La Sociedad Industrial de Besullo, una Cooperativa de Ferreiros en 1872

A la memoria de Lulo Benino, Manuel Álvarez Faidiel, uno de los últimos de aquellos inquietos, curiosos y cultos ferreiros de Besullo.

Besullo, hacia 1985

Desde el siglo XVIII, Besullo / Bisuyu, en el concejo de Cangas del Narcea, es un pueblo en el que numerosos vecinos se dedicaban a la industria del hierro, compaginando esta actividad con el cultivo de la tierra y la ganadería. En 1736 había un mazo en Pontones para estirar, ensanchar o adelgazar el hierro, propiedad de Pedro de Llano Flórez, vecino de Besullo, que lo tenía arrendado a dos vecinos de aquel sitio; en 1752, según el catastro de Ensenada, en todo el concejo de Cangas del Narcea solo existía ese mazo que estaba arrendado “a diferentes herreros, vecinos del concejo de Allande”. Cien años más tarde eran cuatro los mazos que funcionaban en las inmediaciones de Besullo, que aprovechaban el agua del río de las Veigas para mover sus máquinas hidráulicas (el mazo y la barquinera): el mazo del L.leirón en El Pumar (parroquia de Las Montañas), el mazo de Pontones, el mazo d’Abaxu en Besullo y el mazo de L’Otriello. Alguno era de un solo dueño, que lo arrendaba, pero lo habitual es que la propiedad fuese compartida entre varios ferreiros o herreros; tanto los arrendatarios como los propietarios trabajaban en el mazo por rigurosa vecera o turno y por el tiempo que les correspondiese: dos días, uno o medio día. Su trabajo era intenso. Lorenzo Rodríguez-Castellano escribe en 1954: “hace unos 40 o 50 años la actividad de la industria del hierro en Pontones y Besullo era tal que los tres mazos del río de la Veigas apenas tenían un minuto de descanso” (“La industria popular del hierro: el mazo”, en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 22). El trabajo del hierro se acababa en unas veinte fraguas instaladas en las casas de estos cuatro lugares. En ellas se fabricaban todo tipo de aperos (fesorias, hachas, reas o rejas de arado, etc.), piezas de cocina (caldeiros, tambores de castañas, cazos o sartenes, preganzas o llares, trébedes, etc.), clavos de diferentes clases y ruedas de carro.

Esta industria permitió a algunos ferreiros llevar una vida acomodada y a una minoría de ellos formar parte a fines del siglo XIX de las listas de electores como mayores contribuyentes del concejo de Cangas del Narcea. En general, los ferreiros eran personas alfabetizadas, formadas y de ideas avanzadas, los cuales, a partir de la Revolución de septiembre de 1868, que supuso el fin del reinado de Isabel II, y de la Constitución de 1869, se manifestarían política y religiosamente en consonancia con esas ideas.

La Constitución de 1869, aprobada el 1 de junio, permitía por primera vez en España el derecho de reunión y de asociación. Un mes más tarde de su aprobación, en julio de 1869, se constituía el Comité Republicano Federal de Besullo. La noticia se publicó en varios diarios republicanos de Madrid, como La Igualdad (29 de julio de 1869) y La Discusión (30 de julio de 1869), con los nombres de los integrantes de la junta directiva:

Presidente: Estanislao Rodríguez [vecino de Besullo].
Vicepresidente: Casto Rodríguez Castellano [de Besullo].
Secretarios: Pedro Méndez y Antonio Rodríguez de Alba [de Pontones].
Vocales: Francisco Rodríguez Castellano [de Besullo], Manuel Rodríguez de Alba [de Besullo], Ramón Rodríguez de Alba [de Besullo], Manuel García, Celestino Díaz y Antonio Marcos [de Cupuertu].

Ferreiros en el Mazo d’Abaxu, Besullo

Al menos, el vicepresidente, un secretario y tres vocales, que llevaban los apellidos Rodríguez Castellano y Rodríguez de Alba, eran ferreiros, y el presidente también estaba vinculado a la industria del hierro.

Por otra parte, gracias también a la Constitución de 1869, España alcanzaba por primera vez la libertad de cultos religiosos, una de las grandes aspiraciones de los progresistas y republicanos españoles del siglo XIX, y en Besullo se constituyó hacia 1871 la primera iglesia evangélica de Asturias. La principal actividad de esta nueva congregación será el establecimiento de una escuela para niños y niñas, y el apoyo a los alumnos más aventajados para continuar fuera sus estudios.

El republicanismo y el protestantismo tuvieron entre los trabajadores del hierro de Besullo muchos partidarios y devotos. La población de este pueblo era pequeña. En 1866, según el padrón municipal, Besullo tenía 150 habitantes repartidos en 49 casas, y en sus inmediaciones estaban los lugares de Pontones (11 habitantes y 4 casas), L’Outriello (34 habitantes y 8 casas), Faidiel (13 habitantes y 4 casas), y Cupuertu (10 habitantes y 3 casas), que eran como barrios de aquel.

El republicanismo del siglo XIX promovió la fundación de cooperativas de producción y de distribución, inspiradas en el reformista galés Robert Owen (1771 – 1858), así como de sindicatos agrarios, con el fin de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Estas iniciativas llegaron hasta Besullo y en 1872 los republicanos, encabezados por el presidente de su comité, promovieron la constitución de la Sociedad Industrial de Besullo con el fin de organizar y racionalizar la industria local del hierro, favoreciendo la cooperación, la formación, la eficacia y la riqueza de sus integrantes y buscando, en definitiva, el beneficio del país y de toda la sociedad:

Los comparecientes, animados por el justo deseo de instruirse y perfeccionarse más y más en el arte a que desde su respectiva infancia vienen dedicándose, por el de proteger y aumentar sus recíprocos intereses y los de sus familias, amparando al mismo tiempo los del país y de la sociedad en general, que en más dilatada esfera y con seguridad más cierta se desarrollaran por este medio.

La sociedad la constituyeron trece personas: doce hombres y una mujer, todos dedicados “al oficio de herreros”. La mayoría de los socios y sus esposas se apellidaban Rodríguez, Rodríguez-Castellano y Rodríguez de Alba; así, Domingo Gayo estaba casado con Ramona Rodríguez-Castellano (Padrón de Cangas del Narcea de 1866). Cuatro de ellos eran miembros de la junta directiva del Comité Republicano local: Estanislao Rodríguez (presidente del comité y gerente de la Sociedad Industrial), Antonio Rodríguez de Alba (secretario del comité) y Francisco Rodríguez Castellano y Ramón Rodríguez de Alba (vocales del comité). La única mujer de la sociedad era Josefa Gómez, viuda, que en 1866 tenía 40 años y vivía en Besullo con dos hijos menores y un criado.

Toda la información que tenemos sobre la sociedad procede de la escritura de constitución, hecha en Cangas del Narcea el 13 de marzo de 1872, en la que se establecían los fines, secciones y reparto de las acciones, funcionamiento y reglamento, así como la creación de un tribunal arbitrador (véase en el apéndice la transcripción íntegra de esta escritura de constitución).

Mazo d’Abaxu, Besullo

Sus objetivos eran los siguientes: 1. Acabar la competencia entre los herreros que les perjudicaba enormemente; 2. Comprar con mayor ventaja el hierro que necesitaban para trabajar; 3. “Auxiliarse recíprocamente en los casos de enfermedad, crisis monetaria” o cualquier otra vicisitud; 4. Premiar “el genio y aplicación del que progresa”, y 5. “Castigar el descuido o apatía del indiferente” y “las faltas o delitos de los que a sabiendas perjudican a tercero”.

La sociedad se organizaba en tres secciones: El Otriello, Besullo y Pontones, en cada una de las cuales había un mazo. Cada sección tenía sus accionistas que eran propietarios o arrendatarios de los mazos. El número total de acciones era de quince y media, que se repartían entre los trece socios fundadores, que poseían catorce y media, y el gerente, que tenía una.

El gerente era el encargado de la administración, compra de materia prima, venta de obra, correspondencia y contabilidad. El cargo lo ocupaba el mencionado Estanislao Rodríguez Montaño, vecino de Besullo y presidente del Comité Republicano Federal, que aportó dos mil pesetas de su bolsillo “para las perentorias atenciones de la misma”. La sociedad disponía de un almacén en este pueblo, cabecera de la parroquia, para guardar el hierro en bruto y las piezas elaboradas. Todas estas piezas tenían que ser supervisadas por el gerente y una comisión de tres herreros elegidos en junta general; si se consideraba que una pieza estaba mal hecha se devolvía a la sección correspondiente para su “recomposición”. Las ventas se efectuaban en su mayor parte en las ferias y mercados de Cangas del Narcea.

Las secciones gozaban de cierta independencia. En cada una trabajaba un maestro o director, que era el responsable de la sección, así como también oficiales y braceros o jornaleros. Se establecía una flexibilidad laboral en el sentido de que si era necesario los trabajadores tenían que moverse de sección. Todos los asociados se comprometían a no trabajar en el oficio o arte de herrería mientras la sociedad estuviese viva. Los accionistas trabajaban en la sociedad y en caso de fallecimiento o incapacidad debían ser sustituidos por un heredero o una persona capaz.

El sueldo del personal se fijaba según categorías, pero podía modificarse en función del compromiso del trabajador con la sociedad y con su tarea:

“[…] después de conocido el resultado de los trabajos, la disposición y [la] voluntad de cada uno, estos sueldos o jornales se modificarán por la comisión atrás señalada o por otra especial que al efecto y en la misma forma se nombre”.

Se trabajaba todos los días del año que no fueran festivos. La jornada laboral era de doce horas y media en verano (de 1 de marzo a 1 de octubre) y de doce horas en invierno (de 1 de octubre a 1 de marzo). El horario era el siguiente:

Verano: de 5 a 12 h (descanso de 7.30 a 8 h) y de 14.30 a 20 h (descanso de 17 a 17.30 h).
Invierno: de 7 a 12 h (descanso de 8.30 a 9 h) y de 13 a 20 h (descanso de 17 a 18 h).

El horario establecido era el habitual en la industria de aquel tiempo, como puede comprobarse en las respuestas enviadas por las provincias al cuestionario remitido en 1883 por la “Comisión para el estudio de las cuestiones que interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo”, para conocer las condiciones de los trabajadores españoles:

De La Coruña se responde que “en la industria salazonera se trabaja desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche”; en El Ferrol: “trabaja el obrero en verano desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche, sin más descanso que el de una hora para almorzar y dos para comer”, y en invierno “desde que amanece hasta que anochece, con el solo descanso de una hora para comer. […]. En la fábrica de fósforos de Cascante, en Navarra: “las obreras entran en verano a las cinco, y en invierno de seis a siete de la mañana; salen para comer de doce a una de la tarde, vuelven a esta hora y se marchan cuando concluyen la tarea, y lo efectúan antes o después, según su aplicación o ligereza”. En Oviedo: “Trabajase ordinariamente durante doce horas, descansando media para almorzar y una en el invierno y dos en el verano para comer. Los ebanistas, tallistas, sastres y zapateros emplean más tiempo, porque velan o trabajan dos o tres horas por la noche durante la cruda estación. En algunas industrias suelen trabajar medio día el domingo.” (Carmen Sarasúa, “Trabajo y trabajadores en la España del siglo XIX”, en Working Papers, 7, 2005).

En la Sociedad Industrial de Besullo la impuntualidad en el trabajo, llegar tarde de seis a diez minutos, se penalizaba rebajando el jornal del trabajador. También se castigaba el extravío o venta de pertenencias.

Una de las grandes novedades y ventajas de esta sociedad cooperativa fue el amparo que ofrecía a los trabajadores por enfermedad o accidente laboral, algo desconocido en los oficios de la sociedad rural de aquella época:

Treinta y dos
El socio que por razón de enfermedad justificada no pudiese trabajar una semana hasta el completo de un mes, tendrá el derecho a percibir la mitad de su sueldo; y si pasase de este tiempo, sea el que fuere, percibirá la cuarta parte.

Treinta y tres
El socio que en servicio de la sociedad se inutilizase para el trabajo, temporal o perpetuamente, percibirá, mientras la sociedad dure, la mitad de su sueldo.

Mazo d’Abaxu, Besullo

La sociedad se regía democráticamente mediante juntas generales ordinarias, que debían celebrarse cada mes, además de “las extraordinarias que sean precisas”. En ellas solo gozaban de voz y voto los accionistas, que tenían tantos votos como acciones.

Por último, para la interpretación de las bases de la sociedad y resolución de dudas o conflictos se nombraba un jurado o tribunal “arbitrador y amigable componedor”, integrado por tres vecinos de la villa de Cangas del Narcea: el abogado y juez Ceferino Gamoneda y González del Barreiro; el maestro Genaro González Reguerín, que llevaba desde 1840 impartiendo escuela en la villa de Cangas, y el propietario Ceferino del Valle y Nera. Los dos últimos eran activos republicanos y, por tanto, personas afines y de confianza de los fundadores de esta Sociedad Industrial de Besullo.

La escritura de constitución de la sociedad fue firmada por todos los socios, con excepción de dos, Josefa Gómez Álvarez y Domingo Gayo Barrero, que no sabían escribir.

La fundación de esta sociedad de artesanos del hierro fue una iniciativa completamente novedosa en el medio rural asturiano de fines del siglo XIX. No conocemos nada de su devenir. Es probable que no haya funcionado muchos años, a tenor de la falta de información que existe sobre ella. Tal vez el final de la Primera República Española, el 29 de diciembre de 1874, trajo también su fin. No lo sabemos. Habrá que seguir investigando para saber que pasó con estos inquietos y cultos ferreiros de Besullo que en 1872 intentaron poner en marcha una cooperativa de producción para poder llevar una vida mejor.

Las honras fúnebres de los carlistas cangueses en recuerdo de Margarita de Borbón y Carlos VII

José Luis Agudín Menéndez(1)
Universidad de Oviedo

Don Carlos, el Marqués de Cerralbo y Francisco Martín Melgar, de izquierda a derecha. Museo Cerralbo, Madrid.

En las páginas del gran diario carlista El Correo Español, fundado tras el cisma de Ramón Nocedal (1888) y El Siglo Futuro(2), se hallan dos noticias que ayudan a construir unos retazos del desarrollo del carlismo en el distrito electoral de Cangas de Tineo (hoy, Cangas del Narcea). Cabe comenzar afirmando que es sumamente revelador el conocimiento de unas organizaciones minoritarias tradicionalistas pero muy activas políticamente a través del estudio de las prácticas sociales y familiares, los clubes políticos, las liturgias o ceremoniales o el de la actividad periodística o literaria. Este amplio universo desde luego se muestra más que competente para comprender el grado de movilización de una cultura política frente a un exhaustivo análisis electoralista. Estas crónicas también se pueden rastrear de hecho a través de las páginas de Las Libertades(3), el relevante rotativo ovetense adicto al augusto exiliado Carlos VII. Ha de advertirse, sin embargo, que el predominio político en el distrito cangués por aquel entonces había pasado a manos de los liberales de Félix Suárez Inclán tras la muerte del VIII Conde de Toreno, bestia negra del denominado Zar de Asturias, es decir, Alejandro Pidal y Mon(4).

En fin, encaminado en el fin-de-siècle, el carlismo supo salir de los dos tremendos letargos de 1876 y 1888. Bajo la batuta del enérgico Marqués de Cerralbo, ya desde el cisma de Nocedal, el tradicionalismo supo llevar a cabo un prodigioso aggiornamento en forma de juntas políticas, la fundación de círculos de sociabilidad, los viajes de propaganda de los dirigentes y la actividad propagandística oral y escrita(5). El cénit de este prodigioso desarrollo modernizador vino coronado por una actualización programática en el Acta de Loredán, redactada por el pensador Juan Vázquez de Mella.

Margarita de Borbón-Parma, Duquesa de Madrid (1847-1893). Fotografía de Atelier Nadar (1877). Bibliotèque Nationale de France.

Asturias es testigo de las desgarradoras consecuencias del cisma encabezado por el director de El Siglo Futuro. Años más tarde, tras el acicate supuesto por la visita del Conde de Casasola, hermano del Marqués de Cerralbo, se constituyeron juntas locales(6). Su viaje de propaganda no se separaba en absoluto de las directrices generales seguidas por Cerralbo en otros puntos del país. Según recoge José Girón a través del estudio de El Carbayón, Casasola escogió como punto de encuentro del militantismo carlista Laviana, lugar al que acudieron simpatizantes procedentes de la capital provinciana, de Meres, Noreña, La Oscura y Sotrondrio. Poco después de este viaje, Casasola partió de Oviedo rumbo a Galicia, dejando tras de sí el germen de la fundación de otras juntas locales(7). Cabría sumar a este incentivo la presencia incógnita del futuro Jaime III, relatada por Tirso de Olázabal que tocó varios puntos de Asturias aunque no Cangas de Tineo(8).

En el caso de Cangas de Tineo, a consecuencia de estas actividades, se formó una junta local a finales de 1893, según se puede apreciar en el rotativo Las Libertades, al mismo tiempo que aparecían otras en Villaviciosa y Ribadesella(9) . Quienes quizás integraron ese grupo de afectos locales no fueron otros que los abogados Atilano Valdés Miranda y Fernando Graña Ordóñez, que fundarían un mes después el bisemanario El Eco de Occidente (1894-1898)(10) , que si bien Manuel Flórez de Uría lo situaba en órbita lindante del carlismo, sería quizás más apropiada la etiqueta de tradicionalista. Por todo ello, la publicación se hacía eco del movimiento católico regional y los primeros experimentos del catolicismo social de Maximiliano Arboleya, así como del pensamiento de Alejandro Pidal y Mon, aunque al propio tiempo daba rienda suelta a los avatares del carlismo a nivel nacional(11) .

Portada del número extraordinario de El Correo Español correspondiente al 10 de marzo de 1912. El diario carlista fue publicado entre 1888 y 1922, a expensas del marqués de Cerralbo. Biblioteca Nacional de España.

Pues bien, unos meses antes fallecía en Viareggio (Italia) la primera de las dos esposas del pretendiente Carlos VII, Margarita de Parma, reina de buena memoria entre los carlistas. Hasta tal punto fue popular que las mujeres carlistas pasaron a denominarse margaritas cuya actividad comenzó a despuntar cuando el carlismo funda juventudes y cuerpos paramilitares requetés(12) . Su muerte causó una honda conmoción y el órgano oficioso del carlismo en la capital madrileña recogía a primera página con todo lujo de detalles los sufragios en honor a la augusta finada. En su ejemplar del día 7 de marzo de 1893, El Correo Español incluye las honras fúnebres que tuvieron lugar en Oviedo, Cangas de Tineo y Laviana. Los actos, como se habrá podido suponer, estuvieron encabezados por los dirigentes tradicionalistas de la región. Así, en Oviedo el duelo fue presidido por el dirigente y catedrático de la Universidad de Oviedo Guillermo Estrada, el ex diputado Domingo Díaz Caneja y José Díaz Ordoñez, presidente del Círculo Tradicionalista Covadonga.

En cuanto a los actos conmemorados en Cangas de Tineo, la crónica comienza señalando que:

Los carlistas de este importante pueblo están perfectamente organizados, y á pesar de la distancia larga y malas vías de comunicación, que les impide el frecuente trato con los de la capital, conservan tan vivo el espíritu carlista, que no desconfían de poder sacar en no lejano tiempo un diputado que defienda nuestro programa en el Parlamento.

Una muestra palmaria de esta militancia, continúa el corresponsal, se produjo el 16 de febrero de 1893, cuando:

Primera plana del bisemanario El Eco de Occidente (7 de diciembre de 1894). Hemeroteca del Tous pa Tous.

[Se] celebra [ron] unas honras fúnebres tan solemnes, que no cedieron en importancia á las de muchas ciudades.
Asistió numeroso clero de todos los pueblos comarcanos y de algunos bastante distantes, y una Comisión de los Revdos. PP. Dominicos de San Juan de Corias.
El templo parroquial estaba completamente lleno de fieles, y los bancos ocupados por los más caracterizados carlistas de la localidad.

Entre las autoridades tradicionalistas que encabezan el acto se señalaba además a varios abogados, “todos ellos distinguidos de tan importante villa”: Fernando Flórez Valdés, Fernando Graña Ordoñez, el futuro alcalde y diputado provincial liberal Nicolás de Ron Flórez, Luis González Pérez y Joaquín Flórez de Sierra. En la crónica se describen por último las representaciones heráldicas flordelisadas del catafalco:

El catafalco, verdaderamente soberbio, constaba de cuatro cuerpos coronados por alta y primorosa estatua de la Fe; los negros mantos que los cubrían estaban cuajados de hermosas flores de lis, y el cuerpo central ostentaba las armas flordelísadas y dos preciosas guirnaldas de margaritas; á uno y otro lado del túmulo estaban colocados dos leones de gran tamaño, de los cuales brotaba abundantísimo foco de luz, la cual, unida á la de los blandones y cirios colocados también á ambos lados, permitía ver con toda claridad la severa majestad del catafalco(13).

Ejemplar del diario conservador ovetense El Carbayón del día 17 de octubre de 1892 aplaudiendo la modernización y aceptación del juego político del nuevo carlismo tras la visita del Conde de Casasola. Biblioteca Virtual del Principado de Asturias.

Varios años más tarde, fallecía el 18 de julio de 1909 en Varese (Italia) el Duque de Madrid, Carlos VII. Para aquella ocasión, El Correo Español recoge un escueto telegrama firmado por el mismo Fernando Graña Ordoñez, unos ocho días más tarde de su fallecimiento. En el telegrama recogido en primera plana, en la sección extraordinaria “Duelo Nacional”, se mencionaba que los tradicionalistas de Cangas de Tineo celebraron un funeral eterno en la iglesia del monasterio de San Juan de Corias el día 24, funeral en el que ofició el Rector de los Dominicos y al que asistieron veintiún sacerdotes(14) .

Pocos días antes de iniciarse la I Guerra Mundial, Fernando Graña era confirmado en el cargo de dirigente local del comité de la ya comunión jaimista (desde la muerte de Don Carlos los carlistas pasaron a denominarse jaimistas ya que el nuevo dirigente era su hijo Jaime III). En la antesala de la fiesta onomástica de Don Jaime, el 25 de julio de 1914, se celebraron varios actos de propaganda que dan constancia de la vitalidad del jaimismo asturiano. La noticia aparecida en las páginas de El Correo Español alude a que para obtener una organización más perfecta se ha dividido la región en zonas, nombrando para cada uno de ellas un delegado de la Junta organizadora(15).

 

 


Notas sobre el texto

(1) Becario predoctoral FPU en la Universidad de Oviedo. En estos momentos, ultima una tesis titulada “El Siglo Futuro (1914-1936): órgano del integrismo y la Comunión Tradicionalista” bajo la dirección de Jorge Uría y Víctor Rodríguez Infiesta. Correo electrónico: jlagudin@hotmail.com.

(2) Sobre la disidencia integrista vid. la síntesis de Jordi CANAL: “Las muertes y las resurrecciones del carlismo. Reflexiones en torno al cisma integrista de 1888″, Ayer, 38 (2000), pp. 115-135. Para más detalles del carlismo en el fin de siglo puede acudirse a la obra monumental de Melchor FERRER: Historia del Tradicionalismo Español, T. XXVIII-I, Sevilla, Editorial Católica, 1959; y de modo más asequible Jordi CANAL: El carlismo. Dos siglos de contrarrevolución en España, Madrid, Alianza, 2000, pp. 231-255.

(3) José NAVARRO CABANES: Apuntes bibliográficos de la prensa carlista, Valencia, Sanchis, Torres y Sanchis, 1917, p. 192.; Jesús-Evaristo CASARIEGO: Exposición sobre historia del periodismo asturiano, Oviedo, Caja de Ahorros de Asturias, 1971; José GIRÓN: “La prensa monárquica en Asturias durante la Restauración”, Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 148 (1996), pp. 246-247 y 258.

(4) El apelativo Zar de Asturias es deudor del título de la biografía de Joaquín FERNÁNDEZ: El Zar de Asturias. Alejandro Pidal y Mon (1846-1913), Gijón, Trea, 2005.

(5) Jordi CANAL: Banderas blancas, boinas rojas. Una historia política del carlismo, 1876-1939, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 119-158; Agustín FERNÁNDEZ ESCUDERO: El marqués de Cerralbo. Una vida entre el carlismo y la arqueología, Madrid, La Ergástula, 2015, pp. 135-170; algunas reflexiones sobre esta monografía las ofrezco en José Luis AGUDÍN MENÉNDEZ: “Cerralbo: algo más que un político”, El Comercio, 18 de abril de 2017.

(6) El Carbayón, 6 de septiembre de 1892. La visita en Oviedo la realizó en compañía de Guillermo Estrada y José Díaz Ordoñez, presidente del círculo Covadonga. Cfr. José GIRÓN: Los partidos políticos en Asturias (1875-1923). Los Partidos Monárquicos, Oviedo, Nobel, 2013, p. 85.

(7) Ibíd., p. 86; “Los carlistas en Laviana”, El Carbayón, 17 de septiembre de 1892; sobre la necesidad de adaptación del carlismo reivindicada desde la tribuna del órgano ovetense vid. “Política asturiana I y II”, 17 y 18 de octubre de 1892.

(8) Tirso de OLAZABAL: Don Jaime en España. Crónica del viaje de S.A.R., Bilbao, Imp. y Enc. La Propaganda, 1898, pp. 35-55.

(9) Las Libertades, 23 de diciembre de 1893. Cit. en José GIRÓN: Los partidos políticos…, p. 89.

(10) José GIRÓN lo inserta dentro del grupo de los periódicos conservadores, supliendo el espacio ocupado hasta entonces por el decano de la prensa canguesa El Occidente de Asturias y encarnando el azote del caciquismo inclanista, rol luego asumido por el kleiserista El Narcea: “La prensa monárquica…”, pp. 250 y 259; sobre la apuntada filiación entre la frontera conservador-carlista: Faustino MELÉNDEZ DE ÁRVAS: “Cangas de Tineo”, en Octavio BELLMUNT y Fermín CANELLA SECADES (Dirs.): Asturias: su historia y monumentos, bellezas y recuerdos, costumbres y tradiciones, el bable, asturianos ilustres, agricultura e industria, estadística, T. 3, Gijón, Fototip. y Tip. O. Bellmunt, 1894-1900, p. 196.

(11) Alejandro PIDAL Y MON: “El filosofo español Fr. Ceferino González”, El Eco de Occidente, 4 y 7 de diciembre de 1894. Sobre el círculo obrero ovetense, incentivado por el tío de Arboleya, el arzobispo Fr. Ramón Martínez Vigil, aparece una memoria en forma de folletín: “Círculo católico de obreros de Oviedo/Memoria”, El Eco de Occidente, 30 de noviembre, 4,7, 11, 14, 21, 25 y 28 de diciembre de 1894.

(12) Realmente su origen se produjo en la última carlistada en los hospitales de campaña. La mujer carlista, según Jordi Canal, pudo dar el salto del espacio privado al público. Acceden a espacios de clara prerrogativa masculina como eran los círculos. Estas agrupaciones tradicionalistas femeninas emergen en los últimos años de la Restauración, produciéndose su gran expansión en tiempos de la II República, aunque el papel que se les seguía asignando era el del hogar. Tenían un papel más que destacado en la reproducción y pervivencia como cultura política. Vid. Jordi CANAL: El carlismo…, pp. 296-297.

(13) El Correo Español, 7 de marzo de 1893.

(14) El Correo Español, 26 de julio de 1909.

(15) “Movimiento legitimista/ Gran mitin en Gijón”, El Correo Español, 7 de julio de 1914.