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La doble cima de Rosa Fernández

La alpinista ha superado sus límites deportivos con seis ‘ochomiles’ y una batalla personal contra el cáncer | La canguesa busca apoyos para afrontar su nuevo desafío: la ascensión de la montaña salvaje, el K2


Por ALBA LLANO, Gijón.

Rosa Fernández subiendo al campo II del Manaslu / Foto: Rosa Fdez.

Hay quienes viven la aventura y la emoción del riesgo a un nivel superior. La montaña, en el fondo, siempre ha tenido siempre un significado simbólico. No se trata, simplemente, de ascensiones más o menos altas, sino de desafíos cargados de mensajes. Como los de la montañera Rosa Fernández. Nacida en Cangas del Narcea hace 59 años, ha vivido en sus venas ese sacrificio en las cumbres y en su día a día. Ha pasado de explorar y superar sus límites personales a enfrentarse a un gran desafío extra: su condición de mujer en una disciplina, al menos en sus inicios, exclusiva de hombres.

Humilde, sencilla, con buen sentido del humor y experta en derribar barreras. Rosa Fernández ha coronado seis de las cumbres más altas del planeta (por encima de los 8.000 metros de altura) y ha sido la única montañera española en completar el ‘Proyecto 7 Cumbres’ (escalar las montañas más altas de cada continente). Pero, detrás de este esfuerzo y compromiso, se esconden también dudas, dolor, compañerismo y, sobre todo, alegría. Esta última y su propia superación personal han llevado a la canguesa a superar una de las cimas más difíciles de su vida: el cáncer.

Rosa Fernández conversa con EL COMERCIO sobre sus inicios, habla de esas horas de no dormir en esa lucha ‘ochomilista’, se emociona con sus momentos más complicados, aborda la situación actual de la mujer en el alpinismo y adelanta sus próximos proyectos.

La canguesa en la cumbre del Manaslu (8.156 m). / Foto: Rosa Fdez.

Porque la canguesa nació rodeada de montañas. Concretamente, en el concejo de Cangas de Narcea, siempre han estado en su vida como telón de fondo. El hecho de subir ‘ochomiles’ fue, en sus propias palabras, «totalmente una casualidad». Empezó con un reto inimaginable, el Gasherbrum II (Pakistán) cuando le pidieron formar parte de una expedición de hombres para que el grupo consiguiera ayuda económica, algo que finalmente logró gracias a la presencia de Rosa. De allí ya volvió convertida en ‘ochomilista’, como la primera asturiana en hacer cima a más de 8.000 metros.

A esta primera gran cumbre le siguieron muchas más. Incluido el Everest. Un camino que, para esta montañera tampoco ha sido fácil. Además de «mucha superación personal», también hubo «muchos obstáculos, barreras y horas de no dormir». Todo en una época en la que escalar una montaña y ser mujer, confiesa, «era casi como una cosa rara».

«La montaña al final me va a tratar igual a mí que a cualquiera. De hecho, una vez estoy en ella, solo siento que estamos la montaña y yo. Pero sí puedo asegurar que llegar a esa cumbre es mucho más duro para nosotras en todos los sentidos. Evidencia de ello es que hay pocas que lo hayan conseguido», explica. La canguesa considera que, aunque en la actualidad el alpinismo femenino ha hecho grandes progresos, «para ellos sigue habiendo patrocinios y para nosotras no. Tienes que pelear muchísimo para conseguir algo». Apoyos que todavía no ha conseguido para ascender el que sería su próximo gran objetivo: la montaña salvaje, el K2 (8.611 metros).

Así todo, dice que la situación de la mujer ha cambiado y más en el deporte: «Afortunadamente la situación desde cuando empecé en el alpinismo hasta el día de hoy ha cambiado en muchos aspectos». Algo que también ha percibido desde el club ciclista Una a Una, que ella misma fundó en 2009: «Cuando creé el grupo de bici de montaña para chicas no llegábamos a media docena y cuando presentamos el grupo a los medios en 2011 había crecido ya a más de 40».

Un proyecto que para ella ha sido clave y que comenzó como una idea destinada a que más mujeres se animasen a salir juntas a practicar este deporte. El mismo que tuvo que aparcar ese mismo año 2009 para hacer frente, asegura, a «la montaña más dura»: un cáncer de mama. «Después, como no podía marcharme a escalar, pensé en llevar esta idea a cabo y empecé a salir en bici con las chicas y peleando poco a poco conseguí que el club saliese adelante.»

La escaladora, en el Manaslu, la octava montaña más alta del mundo. / Foto: Rosa Fdez.

Pensar en el deporte

Este proyecto fue una de las cosas que le hizo seguir en un momento tan difícil: «Fue importante continuar pensando en el deporte, en los proyectos que tenía y, en definitiva, en dedicarle el menor tiempo posible a pensar en la enfermedad o en los tratamientos.» «Me despreocupé de todo esto, pero aun así sabía que mi campo base iba a estar durante dos años en el hospital. En ese momento, el no estar parada y el poder llevar a cabo el club ciclista fue una de las cosas más bonitas. Y es que, además de fomentar el deporte femenino, es un club en el que todas las mujeres de cualquier condición física son bienvenidas.»

Su último gran proyecto fue su colaboración como jefa de expedición en el reto de Pelayo Vida en el recién terminado 2019. Ese reto unió a un grupo de mujeres sin apenas experiencia en la montaña que también habían tenido que vencer al cáncer. Ella fue la encargada de prepararlas durante los meses previos y de acompañarlas en su primer 6.000 metros en Bolivia: «Fue todo un cóctel de satisfacción y de ganas de vivir», confiesa la canguesa. «Ves cómo funciona la cabeza y cómo, cuando tienes un reto y cuando haces las cosas por algo, la cabeza acaba siendo mucho más fuerte que cualquier condición física», explica Rosa Fernández.


Fuente: EL COMERCIO ¦ Jueves, 16 enero 2020


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La viticultura heroica de Cangas de Narcea

Viñedos en montaña de la bodega Viticultores Heroicos Asturianos

Viticultura de montaña es aquella con unas condiciones de medio ambiente y trabajo de la viña singulares, como unas circunstancias orográficas que impiden la mecanización, una altitud mínima de 500 metros sobre el nivel del mar y en zona de montaña no en meseta, cultivos en pendiente con un desnivel mínimo del 30 por ciento, de tamaño pequeño y con parcelas en terraza.

Valle de Aosta (Italia), Douro (Portugal), Renania-Palatinato (Alemania) y el Cantón de Valais (Suiza) son algunos de los territorios de la llamada también viticultura heroica, y que en España está representada al menos por Ribeira Sacra , en Galicia, y la zona de Cangas del Narcea, en Asturias.

Sí, viñas y, por supuesto, vino en Asturias. La vid está presente en esta región desde hace más de mil años, y centrada su presencia en la zona occidental, en el entorno de los profundos valles que marcan el camino de los ríos Navia y Narcea. La eclosión del viñedo en Asturias vino de la mano de los monjes benedictinos, tras la fundación del Monasterio de San Juan Bautista (Corias, Cangas de Narcea), en el año 1032 y durante ocho siglos se mantuvo tal, y masiva por momentos, presencia, hasta la llegada de la filoxera a finales del siglo XIX.

A principios del XX se recuperaron especies autóctonas, aparecieron otras foráneas y el cultivo y consumo de vino volvió a resurgir, aunque no con idéntica fuerza y no por muchos años. Hacia 1945 se empiezan a abandonar las viñas, en parte por la misma razón que ahora resurgen: imposibilidad de mecanizar las labores por dedicarse a viñedo los terrenos con mayor pendiente. Las cifras que hemos rescatado de hectáreas plantadas de cepas nos aproximan al desastre: 5.493 hectáreas en 1858; 1.878 en 1903, 507 en 1975, y 146 hectáreas en 1989.

Las vides se encuentran en un desnivel mínimo del 30 por ciento

¿Era el fin o el principio? Era el principio, gracias al trabajo de investigación de personas como una científica del CSIC, María del Carmen Martínez, a partir de 1986 con la recuperación de variedades de uva como albarín blanco, verdejo negro, albarín negro y carrasquín. Y de grupos de personas como la Asociación de Productores de Vinos de Cangas (Aprovican), nacida en 1997 con el fin de proteger el patrimonio vitivinícola de la zona de Cangas del Narcea. Y, al fin, de los organismos públicos que, a partir de 2001, empiezan a implicarse en la protección de los viñedos, con el reconocimiento como Denominación de Vinos de la Tierra de Cangas, calificados desde finales de 2008 como Denominación de Origen Protegida.

Ahora, por supuesto, la principal labor está en manos de las bodegas, y de los vinos que elaboran, blancos, tintos y rosados. Y a las cinco (Antonio Álvarez, Chacón Buelta, Monasterio de Corias, Muriella y Vides y Vino de Asturias) que han provocado un importante salto de calidad, sobre todo en lo que respecta a los blancos y con la uva albarín como protagonista, se les ha añadido una sexta: Vitheras (Viticultores Heroicos Asturianos).

Su historia «se remonta al siglo XVI, en concreto al año 1556 en los que se tiene el documento más antiguo que habla sobre la existencia de los viñedos de la familia y de su comercialización». Esa misma viña, según explican sus responsables, «es la que está en producción ahora y replantándose hasta llegar a las siete hectáreas». Todo queda en manos de nuevas generaciones y, en el caso que nos ocupa «es la última de la casa de Don Juan»: Carlos Ron Martínez, Laura Ron Martínez, Miguel Lomba Martínez y Pablo Lomba Martínez han tomado el testigo de sus abuelos, «que, durante sus 80 años de vida, han cuidado las vides de estos valles afilados del rio Cibea», próximos a Cangas de Narcea.

Nacida en el verano de 2014, «la bodega ha elaborado un vino blanco, ya con el premio de una medalla de oro en el concurso internacional de viticultura heroica del Cervim (Centro de Investigación, Estudio, Salvaguarda, Coordinación y Valorización de la Viticultura de Montaña), y un vino rosado, que ha sido el primero de Asturias. Los objetivos de Vitheras son «la recuperación del paisaje vitícola de la zona y la industria vinícola de la región, la reactivación económica del área y elaborar un producto a la altura de una gastronomía con gran fama nacional e internacional como la asturiana».

Vitheras blanco 2014

  1. Nuevas vidas que se aproximan al mundo del vino. Nuevas tierras de albarín, una uva que hecha vino se muestra franca, fresca, muy pegada al terruño y que, al recibir un toque de moscatel, obtiene mayor presencia, dulzura, incluso un toque de elegancia. Así es este Vitheras que acaba de nacer y ya ostenta carácter y personalidad.
  2. Puntos: 92. Precio: 25-30 euros. Añada: 2014. Variedad: albarín blanco con un pequeño porcentaje de moscatel. Bodega: Vitheras. Cangas de Narcea (Asturias). Tel: 917 080 450/676 921 948. www.vitheras.es

Publicado en el diario ABC, 06/11/2015

Ruta de montaña por Cangas del Narcea (De Santa Ana a La Viña)

Hoy toca de nuevo salir de ruta y crestear algunas montañas de Cangas del Narcea. Preparo una merienda rápida para comerla a media ruta en la capilla de Bordondio y salgo dirección al pueblo de Santa Ana (731 m) donde dejaré el coche para empezar a caminar en dirección a la sierra de Santa Isabel, pasaré por Santarbás (889 m) y seguiré bordeando los pueblos de Abanceña y Escrita para finalizar en el pueblo de La Viña en el río del Coto.

Una vez más fotografiaré todo lo que me llame la atención y aportaré detalles llamativos que me ofrezca la ruta. Espero que sea entretenida.

Grupo de montaña Piélago en la ermita de Santa Isabel

Empiezo la ruta en el alto de Santa Ana, antes de dirigirme a la sierra de Santa Isabel visito el mirador de Piñolo en la zona denominada de Bocherón, debajo del pueblo de Santa Ana. Desde este montículo se ve muy bien el valle del Narcea, todavía se conservan algunos muros derruidos que señalan el lugar donde se dice que estuvo ubicado el castillo del Conde don Piñolo; este lugar misterioso y extraño aún conserva su aspecto de fortaleza inexpugnable. Es muy interesante visitar este mirador ya que abre unas vistas hacia el valle con un dominio espectacular del Monasterio de Corias y de la villa de Cangas, todo esto coronado por el cordal de montañas que bordean este concejo por el sur; entre estas montañas una vez más destaca en el horizonte el pico Caniellas con su forma piramidal.

Vistas de Cangas desde la sierra de Santa Isabel

En esta peña histórica del Mirador Piñolo se considera que estuvo el castillo del Conde cofundador del Monasterio de Corias, cuya iglesia fundacional data del sigo XI, nada menos que en los años 1031-1043. Esta iglesia fue descubierta recientemente en las obras que se hicieron para restaurar el monasterio como Parador Nacional. En este monumento Nacional están enterrados los fundadores, condes Don Piñolo y su esposa Aldonza, también se considera que están enterrados el rey D. Bermudo I y su mujer; otra versión dice que el sepulcro real puedo ser un invento de la comunidad monástica en época medieval para acrecentar la gloria de los orígenes del monasterio.

Estando en este mirador y con un poco de imaginación, uno se puede trasladar a esas épocas convulsas donde los reyes astur-leoneses y las gentes de estas zonas apartadas, vivían vigilantes, controlando el terreno reconquistado desde estas estratégicas atalayas.

Este mirador hoy me sirve para hacer una fabulosa fotografía del valle de Cangas del Narcea con el Monasterio de Corias en primer plano.

Pastizales de Trones

Tras este paréntesis, retomo la subida al pueblo de Santa Ana y empiezo la ruta por un camino que parte a la izquierda de las primeras casas del pueblo y que me dirige a la ermita de Santa Isabel (875 m). Desde esta ermita hasta el alto de Santarbás (889 m) el camino se suaviza y transcurre entre pastizales y prados de altura, dejándome ver por mi izquierda vistas a Cangas, a la sierra del Acebo y por mi derecha se levantan desnudas las sierras de Iboyo y de La Pila.

Pueblo de Trones

Llego al Alto de Santarbás, este alto es un cruce de caminos que permite dirigirse hacia Cangas, hacia Trones y hacia la sierra de Abanceña; decido tomar dirección a Trones para coger agua en la fuente de Linares y vuelvo sobre mis pasos, para continuar la ruta ascendiendo hacia el pico Latrene (1.037 m) , desde aquí el camino llanea ondulante por el mar de pastizales que hay a ambos lados de la sierra, estos pastizales dibujan un contraste perfecto entre el verde de los campos y el oscuro de los grises de las montañas circundantes.

Besullo

En la zona de Peñas Altas me desvío a comer a la ermita de Bordondio, situada en medio del desierto verde de los pastizales del pueblo de Trones. Tras una buena merienda y una buena siesta a la sombra de los árboles de la ermita, retomo el camino hacia las Peñas Padrún (1.122 m); estas peñas cámbricas se alzan como dos mudos testigos de los grandes esfuerzos geológicos que levantaron estas montañas; en estas peñas hago mi tercera parada ya que la visibilidad desde este enclave es espectacular, girando 360 grados sobre las peñas nada se interpone entre mí y el horizonte, disfruto de una buena panorámica de las sierras de Iboyo y Cazarnosa, del río Arganza que corre libre por poco tiempo hasta el embalse de Pilotuerto, también se ven los pueblos de Besullo, Irrondo y Cerecedo de Besullo. Esto me recuerda que tengo que visitar en el pueblo de Cerecedo a Delfina de casa Cascarín. para que me cuente historias sobre la posguerra y como era la forma de vida en estos pueblos en tiempos muy difíciles. (Esto será otro artículo que titularé: “Supervivientes, Delfina la filandera de Cerecedo de Besullo”.

Perfil de la ruta desde Cerecedo de Besullo

Volviendo sobre las vistas de las Peñas Padrún lanzo una mirada infinita sobre el horizonte y veo la ruta andada. En esta parada me tomo mi tiempo saboreando la brisa y agradando la vista con el contraste de colores verdes, marrones, azules, blancos, pliegues, montañas, anticlinales, sinclinales, pueblos; solo falta el mar para ser completo este momento. Diviso el pueblo de Tineo, la fana de Genestaza, los molinos gigantes blancos que domestican el aire en la sierra de Los Lagos, en primer plano se ven los pueblos de Abanceña y Escrita, también se ven los límites de los pastizales de Escrita y Villar de Bergame. Como dato curioso creo recordar que en Villar de Bergame vive Olga; una mujer conocedora de las propiedades medicinales que tienen las hierbas del contorno, conocimientos que heredó de su suegra y que aplica para tratar con éxito la cura del herpes.

Panorámica desde Peñas Padrún

Bajando de las Peñas Padrún, antes de incorporarme a la ruta principal me desvío un poco por la pista que baja al pueblo de Las Avelleras y de repente se presenta ante mi una panorámica completa del valle de Las Montañas, aquí animales salvajes, ganado domesticado y hombres conviven desde tiempos inmemoriales en este valle húmedo. En esta zona, la naturaleza se ve poco alterada por la mano del hombre; bueno esto no es del todo cierto ya que al lado de San Félix de Las Montañas se ve un fabuloso tajo o corta artificial que nos recuerda tiempos pretéritos donde los romanos utilizaron toda su ingeniería para expoliar el oro de estas montañas.

Según los cálculos se movieron tres millones de metros cúbicos de montaña en esta zona. Para hacer esto sin maquinaria se necesita mucha mano de obra; no dejo de imaginar a nuestros antepasados transitando desde sus castros hacia esta mina para extraer el vil metal exigido por el imperio.

Pueblo de Escrita

Me queda la buena sensación que estos romanos no pudieron someter del todo a nuestros antepasados ya que por la fuerza se enfrentaron a caudillos astures indomables como Liranto en oriente, Gauzón en el centro y Asur en Occidente, que obligaron a las legiones de Augusto la amarga necesidad de pactar las paces. Parte de estos pactos permitirían a estos trabajadores de la zona ser libres y por lo tanto trabajar por una especie de sueldo. Bueno,… esto son especulaciones mías pensando que los asturianos siempre fuimos muy cojonudos.

Valle de Las Montañas

Para saber la realidad de la minería romana en la zona, hay que buscar referencias de varios autores latinos; entre ellos Silio Itálico, que cantó la Segunda Guerra Púnica entre los años 88 y 89 y asigna a Asturias un puesto prominente en la explotación del oro, describe al minero local como de tez amarillenta con gran parecido al oro.

Pero el gran divulgador de la riqueza aurífera de esta región fue Plinio el Viejo, éste señala que se extraían unas veinte mil libras romanas anuales, esto es, unos seis mil quinientos cuarenta kilos de oro y que en parte corresponden al solar de Asturias (esencialmente Asturias y León).

Explotación romana de oro en San Félix de las Montañas

Es difícil evaluar la incidencia de la minería del oro durante la romanización, pero teniendo en cuenta el numero de “cortas” conocidas y que la ley de los yacimientos primarios está comprendida, por término medio entre 0,5 y 3,5 gr/Tm, Sánchez Palencia infiere que se han movido unos setenta y cinco millones de metros cúbicos de materiales (por seiscientos setenta y cinco millones en todo el NO), lo que proporciona una cifra de doscientos treinta mil kilos para el oro extraído en Asturias durante la dominación romana.

Cuando se va de turismo a Italia y se visitan las grandes obras del imperio tenemos que recordar que gran parte de éstas se pagaron posiblemente con el oro que nos llevaron los romanos de Asturias, bueno,… esto también es una especulación mía.

Geológicamente, la explotación de San Félix se trata de un yacimiento primario donde se presentan diques de lamprófidos y de albititas que parecen formar parte del cortejo filoniano de rocas ígneas no aflorantes. En esta corta se presentan brechas de relleno de fisuras, de tonalidad blanquecina, constituidas por cantos de albita y cuarzo.

Braña de La Viña

Se nota que me gusta el tema pero no me enrollo más, ya que debo seguir camino en ruta hacia el pueblo de La Viña. Dejo el valle de Las Montañas y vuelvo sobre la ruta original bordeando el pastizal de Escrita por su parte más alta dirección a Vega de la Mula (1.137 m), continuando este camino me lleva hasta la braña de La Viña (1.007 m). Esta braña es posiblemente el enclave ganadero mas llamativo de la zona y tiene unas características muy peculiares que la diferencian de otras brañas. En las construcciones del conjunto ganadero alternan cuadras para guardar el ganado y hórreos para almacenar productos.

Conjunto de hórreos y brañas de La Viña

Bajando hacia la braña veo sombras que dejan imaginar entre los arbustos lejanas miradas de algún animal que me extraña y que posiblemente sea un corzo. Sigo bajando y ya la niebla se va disipando dejando ver el conjunto de hórreos y de brañas de La Viña. La braña está encaramada a 1.007 m de cota, sobre una pudinga carbonífera que está erosionada por ambos lados. Desde este montículo se domina hacia el sur la sierra de Peña Ventana, la sierra de Oballo y los abruptos perfiles que presenta el encajado y cerrado valle de La Viña.

Ganado en la braña

El conjunto ganadero está bien conservado, destaca un techo de uralita que hubiera sido preferible que fuera de losa como las demás del contorno (pero es mejor tener este techo a que este totalmente destruido). Los hórreos son muy llamativos y uno no está acostumbrado a ver estas construcciones fuera de los pueblos, situados en una braña de cuadras para el ganado, así que pregunto a un vecino cual es la función de estos hórreos en plena braña y me dice que antiguamente en la zona llana del monte se sembraba toda de trigo y de patatas y como el pueblo estaba tan lejos se almacenaban todos los productos en estos hórreos. También valen para albergar al brañero ya que dentro de los hórreos aún hay camas. Sintetizando, antiguamente se hacia vida en la braña, la mayoría del tiempo los vecinos de La Viña estaban trabajando en la zona alta y dormían en los hórreos.

Hórreo y braña

Tras disfrutar de este pequeño enclave ganadero empiezo la bajada hacia el pueblo de La Viña, esto se puede hacer por el camino que sale hacia la derecha de la braña, por una pista que suben los tractores o por el antiguo camino de la izquierda que baja bordeando el crestón de pudinga; aconsejo bajar por este camino viejo ya que esta menos alterado y es más espectacular.

Bajando este camino por fin llego al pueblo de La Viña con sus casas de entramados de madera, saco una fotografía y termino la ruta en la carretera del Coto donde me esperan para bajarme a Cangas.

Antes de marchar no se debe dejar de visitar los pueblos de Vega de Hórreo y Monasterio del Coto que están prácticamente al lado de este punto final de la ruta.

Contorno del pueblo de La Viña en el río del Coto

Atendiendo a los nombres actuales de la zona, Monasterio del Coto, La Viña, Vegalagar (Vega del Lagar)…, todo indica que esto fue un reducto benedictino del convento de Corias y el terreno fue zona de viña propiedad del mismo convento.

La zona de La Viña es escarpada, muy pendiente, con poco horizonte de tierra y abundante en suelo pizarroso, es propicia para la explotación de la vid. Aún se puede imaginar uno la disposición de las viñas viendo las escarpadas y pendientes terrazas de pared de piedra que todavía se conservan en las laderas del pueblo.

Hoy es una zona con un encanto especial ya que el pueblo se encuentra encaramado sobre la ladera y protegido del norte por una majestuosa y solitaria muralla natural de brecha y pudinga que hace de esta zona un paisaje especial y diferenciado.


Pueblo de La Viña

ITINERARIO: Santa Ana – Santarbás – Escrita – Braña de La Viña – La Viña.

DISTANCIA: 15 Km. a Braña de La Viña y 2,5 Km más de bajada al pueblo de la Viña.
DURACION: 5h.

DIFICULTAD: Baja. (Ruta con pendientes muy suaves, para todos los públicos)


El puerto de Leitariegos

Carretera AS-213: Cangas del Narcea – El Puerto de Leitariegos, a la altura de La Chabola de Vallado

Leitariegos es un puerto suave. La carretera asciende por un terreno que se eleva a partir de Cangas del Narcea. Sin estridencias. Sin embargo, no es un puerto libre de dificultades, pero como no hay mal que no se compense con un bien, a una de esas dificultades, probablemente a una nevada, debe Leitariegos el más antiguo de sus privilegios, concedido por la reina Urraca en el año 1112 en agradecimiento al auxilio recibido por sus vecinos. Pocos años más tarde, en 1131, consta el paso de quince caballerías que transportaban trigo desde León hasta el monasterio de Corias, con lo que se documenta la primera arriería por este puerto del que surgen los arrieros más antiguos de España: la familia Cosmen, que desde el siglo XVII lleva ejerciendo esa ocupación sin haberla abandonado en ningún momento, ya que los autobuses del Alsa son, a su modo, arriería motorizada, y no se detuvo al otro lado de los montes, sino que trasladó sus transportes a las grandes urbes y a las inmensidades de China. Algo deben tener los aires de Leitariegos que impulsan a sus nativos a buscar nuevos horizontes sin perder de vista el terruño. En una Asturias que por desgracia no cuenta con tantos empresarios como gaiteros, los dos empresarios más imaginativos e internacionales, Pepe Cosmen y Francisco Rodríguez, que han extendido la arriería motorizada de Alsa y la exquisitez láctea de Reny Picot por todo el mundo, son originarios de esta aldea.

El Puerto de Leitariegos, feb. 2009. Foto: Patrick Zimmerman

Pero el puerto de Leitariegos, por ser lugar de mucho paso, no fue lugar aislado, aunque lo aislaran las nevadas durante muchos meses del año. Gracias a las nieves, los vecinos de este puerto, como los de Pajares y Arbás, obtuvieron beneficios diversos por trabajar como paleadores, duro oficio pero indispensable cuando cae la nieve y el viajero perdido ha de dejarse guiar por el sonido lejano de la campana salvadora. Ya en el siglo XII había en el puerto cuatro alberguerías, las de Ferrera y Cafrenal en la parte de León y las de San Juan del Puerto de Leitariegos y de Santa María de Brañas en la asturiana. Ésta es la historia antigua de Leitariegos. A partir de Cangas del Narcea, se suceden los pueblos en la carretera del puerto: Limés, Puenticiella, Las Mestas en la ribera del río Naviego y La Pena de San Martín. ¿Por qué se habrá apenado tanto San Martín, que es el santo que más pueblos bautiza a lo largo y ancho de Asturias, precisamente en este lugar que queda constancia de tanta pena en el topónimo? Y entonces caigo en la cuenta, bobo de mí: no se trata de que el santo de Tours estuviera apenado, sino que por aquí debe haber una peña que se llama San Martín. De manera que deduzca que en la «llingua» de la «Academia llariega», «peña» significa «pena»: ¡ay, pena, penita, pena!

Brañas de Arriba, mayo 2010. Foto: Dani Montero

Y la carretera se eleva en un escenario de gran amplitud. Va quedando abajo, a nuestra derecha, el valle del río Naviego, y en La Mata, donde hay una bolera, la subida es más perceptible. Luego está Villacibrán, pueblo de piedra gris y tejados de pizarra, y San Pedro de Arbas, que repite un topónimo del puerto de Pajares.

Después está La Linde, y una desviación a la derecha conduce a Rubial. Y se suceden Caldevilla de Arbas, El Otero (solano en la ladera), La Pachalina, Vallado (con lo que me acuerdo de Jesús López del Vallado, compañero del colegio); La Venta la Farruquita, en una curva que vuela sobre el valle, y, finalmente, Las Brañas. Y, pasadas Las Brañas, vemos en el alto las primeras casas de Leitariegos, rodeadas de pastos y ganados. El pueblo, en suave cuesta arriba, se extiende a lo largo de la carretera. En la parte de Asturias tiene un aspecto rural, de alta montaña, y en la de León se ven las telesillas que conducen a las pistas de esquí. Las nevadas que caían en este puerto por el invierno debían de ser de órdago. En las «Tablas», libros de cuentas y crónica familiar de los Cosmen, donde se relata, al tiempo, la historia de Leitariegos, un Cosmen anotó hacia 1825 que intentó abrir la ventana de su casa y no pudo hacerlo porque la obstruía la nieve; afuera había «siete varas de nieve bien medidas». Avanzado el otoño, el aire del puerto es frío y transparente como el cristal. En cierta ocasión que vinimos a comer aquí, Arturo Cortina exclamó: «Ser vaca en Leitariegos es más importante que ser notario en Madrid».

La Nueva España

, 1/2/2009.

Vista del valle de Laciana, julio 2009, desde el descenso de Leitariegos a Caboalles. Foto: Héctor HHH

En esta ocasión nos detenemos a comer en el Bar de Agosto, un establecimiento de montaña con la cocina de carbón detrás de la barra y que llama la atención por su rótulo, que tal vez pretende conjurar el lento y largo invierno. Nos parten cecina y jamón con un pan de hogaza y nos sirven un guiso de patatas con carne muy sabroso. Una comida muy apropiada al escenario.

A diferencia de puertos como Tarna, en los que se entra directamente en la Meseta, el descenso desde Leitariegos es importante. En el valle está Caboalles de Abajo, con su disposición urbana, sus casas de tejados de pizarra, el castillete de una mina y un buen puente de piedra de tres ojos.


Publicado en La Nueva España, 1 de febrero de 2009.

Rosa Fernández y los héroes olvidados de la montaña

Purificación Suárez, Rosa Fernández, Dawa Shiri y Noelia Rojo, en el refugio del Meicín, Tuiza de Arriba, Asturias

La canguesa Rosa Fernández fue la primera mujer española en ascender los siete picos más altos de todos los continentes. En su segundo intento, en 2005, alcanzó la cumbre del Everest por la cara norte. Un grupo de sherpas la manteó, mostrando así su admiración por la fortaleza exhibida en una ascensión realizada en condiciones de extrema dureza. «No es sólo la montaña más alta del mundo, también la más cara», explicaba a los niños de un colegio santanderino en un reportaje publicado en ‘El Diario Montañés’ tras su expedición. El sueño le costó unos 20.000 dólares, una cifra bastante más elevada de la que cobran los sherpas por llevar a los alpinistas hasta la cima. «He visto expediciones de 20 personas que viajaban con 40 sherpas. Mueren muchos, pero las autoridades nepalís no hacen públicas estas bajas», reconocía por aquel entonces la montañera.

Hoy Rosa inicia, según sus propias palabras, «un agradable viaje a Nepal; corto y relajado si lo comparo con mis habituales visitas al Himalaya para desafiar a sus ‘ochomiles’. Voy, además, bien acompañada: Noelia y Puri, dos grandes amigas y deportistas del club Una a Una, compartirán conmigo esta experiencia».

La canguesa, junto con su sherpa Dawa, aprovechará este viaje para reunirse con familiares de algunos de los sherpas fallecidos a mediados de este mes en la desgraciada avalancha del Everest, que acabó con la vida de al menos trece guías locales. «Conocía a algunos de los que murieron, iremos a darles el pésame y tratar de ayudar», expone esta montañera, cuyo guía habitual, Dawa, estaba en el campo base cuando se produjo el alud.

Un sherpa transportando la carga desde uno de los campamentos base situados en el Everest, el pico más alto de la Tierra

Jueves 17 de abril por la noche. Ankaji telefoneó a su hija Chhechi para explicarle que se dirigía al campamento II del Everest. «Reza bien por mí», le pidió. Antes de acometer la que hubiera sido su novena ascensión al pico más alto de la Tierra (8.848 metros), el sherpa de 37 años quiso mostrarse tranquilo. Todo parecía bajo control. Nada hacía presagiar que sería la última vez que la joven escucharía a su padre con vida. Unas horas más tarde, una terrible avalancha provocaba la tragedia.

«Nos dirigíamos al campamento base II cuando un gran bloque de hielo se desprendió de la montaña. No pensé que podría sobrevivir y estoy muy feliz por haberlo hecho», narró Wangdi Sherpa, uno de los supervivientes, desde la cama del hospital. Un testimonio desgarrador que ofrece una idea sobre el desgraciado suceso. A unos 6.200 metros de altura, entre 50 y 60 sherpas se dirigían del campamento base I al II para preparar el terreno para los montañeros extranjeros con los que trabajaban, cuando se desprendió un gran bloque de hielo y unos 20 sherpas fueron sepultados. El alud causó la muerte de 13 miembros de esa comunidad en lo que ha sido considerada la jornada más negra de la historia del país con mayor tradición alpinista del mundo.

Todas las víctimas eran alpinistas nepalíes experimentados que ofrecen una ayuda fundamental para los extranjeros que aspiran a escalar el Everest. Chhechi tiene dos hermanas y tres hermanos menores, uno de los cuales se fue hace poco a un monasterio budista para convertirse en monje. Al dolor infinito por la pérdida irreplazable de su padre, se suma ahora la incertidumbre sobre la supervivencia de la familia, cuyo único ingreso se reduce, en la mayoría de los casos, al trabajo del guía en la montaña.

Las expediciones al Everest se han cancelado tras la tragedia vivida por los sherpas. Y, sobre todo, por la actitud del gobierno nepalí hacia este colectivo. «Por lo que me cuentan, las familias han recibido sólo 400 dólares de indemnización por fallecido», lamenta Rosa. «Yo espero que con todo lo que pagamos quienes vamos allí el Gobierno sea capaz de establecer unos seguros más potentes…», plantea.

La montañera canguesa, de 54 años, acude a Langtang junto con otras dos asturianas, la gijonesa Noelia Rojo, y la ovetense Purificación Suárez. «La idea que tenemos es ascender un ‘cinco mil’ en la zona de Langtang», detalla Rosa, quien comenta que para sus dos acompañantes será su primera ascensión en el Himalaya. «Empezaron a hacer montaña hace poco, el año pasado», y añade: «intuyo que lo pasaremos bien. Puri y Noelia conocerán de primera mano la buhardilla de ese increíble edificio llamado Tierra, y yo lo disfrutaré con ojos nuevos: sin desafíos al límite de lo inhumano, sin responsabilidades, sin miedo».


30/04/2014

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La vida en Rosa

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Rosa Fernández posa con el lazo rosa símbolo de la lucha contra el cáncer de mama. Foto: Mario Rojas

Se pasan malos momentos. Pero se pasan. Y lo importante es tener la cabeza limpia, llenarla de objetivos, no permitir que la enfermedad la ocupe por completo. A Rosa Fernández (Cangas del Narcea, 1960) el cáncer de mama –hoy se celebra el Día Mundial contra la enfermedad– le ratificó a pies juntillas lo que la vida y la montaña ya le habían enseñado antes, que «hay que pelear». Y ella, acostumbrada a pegarse con alturas de pánico y nieves perpetuas, hizo cumbre aquel afortunado día de enero de 2009 cuando se encontró con un amigo ginecólogo que casi la forzó a una revisión que preveía retrasar hasta después de pasar por el Himalaya. «Lo mío fue una suerte tremenda, soy la típica que nunca tengo tiempo para ir al médico y es que además me sentía muy bien, pero me encontré a un amigo, me preguntó por las revisiones y le dije que no podía hasta final de año, que tenía unos meses muy movidos». No contento con la respuesta, el amigo insistente le marcó una cita para dos días después. Y en ese momento apareció el bulto y tras él la biopsia que confirmó los peores presagios. «Yo me marchaba a los Pirineos, y a los tres días me llamaron diciendo que me tenía que presentar en el hospital al día siguiente». Una semana después estaba en el quirófano y quince días más tarde recibía su primera sesión de radioterapia. Después llegaría también la quimio. Y más tarde, una recuperación que aún, en su caso, no está garantizada al cien por cien. «No tengo el alta total, pero casi», dice sin miedo.

En ese camino hacia la sanación, Rosa ha aprendido varias lecciones. La primera, la importancia de acudir a las revisiones. La segunda: «Hay que confiar plenamente en los médicos. Yo me despreocupé, les dije: voy a hacer lo que me digáis». Y no le ha ido nada mal. En pleno tratamiento hizo un descanso para coger fuerzas en la montaña –en Pakistán– y en lugar de lamentar no poder subir ese 2009 dos ochomiles por la falta de fuerzas, optó por no perder la forma física con otros deportes. «Empecé con la quimio y tuve que hacer cosas más pequeñas», relata. Recorrió el Camino de Santiago en bicicleta, aprendió a bucear, asumió que no podía subir ochomiles en ese momento y simplemente esperó a que pasara lo peor. Aquellas dos montañas que quedaron pendientes en 2009 no se iban a mover de su sitio. «Aquel proyecto lo pude hacer en 2011», rememora.

A ella le ayudó la montaña a superar la enfermedad y plantarle cara. Pero, sostiene, «todos tenemos nuestras montañas para salir a adelante: los niños, la familia, el trabajo…». Y todos tenemos una cabeza que es clave en la recuperación. Porque la cabeza manda seguir y Rosa Fernández todavía no ha parado de asumir nuevos retos. Dentro de nada –el 9 de enero– se va rumbo al Aconcagua junto a Indalecio Blanco, un hombre con un 60% de discapacidad motora, que subirá con ella hasta siete mil metros en favor de Mensajeros de la Paz. «Va a ser duro, sé que me va a costar», dice. Pero sabe que ha vivido experiencias mucho más duras. «El cáncer de mama hay que tomárselo como algo pasajero», advierte. Y por eso su mejor consejo es este: «Les recomiendo a otras personas que no se paren a pensarlo, que no permitan que la enfermedad ocupe todo su tiempo, que hay otras cosas, hay que marcarse objetivos, hay que seguir adelante, hay que pelear».


Fuente: EL COMERCIO, sábado 19/10/2013 

Rosa Fernández corona el Manaslu, su sexto ochomil

Manaslu (8.156 m), en lengua sanscrita quiere decir montaña del espíritu

La montañera canguesa Rosa Fernández ha coronado la cima del Manaslu, la octava montaña más alta del planeta con sus 8.156 metros, lo que significa su sexto ‘ochomil’ y es ya la segunda alpinista nacional con más ‘ochomiles’ tras Edurne Pasaban.

En tan sólo 20 días desde su llegada al campo base, Fernández logró su objetivo acompañada de su ‘sherpa’ Dorchi. Al regresar al campamento reconoció estar “muy contenta”. “Los últimos días han sido muy duros, ya que había un frío intenso, más de lo habitual”, apuntó.

La asturiana reconoció que tenía problemas de congelación en los dedos de los pies, ya que al subir sin oxígeno, el frío es mucho más insoportable. De todos modos, espera no necesitar tratamiento hospitalario.

Rosa en el Kangchenjunga, la pasada primavera.

Rosa Fernández, que en su doble condición de ciclista y montañera se había preparado muy bien en julio y agosto, también reconoció que había tenido muchísimas molestias en el estómago, posiblemente debido al tratamiento que está siguiendo aún debido al cáncer de pecho que padece.

Los problemas físicos se agudizaron los dos últimos días por la altitud y el frío, ya que no ha podido comer nada en absoluto, lo que ha hecho mucho más dura su ascensión. Rosa que quiso subir el Manaslu en solitario le daba las gracias a su ‘sherpa’ que en todo momento le animó para llegar a la cima.

Por último, reconoció que había podido disfrutar de la cumbre, al estar el cielo despejado. Para ella fue un espectáculo único. La montañera asturiana también apuntó que no quiere “competir con nadie, ni buscar récords”. “Mi principal récord es ponerme a prueba a mí misma”, concluyó.


06/10/2011

La cumbre más difícil, el mayor éxito alpinístico de Rosa Fernández

Rosa Fernández Rubio (Parada la Vieja, Cangas de Narcea, 1960)

Rosa lo ha conseguido, una vez más, cuando se plantea un reto de la máxima dificultad. Solo pensarlo parece fuera de sus propios límites: sin equipo de apoyo, con un solo serpa y con las fuerzas físicas disminuidas tras la larga convalecencia y el tratamiento de un cáncer, se enfrenta al reto más duro y complicado que podía imaginar, el Kangchenjunga, la montaña más solitaria y peligrosa de Nepal, donde los más duros alpinistas han sufrido sus experiencias más dramáticas y donde algunos de los de mayor prestigio, han necesitado ayuda para salir con vida.

Rosa ha hecho lo que parecía imposible, alcanzar los 8.586 metros del Kangchenjunga y bajar hasta el campo base por sus propios medios. Esta es la tercera montaña más alta del mundo y, con esta ascensión, Rosa ha ascendido cuatro de las cinco grandes: Everest, Makalu, Lotshe y Kangchenjunga. Hoy día, a nivel mundial, no habrá más de diez mujeres que hayan hecho esta cima (este dato no es más que orientativo).

El sábado, día 21 de mayo, Rosa ha llegado de vuelta al campo base, de donde salió hacia la cumbre hace nada menos que ¡nueve días!. El jueves por la tarde salió del campo 4, a 7.700 metros, hacia cumbre con Oscar Cadiach, este gran alpinista tuvo que retirarse sin  completar la  ascensión, pero ha sido tan generoso, que esperó a que Rosa volviese al campo 4. Tras más de 20 horas lo encontró allí, y Rosa cuenta que se le abrazó y lloró de emoción al saber que Rosa lo había conseguido.

Comenta que otra compañera de expedición, Cleo Wiedlicki, ya llegó en su intento en muy malas condiciones al campo 3 y  sufre ceguera, allí se ha tenido que quedar, imposible descender,  y esperan poder rescatarla en helicóptero (esta situación hace no más de cinco o seis años, fácilmente hubiese sido mortal).

Rosa no lo sabe aún, o no ha querido decirlo, pero es posible que tenga congelaciones en los pies y algo de menor importancia en las manos. A pesar de todo, ahora está muy, muy  contenta y al fin podrá descansar tras este suplicio. La comunicación con ella ha sido muy mala y se cortó  en dos o tres minutos.

A mí  personalmente me parece increíble lo que acaba de hacer Rosa. Se cumplen seis años exactamente de su ascensión al Everest por la cara norte (21 de mayo de 2005, también sábado). Sin duda, y como ella me ha dicho, es  la montaña más dura de la tierra. Ese mismo comentario se lo hizo también Mingma, sherpa que  anteayer alcanzó la cima, convirtiéndose en el primer sherpa que completa los 14 ocho miles. Para él también ha sido la montaña más dura y difícil. Tiene una dificultad añadida y es que el  descenso también es muy complicado, incluso en la parte más baja de la montaña, cuando ya bajas totalmente “fundido”.

Rosa tiene en su historial las siete cumbres, única mujer española que lo ha completado. Su primera cumbre de ocho mil metros en el Himalaya fue el Gasherbrum II, en el año 1997, cuando tenía ya 37 años.


23/05/2011

Expedición Kangchenjunga 8.586 m.

Kanchenjunga es la tercera montaña más alta del mundo, después del monte Everest y del K2

 

Por Rosa Fernández – 26/03/ 2011 

 

Hola amigos, quiero deciros que el día 1 de abril de 2011 me voy al Himalaya, a una montaña grande entre las más grandes, el Kangchenjunga.

También quiero contaros como he tomado esta decisión, para enfrentarme a este gran reto, tras las cosas que me han sucedido.

Si nos remontamos a 2009, aquel era mi año 10, tenía proyectos muy ambiciosos, pero ese mismo año me detectan el cáncer y todo cambió bruscamente: operación, tratamientos, acudir al hospital a diario…

Pero no todo se había acabado, tenia que ser mas fuerte que nunca, adaptarme a mi nueva situación y combinar entrenamientos con tratamientos.

Empecé dedicando más tiempo a hacer ejercicio y con menos intensidad. Una vez terminada la radioterapia les pedí a los médicos un paréntesis para regresar a la montaña, por un mes y medio que estuviera fuera no me iba a morir, y psicológicamente para mi cabeza era muy importante.

Llegué a la montaña con una motivación extra, aunque las condiciones climatológicas ese año fueron nefastas, no solo no conseguimos hacer cumbre ninguna expedición, sino que mi compañera de campo base se quedó en la montaña para siempre.

Lo mas importante para mí ya no era la cumbre, mi reto era el cáncer, en un escenario que solo con estar allí ya era mucho.

Regresé muy reforzada de esta dura expedición, al día siguiente de llegar continué con mis tratamientos y mis iniciativas.

Durante el verano pasado hice el camino de Santiago portando el lema “Pedaleamos por la lucha contra el cáncer”. De ahí surgió la idea de crear un club de chicas de BTT y nació “Una a una”, un club de ciclismo que está funcionando muy bien con un número considerable de socias, y que estoy segura vamos a cumplir todas las expectativas que tenemos para este año.

La canguesa Rosa Fernández Rubio cumplió 51 años el pasado mes de febrero

Con el problema económico actual las posibilidades de volver a una gran montaña se iban diluyendo y haciendo cada vez menos probables.

Por esas cosas del destino, al igual que en otras ocasiones, me encuentro un nuevo patrocinador: Cafés Toscaf, que siempre se ha distinguido por su apoyo al deporte asturiano, de forma especial al ciclismo, y goza en el mundo deportivo de un merecido prestigio como empresa comprometida.

Conocí a José Luis personalmente este año en el Criterium Ciudad de Oviedo, me ofreció su apoyo y yo le tomé por la palabra, aunque tardé un tiempo en llamarle, desde ese mismo día ya me vi con Cafés Toscaf en una montaña. José Luis me dijo que le gustaba el proyecto y que se iba a volcar conmigo, y aquí estamos hoy los dos.

Con los ánimos renovados empecé a pensar en un gran reto, dar un salto hacia adelante, quería apostar alto y no conformarme con una montaña más. He ascendido tres de las cinco más altas del mundo, como cuatro de ellas están en Nepal, mi destino preferido, ahí esta la montaña que buscaba, la tercera más alta del mundo y, en nivel de dificultad, una de las más temidas: el Kanchenjunga. En ella se quedó para siempre una mujer a la que personalmente yo admiraba muchísimo, la polaca Wanda.

Le comenté mi decisión a Nico Terrados, mi médico deportivo, quien ha influido mucho en la forma de afrontar mis dificultades. Es una persona que te estimula a exigirte a ti mismo un poco más cada día.

A finales del año pasado no me encontraba muy bien, tenía las defensas muy bajas y notaba mucho los esfuerzos; los médicos me dijeron que el tratamiento era acumulativo y que serian los peores meses. No se equivocaron. Empecé el año y mi recuperación fue progresando de forma increíble, hasta casi tener los mismos valores de antes de la operación. Físicamente, en los últimos dos meses, me encuentro muy bien, lo mismo en la bici con la que entreno casi a diario, que en la montaña.

Centrándonos en lo que va ser este gran reto, el Kangchenjunga tiene 8.586 m, serán dos meses de expedición, como novedad compartiré la montaña con Oscar Cadiach que será su tercera expedición a esta montaña, y es uno de los más destacados himalayistas españoles. Coincidí con él el año pasado en el Manaslu,  y pensamos en hacer una montaña este año. Poco a poco se fueron dando todas las circunstancias para que este proyecto saliese adelante.

Quiero dedicar esta montaña por un lado a mis patrocinadores: Feve, Helly Hansen, Instituto Asturiano de la Mujer y Cafes Toscaf, sin ellos no estaría hoy aquí, y también a la Asociación de Alpinistas Contra el Cáncer; se la dedico a todas las personas que estén sufriendo las consecuencias de esta enfermedad, con ese fin el lema de este proyecto será “LA MONTAÑA DE LA ESPERANZA”.

Ruta del Cueto de Arbas

El Cueto de Arbas la cumbre más occidental de la Cordillera Cantábrica donde se superan los 2.000 metros y, de hecho, es casi el extremo oeste de la divisoria principal. Se trata de una loma herbosa y pedregosa de suave cresta y pendientes laderas que surge sobre los extensos robledales en el flanco oeste del Puerto de Leitariegos.

ITINERARIO: Puerto de Leitariegos – Laguna de Arbas – collado (1.878 m) – cresta al NO. – Cueto de Arbas (2.007 m).

Septiembre de 2009. Vídeo: abarthfc