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Brañas del concejo de Cangas del Narcea

Braña La Feltrosa con el Pico Caniechas enfrente. Foto JM Collar

Comenzamos hoy la publicación de una lista de brañas del concejo de Cangas del Narcea hecha por José Manuel Collar Álvarez. Hemos localizado 217, pero es probable que haya más. A lo largo de los próximos meses iremos publicando aquí sucesivas listas por ríos o valles, hasta completar todo el concejo. El objetivo de este trabajo es sentar las bases para realizar un inventario en el que se consignen su localización exacta, altitud, propiedad, número y tipo de cabañas, fechas de ocupación, usos y costumbres que se practicaban en la braña, etc. Se trata de conocer en profundidad uno de los espacios más importantes del territorio montañoso y de la actividad económica del concejo de Cangas del Narcea. La cría de ganado no se puede entender sin estos asentamientos de ocupación estival. Fueron, además, espacios que marcaron la vida de los campesinos del concejo y son también lugares de gran belleza paisajística.

En la actualidad, las brañas siguen siendo espacios muy utilizados por los ganaderos, pero el manejo del ganado ha cambiado considerablemente y en la mayor parte de ellas las cabañas están abandonadas y en ruinas.

A estas brañas, antiguamente, junto a los vecinos del concejo, también subían sus ganados los vaqueiros de alzada, procedentes de los concejos de Tineo, Navia, Villayón, Salas y, sobre todo, Valdés, que pasaban en ellas cuatro o cinco meses, y pastores de ovejas merinas que llegaban de Castilla y Extremadura.

Para completar esta lista, así como para recabar información y fotografías de las brañas del concejo de Cangas del Narcea, solicitamos la ayuda de todos los cangueses, que pueden enviar los datos que consideren útiles a través del siguiente enlace: Contacto

  1. PARROQUIAS DE LA CUENCA ALTA DEL RÍO NARCEA Y LARÓN
  2. PARROQUIAS DEL RÍO NAVIEGO
  3. PARROQUIAS DEL RÍO CIBEA
  4. PARROQUIAS DEL PARTIDO DE SIERRA
  5. PARROQUIAS DEL RÍO DEL COUTO
  6. PARROQUIAS DE BESULLO, LAS MONTAÑAS Y TRONES
  7. PARROQUIAS DEL RÍO NARCEA

 

 

Noticias del Grupo de baile “Son de Arriba” de Cangas del Narcea (1922-1955)

Los bailes a lo suelto servirán de modelo para la formación del repertorio de los grupos de baile formados desde finales del siglo XIX. El gaitero, cantos asturianos arreglados para piano, partitura cortesía de la Sociedad Valle, Ballina y Fernández, h. 1897, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

 

  1. Folklore y baile asturiano.

La folklorización del baile popular, o presentación en forma de espectáculo de una selección de ejemplos admitidos como representativos de la idiosincrasia de un pueblo, es un proceso desarrollado a partir de la segunda mitad del siglo XIX, aunque resulta difícil establecer su fecha inicial y rastrear sus primeros pasos. La razón es que, desde hace cuatro décadas, el baile asturiano se aborda desde una perspectiva etnográfica, acudiendo a la historia oral en el intento de restaurar una práctica ya obsoleta, pero percibida como un patrimonio enriquecido por su historicidad. Desde este planteamiento, la actividad folklórica, desarrollada en paralelo y moldeada por una mediación ideológica y estética, no se reconoce como fuente de conocimiento, negándosele toda posibilidad de explicar la raíz cultural que la origina. Si algo caracteriza a la actual corriente de recuperación del baile tradicional es la insistencia en obviar el mencionado proceso de folklorización en busca de unas formas “auténticas”, suponiendo que estas, preservadas en la memoria de sus transmisores, han permanecido ajenas a toda influencia y, por lo tanto, inalteradas. La consecuencia ha sido el profundo desconocimiento de una etapa en la que aún estamos inmersos y cuya naturaleza espectacular no la excluye de la historia, a pesar de que se haya pretendido.

El baile asturiano se convierte en icono de la asturianía, usándose como reclamo publicitario desde el siglo XIX. Tarjeta postal, h. 1910, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

En estas circunstancias, los únicos medios disponibles para reconstruir siglo y medio de actividad folklórica son, por este orden, la prensa, la fotografía y los ya escasos testimonios de sus últimos protagonistas, cuya memoria no abarca hoy la totalidad del proceso que nos ocupa. A la luz de esta documentación, solo pueden trazarse las líneas generales del comienzo de la espectacularización del baile percibido como asturiano, de cuya existencia, sin embargo, ya se había tomado conciencia con anterioridad. Lo anticipa Luis Alfonso de Carvallo en Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1695) cuando habla de “bailes asturianos al son de gaitas”; le da contenido Jovellanos en la “Carta de las romerías de Asturias” al fijar la danza prima como su máxima expresión; y lo universaliza Roxó de Flores en su Tratado de recreación instructiva de la danza presentándola como propia de Asturias, al igual que la muiñeira lo es de Galicia, de Aragón la jota y de las Vascongadas el zortziko.

Habrá que esperar al advenimiento del nacionalismo musical y la ciencia del folklore en el siglo XIX para que esta conciencia se verifique en acciones positivas como la recolección de bailes populares y, algo más tarde, la formación de grupos cuyo objetivo, tantas veces declarado, es que esos bailes “no se pierdan”. El retroceso de los usos propios de las sociedades preindustriales en una coyuntura de desarrollo tecnológico y cambio social es, pues, el segundo factor que desencadena este proceso y de él se deriva la actitud restrictiva de esos grupos, caracterizados por la visión indigenista de la cultura e influenciados por el evolucionismo dominante. La formalización de sus tres principales elementos constitutivos ―vestuario, instrumentación y repertorio― fue el resultado de la percepción que de ellos se tenía cuando surgió la corriente folklórica. Ese momento coincidió con el declive de una sociedad admitida como paradigma de lo que significa ser asturiano, dentro de unas fronteras culturales en parte reales y en parte imaginadas, pero presentes en la mentalidad colectiva; por lo tanto, nada que perteneciera a un tiempo posterior y a un espacio tenido por ajeno sería admitido en la ortodoxia folklórica: lo moderno, lo urbano y lo foráneo quedaron excluidos.

 

  1. Los primeros grupos de baile en Asturias.

Aunque el nacimiento de aquellas primeras agrupaciones se explica en el contexto descrito, faltaría por aclarar de qué forma sucedieron las cosas. La prensa de la época nos proporciona los escasísimos datos disponibles y nos permite entrever que los grupos de baile no surgieron de la nada ni como un fenómeno enteramente novedoso, sino que se fueron gestando en el entorno de los agasajos populares ofrecidos a los visitantes reales y, más allá, en las alegrías nacionales cuyos programas festivos solían incluir danzantes profesionales que quizá les hayan servido de primer modelo, siquiera en los aspectos más generales. A lo largo del siglo XIX, la prensa ofrece la crónica de las visitas regias a Asturias en textos que, aunque sucintos, suelen contener pinceladas con sabor local. Así, en el transcurso del viaje por España de Isabel II y Francisco de Asís durante el verano de 1858, el diario La Época del 6 de agosto refiere que, en Oviedo, varias parejas bailaron en su honor “la danza prima y otros bailes del país”, agasajo que se repetiría en Gijón unos días después; y La Correspondencia de España del 20 de julio de 1877 relata que en el transcurso de la visita de Alfonso XII a Gijón tuvo lugar un baile en el que tomaron parte “más de 200 parejas de aldeanas y aldeanos al son de la clásica gaita y el indispensable tamboril”. En estos y otros documentos, los bailes asturianos se describen como parte de un programa de actividades, dándose así los dos pasos iniciales de la transición entre el ―llamémoslo así― baile espontáneo y el folklórico: primero, que se haya fijado un canon de baile admitido como asturiano; y segundo, que ese baile haya adoptado forma de espectáculo, exigiendo como mínimo un espacio de acción y, consecuentemente, una organización del movimiento en función de un virtual observador. La evolución desde estos divertimentos confiados a formaciones efímeras hasta llegar a ser grupos estructurados y estables se produjo sin generar documentación alguna. Los pormenores de cómo se reunieron, quién los instruyó, de qué manera eligieron su repertorio, a qué criterios escenográficos recurrieron y cuál fue su recompensa, todos de la mayor importancia, se quedan en la pura especulación.

Nada se adivina en los dos textos mencionados acerca del vestuario que utilizaron los bailarines en una época en la que el traje del país iba siendo una rareza, desplazado por los tejidos industriales y las nuevas modas urbanas; no obstante, algo se entrevé en el relato de la visita a Langreo de María Cristina de Borbón recogida en La Libertad del 25 de octubre de 1864, pues narra que “había doce lindas aldeanas, tan gallardas como bien vestidas, cada una con un ramo de flores y un cesto de productos agrícolas de esas montañas”, interpretándose más tarde “las alborozadas danzas del país”. Con todas las objeciones que se desee, el uso de la expresión “aldeanas” bien puede hacer referencia al hecho de ir vestidas como tales, pero en 1864 es muy posible que el atuendo que lucieron ante los monarcas no fuera ya el de uso cotidiano, sino otro preparado para la ocasión según lo que en aquel momento se entendía por “traje de aldeana”. No consta el origen puntual de este atuendo, cabiendo dos posibilidades: que saliera de los arcones en los que se guardaban antiguas prendas de cierto valor ­―lo que explicaría en parte la posterior insistencia en sobrecargar los trajes regionales con pedrerías, bordados y tejidos ricos― o que se confeccionara ex profeso tomando como modelo dichas prendas. Aunque continuamos moviéndonos en un terreno especulativo, entendemos que no habrá sido muy diferente el inicio de una indumentaria simbólica cuyo desarrollo en torno a aquellos años se constata en la fotografía, que nos revela su aún vacilante constitución formal.

En cuanto a los instrumentos musicales, constituyen el aspecto más fácil de reconstruir, porque sobre los mismos ya existía alguna literatura costumbrista, sin que faltaran textos que los describiesen, aunque de forma somera y con algunos errores. En cualquier caso, las crónicas periodísticas de las romerías de la época, prácticamente mudas en lo que a la técnica del baile se refiere, suelen introducir alusiones a gaitas, tambores, panderos y castañuelas, retratando un instrumentario que la documentación posterior no desmentirá, si bien irá constatando su progresiva diversificación.

Bailarinas llaniscas y gaiteros que tomaron parte en el Festival Asturiano organizado en 1904 por Manuel Sánchez Dindurra en la plaza de toros de Gijón. Programa de mano, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Paralelamente, se gesta en Asturias otro fenómeno que, a nuestro entender, ha podido contribuir a la definición formal de los grupos folklóricos. Se trata de los concursos, convocados en contextos festivos en torno a cuatro modalidades: asturianada, gaita, traje y baile. Desde finales del siglo XIX la prensa incluye referencias que se incrementarán a lo largo del XX. Siguen siendo textos escuetos, pero transmiten inequívocamente la idea de la excelencia interpretativa, que habrá de estar muy presente en el mundo del baile regional. Así, por citar algunos ejemplos, El Noroeste del 11 de junio de 1903 anuncia un premio para “el mozo que bailando la jota mejor toque las castañuelas” en los concursos programados para las fiestas de San Antonio en Cangas de Onís. El mismo diario, describiendo el Festival Asturiano que tuvo lugar el 21 de agosto de 1911 en la plaza de toros de Gijón, hace constar que durante el concurso de baile “se acreditaron como bailadores excelentes las parejas Marcelina Mencías y Rufino Suárez, y Mercedes Berros y Joaquín Santianes”. No estamos en condiciones de afirmar que los mismos concursantes que destacaron en aquellos certámenes hayan sido miembros de las primeras agrupaciones folklóricas, pero esto es muy posible, dada la estrecha relación entre concursos y muestras de baile, invariablemente representados en el mismo espacio escénico.

Los Mariñanes retratados en Madrid en 1916 con el Gaiteru Libardón y el Tambor de L’Abadía. Fotógrafo desconocido, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Pero, ¿cuáles fueron esas primeras agrupaciones? Sobre el siglo XIX poco podemos decir, salvo lo que se recoge en el disco-libro que conmemora el cincuentenario de Los Xustos (Los Xustos. 50 aniversario, 1953-2003, Gijón, 2003), grupo gijonés cuyas raíces se hallan en una renombrada formación anterior: Los Mariñanes, conjunto inicialmente compuesto por entre tres y seis parejas de aficionados al baile procedentes de Castillo de la Marina (Villaviciosa) y acompañados por los músicos populares más célebres de aquel tiempo: Ramón García Tuero “El Gaiteru de Libardón” y José Sánchez “El Tambor de L’Abadía”. Siempre según el relato contenido en el mencionado disco-libro, en sus primeros momentos este grupo se reunía y trabajaba con cierta espontaneidad, sin programa conocido de ensayos, y sus actuaciones consistían en bailar, durante las romerías de la zona, el repertorio del entorno de Villaviciosa que habrían aprendido por transmisión oral. Pero lo hacían con plena conciencia de ofrecer un espectáculo y para ello utilizaban como vestuario el traje del país. Su evolución posterior, que se prolongaría hasta la disolución del grupo en 1959, tendería a reforzar esta línea espectacular, llegando a autodefinirse como “compañía” e incluyendo en su programa canción asturiana y escenas costumbristas a cargo de actores profesionales.

Si bien Los Mariñanes parecen haber sido pioneros en la fundación de grupos de baile asturiano ya en los últimos años del siglo XIX, desde comienzos del XX queda constancia de varias formaciones más. La tenemos gracias a la prensa, que proporciona noticias acerca de otro fenómeno vinculado con la práctica folklórica: los festivales asturianos que, con altibajos y cambios estéticos, perduran hasta nuestros días. Entre estos festivales cabe destacar los organizados desde al menos 1904 en la plaza de toros de El Bibio (Gijón) por el empresario Manuel Sánchez Dindurra (1858-1933), el Festival Patriótico Asturiano celebrado en 1909 en la plaza de toros de Buenavista (Oviedo) y el Festival de Folklore de Oviedo de 1922, cuya programación corrió a cargo de Eduardo Martínez Torner. Las crónicas periodísticas de estos eventos hacen referencia a varias agrupaciones llegadas desde distintos puntos de Asturias. Estas tomaban su nombre del baile más característico de su repertorio local, incluso de la “etnia” que se les atribuía; pero, en general, su denominación no se revela, quedando identificadas simplemente por su procedencia. Así, las formaciones cuya existencia está documentada en la primera década del siglo XX eran, aparte de Los Mariñanes de Villaviciosa: Corri Corri de Cabrales, Pericote de Llanes, Vaqueiros de Valdés y otras anónimas procedentes de Gijón, Avilés, Colunga, Cudillero, Mieres y Pola de Siero. Por falta de documentación, desconocemos cuándo y de qué manera comenzaron a gestarse estos grupos pero, en fechas tan tempranas, sin duda es llamativa su diversidad, como también lo es el hecho de que hayan podido acreditar su capacitación para ser admitidos en un espectáculo urbano de extraordinaria afluencia en aquel tiempo, como evidencian los doce mil asistentes al Festival Patriótico Asturiano de 1909. En este sentido, La Prensa del 14 de septiembre de 1922, al describir el Festival Asturiano celebrado en 1908 en el Teatro de Campoamor, menciona que se organizaba “con carácter de ensayo” y en él se dieron “pequeñas involuntarias deficiencias por todos perdonadas”, quizá en parte atribuibles a la actuación de los propios grupos.

 

  1. El caso de Cangas del Narcea: El grupo de baile “Son de Arriba”.

También Cangas del Narcea aportó una formación al panorama folklórico de comienzos del siglo XX, pero no antes de 1922, cuando tuvo lugar en Oviedo el festival organizado por Eduardo Martínez Torner al que ya hemos hecho referencia. Fue en ese año cuando la prensa reparó en una agrupación antes desconocida en el centro de Asturias, procedente de Cangas del Narcea y llamada “Son de Arriba” en referencia a un baile de parejas enfrentadas, aún practicado en el siglo XX en Cangas del Narcea, Somiedo y norte de León. No nos extenderemos aquí sobre las características de este baile, pues son sobradamente conocidas, pero sí nos interesa el hecho de que, por aquellos años, ya se hubiera convertido en una seña de identidad canguesa, lo cual revela hasta qué punto había calado la percepción de la cultura popular como un patrimonio digno de preservación. Quedaban superados, por tanto, los tiempos en los que solo la danza prima ostentaba la consideración de baile asturiano: la reelaboración escénica de determinados bailes locales se estaba generalizando y aportaba al canon folklórico ejemplos que se han perpetuado como parte de las identidades específicas que aún hoy reconocemos dentro de Asturias. Y, del mismo modo que se propagó la visión folklórica, se extendieron sus prácticas concretas; sirva de ejemplo el programa de las Fiestas del Carmen de Cangas del Narcea de 1912, en el cual, junto a las habituales atracciones de gaitas, gigantes, cabezudos e iluminaciones, se preveía para el 20 de julio un “concurso de bailes regionales, adjudicando un premio a la pareja que mejor baile” (El Narcea, 6 de julio de 1912). No será la única vez que se documenten este tipo de eventos.

En qué circunstancias y por quién fue seleccionado el “son de arriba” para representar colectivamente a Cangas no se ha establecido, aunque Martínez Torner debió influir en su posterior admisión en el canon folklórico asturiano al transcribir en su cancionero de 1920 dos ejemplos de Leitariegos (nos 333 y 334). Ciertamente, ni uno solo de los álbumes pianísticos publicados desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la aparición de este cancionero lo había recogido, ni figuraba en escritos de naturaleza etnográfica; pero no cabe dudar que, bien entrado el siglo XX, el “son de arriba” era un fenómeno vivo. Salvo mejor documentación, el primer texto descriptivo, redactado en 1903, se debe al musicólogo leonés Rogelio Villar González (1875-1937), quien, ciñéndose a la montaña de León, sin duda describe el mismo baile de Cangas:

En la Montaña hay dos bailes principales: el que propiamente se llama baile y en Laceana son de arriba, y los Pollos. El primero, que es el más importante, el más usual y el más típico, consta de tres partes: paso, contrapaso y baile propiamente dicho. Empiezan dos mozas tocando el pandero (que es un bastidor cuadrado con doble parche, sin sonajas y que suele tener entre los dos parches unas cuerdas de guitarra, caracterizándose por un sonido muy grave), a un ritmo de tres tiempos, y las parejas, colocadas por sexos en dos filas, inician un balance a dos tiempos, de derecha a izquierda y viceversa, de tres pasos cada uno: esto es lo que se llama el paso; las tocadoras de pandero cambian el movimiento para indicar que van a cantar la copla, y los bailadores hacen un movimiento hacia atrás, que constituye el contrapaso, que es como preparación para el baile. Este empieza cuando las dos mozas cantan al unísono el son en un movimiento que va cada vez más fuerte y vivo; el baile se hace a dos tiempos, mientras el son es de tres. En las dos primeras partes mozos y mozas llevan los brazos péndulos, mientras que los primeros, durante la última parte, los elevan al nivel de la cabeza. Al terminar, mientras las cantadoras sostienen la última nota en prolongado calderón, los bailadores giran en una especie de semicírculo, los mozos sobre el pie derecho y las mozas sobre el izquierdo, haciendo un gracioso movimiento para tocar ligeramente la mano izquierda de los primeros con la derecha de las segundas, que es a lo que se llama la agachadura. Antes, porque ahora ha decaído bastante, las mujeres usaban unas castañuelas de tamaño regular, mientras que los hombres las llevaban grandes, algunas descomunales, que producían un ruido grave y ensordecedor. Cada baile consta de dos manos, en cada una de las cuales se cantan cuatro o cinco coplas. Entre las dos manos hay un descanso largo, durante el cual se corteja; y cortejar se reduce a conversar, y mejor, a discretear cada uno con su pareja [Rogelio Villar: “Cantos y bailes de la provincia de León”, Fidelio, 21 de junio de 1903].

Habrá de ser la prensa local la que recoja alguna noticia sobre la práctica e incluso sobre la etnicidad del “son de arriba”. Abundan las menciones genéricas a bailes: tanto de salón y verbena a cargo de la orquesta y el organillo, como del país con acompañamiento de gaita, acordeón o clarinete: “En la carretera de Corias hubo animado paseo y en la de Llano, frente a casa de ‘Pepinitos’, un baile animadísimo al son de clarinete y bombo” (El Distrito Cangués, 29 de abril de 1913); pero la brevedad de la columna periodística no permite la descripción pormenorizada. El tenor de estas inserciones queda bien representado, por ejemplo, en la noticia del baile de Corpus en Cibuyo el 25 de mayo de 1913, en el que hubo “tres gaitas, tambor, panderos, castañuelas, mucha gente y baile animadísimo en el Campo del Cristo” (El Distrito Cangués, 3 de junio de 1913). Seguramente estos panderos y castañuelas acompañaron al “son de arriba” aquella tarde, pero el texto no lo aclara. Sin embargo, en otras ocasiones el “son de arriba” se menciona inequívocamente con su propio nombre y bailado por la concurrencia, pero no por una agrupación folklórica. Así, en la descripción de las fiestas de San Lorenzo en Casares, El Distrito Cangués del 9 de septiembre de 1913 nos dice que en la espaciosa casa de una vecina de nombre Cayetana “tuvo lugar el filazón y qué de son de arriba se bailó, quedando a todos grato recuerdo de tan simpática fiesta” (El Distrito Cangués, 9 de septiembre de 1913). Con ocasión del Ecce Homo de San Juliano, el mismo periódico relata que “hubo colosal derroche de son de arriba, luciendo sus habilidades incontables parejas, que bailaban al compás del pandero y castañuelas, no faltando a cortos intervalos algún ¡quién baila! o ¡ijujú! lanzado por robusto y fornido pecho” (El Distrito Cangués, 19 de septiembre de 1914).

Pero queremos destacar, sobre estos y otros textos similares, la recensión de Odón Meléndez de Arbas aparecida en el mismo medio con motivo de la publicación en 1915 del libro De Bogayo, escrito por Mario Gómez y considerado como el primer retrato literario de Cangas y sus habitantes. En una serie de referencias nostálgicas a un modo de vivir que estaba desapareciendo, Meléndez de Arbas se detiene en el “son de arriba” y escribe:

Y quién sabe si desaparecerá nuestro son de arriba con sus castañolones, que, llenos de papas, llevaría cada uno el almuerzo para dos cavadores; el ruido de los panderos, los cantares de las mozas que los tocan, que con los ijujús de los mozos bastaba un baile de son de arriba en una de estas laderas para espantar los lobos en dos leguas a la redonda [El Distrito Cangués, 12 de junio de 1915].

Y más adelante, hablando sobre las canguesas que ejercían de criadas en Madrid, añade:

Eran fieles; eran buenas. ¡Como que no habían bailado nunca más que giraldilla y son de arriba! ¡Asturianas!

A nadie se le habrá escapado la expresión “nuestro son de arriba”, en la que el baile queda inequívoca y sentimentalmente definido como propio de Cangas del Narcea. Tampoco puede dejar de percibirse la hiperbólica descripción de las castañuelas y del brío del baile, capaz de espantar a los lobos. Mucho menos puede ignorarse la referencia a su moralidad ―puesto que preserva la inocencia de quienes lo practican―, alusión que encierra un velado ataque contra el “agarrao”, tan perseguido por los defensores de las tradiciones, a veces con el radicalismo de autores como el vasco Sabino Arana. Un texto así no puede calificarse de etnográfico o meramente periodístico: es una exaltación de la identidad y revela que en Cangas había prendido esta corriente de pensamiento. El siguiente paso consistirá en materializar estos contenidos ya simbólicos y representativos de una comunidad. El “son de arriba” tenía un lugar entre ellos y lo conservaría en años sucesivos, como se aprecia en el relato “Una boda de aldea”, publicado en 1926 (La Maniega, 4 y 5), donde leemos: “el baile, dicen en donde aún conservan esta típica danza, y ya saben que no puede referirse ni a los agarraos, ni a la jota, ni a otro baile que no sea este”. Se le consideraba, por lo tanto, el baile cangués por antonomasia y la forma elegida para respaldarlo fue la creación de un grupo folklórico que ostentase su nombre.

Nuevamente, carecemos de noticias acerca de los pormenores de la fundación de este grupo de baile, que debió de ser muy próxima a 1922, como veremos. El único dato disponible, aunque dudoso, es el que nos proporciona La Maniega (agosto-septiembre de 1930), ocho años después de la primera documentación fehaciente del grupo. En una breve nota, el redactor hace constar el viaje a Barcelona de algunos vecinos del concejo, todos de Cibuyo y Pandiello, para bailar el “son de arriba” en la fiesta asturiana celebrada con motivo de la Exposición Internacional. De manera imprecisa, por tratarse de personas conocidas, identifica a catorce bailarines y al gaitero que los acompañó:

Fueron a bailar el son de arriba a la ciudad catalana, de Cibuyo, Pepa de Molín, con sus hijas Constantina y María; Manuel Fernández Carabina, con sus hijas Josefa y Consuelo, Félix Coque y su esposa, José Meléndez de Quintín, José de la Ponte, Odón Meléndez de Bernardo; Villa de Clarón, de Pandiello, con dos hijas suyas, y el gaitero de La Regla, Dionisio López.

Grupo de vaqueiros de Valdés durante su participación en el Festival Patriótico Asturiano celebrado en 1909 en la plaza de toros de Oviedo. Rogelia Gayo, su fundadora, aparece la segunda por la izquierda en la fila inferior. Fotógrafo desconocido, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Pese a describir un acontecimiento de naturaleza folklórica, el cronista no pone nombre a la delegación que lo protagonizó, por lo que sería aventurado afirmar que era un conjunto estable y quizá el mismo que había aparecido por primera vez en la prensa ocho años antes; no obstante, en aquel tiempo no abundaban estas agrupaciones, por lo que es razonable pensar que sí. Comoquiera que haya sucedido, es un hecho la presencia del grupo Son de Arriba en el festival celebrado en la plaza de toros de Oviedo el domingo 17 de septiembre de 1922, recogido por los diarios La Prensa y El Noroeste sin ambigüedad alguna en lo que a los participantes se refiere. El primero anuncia el acontecimiento y menciona a los siguientes grupos: “el del Corri-corri de Cabrales, el del Son de arriba de Cangas de Tineo, El Perlindango de Cudillero, El Pericote de Llanes y los Vaqueiros de Alzada” (La Prensa, 14 de septiembre de 1922). Rememora, de paso, dos festivales celebrados con anterioridad en la capital: el de 1908 en el Teatro de Campoamor y el de 1909 en la plaza de toros, a ninguno de los cuales habían concurrido representantes de Cangas del Narcea. Hasta 1922 no volvería a programarse ningún otro evento de esta clase en Oviedo, por lo que sin duda la primera actuación de los cangueses tuvo lugar en ese año, siendo “entusiásticamente aplaudidos”, según recoge El Noroeste.

En cuanto a Gijón, donde los festivales regionales se venían celebrando anualmente, la misma prensa aclara que Cangas del Narcea nunca había estado representada en ellos antes de 1922, seguramente porque su grupo aún no existía. Así lo leemos en el anuncio del festival previsto para el primero de octubre, a renglón seguido del ovetense, en el que tomaría parte “el afamado grupo compuesto de diez personas denominado Son de Arriba, de Cangas de Tineo, nuevos en Gijón” (La Prensa, 28 de septiembre de 1922). El Noroeste del 10 de octubre también se hace eco de su novedad, mencionando “la presentación del grupo Son de Arriba, de Cangas de Tineo, con sus cadenciosos bailes y cantos, por aquí desconocidos”[1]. Finalmente, el grupo telegrafió desde Cangas del Narcea anunciando que no acudiría, por lo que se decidió repetir el evento el domingo siguiente en la plaza de toros:

El próximo domingo tendrá lugar un nuevo festival de bailes y cantos asturianos en el que tomará parte el grupo de Cangas de Tineo denominado Son de Arriba, que no pudieron venir el domingo pasado y que se presentarán con sus típicos trajes y castañueles [sic] y pandero. Tomarán también parte parejas del Pericote de Llanes, y cantadores y bailadores asturianos [La Prensa, 5 de octubre de 1922].

Los festivales ovetense y gijonés se programarían de nuevo en 1923 y 1924, pero en los años siguientes las referencias cesan, sin que sepamos la causa. No parece haberse debido a la extinción de los eventos folklóricos, ya que, organizados en circunstancias y lugares variados ―incluso la plaza de toros―, seguirán siendo objeto de escuetas noticias periodísticas. Puede conjeturarse una disminución del público por la repetitividad del espectáculo o quizá una reducción del cuadro artístico por razones económicas o de otra índole, pero lo cierto es que no disponemos de más información.

Compartiendo cartel con los habituales representantes de Llanes, Cabrales y Valdés, el grupo Son de Arriba volverá a figurar en La Voz de Asturias, La Prensa y El Noroeste con motivo  de las fiestas celebradas en Madrid en 1932 por el aniversario de la proclamación de la II República Española. Es algo más extensa la crónica de La Maniega, que da cumplida cuenta de la formación del grupo:

Bailadoras: Balbina, de Santiago de Saburcio; Josefina, del Carabinero de ídem; Constantina, de casa de Pepa, “el Molín de Cibuyo”; María de Fonso, de Vega de Castro, y Laura de Tarambana, de ídem. Bailadores: José de Jaime, de Combarro; José, de casa de Pepa, “el Molín de Cibuyo”; Dionisio López, sastre, relojero y gaitero, de La Regla; Manuel el Carabinero, y su hijo Mario, de Saburcio. Cantadoras: Virginia de Cabanín, de Pandiello, y Elvira, de casa de Jaime, de Combarro [La Maniega, mayo-junio de 1932].

Fiesta Española celebrada en 1918 en la plaza de toros de Gijón, en la que participó el grupo Los Mariñanes. Programa de mano, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Comparando estos nombres con los de los enviados a Barcelona en 1930 y teniendo en cuenta la ambigüedad que se deriva de la familiaridad con la que están consignados, no parece que muchos se repitan, lo que sugiere una inestabilidad que también se aprecia en el variable número de participantes. Esto nos lleva a considerar que solo se reunían en las ocasiones especiales y según las posibilidades de cada momento, como seguramente sucedería con las demás agrupaciones asturianas de aquellos años. Con el tiempo de sus integrantes ocupado en otros quehaceres, su estatus en el ámbito folklórico nunca debió pasar del de aficionados. Solo Los Mariñanes lograrían mantenerse como entidad profesional, como hemos visto.

Las referencias a un conjunto cangués con el nombre de “Son de Arriba” no vuelven a aparecer hasta la década de los años cincuenta, en un contexto político bien conocido sobre el que no nos extenderemos; baste mencionar que, en toda España, la materia folklórica se hallaba bajo el control del aparato del Estado a través de la Sección Femenina de Falange y Educación y Descanso de la Organización Sindical Española, que establecieron la conocida red de Grupos de Coros y Danzas por todo el país. La proliferación de los eventos folklóricos, empezando por los concursos nacionales de folklore convocados desde 1942 por la Regiduría de Cultura y celebrados en el Teatro Español de Madrid, es consecuencia del contenido esencialmente conservador de tales manifestaciones. Pero los eventos no solo crecen, sino que se diversifican para satisfacer las necesidades propagandísticas del régimen. Así, por ejemplo, leemos en el diario Voluntad sobre la Feria Internacional del Campo, cuya primera edición tuvo lugar en mayo de 1953 y contó con un Día de Asturias:

Camaradas de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Oviedo y Gijón y los grupos folklóricos de Educación y Descanso, Vaqueiros de Alzada, Son de Arriba de Cangas del Narcea, parejas de Tambor y Gaita de Oviedo, el Orfeón de la Obra y las masas corales de la Fábrica de Armas y Mieres de Turón constituyen el grueso de esta aportación asturiana a los grandes festivales organizados con motivo de la feria y que se celebrarán en el recinto de esta [Voluntad, 23 de mayo de 1953].

En los días siguientes se publican algunas otras noticias que coinciden en mencionar separadamente los grupos del Movimiento y los restantes, figurando siempre Son de Arriba entre los últimos, de lo que se deduce que el grupo no había sido absorbido por el aparato folklórico estatal, como sucedió en otros casos. Por la crónica del evento, sabemos además que su actuación incluyó “las estrofas de la ofrenda del ramo que portaban durante la ceremonia los Vaqueiros de Alzada” (Voluntad, 30 de mayo de 1953), de lo que se infiere que el repertorio del grupo era más extenso que su nombre; pero no podemos aclarar si esta circunstancia era reciente o ya se daba en sus primeras actuaciones.

La única noticia posterior data de 1955. El grupo de baile Son de Arriba acudió a Oviedo para tomar parte en el desfile del Día de América, al que también concurrió el grupo folklórico de la Sección Femenina de Cangas del Narcea, quedando despejada cualquier duda sobre la independencia del primero (Voluntad, 24 de septiembre de 1955), pero a partir de este momento no tenemos otro testimonio de su continuidad.

En 1971 comienzan a figurar en las crónicas festivas Los Son d’Arriba, denominación que, como es bien sabido, hace referencia no ya a un grupo de baile, sino al célebre conjunto de gaitas y percusiones que en 1969 habían formado Cándido, Fariñas, Neto, Pepe Serrano y Chapinas.

 

  1. Conclusión.

Nuestro relato debe detenerse aquí sin que hayamos podido presentar una sola fotografía de aquel grupo de baile Son de Arriba que, según los datos que proporciona la prensa, debió funcionar al menos entre 1922 y 1955. Sin duda de las de los integrantes de este grupo habrá de salir alguna fotografía que se echa de menos en esta breve historia, cuya mayor utilidad sería estimular a los lectores a aportar más información.

Baile a lo suelto en Piloña. Modesto Montoto, h. 1910, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Por último, hay que decir que tanto el grupo Son de Arriba como otras formaciones de su tiempo han ejercido una insospechada influencia en la conservación del patrimonio local, por lo que su valor para la historia no puede ignorarse. No es casual que, allí donde surgió una agrupación folklórica, continúa hasta nuestros días una línea de transmisión que ha contribuido a fijar la forma concreta de lo que hoy entendemos por “baile asturiano”. Díganlo, si no, los llaniscos, los cabraliegos, los pixuetos y los valdesanos. Y no puede dudarse que el “son de arriba” es una parte importante. Decaído a lo largo del siglo XX en su práctica cotidiana y mantenido por vías folklóricas, como sucedió en tantos lugares de Asturias, continuó su trayectoria en las dos muestras de folklore organizadas en 1983 por el Coletivu Etnográficu Urogallos a instancias de la Sociedad Ovetense de Festejos, grabadas en directo y publicadas en el doble LP Folklore astur (Sociedad Fonográfica Asturiana, 1984). Estas grabaciones y las realizadas por José Manuel Fraile Gil (De encuesta por León y Asturias, Saga, 1985 y 1986) rescataron los testimonios de sus últimos transmisores. Ambos trabajos se inscriben en una corriente de divulgación en la que participaron distintas agrupaciones coetáneas, culminando con el estudio monográfico de Fernando Manuel de la Puente Hevia El baille d’arriba. El son de la montaña astur-leonesa (Oviedo, 2000). Desde este ámbito puramente etnográfico, el “son de arriba” entró en la música folk con el primer LP de Xuacu Amieva, Onde l’agua ñaz (Fonoastur, 1986) y hoy son pocos los grupos dedicados a la música tradicional asturiana que, cualesquiera que sean su procedencia geográfica y opción estética, no tengan algún ejemplo en su repertorio.

El 23 de julio de 2019, “Muyeres” recibió una ovación cerrada del público que asistió a su concierto en la Plaza Mayor de Gijón, en el que se interpretó un “son de arriba” grabado en Trasmonte de Arriba por Fraile Gil. Esto sucedía casi cien años después de que pandeiros y castañolones retumbaran por primera vez en Gijón en las manos de las cantadoras y los bailarines del grupo Son de Arriba. Y es la mejor prueba de la fructífera labor de una gente entusiasta a la que dedicamos estas páginas.


[1] El desconocimiento de la Asturias interior era grande, en efecto, si se tiene en cuenta que, en la publicidad insertada en El Noroeste del 29 de septiembre de 1922, se habla del “famoso coro Son de Arriba formado por vaqueiros de alzada, esas gentes pintorescas de Asturias que han sabido guardar con toda pureza los tipos de la raza”. Quizá la antigua denominación “Cangas de Tineo” haya tenido algo que ver con este dislate, aunque creemos que queda mejor explicado por la confusión con otro grupo procedente de Aristébano, en la frontera entre Tineo y Valdés. Este grupo era Los Vaqueiros de Alzada, lo dirigía Rogelia Gayo y había sido fundado en 1906 para asistir a la boda de Alfonso XIII.

Noticias de los Vaqueiros en Cangas del Narcea en 1917

Interrogatorio de Juan Uría Ríu y contestación de Manuel Flórez de Uría

El 29 de noviembre de 1917, Juan Uría Ríu (Oviedo, 1891-1979), con 26 años recién cumplidos, escribe desde Oviedo a Manuel Flórez de Uría Sattar solicitándole información sobre los vaqueiros de alzada en el concejo de Cangas del Narcea para hacer un estudio desde el ámbito de la Geografía Humana. Flórez de Uría había nacido en esta villa en 1864, era procurador, periodista y estudioso de la historia local.

Braña de Los Chanos, todavía en uso como braña y como pueblo

Uría Riu era en 1917 estudiante de Historia en la Universidad Central de Madrid. Había obtenido en 1914 la licenciatura de Derecho por la Universidad de Oviedo, pero su verdadera vocación era la Historia, que comienza a estudiar ese mismo año de 1914 y concluye en 1918. En Madrid se inicia en el conocimiento de los estudios etnográficos con visitas frecuentes al Museo de Antropología y las enseñanzas de Luis de Hoyos y Telesforo de Aranzadi, dos de los pioneros de los estudios de antropología en España.

El interés de Uría Ríu por los vaqueiros empezó muy pronto. Él mismo contaba que: “A los catorce años cayó en mis manos el artículo que don Fermín Canella escribió en la obra Asturias sobre los vaqueiros de alzada, y empecé a interesarme por el tema” (Juan Ignacio Ruiz de la Peña, “Semblanza de un maestro”, pág. XV). En sus estudios cita testimonios orales recogidos por él a vaqueiros de Lugo de Llanera, Boves (Siero), Lavango (Belmonte), Sapinas y Busantianes (Valdés), y Folgueras del Río (Tineo) entre 1911 y 1917. En la recogida de información compaginó la entrevista personal con documentación histórica tomada en numerosos archivos privados y públicos, y con interrogatorios como el que mandó a Manuel Flórez de Uría.

El resultado de sus investigaciones sobre los vaqueiros quedará recogido en siete artículos, publicados entre 1924 y 1968, que cambiaron la visión y el conocimiento histórico que hasta entonces se tenía de este importante grupo social. Están recogidos en Los vaqueiros de alzada y otros estudios, Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1976.

Braña de El Acebal

A continuación publicamos la carta-interrogatorio de Juan Uría Ríu y el borrador de la contestación que le mandó Manuel Flórez de Uría desde Cangas del Narcea, que informa sobre la presencia de los vaqueiros de alzada en este concejo en aquel año de 1917.

Los vaqueiros tuvieron un papel muy importante en la historia de este concejo desde los siglos XV y XVI. En verano llegaban cientos de familias de este grupo social que ocupaban más de quince brañas. Su presencia decayó en el siglo XX. En la actualidad, su recuerdo está desvaneciéndose y en la mayor parte de sus brañas solo quedan cabañas ruinosas (como en la braña de Oul.ladas) o montones de piedras (braña de El Acebal).

 

Carta de Juan Uría Ríu a Manuel Flórez de Uría

Oviedo, 29-11-1917

Muy Señor mío y de mi mayor consideración. Enterado ya hace tiempo por referencias de su amigo D. Luis Suárez Cantón de su conocimiento y competencia en las cosas históricas de esa región. Tengo el atrevimiento de dirigirme a usted pidiéndole noticias que si no son precisamente de carácter histórico no por eso dejaran de ser fácilmente adquiridas por usted. Las que deseo, son al tenor del siguiente interrogatorio:

1.º ¿Cuantas brañas hay en ese concejo a las cuales vengan ganados de la marina en tiempo de verano?

2.º ¿Como se llama cada una de estas brañas?

3.º ¿Que gentes las aprovechan y pueblan?

4.º ¿De que brañas de invierno proceden estas gentes?

5.º ¿Cuales son las brañas aprovechadas por familias enteras que colectivamente emigran desde la marina, y cuales lo son por pastores a sueldo, o una sola familia de vaqueros o parte de ella que se encargan del ganado de una o más brañas marítimas?

6.º ¿Cual es la braña de más importancia por la extensión de los pastos y el número de cabezas de ganado?

Y si le es posible contestar esto último y séptimo que ahora voy a apuntar se lo agradecería también, aunque considerando que es más difícil ruégole no se moleste en averiguarlo si es que fácilmente no lo hace.

7.º ¿Que caminos recorrían en la emigración de la marina a la montaña, indicando las sierras principales y lugares poblados que marcan su itinerario?

8.º ¿Hay algún pueblo actualmente del que se sepa que en lo antiguo era braña de vaqueros procedentes de la marina que allí se quedaran a vivir permanentemente?

9.º ¿Han sido abandonadas muchas brañas de verano en ese concejo por los vaqueros, disminuyendo con ello el nomadismo pastoril en él?

Cabaña ruinosa en la braña de Oul.ladas

Para mayor facilidad por su parte ruégole escriba la contestación con esta carta a la vista, poniendo los números 1º, 2º, 3º, encabezando cada una de las contestaciones dejando en blanco aquellas cuya averiguación no le haya sido posible.

Mucho siento la molestia que con ello habré seguramente de causarle, pero me veo obligado a ello por la necesidad que tengo de terminar un trabajo que he de publicar en breve sobre el nomadismo pastoril en Asturias desde el punto de vista de la Geografía Humana. En este trabajo, como es natural, irá su nombre unido a las noticias que usted pueda facilitarme como es rigurosa costumbre en todos los trabajos de investigación en que alguien aporta datos.

Sin mas queda de usted affmo. amigo y S. S. que b. s. m.

Juan Uría y Ríu

s/c Calle de Campoamor, Oviedo

 

Borrador con las respuestas de Manuel Flórez de Uría

1.º ¿Cuantas brañas hay en ese concejo a las cuales vengan ganados de la marina en tiempo de verano? y 2.º ¿Como se llama cada una de estas brañas?

1.ª y 2.ª El Acebal, Junqueras, La Feltrosa, El Liburnal, Soldepuesto, Olladas, El Teixidal.

Restos de una cabaña en la braña del Acebal

3.º ¿Que gentes las aprovechan y pueblan? y 4.º ¿De que brañas de invierno proceden estas gentes?.

3.ª y 4.ª Vaqueiros de alzada que tienen sus brañas de invierno en los concejos de Navia, Luarca y Tineo. Las alzadas a que vienen pertenecen con frecuencia en su dominio útil a los mismos vaqueiros, en todo o en parte, por haberse acogido a la gracia foral que las leyes desamortizadoras concedieron a las familias de los antiguos colonos de los monjes del convento de Corias o de otros de quienes las llevaban en arrendamiento desde antes del año 1800. En otras [brañas] son simples arrendatarios de varios copropietarios y en otras, por fin, concurren en ellas ambas razones de poseer.

5.º ¿Cuales son las brañas aprovechadas por familias enteras que colectivamente emigran desde la marina, y cuales lo son por pastores a sueldo, o una sola familia de vaqueros, o parte de ella que se encargan del ganado de una o más brañas marítimas?

5.ª Actualmente no vienen familias enteras, y sí solo una persona por familia de la braña de invierno y aun con frecuencia estas solo vienen a traer el ganado en uno o más rebaños, quedando en la alzada tres, cuatro o a lo más cinco personas que cuidan el ganado de todos, y los otros regresan a sus brañas invernales hasta septiembre que vienen a recoger el ganado. Los que se quedan suelen ser criados, sobre todo las mujeres.

6.º ¿Cual es la braña de más importancia por la extensión de los pastos y el número de cabezas de ganado?

6.ª Las del Acebal y La Feltrosa.

Cabaña en la braña de Oul.ladas

7.º ¿Que caminos recorrían en la emigración de la marina a la montaña, indicando las sierras principales y lugares poblados que marcan su itinerario?

7.ª Ya no trashuman por cañadas y cumbres de sierras bajas como antes, debido a la comodidad y seguridad que les ofrecen las carreteras y nuevos caminos vecinales, por eso es difícil determinar sus itinerarios en la mayor parte del recorrido antiguo.

8.º ¿Hay algún pueblo actualmente del que se sepa que en lo antiguo era braña de vaqueros procedentes de la marina que allí se quedaran a vivir permanentemente?

8.ª Si. Brañameana, El Cabanal, Castilmouro [Castilmoure], Los Llanos.

9.º ¿Han sido abandonadas muchas brañas de verano en ese concejo por los vaqueros, disminuyendo con ello el nomadismo pastoril en él?

9.ª Si. Otardelobos, Frisneo, Busdondio, La Juncal, El Espín, Mudreiros.

Los vaqueiros de alzada en Xinestosu (y una súplica de los vaqueiros al rey Carlos III en 1776)

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BRAÑAS DE VAQUEIROS EN CANGAS DEL NARCEA

 

Brañas de Saldepuesto, Cangas del Narcea. Foto: Fernando M. Herrero Azcárate

Las alturas de las montañas del concejo de Cangas del Narcea hoy están completamente deshabitadas. Durante parte del año pastan en ellas muchas vacas, pero no se oye la voz de casi nadie, porque los dueños de ese ganado solo suben a vigilarlo de vez en cuando. Antiguamente no era así y en el verano las brañas y los pastos altos estaban repletos de personas, que pasaban allí varios meses guardando y cuidando el ganado. Además, a los vecinos del concejo se sumaban los vaqueiros de alzada que procedentes de Tineo, Villayón y, sobre todo, Valdés ocupaban brañas en términos de las parroquias de Las Montañas, Xarceléi, Santianes, Teinás, Villacibrán, Gillón, Monesteriu d’Ermu, Xinestosu o Leitariegos.

Brañas de vaqueiros eran Saldepuesto, Oul.ladas, La Feltrosa, Braniego, Xunqueras, Los Cadavales, Chanos o Valdecuélebre. También las de Burramil, Queixeira, Bujuvil, L’Acebal y Pantravieso, que en 1877 eran propiedad de Manuela de Llano y Merás, señora de la casa de Santianes de Porley, y ocupaban vaqueiros de los pueblos de Ablanedo y Candanosa, del concejo de Valdés. Y según Juan Uría Riu algunos pueblos de nuestro concejo habrían sido en su origen brañas de vaqueiros, como Castil del Moure, Brendimiana/Brañameana o El Cabanal, todos en la parroquia de L.linares del Acebo, o La Braña d’Ordial en Xarceléi.

Algunas de estas brañas eran muy grandes, como La Feltrosa y Xunqueras. En 1826, según el Diccionario Geográfico-estadístico de España, de Sebastián Miñano, la primera, situada en términos de Gillón, tenía en verano 60 vecinos y 275 habitantes, y la de Xunqueras, en la parroquia de Teinás, 40 vecinos; sobre esta última escribe lo siguiente:

Brañas de Saldepuesto, Cangas del Narcea. Foto: Fernando M. Herrero Azcárate

Esta braña se halla a la falda del puerto de Serrantina; se compone de varias chozas hechas de tapines, en donde en el verano habitan más de 40 vecinos con sus ganados que se mantienen en sus abundantes pastos, y en el invierno se retiran a la marina. No trabajan ni cultivan cosa alguna, pagan algún diezmo de manteca, queso y jatos, y contribuyen con pagas reales en el tercio de setiembre.

En Cangas del Narcea, los vaqueiros dejaron un folclore muy rico, que cada día está más olvidado. Adolfo García Martínez, que es en la actualidad el mejor conocedor de este grupo, nos ha recitado dos coplas referidas a brañas vaqueras de nuestro concejo:

Las vaqueras de Braniego
dan el l.leite a los galanes
ya van diciendo pa Buseco
que lo maman los tenrales.
 
Vaquerina de Xunqueras
si acabaste la farina
cue la vaca ya’l gochu
ya veite pa la marina.
 

Los vaqueiros son un grupo étnico que se trasladaba desde la marina hasta la cordillera en busca de pasto para su ganado. En invierno ocupaban pueblos bajos, situados en Gijón, Siero, Las Regueras, Llanera, Salas, Cudillero, Valdés, Tineo o Navia, y en verano residían en Somiedo, Cangas del Narcea, Tineo o Torrestío y Lumajo ya en la provincia de León. Además de criar ganado, los vaqueiros se dedicaban a la arriería y con sus caballos o machos transportaban mercancías de León y Castilla a Asturias. Su modo de vida diferente hizo que se convirtieran en un grupo aparte del resto de los campesinos.

Braña La Feltrosa (Gillón, Cangas del Narcea)

Debido a la competencia por el aprovechamiento de los pastos, la convivencia entre los vecinos de los pueblos y los vaqueiros no era siempre amable, y eran frecuentes las quejas de los primeros por el número tan elevado de cabezas que traían los vaqueiros y porque el ganado de estos entraba a pastar en sus tierras. Esto dio pie a numerosos pleitos y también a disputas que a menudo acababan a palos.

Los vaqueiros pasaban en el concejo de Cangas del Narcea unos cuatro o cinco meses al año. Ocupaban terrenos que arrendaban al monasterio de Corias o a grandes terratenientes, como las casas del conde de Toreno, Miramontes, Carballo o Santianes de Porley. En las brañas vivían en unas cabañas muy pobres. En 1752, en las respuestas generales que dan las parroquias del Coto de Cangas al catastro del marqués de La Ensenada sobre las casas y otras construcciones, se dice: “no regulan ninguna [renta] a los vaqueros por las chozas de su residencia, por consistir la fábrica de ellas en la unión de rozo de árgoma o escoba, que aun para la defensa del temporal necesita reedificarse cada mes”.  Y en las respuestas que sobre lo mismo da el concejo de Cangas del Narcea se dice: “sin que incluyan por casa, ni aun de ganado, las que los vaqueros de alzada tienen en las brañas de su residencia, por consistir la fábrica de ellas en la unión de rozo de árgoma o escoba”. Entrado el siglo XIX, las cabañas de estas brañas seguían siendo muy pobres, y en 1826 las de Xunqueras, como señala Miñano, eran “chozas hechas de tapines”.

Con el tiempo, las cabañas de los vaqueiros se fabricarán con piedra. Hasta no hace muchos años todavía existían en pie un par de cabañas en la braña de Saldepuesto, que eran unas construcciones de planta rectangular y cubierta a dos aguas con pequeñas losas. En ese lugar pueden verse las piedras de los restos de las numerosas viviendas que hubo allí, igual que sucede en las brañas de Braniego o La Feltrosa. La única de estas brañas en las que aún se mantienen las viviendas en buen estado es en la de Chanos (parroquia de Teinás), donde hasta hace pocos años todavía traían dos vaqueiros su ganado a pasar el verano, uno de Folgueras del Río (Tineo) y el otro de Argumoso (Valdés).

En 1927 se publicó en La Maniega (nº 6) un artículo titulado “Visitando una braña de vaqueiros” y firmado en Madrid por “Paco”, en el que describe el ambiente del interior de una cabaña de una braña de la que no da el nombre y que el autor había visitado el verano anterior. El mobiliario era de una gran probreza:

Por fin llego, echo pie a tierra, dejando en libertad al pollín para que se fartase bien de la fresca hierba que pisábamos. Me dirigí a una cabana; antes de llamar se abrió la puerta para dar paso a un hombre ya viejo, de baja estatura, pero de recia construcción; me hizo pasar a la pobre habitación, haciéndome sentar en el único asiento que allí tenía, pues todo su mobiliario consistía en un camastro con jergón de fueya, tapado con dos ordinarias mantas de lana y un cobertor; un tayuelo, encima del cual había una escudiecha y una cuchara de madera, utensilio que usaba para sus comidas. 

Conocida es la afabilidad de los vaqueiros, pues éstos no quedan contentos hasta que no fartan a uno de todo aquello que hallan a mano. Ofreciume primero una cazolada de cheite caliente y un trozo de pan más negro que su cogote, que ya es decir; aquello me supo a gloria; no hubiera yo cambiado aquello por el más suculento manjar que me pudieran presentar. Quiso hacerme probar unas papas de maíz que estaban en una mugrienta bolsa colgada de un palo metido en la pared.

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[nextpage title=»Genestoso y los vaqueiros» ]

LOS VECINOS DE XINESTOSU CONTRA LOS VAQUEIROS EN EL SIGLO XVIII

 

Genestoso / Xinestosu, Cangas del Narcea.

En el siglo XVIII los vecinos de Xinestosu pleitearon con los vaqueiros para limitar su presencia en sus pastos. Desde “tiempo inmemorial” y durante varios meses de verano venían a este pueblo cuatro familias de vaqueiros procedentes del concejo de Valdés, en concreto de las brañas de Rioseco, parroquia de La Montaña, y Busindre, de Paredes. Allí, en una braña situada junto al camino que va al pueblo de Orallo, en Laciana (León), tenían sus cabañas para recogerse las familias y “alrededor de ellas, sin abrigo alguno, vivían los ganados”. A comienzos del siglo XVIII venían a este pueblo los vaqueiros: Antonio Corral, Pedro Jaquete, Alonso Guerrero y Francisco Antón.

En 1729 los vecinos de Xinestosu presentaron una queja porque una de esas familias se había desdoblado y a la cabaña que era del fallecido Antonio Corral iban dos hijos con sus respectivas familias. Los vecinos se oponían a la presencia de  uno de estos hijos y solicitaban que se fuese cuanto antes. Las razones que daban para su denuncia eran las siguientes:

[…] y aviándose muerto el dicho Antonio Corral dejó por sus hijos a Luis Corral, su hijo mayor, que esta fatuo, y el segundo que se llama Juan tomó estado de matrimonio y se recogió en dicha casa, y después de algunos años lo tomó el dicho Esteban, y se vino a dicho lugar con su mujer, recogiéndose ambos hermanos en dicha cabaña con ambas familias, y por este medio pretende [Esteban] avecindarse en el lugar y con el de ser hijo y heredero de dicho su padre, sin que él ni más hijos que de él hubiesen quedado tengan derecho alguno ni bienes, más que un pradico de medio carro de yerba y el derecho de pastar en los términos abertales de dicho lugar un solo hijo que habite dicha cabaña desde principios de mayo hasta principios de octubre de cada año; con la obligación de pagar los tributos reales, según su caudal, en todo el año como otro vecino, sin que tengan derecho alguno a roturar, ni abonar ningunos prados, ni heredades, ni pastar, ni cortar en los montes y abertales, más que un sucesor de cada uno de cuatro que tienen cabañas en dicho lugar y todos de crecida familia, y de permitírsele al dicho Esteban Corral esta mansión […] serán con el tiempo tantos que arruinarán y destruirán [a] los vecinos, que les será preciso desamparar el lugar, por tanto y para obviar este inconveniente

No sabemos cuál fue el resultado de este pleito, pero nos sirve para conocer la tensa convivencia que existía entre los vaqueiros y los vecinos de Xinestosu.

Convenio entre vecinos de Parada la Viecha y vaqueiros para aprovechar el pasto de las brañas de Burramilo, Cubilledo y Branaqueseira en 1543.

Cuarenta años después de aquella denuncia, los vecinos volvieron a demandar a los vaqueiros. Esta vez el motivo fue impedir el aprovechamiento y uso de los pastos comunes por lo vaqueiros de alzada. Su objetivo era expulsar a estos vecinos incómodos, que solo venían durante cinco meses al año, traían mucho ganado y no participaban de los trabajos comunales. Al parecer, otro objetivo oculto era deshacerse de ellos para alquilar los pastos en esos mismos meses de verano a los pastores de ovejas merinas, que procedentes de Extremadura o Castilla, pastaban en las proximidades de Xinestosu.

Este pleito llegó a la Real Audiencia de Asturias y allí, en 1771, se dictó una sentencia por la que se mandaba “que no se les permitiese a dichos vaqueiros el aprovechamiento de pastos comunes no viviendo como vecinos la mayor parte del año en dicho lugar de Genestoso”. La sentencia establecía como condición que durante ese tiempo tenía que vivir allí el cabeza de familia, residiendo en este lugar desde el verano hasta “el cumplimiento del Precepto Pascual”, es decir, hasta finales del mes de marzo o abril. Esto era algo imposible de llevar a cabo por los vaqueiros y contra la sentencia alegaron la elevada altitud de Xinestosu, la imposibilidad de residir allí “en tiempo crudo de nieves, yelos y aguas”, la mala calidad de sus refugios y la falta de alimento para el ganado. Pero todo esto no sirvió de nada.

A los vaqueiros de Xinestosu los apoyaron los dueños de las casas de Miramontes y de Carballo, que con su expulsión salían perjudicados, porque los vaqueiros llevaban en arrendamiento tierras suyas. E incluso la Junta General del Principado hizo una declaración en 1776 contra esta sentencia, que redactó el conde de Peñalba, en la que mencionaba el beneficio que traían consigo los vaqueiros “en los parajes que habitan” por “el abono que reciben aquellos terrenos con sus ganados” y por “ser unos continuos trajinantes de que se sigue al provecho a los lugares inmediatos a su habitación con los vinos que de los reinos de Castilla conducen, producto grande de la Real Hacienda y de los arbitrios impuestos sobre este licor”.

A pesar de todo, los vecinos de Xinestosu se salieron con la suya y los vaqueiros tuvieron que dejar de ir los meses de verano a aquel término. En 1817, el señor de la casa de Miramontes, José Alfonso Argüelles, hijo de José Alfonso Pertierra, que había defendido a los vaqueiros en 1771, escribió en una noticia histórico-geográfica de la parroquia de Cibea y su hijuela de Xinestosu sobre estos vaqueiros, los vecinos y los jueces de la Real Audiencia:

Y contiguo al camino de esta subida [de Orallo, en Laciana] estaba dicha braña, contra cuyos vaqueros, inquilinos y renteros de las dos casas atrás dichas, movieron pleito los vecinos de Genestoso por los años de mil setecientos y setenta, siendo los principales agentes y motores del pleito Cayetano Calvín y Francisco Gavilán, vecinos de Genestoso, con poder de los demás, alegando les consumían los pastos para sus ganados, que no eran vecinos los vaqueros, ni hacían funciones de serlo, y que solo subsistían en dicha braña el tiempo preciso y que les era útil para ellos, sin rendir utilidad alguna al pueblo de Genestoso. Logró este lugar la protección del Fiscal de la Real Audiencia de Oviedo y de su Oidor Decano, ambos amigos de jamones y manteca, y alegó el Fiscal que la propiedad de Miramontes y Carballo era intrusión contra la libertad y subsistencia de los pueblos, de quienes eran los pastos y pertenecían al vinculo regio. Se sentenció que viviendo los vaqueros en la braña la mayor parte del año, con funciones completas de vecinos, siguiesen en la braña, pero por lo riguroso les fue imposible y los persiguieron los vecinos hasta expelerlos.

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[nextpage title=»Súplica a Carlos III» ]

SÚPLICA DE LOS VAQUEIROS AL REY CARLOS III EN 1776

 

Representación de Manuel Redruello, vaqueiro, al rey Carlos III, 1776

Con motivo de aquella sentencia, dictada en 1771 por la Real Audiencia de Asturias, los vaqueiros vieron peligrar su sistema de vida y su propia existencia, porque si la actitud de los vecinos de Xinestosu se extendía a otros pueblos en los que ellos pasaban el verano y se repetía la misma sentencia, al final ellos no podrían subir con sus ganados a los pastos de altura. Y esto era una situación que amenazaba el “modo de vida y sustentarse” de todo el grupo, porque en el verano no podían alimentar su ganado con el pasto que tenían en las brañas o pueblos de la marina. Los vaqueiros no podían vivir sin “habitación de invierno y de verano”.

Esta situación les obligó a presentar una representación o súplica al rey Carlos III para exponerle el problema y buscar su intercesión. Este escrito, desconocido hasta ahora y que presenta el TOUS PA TOUS por primera vez, muestra las ideas que los vaqueiros de alzada tenían sobre sí mismos y sobre los aldeanos o xaldos, cómo veían ellos su propia vida y cómo interpretaban la inquina de los vecinos de los pueblos con los que tenían que convivir.

No creemos que la emulación que experimentamos provenga de nuestro modo de vivir, que no es envidiable, sino de los efectos y esquilmos que nos produce, los que apetecen nuestros vecinos, aunque no se mueven a imitarnos en el trabajo y afán. Solo quieren hacer compatibles su regalo y abundancia con la ociosidad y quietud.

Esta representación dirigida a Carlos III es un testimonio excepcional, en el que se tocan los grandes temas que hay alrededor de los vaqueiros de alzada. El documento procede del archivo de la Casa de Miramontes y lo reproducimos íntegramente a continuación: 

Señor

Manuel  Redruello,  vaquero de los que llaman del alzada en el Principado de Asturias, por sí y a nombre de los demás vaqueros de alzada que habitan y pueblan en tiempo de verano las mayores alturas y quebradas peñas del dicho Principado y especialmente de los que avecindamos con nuestras familias, por el referido tiempo, en el lugar de Genestoso, hijuela de la parroquia de Cibea, en el concejo de Cangas de Tineo, con tanta más confianza, cuanto mayor es su infelicidad y más lamentable su suerte y la de los demás sus compañeros, llega A. L. R. P. de V. M.  y con el más profundo respeto representa:

Que esta clase y porción de vasallos, por una vaga aunque heredada tradición o concepto obscuro de su origen y establecimiento en aquella provincia, experimentan   el sumo desprecio de aquellos naturales, sus convecinos, negándose a concurrir y alternar con ellos hasta en los templos, pues por evitar (a lo que parece) mayores escándalos y alborotos se les señala el ínfimo lugar en las iglesias para que desde él limitadamente puedan adorar a Dios y asistir a los divinos oficios, sobre cuyo particular está lleno el archivo eclesiástico de pleitos seguidos con el mayor tesón y ardimiento, y en la actualidad los hay pendientes. Este abatimiento lo han sufrido los suplicantes reduciéndose y acomodándose a tan ínfima condición, porque al fin han podido lograr su subsistencia a costa de una continua transmigración con sus familias, ganados y ajuares, en la forma que se expresará, pero ya no pueden continuar en su tolerancia porque se les impide y pone embarazos a su modo de vivir y sustentarse en el referido Principado desde su estancia. Es así, Señor, que nuestro ejercicio es la trajinería, conduciendo con caballos los abastos y géneros de otras provincias a la de Asturias, y nuestras mujeres entre tanto quedan en las alturas de los montes cuidando y apacentando un corto número de ganados vacunos y lanares. En tiempo de ivierno habitan en las montañas fronteras a el mar, donde su inmediación hace se experimente un clima menos riguroso. Allí hacen su mayor residencia, tienen sus casas donde se albergan con sus ganados y praderías para apacentarlos; por lo mismo, esta morada constituye su vecindario y feligresía, y en ella se les exigen las contribuciones reales y el Pecho Personal, así para el reemplazo de el ejercito como para el Servicio del Milicias, lo que se acredita de el testimonio que acompaña esta humilde representación. Pero en tiempo de verano faltan enteramente los pastos y se ven precisados a dejar yermas estas casas, cargando todos sus muebles y familia para conducir los ganados ocho, diez o más leguas, y buscarles el alimento en las más remotas brañas, que habiendo estado cubiertas de nieve producen en este tiempo hierbas frescas entre aquellas peñas, donde tenemos unas pequeñas chozas o, con más propiedad, nidos para que nuestras familias duerman a techo; no puede extenderse ni pasar tan incómoda mansión de cuatro meses, porque o vuelven las nieves o baten los vientos en aquellas alturas, de suerte que es forzoso dejarlas y restituirse a las habitaciones de ivierno. Así, nos llaman con propiedad vaqueros de alzada, porque andamos con el ganado vacuno en un continuo y progresivo alzamiento de casa o transmigración.

No creemos que la emulación que experimentamos provenga de nuestro modo de vivir, que no es envidiable, sino de los efectos y esquilmos que nos produce, los que apetecen nuestros vecinos, aunque no se mueven a imitarnos en el trabajo y afán. Solo quieren hacer compatibles su regalo y abundancia con la ociosidad y quietud. De este principio nace el empeño que han tomado los de el lugar de Genestoso de expelernos de las brañas pertenecientes al dicho lugar, donde siempre algunos de nosotros hicimos nuestra mansión de verano, y en prueba poseemos algunas porciones de prados que nuestros mayores nos dejaron con carga de Aniversario. Han seguido a este fin un largo pleito en vuestra Real Audiencia de Asturias sobre el despojarnos de esta posesión particular, apoyada de la general costumbre que va expuesta, admitida y hasta ahora no reclamada por otro lugar o vecindario alguno del Principado. Y sin embargo que hicimos nuestra defensa justificándola por notorio, y acreditando también las muchas y graves extorsiones que habíamos sufrido, aquel tribunal nos condenó por sentencia de vista y revista a que no pudiésemos aprovechar los referidos pastos, ni continuar nuestra antigua costumbre y posesión, no viviendo, ni habiendo en ellos vecindad la mayor parte del año; cuya providencia, ya por evitar nuestra entera ruina, nos allanabamos a cumplir deteniéndonos en nuestras miserables chozas, expuestos a la inclemencia y rigor de los tiempos, hasta verificar la residencia de más de los seis meses. Pero vuestro Fiscal que reside en aquella Audiencia ha tomado la voz de los vecinos contra nosotros con tanto empeño, que ha pedido y a su instancia se ha mandado, que esta morada haya de ser con la cabeza de familia, y afianzándola, y no solo esto, sino que se haya de cumplir en ella con el Precepto Pascual; siendo así que de nuestra habitación de ivierno a ésta de verano hay la distancia de once leguas, en una y otra no podemos cumplir y sin ambas no podemos vivir. En el ivierno es imposible permanecer en las brañas y alturas de Genestoso porque se cubren de nieves, en el verano nos es forzoso dejar las de Valdés porque perecerían nuestros ganados faltándoles el pasto; luego, los efectos de estas Providencias serán el privarnos de aquel suelo y extrañarnos de la provincia, no solo a nosotros los que pastamos el verano en Genestoso, sino a todos los demás vaqueros de alzada, nuestros compañeros, que pastan por esta dicha estación en las demás brañas del Principado, pues por lo proveído se extenderá a ellos el rigor que nosotros ya experimentamos, porque se verifica la misma razón, y si algunos quedasen será a costa de gratificar a los respectivos vecindarios porque no reclamen, como si tuviesen acción a contradecir y defender este aprovechamiento de sus términos, lo que por tanto tiempo han callado y lo han permitido. Ellos tienen sus casas en los valles y abrigos de los montes, y aunque en el  verano lleven sus ganados a las alturas, sobran en ellos los pastos para todos, a no ser que quieran utilizarse arrendándolos a extraños. Últimamente, Señor, no hay Ley en estos Reinos, según nos aseguran, que prescriba tales requisitos en asuntos de pastos, y aunque vuestra Audiencia y su Fiscal hayan contraído a el suelo de Asturias las doctrinas de autores que escribieron en otras provincias, donde el modo de población y el clima son diferentes, no deben a la verdad adaptarse, porque la incapacidad de habitarse aquellas alturas por nos de cuatro meses, excluye la circunstancia de que hayan de pasar de seis. En esta atención

A. V. M. humildemente suplicamos, que extienda su Real Clemencia a estos miserables vasallos, mandando que la Audiencia remita los autos que acreditarán toda nuestra narrativa y que informe a mayor abundamiento la Diputación del Principado si es así cierta la costumbre y nuestro modo de vivir, y en vista de todo libertarnos de la nueva servidumbre que se nos impone, suspendiendo entre tanto los efectos de las expresadas sentencias y resoluciones en su ejecución tomadas, para que continuemos nuestras antiguas posesiones, usos y costumbres. Así lo esperamos de vuestro paternal amor y Real protección.

Dios Nuestro Señor guie la C. R. P. de V. M. los muchos años que le pedimos y estos Reinos necesitan.

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