Palacio de Omaña en la actualidad

El palacio de Los Omaña de la villa de Cangas del Narcea

Pelayo Fernández Fernández

En la plaza de la Iglesia de la villa de Cangas y en las inmediaciones de su templo parroquial se erige el palacio de los Omaña, uno de los más conocidos de esta villa. Fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1981 y Bien de Interés Cultural en 1992. Lo adquirió el Ayuntamiento de Cangas del Narcea en 2006-2007 para convertirlo en Casa de Cultura.

 Palacio de Omaña en la actualidad

Palacio de Omaña en la actualidad

El linaje de los Omaña fue muy poderoso e influyente en el occidente de Asturias y en el norte de la provincia de León (comarcas de Babia, Laciana y Las Omañas). La casa parte del infante García de León, hijo del rey Fernando II de León, que recibió en herencia el territorio de Las Omañas. A partir de 1369 miembros de este linaje empezaron a asentarse en Asturias llegando como criados de sus señores, los Quiñones. Durante la Edad Moderna adquirieron grandes propiedades y privilegios, siendo señores del concejo de Cudillero y tenían posesiones en Pravia, Santianes, Agüería y Oviedo. En el concejo de Somiedo fueron dueños de El Coto y en el de Candamo del pueblo de Valdemoro. También tenían derechos de enterramiento en la iglesia de San Isidoro de León. Su casa principal era este palacio de la plaza de la Iglesia. En la misma villa de Cangas también tenían otro solar con bodega en la calle Mayor.

Los Omaña fueron patronos del Hospital de Nuestra Señora de los Remedios construido en 1585, en la calle Mayor de la villa de Cangas, por los canteros Toribio de Bada, vecino de Llanes, y Toribio de Castro, vecino de Nueva de Llanes, cuya capilla aún sigue en pie y hoy día hace las funciones de salón parroquial. De ella procede la imagen del Cristo de la Salud de la iglesia parroquial del Cangas del Narcea, una de las muestras más destacadas de la escultura quinientista asturiana. También esta familia tenía dotadas algunas sepulturas en la antigua iglesia de Cangas, templo de estilo románico demolido en 1642 para construir la nueva colegiata, ya que desde mediados del siglo XVI se habían constituido como los más celosos promotores de esta iglesia y de las obras piadosas de la villa. El testamento de Arias de Omaña el Negro (1555) favorecía a la parroquia con 400 ducados para ornamentos y asignaba otros 600 para la fundación del mencionado Hospital, con la condición que se le asignase un lugar de enterramiento delante del altar mayor de la iglesia. Tenían otra casa en La Rozadiella/La Rozadiel.la, parroquia de Arganza (Tineo/Tinéu), construida en 1646 por el maestro de obras Juan Díez de Guiana, vecino de Cardoso (Llanes), y en cuya capilla lucen esplendidos retablos de los siglos XVII y XVIII hechos por Juan García de Ascucha y Antonio López de la Moneda (casa particular no visitable).

Puerta principal del palacio

Puerta principal del palacio

Algunos miembros ilustres de esta casa fueron Lope de Omaña (Cangas de Tineo, 1593), señor de la casa de Omaña y de los lugares de Clavillas, Valcárcel, La Bustariega, entre otros, que entroncó gracias a su enlace con Catalina Queipo de Llano con la casa de los Queipo de Llano. Arias de Omaña y Queipo de Llano (1616) ingresó en la orden de Santiago en 1639 y fue padre del ilustrísimo Benito de Omaña (Cangas del Narcea, 1650 – Jaén, 1712), colegial mayor de Santa Cruz de Valladolid, catedrático en esa universidad y en la de Granada, pasando después a Roma como auditor del Tribunal de La Rota en 1701, de donde regresó a España para dirigir la diócesis jiennense en 1708. En 1711 donó al santuario del Acebo una custodia de plata (hoy día en el Museo de la Iglesia de Oviedo), una de las piezas de orfebrería más carismáticas del concejo de Cangas del Narcea. A través de diversos matrimonios entroncaron con las casas de Quirós y Tineo, siendo el último miembro de esta casa Pedro de Salas Quiñones Suárez Miranda, que murió sin descendencia a mediados del siglo XIX nombrando como heredera de sus bienes a su esposa Ramona Valdés de los Ríos Bazán, la cual a su muerte se los dejó a su sobrina nieta Rafaela de los Ríos, que se casó con el conde de Revillagigedo.

El palacio de Omaña, con el de Sierra-Pambley en la calle de La Fuente, es uno de los más antiguos de la villa de Cangas del Narcea. Gracias a los documentos conservados en el Archivo Histórico de Asturias conocemos su proceso constructivo. La historia del palacio partiría de una casona del siglo XV que tendría el escudo que hoy vemos en la fachada principal del palacio que en uno de sus cuarteles muestra las armas de los Quiñones, que a partir de 1369 empiezan a asentarse en Asturias. Esta casona fue ampliada en 1615 con la edificación de la primera torre «de debajo de la casa del dicho Lope de Omaña con las puertas y ventanas necesarias», por orden de Lope de Omaña y realizada por el cantero Juan de la Fuente, natural de Omoño, municipio de Ribamontán al Monte, Merindad de Trasmiera (Cantabria), y por el carpintero Juan de Torres, estante en la villa de Cangas, que es la torre derecha (a nuestra izquierda) del palacio. En 1616, el arquitecto Baltasar de Velasco, vecino de Suesa, Merindad de Trasmiera, construyó una pared «hacia el medio día pegada con su torre hacia la parte del vendaval», según la traza y condiciones hechas por Domingo de Vélez de Biloña, que a nuestro juicio es la fachada principal del palacio. En estos momentos el palacio tendría la estructura característica de la primera mitad del siglo XVII con un único cuerpo de dos pisos y una torre esquinera.

Ventana de la torre izquierda con decoración renacentista

Pero en 1651, Lope de Omaña decidió modernizar el inmueble con la construcción de una segunda torre y adaptar el palacio a los nuevos gustos del momento siguiendo el modelo de palacio barroco español con dos torres esquineras. Las obras fueron diseñadas y ejecutadas por el arquitecto Domingo Martínez de Palacios, vecino de Noja (Cantabria), padre del arquitecto Francisco de Palacios, que se comprometió no solo a construir la torre sino a acabar el cuarto arrimado a la casa de la parte del río y construir un zaguán con dos puertas por donde se accedería a un aposento en la torre y a la zona de caballerías. En el segundo cuerpo de este zaguán se harían otras dos puertas para entrar a «las salas vieja y nueva» y una ventana con balcón en medio de la pared que mira a la iglesia con su cornisa en la parte de abajo (no conservada). En 1653 se modificó el patio con la construcción del corredor alto y bajo y la escalera de acceso interior pegada a la antigua bodega hasta el primer piso, a través de una portada en forma de arco por donde partiría la escalera. Esta obra fue hecha por el carpintero Pedro Rodríguez Carballo, vecino de Corias, el cual también hizo el antepecho de dicha escalera con sus respectivos balaustres, así como todo el suelo de madera del primer piso y desván. El dicho corredor llevaría siete columnas ochavadas y todos los balaustres torneados, soleras y antepechos necesarios.

Columnas del patio del palacio, de 1653

El palacio fue reformado en 1846 por el último miembro de esta familia, Pedro de Salas Quiñones Suárez Miranda. En el dintel de la ventana de la fachada principal se lee: «SE REEDIFICO/ESTA CASA POR EL/SR. D. PEDRO SALAS OMAÑA 1846». Finalmente, la reforma más llamativa se efectuó en 1923 por José María Díaz López «Penedela» (Penedela, Ibias, 1870-Cangas del Narcea, 1934), alcalde de Cangas del Narcea entre 1913 y 1923, mientras residía en esta casa. Se añadieron el mirador colocado a la derecha de la portada principal, las ventanas gemelas que hay debajo de él y las puertas abiertas en la parte inferior de las torres.

El aspecto del palacio anterior a esta última reforma se ve en una fotografía realizada por Luis Muñiz Miranda y publicada en Asturias, obra dirigida por Octavio Bellmunt y Fermín Canella, en 1894. Nos encontramos ante un fachada formada con un cuerpo apaisado de dos alturas entre dos torres con una portada principal en arco de medio punto y con un despiece radial de dovelas enmarcada por un alfiz como se ve en muchas de las iglesias del concejo (Carballo/Carbachu, Gedrez/Xedré, Naviego/Naviegu, etc.). Sobre ella se abre una ventana cuadrada con sendos escudos a sus lados. En las torres hay dos ventanas enmarcadas por sillería, la de la izquierda con decoración tallada de estilo renacentista. Es curiosa la decoración del dintel con dos leones en las esquinas y una torre en el centro entre ornamentación vegetal.

Escudo con las armas de los Quiñones y epigrafe

En el interior del palacio se conservan las columnas del piso bajo del patio (de 1653) coronadas por capiteles de inspiración jónica en torno al cual se distribuyen las dos crujías laterales a oeste y oriente, cuyas habitaciones están muy alteradas por la reforma contemporánea. Por el costado sur, la fuerte pendiente del terreno impidió levantar una tercera crujía.

Escudo con las armas de los Omaña, labrado por Pedro Sánchez de Agrela en el siglo XVII

El escudo más antiguo del palacio, según Francisco Sarandeses, es el de la parte superior (muy deteriorado) y muestra las armas de los Quiñones como ya quedó dicho. El escudo central fue hecho en el segundo tercio del siglo XVII por el escultor Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, hacia 1610-Cudillero, 1661), iniciador de la actividad escultórica local, y muestra las armas de los Omaña con una banda engolada en dragantes con cinco armiños, tres encima de la banda y dos debajo de ella y con el lema de este linaje: «QUIEN SIGUIERE AL SEÑOR TENDRA ESFUERÇO E QUITO DE TODO TEMOR».

Escudo con las armas de los Quirós y Tineo

El escudo situado a la derecha de la portada muestra las armas de los Quirós con dos llaves enlazadas por anillos bajos; tres lunetes en palo a cada lado de las llaves y tres lises de oro, una en jefe y otra bajo cada palo de lunetes. En la parte inferior las armas de Tineo con un pino y dos cabras, con cuatro veneras, dos a cada lado del árbol. Linajes entroncados con los Omaña, el primero con el matrimonio a mediados del siglo XVI de Ares de Omaña y María Rodríguez de Quirós; y con los Tineo en 1639 con el matrimonio de Arias de Omaña Queipo de Llano, nieto de dicha María Rodríguez de Quirós, con Catalina de Tineo y Tovar. Este escudo, por tanto, es posterior a 1639 y acaso se hizo con la reforma de 1651. Por su parte, el escudo de la izquierda muestra los emblemas de los Queipo de Llano con tres bandas y tres flores de lis con la que la casa de Omaña entroncó en 1606 con el matrimonio de Lope de Omaña y Catalina Queipo de Llano y Valdés.

Escudo con las armas de los Queipo

El Sonido de La Descarga

La Descarga, 16 de julio de 2010. Foto: J. Morrosco.

Había una señora completamente sorda en Cangas, pariente de Riego por más señas, que esperaba ansiosa cada 16 de julio. La razón era muy sencilla: a las ocho de la tarde escuchaba el único sonido que oía en todo el año.

Otras señoras emprenden el camino del cercano convento de Corias unos cuantos minutos antes de La Descarga. La razón también es simple, tienen miedo.

En Luarca, junto al mar, a unos 80 kilómetros de Cangas por una culebra de carretera, dicen que oyen el retumbar de los voladores cuando los cangueses tiran La Descarga. Algunos aseguran que los de Luarca exageran.

Yo digo más. La Descarga la oye cada cangués, de nacimiento o adopción, allí donde esté, aunque sea al otro lado del Atlántico, o en los confines de Europa, en Madrid, en el sudeste asiático o en las antípodas. La oyen en forma de nostalgia viva los emigrantes a Europa, los muchos que desde América tienen su raíz en el concejo, aunque haga generaciones que nacen en otro continente, los viajeros que andan por el mundo a las ocho de la tarde de cada día del Carmen. La oímos todos los cangueses. No hay sinfonía que conmueva más a un cangués emigrado que ese estruendo omnipotente.

No se conoce cangués que no haya tenido que disimular una lágrima después de La Descarga. Y, si está lejos de Cangas y por casualidad atisba una imagen de los voladores en cualquier televisión, suele quejarse de esa molesta povisa que acaba de metérsele en el ojo. Los recuerdos se acumulan y un nudo se engancha en la garganta.

Qué cangués no recuerda la primera vez que perdió La Descarga. Los hay afortunados, que la ven cada año. Pero muchos emigrantes, en su tiempo muchos quintos, muchos viajeros, muchos no nacidos en el concejo, pero empapados para siempre de Cangas han vivido ese momento lejos de Ambasaguas. Nunca olvidan ese día. Y recuerdan cómo telefonearon a un amigo que dejó el auricular descolgado para, al final, preguntar ¿qué te pareció? Y oír una voz entrecortada por respuesta.

Porque aún no se ha inventado el artefacto capaz de reproducir fielmente La Descarga. Se han hecho fotos y películas maravillosas, se ha grabado con sofisticados aparatos desde cientos de sitios distintos, pero no es igual. Quien la haya intentado filmar lo sabe, “no hay pintor que la pintara”.

Final de La Descarga, 16 de julio de 2010. Foto: J. Morrosco.

Y eso que, como queda dicho, La Descarga da miedo. Hay que verla de cerca, y los cangueses lo saben. Hay que oírla y olerla de cerca. Es por lo que las madres se inquietan el día del Carmen. Los barrenos de El Voladorón que preludian la tirada llevan nervios a las casas. Y ese aviso, después de la comida de fiesta: “¡A ver dónde te pones! ¡No me vengas mancao!”, que recuerda aquella otra advertencia tan canguesa de madres a hijos: “Eso, tú vete al río; como te afuegues te mato”.

Pero ese neno o esa nena, que sabe que va a tirar a mano por primera vez en su vida, pone cara de inocente. Sabe que el volador tiene cuatro partes de abajo arriba, vara, mecha, carretilla y bomba. Le han dicho que para tirar un volador lo coges por la carretilla suavemente con el índice y el pulgar, la mecha hacia fuera; separas los pies y los asientas bien en el suelo, estiras los brazos, la vara vertical, algo inclinada hacia delante; acercas la brasa y das fuego a la mecha, la ves consumirse; oyes el bufido, notas el empuje y, cuando sabes que quiere volar solo, lo sueltas… “Si antes de todo eso comprobaste que no hay alguna rama encima, lo hiciste bien”. La estela es de fuego y humo. Aspiras el dulce olor a pólvora quemada y oyes la explosión, allá arriba, donde todos los socios de Artesanos que desde hace cien años se han ido yendo esbozan una sonrisa. Saben que ya estás prendido, con ese imperdible del lazo de la Virgen del Carmen que llevas, de esa fiebre llamada pólvora de la paz.

Además de las emociones, y allá cada uno con las suyas, la primera vez que se tira a mano en La Descarga se experimentan sensaciones físicas extraordinarias. La boca se reseca. Los pulsos se aceleran. Los dedos tiemblan. Se acumulan los nervios. Duele el nudo en la garganta. El cuerpo se tensa y cierto temor ata los músculos. La tirada a mano es un larguísimo instante que dura cinco minutos. Un eterno momento con el único objetivo de tirar voladores “al estilo Cangas”, es decir, cuantos más mejor. Cuando el tirador a mano acaba su carga tiene húmedos los ojos, y no del humo. Mientras se prenden las máquinas, lanza gritos, no sabe muy bien de qué. Eso ocurre la primera vez que tiras en La Descarga. Y todas las demás.

Ahora, si vivís muy lejos de Cangas, prestad atención cada día del Carmen a eso de las ocho de la tarde. Oiréis un rumor suave. Ya sabéis lo que es. Son los de la Sociedad de Artesanos tirando voladores.

Juan José Morodo.
Madrid, en mayo de 2002.
(857 palabras)

Impresiones de unas fiestas en 1915, por Borí

Este comentario sobre las fiestas del Carmen y La Descarga en Cangas del Narcea, fue publicado en el semanario de noticias de Grado “Mosconia” en agosto de 1915. Lo escribió,  a sus 29 años de edad, el periodista cangués Gumersindo Díaz Morodo “Borí” a petición del abogado gradense Ramón Maqueda, con la finalidad de publicarlo en el mencionado semanario.


DE UNAS FIESTAS

IMPRESIONES

Entre cacho y cacho o cacipiellu y cacipiellu del mosto cangués me pide Ramón Maqueda unas impresiones de las fiestas que en estos días se están celebrando en esta villa de Cangas de Tineo.

Las quiere para MOSCONIA, y en verdad que la petición no es pequeña. Porque ¿qué impresión pueden dejar en mí unas fiestas que vengo presenciando de casi sin interrupción desde hace un cuarto de siglo?

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Procesión de la Virgen del Carmen en la calle de la Iglesia (hoy, calle de don Rafael F. Uría), hacia 1915. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col.: Juaco López Álvarez

La tradición consagró estos festejos del Carmen, y creo no hay un cangués que no espere con impaciencia el 16 de Julio. Aunque el programa de fiestas mencione unos cuantos días de diversión, los cangueses pensamos especialmente en ese día del 16, y de ese día, en el momento —que también por tradición llamaremos solemne— del regreso en procesión de la imagen Carmelita a su iglesia.

¿Fanatismo?… ¿Qué acaso se espere en tal momento algún milagro de una Virgen de la que tantos y tan estupendos nos cuentan?… Nada de eso, nada de fanatismo. Aquí, como en todas partes, y acaso en mayor número, hay gentes fanáticas, pero en ese día tienen el buen acuerdo de desaparecer, de no dar muestras de vida… A la procesión apenas si acuden tres o cuatro docenas de personas; el público se estaciona por puntos estratégicos que den vista al puente de piedra que ha de cruzar para dejar la imagen en su iglesia, y, llegada la procesión al puente, presenciar el momento solemne, el momento en que miles y miles de cohetes cruzan el espacio en todas direcciones, enlazándose unos con otros, nublando el sol, cohetes disparados por jóvenes y no jóvenes colocados estratégicamente en las cercanías de los ríos Luiña y Narcea.

CANGAS DE TINEO, 1915.—Jóvenes y mayores de la localidad celebrando la romería del Carmen junto a una facina de hierba.

Porque estas fiestas se distinguen de otras por el gran consumo de pólvora que en el momento de la procesión se hace. Numerosos individuos, colocados por las huertas cercanas a los ríos, no cesan durante veinte o treinta minutos de disparar cohetes y más cohetes, y cuando se cree que la descarga va a finalizar, las máquinas disparadoras se encargan de poblar una y otra vez el espacio, dando todo ello la impresión de baterías de cañones y ametralladoras disparando hacia lo alto.

Este espectáculo de tanto derroche de pólvora es lo que más hondamente me impresiona anualmente en las fiestas del Carmen, y mentalmente me pregunto si esta costumbre de quemar pólvora en tanta abundancia será o no será una herencia transmitida de generación en generación por los invasores que de Asturias expulsó D. Pelayo.

BORÍ
Cangas de Tineo, 15 de Julio de 1915