique y al Cristo, y que allí vean Geológicas y Medicina, y al final, el regalo, verán, se lo volverá a hacer él a ustedes. En Geológicas y Biológicas de nuevo están las Matemáticas, contrastando el paralelogramo, platónico, o mejor cartesiano, con la espiral que remite a las caracolas y la vida en crecimiento. En este hall la dureza de los materiales contrasta con la sinuosidad y organicidad de las amebas de Suárez que recorren el suelo. Una rampa rodea este mosaico dando acceso a las distintas clases, triangulares y en crecimiento.

Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, obra de Álvarez Castelao (1972)

En Medicina me gustaría destacar la lección en recorridos, las distintas escalas, como desde la ciudad, en una visión lejana, es imponente con la mole curva de las aulas en grada, con el volumen volado de hormigón que es la zona de dirección. Pero cuando te acercas, se hace amable, te crea una escala pequeña (dos metros en algunos puntos), un claustro «conventual» que aleja el edificio alto y luego el gran hall con esas escaleras piranesianas de hierro que te invitan al ascenso hacia el saber?

Quiero acabar compartiendo una inquietud con ustedes, ¿Por qué este Castelao tan universal pasaba tanto tiempo en su casina de forjados de madera de San Cucao, llena de elementos etnográficos, con una ventana que enmarcaba un hórreo de madera muy bien proporcionado? ¿Que buscaba?, ¿que destilaba de allí? Quizá buscase estos contrastes que generan la belleza en su arquitectura, quizá la escala, la ausencia de decoración, el pan pan, las cosas crudas como son, la arquitectura sin afectación. O quizá simplemente volviese así a la tierra, a los alrededores del Cangas del Narcea que le vio nacer, al refugio? a la paz sin fin que bien se ha merecido.

BIBLIOGRAFÍA

  • ALONSO PEREIRA, José Ramón, «Historia general de la arquitectura de Asturias», Ed. Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Oviedo, 1996.
  • ARANCÓN, Gerardo, «Facultad de Ciencias Biológicas y Geológicas», en GARCÍA BRAÑA, AGRASAR
  • QUIROGA, «Arquitectura Moderna en Asturias, Galicia, Castilla y León. Ortodoxia, márgenes y transgresiones». Ed. García Braña-Agrasar Quiroga, 1998.
  • GARCÍA-POLA, Miguel, «Asturias. La épica del desarrollo», en la revista «Quaderns», Ed. Collegi d’Arquitectes de Catalunya. Barcelona, 1997.
  • GARCÍA TUÑÓN, Ignacio et álii, «Guía de arquitectura y urbanismo de la ciudad de Oviedo. Ed. Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Oviedo, 1998.
  • NANCLARES, Fernando, «Ignacio Álvarez Castelao», en revista «Obradoiro», n.º 8. La Coruña, 1993.
  • RUIZ, Rogelio, «Faculty of Geology and Biology and Public Finances Building in Oviedo», en «Struggle for life», exposición, Sint-Lukasarchief, Bruselas, 2005.

Menendo Valledor y Ron (Tineo, 1817 – Cangas del Narcea, 1892)

Menendo Valledor y Ron (Tineo, 1817 – Cangas del Narcea, 1892)  y Faustino Meléndez de Arvás García (Cangas del Narcea, 1838  – 1917) fueron los fundadores, propietarios y redactores del primer periódico que se editó en Cangas del Narcea, El Occidente de Asturias, que comenzó a editarse en agosto de 1882 y dejó de publicarse en 1891, aunque en los últimos años estaba en manos de otras personas.

Menendo Valledor fue hasta 1889 el director del periódico. Era licenciado en Derecho y fue juez de primera instancia en Cangas del Narcea, Grandas de Salime y Valdepeñas (Ciudad Real). Se retiró de la carrera judicial y vino a vivir a Cangas del Narcea donde ejerció como abogado. Según los pocos testimonios que nos quedan sobre su vida era una persona ilustrada, de trato afable y honrada en asuntos públicos. Se decía que había abandonado la carrera judicial por negarse a dictar un fallo “con arreglo al capricho de un personaje”. Constantino Suárez Españolito escribió sobre él en Escritores y artistas asturianos y Felipe Valdés, discípulo de don Menendo en las tareas de periodista, redactó en marzo de 1892 su necrológica en el diario El Correo de Asturias, de Oviedo, del cual era corresponsal en Cangas del Narcea, que reproducimos a continuación como homenaje a este pionero del periodismo cangués.

D. MENENDO VALLEDOR Y RON

por Felipe Valdés

Ayer a la una y media de la madrugada, pasó a mejor vida este distinguido vecino de Cangas de Tineo, después de una rapidísima enfermedad, dedicada a la preparación de su alma.

Ciudadano de honradez acrisolada en los actos de su vida civil, hombre de clara inteligencia y de no poco estudio, el Sr. Valledor alcanzó en esta localidad un puesto respetable que solo debe a sus propios meritos que le hicieron figurar entre los hijos predilectos de esta villa, que le debiera haber adoptado como tal.

Nacido en Tineo en el año 1817, hallábase unido a nosotros por vínculos de fraternidad, que estrechó más y más cuando estableció en Cangas su bufete de abogado. Correspondiendo a su ilustración, han ido a su despacho muchos de los habitantes del concejo y acatando sus meditados acuerdos, aproximó en diferentes ocasiones los derechos de los litigantes, huyendo de toda cuestión contenciosa, siempre que había motivo de avenencia.

Tan excelente prenda de virtud en un letrado, bastará para demostrar que el Sr. Valledor y Ron era de excepcional formalidad y enemigo de toda pendencia. En múltiples ocasiones dio pruebas de la grandeza de su corazón, interesándose por el bienestar de sus vecinos, sin buscar con ello la popularidad.

Y hasta tal punto llevó su escrupulosidad en este asunto, que jamás solicitó un puesto en política, alegando títulos justificados. Si alguna vez su ilustrado concurso fue solicitado en este Ilmo. Ayuntamiento, él, enemigo de toda ilegalidad, permanecía indiferente, sin interesar voto alguno.

En la Universidad de Oviedo cursó en la facultad de Derecho, habiendo demostrado vocación y talento para esta profesión, y luego que hubo cumplido la mayor edad, fue nombrado promotor fiscal de este término, de donde pasó a ser juez de 1ª instancia, ocupando después el de Grandas de Salime, hasta que ascendido al de Valdepeñas [Ciudad Real] y después de desempeñar este cargo un año, pidió la cesantía fundado en motivos de salud, para dedicarse en esta villa por entero al ejercicio de la abogacía.

Al lado del Excmo. Sr. Conde de Toreno figuró como conservador en esta localidad, habiendo sido elegido concejal en el cuatrienio de 1877 a 1881, cuando figuraban en este ayuntamiento personas tan ilustres como D. Nicolás Suárez Cantón, que había desempeñado la subsecretaría de Gobernación, y el Excmo. Sr. D. Marcelino R. Arango, regente que fue de la audiencia de Barcelona, y otros varios abogados y personas distinguidas.

En los últimos años de su vida, cansado de la sedentaria vida del bufete, pero sin haber perdido nada en su inteligencia ni de su ilustración, dióse el Sr. Valledor de baja en la matricula de abogado, para dedicarse a la vida agitada y febril de periodista, fundando en compañía del ilustrado secretario del Ilmo. Ayuntamiento, El Occidente de Asturias, consagrado a la defensa de los intereses morales y materiales de esta zona.

En esta etapa de su vida, que él consideraba como la más gloriosa, su biografía corre unida a la de su digno compañero el Sr. D. Faustino M. de Arvás, que secundó en sus valientes campañas, sosteniendo contra viento y marea una publicación cuyo vacío hoy se siente cada vez más.

En las columnas de El Occidente dio ancho campo a sus ideas, y difundió sus conocimientos publicando artículos literarios, científicos y algunos políticos, que merecían plácemes por la sensatez y cordura en que estaban inspirados, y una vez más probó el amor que tenía a Cangas de Tineo, en las muchas campañas, en que fue como verdadero atalaya de sus más sagrados intereses.

Era en aquel tiempo el periodismo tan desconocida en aquella villa, por lo que los fundadores de El Occidente han tenido que vencer muchos obstáculos ante los que hubieran desmayado, si no hubiesen tenido una fe ciega en su empresa, y cabiéndoles la no poca gloria de ser la primera publicación en esta extensa zona, que despertó a muchos pueblos a la vida pública.

En las columnas de dicha publicación, acogió D. Menendo al joven que daba sus primeros pasos en el periodismo, y sin desmayar a nadie en sus propósitos, era cariñoso maestro a quien muchos somos hoy deudores de no pocas enseñanzas.

Yo, el más humilde de los que han exhibido su firma en las columnas de El Occidente, llevo aún en mis trabajos sustancia de sus lecciones y en mi corazón recuerdo eterno de gratitud.

El entierro se ha verificado hoy a las diez de la mañana con numeroso acompañamiento.

De acuerdo con su disposición testamentaria, el Sr. Valledor fue conducido a la última morada en modesto féretro y depositado su cadáver en tierra. Al funeral, como a la conducción de sus restos mortales, asistió la mayor parte de la villa y algunos PP. De San Juan Bautista de Corias, además de los sacerdotes que figuraban en el cortejo.

Era el Sr. Valledor caballero de la Cruz de Carlos III, y pertenecía a algunas sociedades y academias.

En este triste trance sirva de consuelo a su distinguida familia el considerar que somos muchos los que de todas veras nos asociamos a su dolor, pidiendo a Dios recoja en su seno el alma de nuestro buen amigo.

(El Correo de Asturias, nº 622, Oviedo, 17 de marzo de 1892)

 

El escultor Manuel de Ron (Pixán, ¿1645?- Cangas del Narcea, 1732)

El escultor Manuel de Ron (Pixán, ¿1645?- Cangas del Narcea, 1732) y el impulso del estilo barroco en el concejo de Cangas del Narcea

POR PELAYO FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ

Retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Genestoso, atribuido a Manuel de Ron, inicios del siglo XVIII

Manuel de Ron es uno de los maestros que contribuyeron, en gran medida, a impulsar el desarrollo del estilo barroco en el suroccidente de Asturias. Aunque su actividad se centró, sobre todo, en la villa de Cangas del Narcea, la hegemonía de su taller llegó a traspasar los límites del propio concejo. De su taller salieron los retablos de las iglesias de San Juan de Navelgas, San Salvador de Naraval y del monasterio benedictino de Santa María la Real de Obona, todos en el concejo de Tineo. Él fue el maestro que se encargó en 1687 del diseño del retablo del Santuario de Nuestra Señora de El Acebo, centro de gran devoción en todo el occidente de Asturias, lo que le tuvo que acarrear cierta fama entre sus vecinos.

La existencia del escultor Manuel de Ron es conocida desde que lo cita fray Alberto Colunga en su breve Historia del santuario de Nuestra Señora de El Acebo, publicada en 1909, donde menciona su lugar de nacimiento y su única obra conocida entonces: el retablo mayor de El Acebo. En efecto, fue Colunga el primero en sacar a la luz la actividad de este modesto ensamblador, natural del pueblo de Pixán (parroquia de Limés), muy cercano a la villa de Cangas del Narcea. La siguiente aportación a la vida y obra de Manuel de Ron fue de Germán Ramallo, que en el último cuarto del siglo pasado retoma los datos de Colunga y le atribuye un conjunto de buenos retablos localizados en varias parroquias del concejo de Cangas del Narcea, como el retablo mayor de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez en Carballo, los colaterales (los situados a ambos lados del mayor) de la iglesia del palacio de Llamas del Mouro y el retablo de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia de San Pedro de Bimeda.

Con la biografía de Manuel de Ron que ahora expongo, realizada con algunos de los datos inéditos que han servido para el desarrollo de mi tesis doctoral sobre la retablística e imaginaría en el suroccidente de Asturias durante los siglos XVII y XVIII, pretendo demostrar que su personalidad fue más importante de lo que se creía, ya que desarrolló una intensa carrera como ensamblador (el responsable de realizar la arquitectura del retablo) y también como escultor, faceta que hasta ahora era desconocida. Además, he podido estudiar a su familia: sus antepasados, sus tres matrimonios y otras relaciones, y sus descendientes.

La realización de esta breve biografía ha sido posible gracias a un sistemático trabajo en el Archivo Histórico de Asturias, donde he consultado infinitud de protocolos notariales del distrito de Cangas del Narcea. También ha sido de vital importancia el vaciado de los Archivos Parroquiales de Cangas del Narcea y Posada de Rengos. Esto no hubiera sido posible sin la amabilidad de don Jesús Bayón Rodríguez y don Reinerio Rodríguez Fernández, párroco y vicario de Cangas del Narcea, y de don Julián de Hoyos González, párroco de Posada de Rengos.

Aunque no se ha localizado su partida de bautismo, Manuel de Ron, de oficio arquitecto y escultor, nació en el pueblo de Pixán (feligresía de Santa María de Limés) en torno a 1645, ya que en su testamento, otorgado en Cangas en 1727, se declara persona mayor de 82 años y con achaques de salud que le impiden trabajar.

La primera referencia escrita sobre Manuel de Ron data de 1684, cuando doña María Antonia de Omaña le arrienda una casa con su huerta en la calle del Mercado de la villa de Cangas del Narcea. El escultor ha de pagarle ocho ducados durante cuatro años. Ron procedía de una respetable familia. Su abuelo, Juan de Ron el Viejo (†1652), fue uno de los notarios públicos de la villa de Cangas; estuvo casado con María Fernández y tuvo cuatro hijos: Juan, Antonio, María y Catalina. Su hijo Juan de Ron contrajo matrimonio con Magdalena de Llano, de cuyo enlace nacieron tres hijos: Juan, Antonio y Manuel, y una hija: Teresa. Por lo tanto, el escultor Manuel de Ron es hijo de Juan de Ron y Magdalena de Llano.

Retablo de la Virgen de Belén de la iglesia de Santa María de Castanéu, de Manuel de Ron, 1712

De sus hermanos sabemos que en 1691 Teresa contrajo matrimonio con Manuel Cullar, vecino de El Pueblo de Rengos. Antonio fue licenciado, organista de la colegiata de Cangas del Narcea y ayudante de su hermano Manuel en su taller. A él se deben varias piezas del retablo mayor de la iglesia de San Juan Bautista de Vega de Rengos; falleció en 1704. El hermano mayor, Juan de Ron, también fue licenciado y cura de la iglesia de Santa María de Castanéu (Cangas del Narcea); murió en 1711.

Manuel de Ron contrajo matrimonio en tres ocasiones. En 1687 se casó con María Ana Sánchez de Agrela (†1699), hija del escultor Pedro Sánchez de Agrela (†1661), residente en Cangas del Narcea entre 1643 y 1661, y de Francisca de Castro, hija del escultor Juan de Castro (†1633), posiblemente natural de Mondoñedo, que entre 1626 y 1633 se asentó en la villa de Grandas de Salime para trabajar en el retablo mayor de la colegiata de San Salvador de esa misma villa. En 1704, Manuel de Ron se casó en segundas nupcias con Inés Pérez (†1715), vecina de Cangas. Su último matrimonio lo contrajo en 1716 con María Rodríguez con la que tuvo un hijo, llamado Manuel (†1776), al que dejó como único heredero de todos sus bienes.

Manuel de Ron también tuvo dos hijos fuera de sus matrimonios: Gertrudis de Ron (†1720) la tuvo con Inés Pérez, que después será su segunda esposa. En 1705 Gertrudis se casó con Felipe González, vecino de Santa Marina de Obanca, y en 1712, en segundas nupcias, con Pedro González, vecino de Bergame. El otro hijo fue Juan (†1710), que lo tuvo con Manuela Carrera. En 1704 el escultor se obligó a pagarles 100 ducados a la madre y al hijo para su manutención. En su partida de defunción se le nombra como hijo de familias. Aparte de sus esposas e hijos hemos localizado a una sobrina y a una nieta: María de Ron, hija de su hermano Antonio de Ron y Catalina García de Llano, y Antonia de Ron, su nieta (†1776), hija de Manuel de Ron el Joven.

El carácter de Manuel de Ron era extraño y un tanto violento, ya que está demostrado que propinaba malos tratamientos a las mujeres. En 1685 Inés Martínez, vecina de Trascastro, le denunció por haberle provocado ciertas heridas y hacerle malos tratamientos.

Como ya sabemos, Manuel de Ron procedía de una buena familia, pero su poder económico se incrementó por los bienes que adquirió, fruto de su intensa actividad profesional. No los enumeraré todos por ser la lista bastante amplia, pero si los más importantes para ejemplificar su situación económica. Lo que más compró durante su vida fueron viñas, motor económico de la villa de Cangas del Narcea durante la Época Moderna, ya que su principal actividad económica y mercantil giraba en torno al cultivo de la vid y el comercio del vino. Poseía las viñas de la Vega del Obispo, unos quintos de viña en frente de la parte del Reguero, otra en los formales de Obanquina y Pixán. También poseía varias casas en la calle del Puente de la villa de Cangas, en donde seguramente tuvo instalado su taller. Finalmente, tenía una casa, un hórreo y una huerta en Pixán, y su prado de Penín se suman a la amplia nómina de bienes.

Retablo mayor de la iglesia de Santa María de Limés (Cangas del Narcea), labrado por Manuel de Ron en 1705

Su labor artística comenzó en 1686 cuando ensambló los retablos colaterales de la iglesia de San Juan Bautista de Vega de Rengos, siendo un artista formado, conocedor del oficio y en plenas facultades, tras su participación en la fábrica de los retablos de Corias, donde adquirió la suficiente habilidad para trabajar por su cuenta. El retablo mayor de Corias fue realizado por Francisco González y Pedro del Valle, vecinos de Villafranca del Bierzo, en 1677. En 1687, Manuel de Ron realizó su obra más conocida entre los habitantes de Cangas: el diseño del retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de El Acebo (que ya hemos comentado en esta misma web del Tous pa Tous). En 1695 concertó el retablo de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia de San Asciclo de Piñera (desaparecido). En 1705 realizó el bello retablo de la iglesia de Santa María de Limés y en 1712 el retablo de la Virgen de Belén de la iglesia de Santa María de Castanéu. También fue el responsable de los retablos de las parroquias de San Asciclo de Piñera, San Esteban de Noceda de Rengos, San Pedro de Genestoso, San Martín de Bergame, San Juan de Larna, Santa Eulalia de Larón, San Juan de Navelgas, San Salvador de Naraval, el de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez en Carballo, algunos del monasterio de Corias y Obona, entre otros. En todos ellos demuestra el conocimiento que adquirió de los elementos estilísticos del retablo de Corias, al utilizar el orden salomónico, las ménsulas de acanto y el gran florón en el ático.

No cabe duda que el taller de Ron tuvo gran importancia en su tiempo. En él unos cuantos jóvenes habilidosos se adentraron en el mundo de la escultura, a través del aprendizaje, para así poder desarrollar una carrera y ganarse un jornal. Entre los aprendices y oficiales de su taller estaban Antonio, vecino de Carceda, que en 1694 empieza su aprendizaje por un tiempo de nueve años. En 1696 entra a trabajar en el taller Martín, de veintidós años, vecino de Andía, parroquia de Miudes (El Franco). En 1712 esta en su taller Santiago de Lago, vecino de Monasterio, y en 1715 contrató a Juan Rodríguez. Finalmente, en 1722 entró en su taller otro Juan Rodríguez, vecino de la villa de Cangas del Narcea, al que Manuel de Ron dejó al mando de su taller tras su muerte en 1732. Que sepamos, de entre todos sus aprendices, tan sólo uno desarrolló una faceta artística: José Rodríguez, vecino del lugar de Gedrez, que en 1706 ya se titula escultor, falleciendo hacia 1745.

Aparte de los aprendices también se han localizado a algunos de sus criados, personas que hacían todas las labores que les ordenaba su amo, desde las domésticas hasta las propias del oficio. Se conoce la existencia de Gabriel Rodríguez, José Rodríguez, Antonio Fernández y Antonio de Uría, todos vecinos de la villa de Cangas del Narcea.

Retablo mayor de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez, en Carballo, con las imágenes de San Juan Bautista, Santa María y San Francisco, obra del escultor Manuel de Ron, inicios del siglo XVIII

Hasta esta biografía tan sólo era conocida su faceta como ensamblador, aunque también profesó el oficio de escultor. Si como ensamblador era bastante aceptable, sus tallas no van a gozar de una gran calidad, siendo tan sólo un mero acompañante de sus retablos. Destacan las imágenes de San Juan Bautista, San Francisco y Santa María del retablo mayor del palacio de los Valdés-Flórez de Carballo; el grupo de La Sagrada Familia de la iglesia de Larna, uno de los pocos ejemplos de esta temática en el concejo de Cangas del Narcea; la imagen de San Juan Bautista de la iglesia de San Salvador de Naraval (Tineo) y La Virgen de Belén del retablo de Santa María de Castanéu. Su estilo se caracteriza por una cierta rigidez en la captación del movimiento y una mínima expresión, que es más gestual que espiritual.

Manuel de Ron falleció en la villa de Cangas del Narcea el 10 de enero 1732. Su partida de defunción aparece en el Libro de Difuntos de la parroquia de Santa María Magdalena:

«En diez de enero de mill setecientos y treinta y dos años di sepultura eclesiástica al cadaber de Manuel de Ron, vecino que fue de esta villa, reciuió los Santos Sacramentos, hizo testamento por testimonio de Pedro López, escriuano de este conzejo, no dexó obra pía, ni particular legado, enterróse en dicha yglessia parrochial de Cangas, doy fee. Joseph Antonio Díaz [rubricado]».

Con esta breve biografía he querido poner en conocimiento de los vecinos de Cangas del Narcea algunos de los aspectos sobre la vida y obra de un notable ensamblador, así como resaltar la importancia que adquirió la villa de Cangas como uno de los centros más álgidos del arte en Asturias durante los XVII y XVIII, sede de múltiples escultores desde que Pedro Sánchez de Agrela se asentó en ella hacia 1643. Contemporáneamente a Manuel de Ron desarrollará su actividad en el concejo de Cangas del Narcea, el ensamblador Antonio López de la Moneda, natural de la parroquia de San Martín de Zanfoga (O Cebreiro, Lugo), residente en Corias desde 1678. Este ensamblador llegó a formar un gran taller en Corias, donde trabajaron los escultores Pedro Rodríguez Berguño y su hijo Alonso, Manuel Flórez, fray Genaro Martínez y Gregorio Benito de Lago, entre otros. En ese mismo tiempo también estaban asentados en el concejo de Cangas otros escultores como José Rodríguez, Agustín Rodríguez, Antonio García de Agüera, Agustín de Arce, etc. Sin olvidarnos de los doradores, que eran los encargados de dar el aspecto final a las obras y dejarlas en perfección.

Fray Albino González Menéndez-Reigada (Corias, 1881- Córdoba, 1958)

Fray Albino

Fray Albino González Menéndez-Reigada nació en Corias (Cangas del Narcea, Asturias) el 18 de enero de 1881. Ingresó a los 15 años en el convento dominico de San Juan Bautista, cercano a su vivienda familiar. En 1897 profesó en la Orden de Predicadores y fue ordenado sacerdote en Valladolid el año 1905.

Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca con Premio Extraordinario, obtuvo el doctorado en esas disciplinas en la Universidad de Madrid, también con Premio Extraordinario, al tiempo que realizaba estudios de Derecho. De 1911 a 1913 estudió Filosofía de las Lenguas Neolatinas en las universidades de Berlín, Roma y Friburgo. Su gran facilidad para los idiomas le permitió expresarse en francés, inglés, italiano y griego, además del castellano y el latín.

La orden le otorgó el título de Lector y Maestro en Teología y Predicador General y la Universidad de Salamanca le concedió idéntico título de dicha institución. Por su fama como predicador fue requerido continuamente para ofrecer conferencias por toda España, Europa e Hispanoamérica.

 El 18 de diciembre de 1924 fue nombrado obispo de Tenerife, donde realizó una gran labor. El 18 de febrero de 1946 fue designado obispo de Córdoba. Hizo su entrada oficial en la diócesis el 9 de junio, domingo de Pentecostés, a la edad de 65 años. En Córdoba vivió hasta el 13 de agosto de 1958, fecha de su fallecimiento.

“Tenemos que hacer viviendas dignas para los cuerpos, templos para las almas y escuelas para educar a la infancia”, dijo a poco de su llegada al conocer la situación en que se encontraba la ciudad. Y en verdad que esta especie de “programa de gobierno” lo cumplió con creces.

Tumba de Fray Albino delante de la Capilla de las Benditas Ánimas del Purgatorio en la Catedral de Córdoba (Antigua Mezquita).

Los números de Fray Albino en Córdoba, en los 12 años que estuvo entre nosotros, son impresionantes. Casi 5.000 viviendas entre las barriadas construidas en el Campo de la Verdad y en Cañero, con sus correspondientes equipamientos sociales (seis colegios, tres iglesias, mercados, cines, campo de deportes, economato, etc.), más de 80 templos bendecidos y más de 200 unidades escolares, dan fe de esta realidad.

alt

Tumba de Fray Albino González Menéndez-Reigada (Corias, Cangas del Narcea, 1881-Córdoba, 1958), obispo de Córdoba

Para conseguir toda esta obra creó la Asociación Benéfica La Sagrada Familia, que fue la encargada del programa de viviendas; el Patronato de Obras Sociales de San Eulogio (escuelas de aprendices, semanario Ecos, Club Deportivo San Álvaro, cuadro artístico, orfeón y rondalla); el Patronato de San Alberto Magno para la gestión de las unidades escolares; el Patronato Nuestra Señora de la Fuensanta para la atención a niños desvalidos; las Milicias de Cristo para el amparo de la niñez y juventud descarriada en la población rural, etc.

Su labor pastoral fue también extraordinaria: activó las Cáritas diocesana y parroquiales; desde 1949 a 1957 presidió las Semanas Sociales de España, que tuvieron una gran repercusión; escribió 35 obras y 48 cartas pastorales; dio un desarrollo espectacular al Seminario y puso en marcha el Seminario Menor de Hornachuelos; convocó el concurso de curatos para dotar a las parroquias de sacerdotes rectores; ofreció conferencias en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander; creó en Córdoba las Hermandades del Trabajo; impulsó la Acción Católica, la HOAC y la JOAC; organizó escuelas de aprendices; la actual Tipografía Católica, etc.

El abate Pierre lo presentó a la televisión francesa y su obra fue conocida a nivel internacional, lo que motivó la constante visita de personalidades nacionales y extranjeras a Córdoba.

A lo largo de su vida obtuvo honores y distinciones, a las que daba la justa importancia. El Ayuntamiento de Córdoba le nombró Hijo Adoptivo en la sesión celebrada el 9 de junio de 1950. Su Santidad el papa Pío XII le dirigió en dos ocasiones cartas felicitándole por su labor y por los 25 años de su episcopado. El alcalde de Córdoba de Veracruz (México) le hizo entrega de la llave de la ciudad.

A finales de diciembre de 2008 y hasta el 24 de enero de 2009, se celebró una exposición, gracias a la gentileza de Cajasur, con la pretensión de dar a conocer a las generaciones actuales de una manera gráfica la ingente actividad desplegada por este excepcional obispo en Córdoba y su provincia. Con ella se cerró el programa de actos que la comisión organizadora, constituida en el seno de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Público Fray Albino, desarrolló durante el 2008 para conmemorar el 50 aniversario de su muerte. Esta exposición no hubiera sido posible sin el trabajo documental realizado por Florencio Rodríguez, quien fue el encargado de selleccionar las fotografías de Ricardo procedentes del Archivo Histórico de Cajasur, y el equipo de la Fundación Cajasur.

Juan Antonio Polo Molina
Presidente de la Comisión Organizadora de los actos
del 50 aniversario de la muerte de Fray Albino.
Fuente: Fundación Cajasur

José Francisco Uría y Riego (Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862)

José Francisco de Uría y Riego, por José Gragera y Herboso, 1862

José Francisco de Uría y Riego (1819-1862) da nombre a la calle más comercial de Oviedo y a otras principales en Gijón, Luarca y Cangas del Narcea. Nació en el seno de de una importante familia de la nobleza rural asturiana con solar en Santa Eulalia de Cueras (Cangas del Narcea).

Partícipe del ideal ilustrado del desarrollo económico como medio para conseguir el bienestar, se interesó por implantar nuevos cultivos, por el estudio de las enfermedades de las plantas, fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias y participó en la Exposición de Productos Agrícolas de 1857 donde obtuvo medalla de bronce por “cecinas de jamones” de su tierra natal.

Como político se adscribe al liberalismo moderado y es elegido Diputado a Cortes por el distrito de Cangas de Tineo en 1857. Nombrado Director General de Obras Públicas en 3 de julio de 1858, recibió respeto y consideración por su incansable trabajo en pro de modernizar las infraestructuras del Estado. Aprovecha un momento de estabilidad política, desarrollo económico e impulso de las obras públicas como fue el gobierno de O’Donnell y, sin olvidar su compromiso estatal, favoreció a Asturias y al distrito que representaba como diputado. Es el momento del ensanche de Barcelona y Madrid, de la construcción del Canal de Isabel II, del trazado de la red viaria y del ferrocarril, de los faros y los puertos.

Enfermo de tuberculosis se traslada a Alicante donde fallece lejos del solar familiar. La correspondencia privada, los homenajes póstumos, además de ser entrañables reflejan el reconocimiento a su trabajo desde todas las facciones políticas, el carácter de Uría y de su época.

Texto: Mercedes Pérez Rodríguez

Mercedes Pérez, socia del Tous pa Tous, ha tenido la generosidad de realizar un extracto de su tesis doctoral, “El patrimonio de las obras públicas en Asturias a mediados del S. XIX en relación con José Francisco de Uría y Riego”, para la web del Tous pa Tous. Desde estas líneas queremos envíar a Mercedes nuestro agradecimiento. El mencionado e interesante trabajo se puede consultar a continuación:


Mario Gómez y Gómez (1872-1932). Fundador del Tous pa Tous.

En La Maniega, n´º 6Mario Gómez, Barcelona 1909

En La Maniega, nº 6, Cangas de Tineo,  febrero de 1927, podemos leer:

Desde hace tiempo teníamos el propósito de honrar nuestras columnas con la publicación del retrato de nuestro querido paisano D. Mario Gómez, como homenaje de respeto y cariño al fundador de nuestra querida Asociación “El Tous pa Tous”. La probada modestia del Sr. Gómez y el poco afecto que siente por todo lo que signifique popularidad de su persona, nos ha obligado a vencer grandes dificultades: ha sido preciso el asalto a la casa de uno de nuestros amigos para conseguir la fotografía que hoy ilustra nuestras páginas. Un poco antigua porque en ella ostenta solamente el grado de comandante, pero nosotros estamos orgullosos de haber conseguido nuestro deseo. ¡Perdón a todos!

Nació nuestro biografiado en Cangas de Tineo por el año 1872. Cursó sus estudios en Madrid distinguiéndose notablemente por sus brillantes notas. Terminada la carrera de Medicina pasó a formar parte del Cuerpo de Sanidad Militar.

En el campo de las armas se ha señalado valerosamente, obteniendo por ello innumerables recompensas. Entre otras condecoraciones posee la cruz de San Hermenegildo y de Beneficencia. En la actualidad obstenta el grado de Teniente Coronel y es director del buque-hospital “Castilla”. En el campo de la literatura se ha colocado en puesto preeminente, habiendo publicado además varios tratados profesionales, por los que le han concedido bastantes premios; en el estilo jocoso también se ha destacado, mereciendo por ello grandes alabanzas.

Es el cronista del concejo, y sus trabajos publicados en “Los Siglos de Cangas” son muy celebrados.

Todos nos congratulamos de contar entre nuestros amantes a la “terrina” a este Invicto cangués, que no omite sacrificio por todo aquello que redunde en beneficio de nuestra “patria chica” y en bien de los paisanos.

Biografía de Mario Gómez y Gómez

Médico, militar y escritor nacido el 23 de enero de 1872 en Cangas del Narcea (Asturias), donde fallece el 26 de abril de 1932.

Estudia Medicina en la Facultad de San Carlos de la Universidad de Madrid, licenciándose en enero de 1897.

En mayo de ese mismo año ingresa en el Cuerpo de Sanidad Militar. Pasa destinado a un Batallón de Infantería de Guarnición en Melilla. En agosto del año siguiente es destinado a la Fábrica de Armas de Trubia (Oviedo — Asturias), pasando poco después en comisión de servicio al Hospital Militar de Valladolid y en 1901 al de Vitoria. Residiendo en esta ciudad, comienza a escribir sobre los resultados de sus observaciones médicas alrededor de los reclutas recién incorporados a filas.

Regresa a los pocos años destinado al Regimiento del Príncipe, de guarnición en Gijón (Asturias). A los pocos meses pasa otra vez a la Fábrica de Trubia. En esta villa llega a alcanzar un alto grado de consideración por los servicios desinteresados prestados a la población civil y militar. Impulsor y fundador del Sanatorio Obrero de las Cruces, el 22 de Julio de 1927 fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad de Oviedo a petición de los vecinos de Trubia.

Presta servicios de su clase en Oviedo, Pamplona y Manresa, y al declararse la guerra contra Marruecos marcha a Melilla con el batallón de Batallones de Reus, número 16, distinguiéndose en la atención médica ofrecida a los soldados españoles heridos en la derrota sufrida en la batalla del Barranco del Lobo, siendo acreedor a una alta recompensa en mérito a su ejemplar conducta en este hecho.

Regresa a la Península y se incorpora al regimiento de Wad-Ras, de guarnición en Leganés (Madrid). En enero de 1912 sale otra vez para Melilla con este regimiento.

En mayo de 1914 es director del Hospital Militar de Vigo y después en el de Carabanchel Bajo (Madrid). Más tarde ostenta varios cargos en el Ministerio de Guerra.

En 1931 solicita el retiro del Ejercito, acogiendose a la ley de reforma militar de Manuel Azaña, que favorece la jubilación anticipada de mandos militares, y se traslada a vivir a Cangas del Narcea donde se entrega de lleno a sus aficiones literarias. Lamentablemente, fallecio al año siguiente y muchos de sus trabajos quedaron inacabados.

Alguna de sus obras de carácter castrense fue declarada de utilidad para el Ejército y por una de ellas le concedieron la cruz del Mérito Militar. Cultivó también la poesía en lengua asturiana. En 1926 funda el Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País y también la revista “La Maniega”, donde firmaba con el seudónimo de El Cuntapeiru en la sección Chipi—Chape.

Entre sus obras destacan las siguientes: “Seiscientos sesenta y cinco reclutas. Estudios físico-psíquicos” (Vitoria, 1903), “Recluta y reclutamiento” (Pamplona, 1908), “Reclutamiento militar: Estudio histórico” (Manresa, 1909), “De Bogayo: Literatura regional” (Oviedo, 1915), “A Pin el ajustador” (Madrid, 1916), “Los siglos de Cangas de Tineo”, 2 vol. (Madrid, 1920 y 1925) y “De Corripia” (Madrid, 1923).

Bosquejo biográfico y autobiográfico

Ver enlace: Breve semblanza de Mario Gómez Gómez (1872-1932)

Álbum de fotografías

Gumersindo Díaz Morodo, Borí (Cangas del Narcea,1886 – Salsigne, 1944)

Gumersindo Díaz Morodo Borí, 1915. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez.

Hijo de Antonio Díaz González y Josefa Morodo González y último de ocho hermanos, Gumersindo Díaz Morodo nació el 13 de enero de 1886 en el barrio de El Corral de la por entonces villa de Cangas de Tineo. El padre, según dice, fue alcalde del concejo durante la I República, «corriendo el peligro de ser fusilado por tropas carlistas, que invadieron la villa, por su negativa en facilitarles provisiones».

En 1900 Díaz Morodo emigró a Cuba, donde ya residían tres hermanos suyos, y allí se dedica al comercio. En 1902 unas fiebres lo ponen al borde de la muerte y a raíz de la enfermedad ?de la que se recupera milagrosamente en la «Quinta Covadonga» gracias a los métodos no muy ortodoxos de un enfermero que lo baña en agua hirviendo? se queda sordo. Sus hermanos lo mandan entonces de vuelta a Cangas, donde termina de recuperarse y donde no mucho después nacerá para el periodismo con el seudónimo de «Borí».

«Borí», murió en 1944 en el exilio, en Francia, después de pasar por un campo de concentración.

El escritor cangués, Alfonso López Alfonso, ha escrito el siguiente artículo acerca de este tenaz colaborador de Constantino Suárez, «Españolito».

BORÍ, VIDA DE UN PERIODISTA REBELDE

 Alfonso López Alfonso

Borí con sus hermanas Esperanza y Rosario, 1916. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez.

Hay quien viene al mundo para comérselo y hay quien viene a contemplar cómo lo hacen esos que se lo comen. Hay escritores de acción y hay escritores de escritorio. Hay escritores a lo Lord Byron y hay escritores a lo Balzac. Constantino Suárez, Españolito, tuvo su pequeña ración de los dos tipos. En su juventud fue emigrante pobre y aventurero en Cuba y en su madurez se convirtió en el mayor vertedero de biografías imaginable. Desde 1924 se empeñó en sacar adelante una galería de escritores y artistas asturianos que daría sus primeros frutos -en forma de tres volúmenes- poco antes de la Guerra Civil. La publicación de los restantes, como tantas otras cosas, la interrumpió la guerra, pero el trabajo estaba hecho y José María Martínez Cachero se encargaría entre mediados y finales de los años cincuenta de editar los cuatro tomos que completaban Escritores y artistas asturianos.

Para sacar adelante esta empresa Españolito, además de visitar archivos institucionales y privados, necesitó de la colaboración de muchas personas. Como él explica en el prólogo al primer tomo, intentó establecer un contacto en cada uno de los concejos de Asturias con el deseo de que le informaran sobre los escritores y artistas vivos del entorno y le aclararan dudas diversas. No lo consiguió en todos, pero sí en Cangas del Narcea. Su contacto cangués fue Gumersindo Díaz Morodo Borí, quien se convertiría en destacado colaborador, lo que Españolito le agradece en el prólogo mencionado. A los colaboradores tenaces y desinteresados como Borí los recompensaba dedicándoles un espacio preferente en la enciclopedia, espacio que a menudo rellenaban ellos mismos dando noticia de su vida y su obra. En el tomo tercero se encuentra, contada con desparpajo por él mismo, la biografía del periodista cangués Gumersindo Díaz Morodo.

Hijo de Antonio Díaz González y Josefa Morodo González y último de ocho hermanos, Gumersindo Díaz Morodo nació el 13 de enero de 1886 en el barrio de El Corral de la por entonces villa de Cangas de Tineo. El padre llegó a ser teniente de alcalde del concejo durante la I República, siendo alcalde Benigno Valcárcel.

José Fuertes, presidente de la Sociedad de Artesanos; José Álvarez, presidente del Club Cangas de Tineo de La Habana, y Borí, 1917. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez

En 1900 Díaz Morodo emigró a Cuba, donde ya residían tres hermanos suyos, y allí se dedica al comercio. En 1902 unas fiebres lo ponen al borde de la muerte y a raíz de la enfermedad —de la que se recupera milagrosamente en la Quinta Covadonga gracias a los métodos no muy ortodoxos de un enfermero que lo baña en agua hirviendo— se queda sordo. Sus hermanos lo mandan entonces de vuelta a Cangas, donde termina de recuperarse y donde no mucho después nacerá para el periodismo con el seudónimo de Borí. Durante la convalecencia lee literatura más bien revolucionaria: Marx, Kropotkin, Bakunin, Reclus, Tolstoi, Víctor Hugo, Zola y cosas así. Empacho que le trajo algunas consecuencias: “Mi espíritu sufrió recia sacudida y me sentí por completo rebelde. Y aquí mismo, en este concejo, tenía la plena prueba, pues todo era miseria y desolación: media docena de señores y señoritos manejaban como señores feudales al resto de los habitantes, que desde hacía muchos años estaban privados hasta de la emisión de las urnas de su voluntad. Esclavos del terruño y esclavos del cacique; doble esclavitud que acrecentaba mi rebeldía.” En 1908 comienza a trabajar como tipógrafo en la imprenta del semanario El Narcea, donde cambia a su antojo los textos que le toca componer, al parecer sin queja alguna por parte de los firmantes, siempre satisfechos. “Pero el semanario local no servía para dar a mi espíritu toda la expansión que apetecía. Una circunstancia de política nacional provocó entonces mi lanzamiento a la lucha. Las proyectadas reformas de Canalejas en la cuestión religiosa provocaron la protesta de las gentes de iglesia, constituyéndose por todas partes Juntas tituladas católicas, encargadas de organizar manifestaciones. También aquí se constituyó una de esas Juntas, la cual repartió un manifiesto tan plagado de embustes, que ya no pude contenerme. Una noche me encerré en la imprenta, y a la mañana siguiente se repartió profusamente por la villa un manifiesto firmado por mí”. No se hace esperar la contestación desde el púlpito y menos aún la progresiva radicalización del periodista.

Borí (en el centro) junto a los señores Arias Menendez y Antonio López, tesorero del Club El Acebo de La Habana, 1918. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez

Cerrado el periódico, Borí reanuda sus campañas contra los caciques cangueses en El Noroeste. Un artículo escrito contra el alcalde José María Díaz y aparecido sin firma en este diario el 30 de enero de 1918 bajo el expresivo título “Contra el caciquismo” le hará pasar más de veinte días en la cárcel. Contra el atropello protestan “los periódicos de izquierda de Madrid. El maestro Castrovido se indigna en El País; Nakens me envía una recomendación para el infierno; El Socialista protesta también… Como el asunto provocaba escándalo, el Gobierno ordenó al juez de Gijón que me pusiese inmediatamente en libertad. Habían pasado veintiséis días, y al salir de la cárcel me encontré tan ignorante del motivo o pretexto de la prisión como al entrar en ella.”

Borí era un periodista fundamentalmente político, pero no exclusivamente. Desde 1916 envía crónicas de Cangas de Tineo a la revista Asturias, de La Habana, que dirigía un hombre muy vinculado al importante periódico cubano El Diario de la Marina, José M. Álvarez Acevedo; y cuando en 1921 Asturias cierra, comenzará a enviarlas a El Progreso de Asturias, que dirigiría durante décadas Celestino Álvarez. En esas crónicas que hace para los paisanos que había dejado allá, además de criticar el caciquismo habla de las fiestas del Carmen, de las defunciones y la incidencia desorbitada que sobre ellas tuvo la gripe de 1918, de los nacimientos y matrimonios; habla de peleas por “asuntos de faldas” y otras cosas por el estilo, como la llegada a Cangas, digna de Bienvenido, Mr Marshall, del ministro de Fomento Francesc Cambó ese mismo año de 1918.

Borí se pasa el tiempo que dura la dictadura de Miguel Primo de Rivera protestando contra la censura y en 1927 promueve una asociación afecta a la UGT llamada Nueva Vida, que será disuelta por revolucionaria y reaparecerá en 1930.

Los años de la II República son los de la colaboración con Españolito, quien en una carta fechada el 19 de junio de 1934 le dice:

Su abierto enfrentamiento al clero llevará en 1910 su firma al recién creado semanario republicano La Justicia, de Grado, desde donde batalla contra los dominicos de Corias y contra Joaquín Rodríguez Martínez, alias Churrete o Ravachol, alcalde de Cangas de Tineo. Más o menos por esa época colaborará también en La Aurora Social, de Oviedo, hasta que en abril de 1915 se hace con la propiedad del periódico El Distrito Cangués: “Yo era todo en él: lo componía, lo imprimía, lo administraba, lo distribuía, lo empaquetaba y hasta lo llevaba a correos. Y no digo que lo escribía porque, aparte de algo de colaboración, lo demás se componía sin cuartillas. No tenía tiempo que perder. Cuando más, unas concisas notas me servían de orientación para que, componedor en mano, saliesen de la caja el artículo o los artículos que deseaba, aunque pasasen del centenar de líneas.” Predicó el mejoramiento social y polemizó bastante con José María Díaz, Penedela, el siguiente regidor del municipio. Algunas veces hubo de defenderse pistola en mano contra intentos de asalto a la imprenta para apoderarse de la edición del periódico. Menudearon las denuncias en su contra y los procesamientos: “De todo lo que ocurría en el concejo resultaba yo el único responsable. Llegaba con mucho aparato el Juzgado a la imprenta y se desarrollaban diálogos lacónicos, sin apenas palabras, como éste: “¿Edición? Agotada. ¿Moldes? En las cajas.” Si pedían el original o las cuartillas, señalaba mi cabeza, y si se persistía en la demanda, presentaba un cuchillo al juez y, doblando el cuello, invitaba al corte para que se llevase el original.” Su lucha anticaciquil tendría como consecuencia un auto de procesamiento que acabó con el semanario.

Tiene usted razón sobradísima en lo que me dice respecto a que el sentido de la transigencia ha sido siempre liberal. Desgraciadamente. Como que nuestros hombres de izquierda son unos inocentes, dignos de lástima, que nos han echado a perder la República con su buena voluntad y su mala debilidad. Por condescendencia y cortesía nos llevaron a la Presidencia de la República a un carcamal inaguantable, marrullero y vengativo como un gitano, y, sabiendo su error, aun le defienden en pleito indefendible hace unas semanas parlamentarios tan talentudos y prestigiosos como Prieto y Azaña, porque… ¡había que poner a salvo la autoridad de la primera magistratura del país! Y se le ocurre preguntar a cualquiera: ¿por qué vamos a poner a salvo lo que hay que hundir? Y son tan niños de teta, insisto, que consienten con su presencia en el Parlamento que por dos o tres veces se machaque la Constitución, como al aprobar la subvención al clero, momento en que socialistas y republicanos de verdad debieron retirarse de las Cortes

Españolito pasó la guerra en Madrid y allí murió el 4 de marzo de 1941. Borí, como muchos otros, murió en el exilio, en Salsigne (Francia), el 5 de marzo de 1944. Españolito le debía a Borí la ayuda prestada con los autores cangueses; Borí le debe a Españolito la vida, o al menos que hoy tengamos noticia de ella.