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Estadística de La Regla [de Perandones]

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Impreso que se publicó en 1935

Este es otro de los poemas escrito en asturiano por el sacerdote don José María Menéndez y Meléndez de Arvas que se leyó en 1935 en una velada literaria-musical en el “Círculo Cultural y Recreo” del pueblo de La Riegla de Parandones. En este caso, don José hace un repaso de todas las casas del pueblo, barrio a barrio, mencionando el oficio de su propietario y a veces alguna característica destacada de la casa.

La mayor parte de los nombres de las casas de La Riegla de Parandones en 1935 son los mismos que existen hoy. ENLACE recomendado: Casas de la parroquia de La Riela de Parandones.

 

 

ESTADÍSTICA DE LA REGLA
¿Quiréis saber lus vicinus
qui vivin nesti chugar,
cun lus uficius ya nombris?
Pues us lus voy a nombrar.
 
Abiliu ye algu truiteiru;
mindiga, la Cirvicera;
Churianón fuy sirrador
ya Mirijilda una ubrera.
In il barriu qui numbrei,
chaman di “Las cuatru callis”,
achí vivi il Sr. Maestru,
nun fai falta más ditallis.
Diciendu las prufisionis
cumu si fosi istadista
ya lus barrius in qui vivin
pa así cumplitar la lista.
 
Solu quedan sin numbrar
di aquel barriu maravilla,
Liunardu il di Wideru
ya Ramona di Castilla.
Tamién tinemus muy cerca
a Balbina de Martimplau:
ye viuda, labradora,
ya vivi in plan disahogáu.
N’il barriu di La Cantera,
donde impieza il Cascarín,
vivi Antón il di Rusendu,
la Pilar ya Xuan di Pin.
Ramona ta muy bien puesta
ya Liunardu, un richachón,
qui risidi nun chalet
prupiedá di Barreirón.
Tamién vivi achí Cacholu,
esi ye todu un siñor,
tien una casa muy guapa
qui parez un mirador.
Esti Xuan ye un bon cantor
ya trabaya in la madera,
Rusendu, in il sou uficiu,
ya Pilar ye panadera.
Vamus ahora a la Plaza
(qui poucus pasan di tres)
la dil Tesu ya Dunisiu,
Faustu, D. Julián ya Andrés.
Outra casa qui hay parriba,
qui la cerca un paridón,
ya tou lu di la rudonda,
ye di Pepi il di Manón.
In il barriu qui lu sigui,
qui tien ispeutu di villa,
ta Primitiva ya Jisusa,
ya unu qui i chaman Castilla.
La dil Tesu, cucinera;
Dunisiu, iscilenti gaiteru;
ou pudiera dicir xastri,
qui esu fui lu primeru.
Esi, cuandu fuy alcaldi,
in tiempu la dictadura,
trabayou bien pur la Riegla
ya la puxu a gran altura.
Las dos primeras, ubreras,
ya Castilla, jurnaleru
cumu unu qui ta al chau di arriba
cunucíu pur il Mineru.
Ya Faustu, esi gran siñor,
sin qui lu mulesti estu,
tengu pa mi di qui vivi
a cuenta dil prisupuestu.
Quédanus il barriu dil Santu,
todavía sin cuntar,
peru cumu ye piquenu,
poucu vamus a tardar.
Nil picu dil Gurugú
ta Girardu, cumu quier
trabaya bien di ibanista
ya tien fíus ya muyer.
Fuertis il di D. Julián,
bachiller ya partidor;
ya il di Andrés, cumu sabéis,
ye un hacindáu labrador.
Achí tan lus dos Albinus
ya Pepi il di la Payara,
qui casi forman lus tres
la metá di la barriada.
Petra, casi vivi sola
dibaxu di un gran castañu,
dondi apenas entra il sol
quinci días in tou l’añu.
Ya ahora nombru you a unu,
pur si dispueis nun mi alcuerdu,
qui vivi in casa la Xipla,
cunucíu pur Xuan di Cuevu.
Un Albinu, cumircianti,
ya il outru gran uservador,
ya Pepi il di la Payara
tien il uficiu di cantor.
Antis yera panadera,
¡ta la probi adilacada!,
pudiendu casi dicisi
qui nun si didica a nada.
Ya esti Xuan que ahora dixi,
carpinteiru di lu mijor,
qui gana bonus jurnalis
a costa dil sou sudor.
Ya ahora pa dar cumpletu
ya il trabayu dispacháu
vou cetar al Sr. Cura,
Duloris ya lus di Amau.
Lus qui tan na Puerta dil Sol
vou dicibus lus qui son:
il Rilujeru ya Chapas,
il Gallegu ya Antunón.
N’il barriu “Las cuatru callis”,
in dondi vivi Manuel,
tien di pur frenti a Manolu
ya a Tiresa la di Miguel.
Estus, lus tres vivin bien,
manijandu una piseta.
Ya ahora voumi, siñoris;
ya istá la lista cumpleta.
Pacu dasi a lus rilosis,
ya Chapas a lus caldeirus;
il Gallegu anda al brixel,
ya Antunón cun parideirus.
Il Manolu qui numbrei,
ya qui tous cunucéis bien,
tien más dineiru qui pesa
(nin él sabi lu qui tien).
Quei ¿gustoubus el miou discursu?
¿Gustoubus il miou trabayu?
Pues impizai a aplaudir,
purqui marchu cumu un rayu.
Na calli di Arrastraculos,
baxandu pul calión,
ta Abiliu, la Cirvicera,
la Mirija ya Churianón.
Manuel tamién ta muy ricu,
ya Tiresa, si non tantu,
vivi cumu una marquesa
cun las rentas ya il istancu.

FIN

ESTHER
[seudónimo de José Mª Menéndez y
Meléndez de Arvas]

 

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N’acurdanza de Åke W:son Munthe

altEl pasado 20 de julio de 2012 el Tous pa Tous colocó en Cangas del Narcea una placa a la memoria de Åke W:son Munthe (1859 – 1933) en la casa donde se alojó este lingüista sueco en el verano de 1886. Munthe vino a nuestro concejo a estudiar la lengua asturiana y a recopilar cantos populares. El resultado de su estancia fueron dos estudios pioneros en Asturias y en España: uno sobre el dialecto occidental del asturiano, que fue el primer estudio dialectológico científico que se hizo en España, y otro sobre el folclore o «saber popular», una ciencia nueva que en Asturias casi no tenía cultivadores. La placa se colocó en la casa donde está el Café Madrid, en la calle Mayor.

A continuación publicamos la historia de la estancia de Munthe en Cangas del Narcea y su biografía.

Más información: MUNTHE, Åke W:son

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El lingüista sueco Åke W:son Munthe (1859 – 1933) en Cangas del Narcea, 1886

El lingüista sueco Åke W:son Munthe en Cangas del Narcea, 1886

Calle Mayor de Cangas del Narcea, a la izda. está la casa donde se hospedó Munthe en 1886. Fotografía de Modesto Morodo

En el mes de junio de 1886 llegó a la villa de Cangas del Narcea un sueco de 26 años, que se alojó en la fonda que Víctor de Llano acababa de inaugurar en el número 38 de la calle Mayor, donde actualmente está el Café Madrid. El joven se llamaba Åke W:son Munthe y había terminado hacia poco sus estudios de filología española y portuguesa en la Universidad de Upsala (Suecia).

El joven Munthe venía a esta zona de Asturias a recoger información sobre la lengua asturiana con el fin de emplearla para su tesis doctoral y también a recopilar cantos populares para un estudio sobre el folklore o “saber popular”. La razón de elegir el concejo de Cangas del Narcea nos la da él mismo en su libro Anotaciones sobre el habla popular en una zona del occidente de Asturias, editado en Upsala en 1887:

Durante un viaje de estudios a España el año pasado me detuve algunas semanas en Asturias con la idea de adquirir algún conocimiento sobre el dialecto asturiano, en parte recogiendo noticias sobre lo que se había escrito en la provincia sobre el mismo, y en parte, en lo posible, a través de mis propias observaciones. Lo primero aludido se logró en la capital de la provincia, Oviedo, aunque en manera alguna por completo, pues hasta el material impreso existente es muy difícil de conseguir. Cuando después, antes de organizar las propias observaciones, tuve que atenerme, por supuesto, a una zona delimitada, escogí, siguiendo el mapa, una comarca entre las montañas en la parte sudoccidental de la provincia. Di preferencia a esta parte occidental de Asturias porque sobre el dialecto de las partes central y oriental existían por lo menos algunas noticias y, por el contrario, sobre el dialecto occidental era casi todo desconocido hasta el momento.

 La casa donde se alojó Munthe era nueva y la fonda acababa de inaugurarse. La casa la había comprado en agosto de 1884 Víctor de Llano González, vecino de Ambasaguas, a Francisco Giménez Delgado, y en ese momento aun estaba en construcción el último piso. El edificio se había incendiado unos años antes y había quedado completamente destruido. La fonda de Víctor de Llano se inauguró el jueves 3 de junio de 1886, unos días antes de llegar Munthe a Cangas del Narcea; él, sin duda, fue uno de sus primeros clientes. En El Occidente de Asturias, del 1 de junio, se anuncia esta inauguración:

“El jueves próximo se inaugura en esta villa la fonda de D. Víctor de Llano. Situado el hermoso edificio en uno de los mejores puntos de la calle Mayor, con luces y vistas por sus cuatro costados, con habitaciones espaciosas, amuebladas con gusto y en las que nada se ha escaseado para facilitar comodidad á los huéspedes, viene á satisfacer la fonda una necesidad que se hacía sentir en esta población”.

Las expectativas de los redactaros se vieron cumplidas, y el 25 de junio se publica en el periódico la noticia siguiente:

“Muchos elogios hemos oído hacer á varias personas que se hospedaron en la nueva fonda abierta en esta villa, del desahogo de las habitaciones, de los muebles de las mismas, del buen servicio, de la limpieza y el aseo, de la abundancia y buen condimento de las comidas. Lo celebramos, porque así se conciliarán la conveniencia de los huéspedes y las utilidades de los dueños de la fonda”.

En 1886 vivía en la casa de Víctor de Llano una extensa familia: el dueño y su mujer Felipa Fernández, su hija Adela y el marido de esta: Venancio López Álvarez, natural de Monasterio de Hermo, y cinco hijos de este matrimonio; además de varias criadas y criados, entre ellas Antonia Coque, que llevaba un año trabajando en la casa, y que será una persona muy importante para el lingüista sueco.

En Cangas del Narcea, Munthe tuvo dos informantes principales, casi únicas: la mencionada Antonia Coque, nacida en 1865 en Pousada de Rengos, y Carmen González, de Vil.lauril de Bimeda; las dos tenían 20 años de edad. De ellas proceden la casi totalidad de los cantos populares que recogió y muchas de las palabras asturianas.

“Al principio, y casi la mitad del tiempo de mi corta estancia en la región –escribe Munthe en 1887-, me vi obligado por la lluvia incesante a permanecer en Cangas donde, sin embargo, buscaba ocasión de oír y hablar con gente de los parajes de los alrededores y así me entretuve especialmente con una joven del pueblo, de veinte años, Antonia Coque, de Posada, que servía en casa de mis anfitriones, por lo que más tarde en mis excursiones presté más atención a Villaoril que al citado pueblo”

Munthe visitó los pueblos de estas dos jóvenes y residió en ellos varios días, alojándose en las casas de sus familias. El día de San Juan de 1886 estaba en Pousada, pues cuenta que ese día los vecinos del pueblo esperaban “un gran clis (eclipse) en ocasión de que San Juan y Corpus caían ese año en el mismo día”. Asimismo, recopiló unos pocos cantos a “individuos de la familia de los amos de la casa canguesa donde vivía, y a un hermano y un cuñado de Carmen [González]”. Hizo una excursión al pueblo de Besullo y en la villa de Cangas acudía al mercado para escuchar hablar a la gente.

La estrecha relación que mantuvo Munthe con Antonia y Carmen, y su trabajo como lingüista y folclorista, la cuenta él mismo en su artículo Folkpoesi från Asturien (Poesía popular de Asturias), publicado en 1888:

“Mi pequeña colección [de cantos populares] proviene solamente de dos personas: dos mozas del pueblo; ambas de veinte años de edad, poco más o menos. Una de ellas, Antonia Coque, estaba sirviendo en la casa donde yo vivía en la villa de Cangas de Tineo, mi residencia durante el tiempo que estuve en la región; no hacía más de un año que había venido de Posada de Rengos, su lugar natal, y sin duda había traído de allí la mayor parte de su repertorio. La otra, Carmen González, vivía en el pequeño y primitivo pueblo de Villaoril de Bimeda, compuesto de solo nueve familias, y donde las chimeneas y las ventanas con cristales eran un lujo desconocido; pero donde, sin embargo, pasé una semana en alto grado interesante y agradable, viviendo en casa de la familia de Carmen.

Cuando preguntaba a las muchachas acerca de cantos populares, pretendían convencerme de que no sabían ni uno solo; pero cuando al fin conseguí romper su silencio, brotaron de su boca espontáneamente los cantos, especialmente cuando estábamos a solas. Sentado yo en el borde del fogón de la cocina ahumada de Cangas, y Antonia preparando en la caldera la comida de los cerdos, o limpiando y fregando, o peinando sus rizados cabellos negros, o cuando yo arriba en Villaoril ayudaba a Carmen a desmenuzar terrones en el pequeño y escarpado pedazo de campo, arriba en el monte, o la acompañaba a llevar el ganado a pastar a la sierra, o delante de la puerta de su casa, baja y con tejado de pizarra, en los ratos de ocio… no tenía traza de acabar su provisión de cantos y si hubiera podido permanecer allí más tiempo, hubiera seguramente multiplicado mi colección con solo transcribir los cantares que aquellas muchachas sabían”.

Munthe tuvo relación en Asturias con Fermín Canella, Leopoldo Alas “Clarín”, Teodoro Cuesta y, sobre todo, Braulio Vigón, y en Madrid, con Ramón Menéndez Pidal y Marcelino Menéndez y Pelayo.

Portada del estudio de Munthe sobre el habla popular en una zona del occidente de Asturias, editado en Upsala (Suecia) en 1887

La información recopilada por Munthe en Cangas del Narcea le sirvió para realizar dos estudios valiosísimos. El primero fue su tesis doctoral, que leyó en 1887 en la Universidad de Upsala con el título icon Anteckningar om folkmålet i en trakt av vestra Asturien (Anotaciones del habla popular en una zona del occidente de Asturias), y se publicó ese mismo año. Este estudio fue el primer trabajo científico sobre un dialecto que se realizó en España, y tuvo mucha difusión en los ámbitos académicos de España y Portugal, y en los relacionados con los estudios asturianos. Reseñas sobre este estudio aparecieron en diversas revistas, por ejemplo, Antonio Balbín de Unquera publicó una en la revista La España Regional, de Barcelona, que termina agradeciéndole a Munthe, “un sabio extranjero residente en los últimos confines de Europa”, que se haya fijado en un “dialecto de nuestras montañas, olvidado entre los españoles”, y Menendez y Pelayo le escribió a Gumersindo Laverde lo siguiente:

“Los suecos empiezan á dedicarse al estudio de nuestra literatura. Días pasados recibí el primer tomo de una edición que allí están haciendo de las obras inéditas de Juan de la Cueva, copiadas en Sevilla y ampliamente ilustradas por el Dr. Wulff. Y ahora acaba de imprimirse en Upsala un ensayo de gramática del Dialecto asturiano, hecho por el profesor Äke V: son Munthe, que el año pasado asistió á mi clase. Como no sé el sueco, apenas he entendido palabra de su folleto, pero á juzgar por las noticias bibliográficas que trae al principio, se conoce que el hombre ha estudiado con mucha conciencia el asunto” (Carta a Gumersindo Laverde, 19 de octubre de 1887).

Un siglo después de publicarse en Suecia, en 1988, la Biblioteca de Filoloxía Asturiana de la Universidá d’Uviéu editó la traducción española de este libro.

El segundo estudio fue Folkpoesi från Asturien (Poesía popular de Asturias), publicado en tres entregas en la revista Språkvetenskapliga Sällskapets i Upsala förhandlingar en 1888 y 1889. En él Munthe recopila y estudia romances, coplas o cantares, y canciones infantiles recogidas en Cangas del Narcea. Fue el primer estudio que se hizo en Cangas del Narcea de esta nueva ciencia denominada folklore, que había empezado a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XIX, y el segundo que se hacía en Asturias; el primero fue el «Folk-Lore de Proaza», de Eugenio de Olavarria y Huarte, publicado en 1884. Este segundo trabajo de Munthe también mereció el reconocimiento de los investigadores españoles, que destacaron el rigor con el que estaban recopilados los materiales folclóricos.

Biografía breve de Åke W:son Munthe

Åke W:son Munthe, en Landskrona (Suecia), hacia 1905. Fotografía de Anton Hagman (1854-1943)

Helge Åke Rudolf W:son (Wilhelmsson) Munthe fue un filólogo y pedagogo sueco, que nació el 7 de agosto de 1859 en Jönköping y murió en Estocolmo en 1933. En 1887 recibió el doctorado en español y portugués en la Universidad de Upsala. En 1890 fue nombrado director del Frans Schartaus Praktiska Handelsinstitut [Instituto de Comercio Práctico Frans Schartau] en Estocolmo. Durante 1905 y 1906 participó en varias comisiones para viajar por Europa y América y estudiar la enseñanza superior de negocios y comercio. A partir de 1908 fue miembro de Handelsundervisningskommittén [Comité de la Enseñanza de Comercio], y entre 1910 y 1918 ocupó la presidencia de este Comité. En 1896 fue fundador de Nyfilologiska sällskapet [Asociación de la Nueva Filología] de Estocolmo y hasta 1916 fue su presidente.

En la obra de Munthe destacan su tesis doctoral, Anteckningar om folkmålet i en trakt av vestra Asturien [Anotaciones del habla popular en un área del oeste de Asturias], leída en 1887, que fue la primera investigación científica de un dialecto del español moderno; Folkpoesi från Asturien [Poesía popular de Asturias] (1888-89); “Composés espagnols du type aliabierto” y “Romance de la tierra. Chanson populaire asturianne”, en la que publica una larga composición que le envió Braulio Vigón y que este recogió en Gobiendes, Colunga (1889 en Recueil de mémoires philologiques presenté a M. Gaston Paris par ses éleves suédois); Kortfattad spansk språklära [Breve gramática española] (1919); Spansk läsebok [Libro de textos de español] (1920), además de artículos científicos sobre la historia de la lengua española. También publicó investigaciones acerca de expresiones y usos curiosos en el sueco moderno (aparecieron en la publicación Studier [Estudios] de la Asociación de la Nueva Filología, volumen II 1901, y III 1908). Fue traductor de obras de teatro españolas, como Järn och blod [El hijo de hierro y el hijo de carne] y En kritikers debut [Un crítico incipiente], de José Echegaray (Madrid, 1832-1916), que fue Premio Nobel de Literatura en 1904.

Fuentes:

  • Nordisk Familjebok [Enciclopedia de la Familia Nórdica], Stockholm: Nordisk Familjeboks Förlag Idun, 1913-1925, y el catálogo de la Kungliga Biblioteket [Biblioteca Real] Estocolmo, Suecia (www.libris.kb.se).
  • Nuestro agradecimiento a María Nilsson por la traducción del sueco y por habernos enviado el retrato fotográfico de Munthe.

L´embusteru ya´l gatu

o4 – L´EMBUSTERU YA´L GATU



Uno qu’iba a pretender ya l.levaba outru d embusteru, y’hala, entróu nuna casa, entróu na casa qu’iba a pretender, ya resulta que puxénon-l.lys de comer, ya entonces…, puxénon-l.lys de comer ya…, cuando taban comiendo, pasóu un gatu, ya pasóu así por ente los pías del embusteru. Ya él contóu qu’era l’outru, que-l.ly daba señas ya dejóu de comer, y’hala, nun comía, él dejóu de comer y’hala. Ya entonces cuando marchóu, cuando salienon pa fuera, pues díxo-l.ly’l qu’iba a cortejar:
— iOye! ¿Pero tú cómo dejeste de comer, ho?
 
Diz él:
— ¡Coñu! ¿Nun me diste tú señas, ho?, ¿nun me toqueste no pie que nun comiera, que dejara de comer?
 
Diz él:
— iHombre, hombre!, foi el gatu, foi el gatu que pasóu por delante los mious pías, ya claro, pasóu por delante los tous, ya conteste qu’era… qu’era…
 
— Mecagon diez con la fame que you tenía…
 
Ya dicía… sí …. pues mira.
 
Y’acabóuse. Nun hai más.

Ánxeles custodios

Dalgunos alumnos del Institutu de Cangas del Narcea que facían la ruta de Soutu la Barca nos primeros años setenta. Foto: Javier García

Lo que podía ser un grave accidente de coche, resuélvenlu de manera inesperada unos escolinos camín del institutu

Por Antón García en La Nueva Quintana (LNE)

A les nueve menos cuartu de la mañana la carretera que llevaba a Cangas víase blanca. Aquella nueche de xineru cayera una xelada que dexara escarchaos los árboles, les mates, les sebes y l’asfaltu. L’autobús, un Pegaso enllenu d’estudiantes, avanzaba despaciu, como si unes manes invisibles fueren delantre tantiguando’l terrén. Nun había plaques de xelu, anque nun se podía ún esfotar no que se topara na curva siguiente. Los que diben falando nun llevantaben muncho la voz. El viaxe de vuelta, a la tarde, solía ser ruidosu, cola xente de pies pel pasiellu o arrodiyaos nos asientos pa charrar colos d’atrás.

Un día que volvíemos n’animada parola, al llegar a les curves de La Paloma, ente Pilotuertu y La Florida, desapareció Andrés Vence de xunto a nós como si unos extraterrestres lu abducieren (palabra que daquella desconocíemos) o como si lu llevara’l sumiciu: la puerta na que diba respaldáu, de pesllera manual, abrióse al tomar una curva, botólu fuera, y volvió a zarrase tan rápido que nun nos dio tiempu a echalu de menos. Por suerte Arturo, que lu tenía delantre les narices, reparó en que yá nun taba y dio la voz d’alarma. Los que viaxaben atrás dixeron entós qu’acababen de ver pasar dalgo pel aire. L’autobús paró, y toos pudimos endilgar allalantrones, na última curva, al probe Andrés tiráu en suelu, qu’aterrizara na cuneta. Quitando’l sustu, nun-y pasara nada.

Tovía vivía Franco, eso seguro, y faltaríen-y dos o tres años pa morrer. Díbemos a estudiar a Cangas. Non al conventu Courias, sinón al institutu, que taba na Veiga, xunto al mercáu; ente’l cuartel de la Guardia Civil, la casa socorru y la báscula. Nun sé por qué díbemos a Cangas, porque Soutu la Barca pertenez a Tinéu y esta villa quedábanos a la mitá’l camín. Pero daquella nun taba organizáu’l tresporte escolar, y yera la empresa que tenía la central térmica, Unión Eléctrica Madrileña, la que nos ponía un autobús d’Alsa pa dir y venir de Soutu a Cangas. A los de Tuña, dos o tres nenos fíos de «productores» que teníemos que facer cuatro kilómetros más de viaxe, venía buscanos un coche d’empresa cada día pela mañana, y a devolvenos, de parte tarde. Per bien de tiempu foi un Dodge que conducíen Quildán, Mino o José’l de Calabazos.

Yá en Soutu garrábamos l’autubús, a veces onde tuvo la bolera (nel solar de lo qu’enantes foran los bares de casa Jorge y de Peliz), a vegaes arriba, nel Pobláu. La empresa arrasara’l vieyu Soutu medieval y llabrador pa construir la central térmica, llevantando na rimada’l monte un pueblu nuevu y artificial con dos barrios estremaos y profundamente clasistes: los Bloques, abaxo, que yeren pisos pa los obreros, y el Pobláu, arriba, xalés p’alministrativos y oficinistes. Les cases enllenárense de xente de fuera d’Asturies, gallegos, castellanos, estremeños, lleoneses y munchos senabreses, abondos cola ferida de Ribellagu (Ribadelago de Franco se llamaba oficialmente, un pueblu arrasáu al reventar la muria d’un embalse) tovía fresca.

Pero aquel día fríu, de la que díbemos pa clase, tan ceu, yera ún d’esos nos que nun había munches ganes de falar y a lo más que se llegaba yera a que los futboleros repasaren los resultaos del domingo, porque yera llunes. Entamóse una parolada, pero de sópitu, enantes de qu’acabara, toos callaron. Una moza dixo que pasara un ánxel. Sentíase’l runfíu del motor. Díbemos arrebuyaos nos abrigos, porque la calefacción del autocar empezaba a dar calor cuando yá llegábemos a destín.

Naide acabara de despertar ainda. El coche yera un espaciu mixtu, que compartíemos rapazos y rapaces d’ente doce a dieciocho años. Tenía importancia la conxuntura d’edaes y de xéneros, porque la enseñanza daquella taba rigurosamente separada por sexos y los sitios d’atopada o de convivencia habitual ente nenos y nenes yeren escasos y había que los aprovechar. Yera lo que facíen los mayores, mozos y moces, que se sentaben p’atrás y cortexaben como podíen.

Alcuérdome bien de los cardaos de dalgunes d’estes rapaces, melenes alleonaes enllenes de laca, de les maxi-botes con tacones de plataforma y de les minifaldes. Otres empezaben a participar na so particular revolución sexual y diben ensin sostén y con botes camperes. Nun puedo asegurar si dalguna diba o non ensin bragues. Los más pequeños, que nos sentábemos p’alantre por imperativu de los mayores, limitábemonos a tomar nota. Amás de los guajes de Tuña y de Soutu, l’autobús diba recoyendo xente pela carretera: Pousada, Pilotuertu, Xavita, Ounón, Tebongu, San Pedru, Courias…

Naquellos años nun había munchos coches circulando, si acasu los camiones qu’acarretaben carbón de les mines de Cangas pa la térmica de Soutu o los coches «de llinia», tamién d’Alsa, que facíen rutes regulares de viaxeros. Pero a aquella hora tan temprana, cola xelada enriba, tovía había menos tránsitu qu’otres vegaes. Yá pasáremos Tebongu, y tábemos llegando a la Ponte l’Infiernu, esa parte de la carretera na que’l valle estrecha, les curves fainse más zarraes y el Narcea queda abaxo, cortáu a picu. El ríu baxaba de baramonte, porque taba siendo un hibierno de muncha agua y abondu fríu. Nun sé si esa parte del camín se llama El Rachón, pero sé que queda al pie d’El Puelu y que ye una zona abesida.

Díbemos tovía más despaciu, mirando maraviaos los cristales de xelu qu’anubríen les cañes de los árboles y les paredes de los sucos, cuando un coche escuru y grande asomó rápido como un rellampu na curva de delantre y vímoslu facer un remosquete, como si nun esperara un autobús ellí y s’asustara. Nosotros paramos de sutaque, arimaos a la drecha, pegaos al sucu, ensin problema, y la caterva guajes que viaxábemos llevantamos el culu y la cabeza pa ver qué pasaba. El nuesu xofer echó’l frenu mano mientres soltaba un cagamentu y se tiraba fuera del coche. Na carretera, al llau del autocar escolar, un impresionante Chevrolet Impala negru, brillante, matrícula de Madrid ochocientos y picu mil, banciaba peligrosamente sobre’l ríu: les dos ruedes de la esquierda nel asfaltu, les dos de la drecha nel aire, sobre’l Narcea. El que conducía, poco dueitu, pisara’l frenu al ver l’autobús y el coche esguilara na carretera xilada, estrechina, y quedara como pensando si siguir viaxe o si dexase cayer pal ríu.

Los que primero reaccionaron fueron los mayores, que siguieron los pasos del nuesu xofer: abrieron les puertes del autobús y salieron atropellándose unos a otros. Detrás fuimos tolos nenos, más grandes y más pequeños. Les moces non, quedaron toes dientro, mirando a través de los cristales. Cuando nos averamos al Chevi, que ye como-y dicíen a aquella marca d’automóviles americanos los que la conocíen, pudimos ver el miedu instaláu dientro del coche. Dende la mio perspectiva de nenu de doce años, dos homes mayores, bastante vieyos, taben sentaos alantre, con traxes y corbates. Dos muyeres mayores, vieyes tamién, mui puestes, diben atrás, maquillaes y rubies, enxoyaes con collares de perles, pulseres d’oru, pendientes grandes y guapos y abrigos de pelleya caro.

Dalguién d’ente nós mandó a voces qu’echáramos mano al coche, y toos garramos per onde había sitiu. Cuando yá nun había onde poner la mano, enganchamos pela ropa al guaje que teníamos delantre. Quiciabes el mesmu que diera la voz abrió la puerta del conductor y mandó-yos que fueren saliendo. Sentimos que de dientro’l coche s’arramaba un arrecendor curiosu, una mecedura de los puros que debíen fumar los homes y del perfume delicioso qu’usaríen les muyeres. Pero dientro d’aquel Impala naide se movía, los cuatro pasaxeros taben paralizaos pol miedu, y los dos que quedaben pal llau del ríu, igual un matrimoniu, miraben de rebisgu, ensin atrevese a volver del too la cabeza, p’aquella agua que corría brava cuatro o cinco metros per baxo d’ellos. Volvieron a pidi-yos que salieren, pero tampoco dientro del coche hubo reacción nenguna. Taben mudos y blancos, la vista perdida al frente.

Entós sentí que la puerta que dalguién abriera volvía a pesllase, sentí la mesma voz mandando agora que tiráramos, primero de delantre, y como si fuera una maniobra habitual vi cómo’l Chevrolet Impala negru, con un par de llinies horizontales blanques y matrícula de Madrid, se llevantaba un poco pel aire, pordicir que nada, y nun par de tirones posaba les dos ruedes de delantre nel asfaltu. «Agora detrás», dixo otra vuelta la mesma voz, y un montón de manes xuveniles garraes a la defensa, a los baxos, a la rodera, a les maniyes… tiró a la vez y el coche, n’otros tres ximielgones, quedó posáu mansamente na carretera, como si nunca pasara nada, aviáu pa siguir un viaxe que parecía llevar lloñe a aquella xente.

El nuesu conductor abrió la puerta del Chevi y el golor dulce del so interior volvió a arrodianos. Sorrió a aquelles cares pálides y asustaes de los viaxeros, díxo-yos: «Ide polo briao» y zarró ensin qu’ellos gurgutaren palabra, ensin que miraren pa nós siquiera. Aquella caterva nenos volvimos estropiellaos a subir al autocar, corrimos a sentanos nos mesmos sitios qu’acabábamos de dexar y a atotanos na ropa d’abrigu. El Chevi continuaba quietu nel sitiu que lu dexáramos, onde los pasaxeros siguíen mirando al frente, como si volver la cabeza fuera a desequilibrar el coche y facelu apilar.

L’autocar arrancó. Namás perdiéramos dos o tres minutos, nin tan siquiera llegamos tarde a clase. Naide comentó nada. El restu del viaxe ficímoslu callaos, como si pasara un ánxel. Como si acabaren de pasar unes docenes d’ellos.

Composiciones en dialecto vaquero (1883)

Las «Composiciones en dialecto vaquero», escritas por José María Flórez, fue el primer libro que se imprimió en Cangas del Narcea. 

Esta publicación que está disponible en nuestra web y puede consultarse en la Biblioteca Digital Canguesa del Tous pa Tous, es la primera edición de las “Composiciones en dialecto vaquero”, escritas por José María Flórez y González y editadas por la Imprenta de El Occidente de Asturias en 1883. Las mismas “composiciones” y algunas más volverán a publicarse en Vicalvaro (Madrid) en 1923, en Cangas del Narcea por Árbas Ediciones en 1989 y en Oviedo por la Academia de la Llingua Asturiana en 2006. Estas “composiciones” son la mejor muestra de la literatura costumbrista escrita en asturiano occidental.

El autor nació en Cangas del Narcea en 1830 y murió en Oviedo en 1890. Fue maestro y director de la Escuela Normal de Oviedo desde 1879 hasta su fallecimiento. Aficionado a la arqueología y la historia del arte, fue el primero que excavó el castro de Coaña y también el primero que publicó las pinturas de la iglesia prerrománica de Santullano de los Prados (Oviedo). Perteneció a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Asturias y a la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias. Su interés por los vaqueiros de alzada, por su lengua y sus costumbres, le valió el sobrenombre de “el cantor de las brañas”. En las escuelas públicas de Cangas del Narcea hay una placa de bronce hecha en 1919 en homenaje a su memoria.

Este libro es la primera publicación que se imprimió en Cangas del Narcea, donde la imprenta se había instalado un año antes con el fin de editar el periódico El Occidente de Asturias y realizar impresos para la administración y los comercios que estaban comenzando a progresar en la villa. Es un libro rarísimo. El ejemplar que presentamos pertenece a los fondos de la Comisión de Monumentos de Asturias, que hoy están en la biblioteca del Museo Arqueológico de Asturias, y es el único ejemplar que existe en una biblioteca pública española.

El gaitero y los lobos

Lugar: Defradas de las Montañas, Cangas del Narcea (1998)

Informante: José Flórez Campo, 66 años.

Recopilador: Jesús Suárez López / Fecha: 11 de octubre de 1998.

 
Un vecín de aquí del pueblo, de la casa del Marqués, que taba na braña y fuera de noche pa con una moza pa l´outra braña de Veiga d´Hórreu. Y estonces vinía así sobre la mañana, claro, tenía que venir pa la cabaña d´él pa saca´l ganáu. Estonces saliénu-y los lobos n´una regueirina que hay, ya nu era quien a defendese d´ellos. Y él tenía una gaita. Ya estonces pues pelió ya pelió con los lobos pero ya se apoderaban d´él. Ya en una d´esas, pues llevaba la gaita debajo´l brazo y apretóula, ya sonóu. Estós el lobo pegóu un salto p´atrás.
 
Diz él:
 
—¡Oi, tienen miedo a la gaita!
 
Ya estós empizó a tocar la gaita ya marcharon los lobos. Ya [a ese lugar] tovía y-quedó el nombre de La Fuente de Marqués, tovía y-llaman hoy la Fuente de Marqués, que el paisano era de la casa de Marqués. Ya el nombre que-y quedóu pa siempre: la Fuente Marqués.

Bibliografía: Jesús Suárez López, Cuentos del Siglo de Oro en la tradición oral de Asturias (Gijón: Museo del Pueblo de Asturias, 1998), pág. 74.

El fichu bendición

Con este primer monográfico y gracias a la cortesía y colaboración del socio Ignacio Martínez Alonso más conocido como Naciu ‘i Riguilón iniciamos la serie Hestorias ya Cuentos de Tradición Oral. Rosabra.
A más de cuentos de l.lobos ya rapiegas ya hestorias de xastres, pousadeiros ya emigrantes, pueden alcontrase muitas de las características l.lingüísticas propias de la zona suroccidental d´Asturias na fala de Rosabra Riguilón, natural del pueblu de Mual, del concechu de Cangas del Narcea.
Grabaciones feitas pol sou nietu Naciu ‘i Riguilón nel añu 1987.
 
01 – EL FICHU BENDICIÓN


Yera uno que marchara pa Buenos Aires, un vecinu ¿eh?. Ya espuéis, d’al.lí a unos días, d’al.lí a una temporada pos foi outru… vecinu d´él ya encontránonse na calle. Entonces dixo-l.ly’l que taba en Buenos Aires:
— ¡coñu! ¿tú por eiquí ho? 
 
Diz él :
— Sí.
— ¿Entonces hai algo de nuevo?
— No, no, vengo a dar una vuelta.
— Bueno. ¿Entonces cuándo marchas? ¿Pa cuántos días vienes?
— No, no, marcho mañana yá. Hala … Pues…
— ¿Sabes que voi date cinco duros pa que-l.ly los días a miou fichu?
— iA miou padre ho!
— A miou padre, coñu. ¡Cagon la puta!
— Bueno.
 
Hala. Diu-l.ly los cinco duros. Marchóu…, marchóu aquel outru, marchóu pa casa ya resulta que cuando… cerca del pueblu, pues taba el padre d ‘aquel outru, l.labrando nun curtinal, con unos bueis ya dixo él:
 
— ¡Oiga, mandóume el sou fichu recuerdos!
— Anda buei anda, que you con recuerdos nun como. Hala chou andar conos bueis outra vez, ya… volvíu a deci-l.ly:
— ¡Oiga mandóume el sou fichu cinco duros! – ¡Güoo… ! Plantóu la guichada no riego ya diz él:
— Yas sabía you qu’el miou fichu yera fichu bendición.
— ¡Así eh!
— ¡Así sí eh!
— Ese dicho ta bien dicho.

La borracha

02 – LA BORRACHA



Era un matrimonio que a los dos-l.lys gustaba el vinu. Ya dixo él, pa entre él:
 
— ¿cómo voy a fer, cómo fairéi pa… pa ver si…, quita-l.ly… pa que nun beba tanto vinu?
 
Diz él:
—Voi a fe-l.ly, a deci-l.ly que-l.ly compro un refajo.
— ¡Pues muyer, pues muyer, compraréite un refajo!
— ¿Un refajo o refaxu?
— Un refajo.
 
Entonces decía el.la:
— Non marido, non, que’l refaxu me fái pendaxu.
— Pues muyer, pues muyer, compraréite una saya.
— Non, marido, non que la saya fai pendaya.
— Pues muyer, pues muyer, compraréite un mandil.
— Non, marido, non, que’l mandil me fai pendil.
 
Ya nun había cosa que-l.ly quitara el vicio,y a entonces dixo él:
— Pues muyer, pues muyer, compraréite una potra.
— Sí, marido, sí, que la potra trai la bota. Con el vinu sano you, marido, con el agua me pongo más mala.
 
— ¡Eran buenos los dos! ¿eh?
— Sí. Y’acabóuse.

Cagar no capachu

03 – CAGAR NO CAPACHU



Uno que foi a Madrí ya l.levaba un capachu ya un cayáu.
 
— Ya entonces encontróuse con un amigu qu´había al.lí, en Madrí. Había tiempu que taba al.lí
— ¡Coñu! ¿Tas por aiquí?
— Sí.
— ¿Entós qué traes de nuevo?
— Nada. Por ahí a dar un paseo.
 
Bueno. Desque fonon más p ‘allá, un pedazo, así nuna esquina, pues dixo él:
 
— iOye! ¿sabes que tengo ganas de… -¿digo de baxá’l pantalón?-
— Ustéd dígalo como sepa.
— Sabes que tengo ganas de baxá’l pantalón.
— De cagar. Tenía ganas de cagar. ¿eh?
— Eso.
— Aiquí nun puede ser, hombre!
 
Era naquel.los tiempos que nun había vates polas esquinas, por… siempre hai, ¿eh? ¿nun hai? Ahora sí, pero antes nun había tantos, había tantos años.
 
— ¡Mecagon diez, chachu! iYou, you tengo una gana cagar que nun m’aguanto!.
 
Díxo-l.ly l’outru que taba’n Madrí había tiempu:
 
— ¡Oye! ¿Sabes lo que tienes que fer? iCaga no capachu, coñu! Caga no capachu y’hala. Después pones un papel por encima, ya póneslo al hombro, pones el cayáu así al hombro y´hala, hala. Cuando andes un puocu más p´allá va salite una señorita pol balcón. Ha preguntate qué llevas.
 
Y´hala, así fixo. Desque fonon un poucu más p´allá, saliú una señorita por un balcón, ya di:
 
— ¡Oiga, oiga! ¿Qué lleva?
— Llevo güevos.
— ¿Tan frescos?
— Sí, sí, frescos del día.
 
Hala baxóu mui escocada prií pa baxo, ya quitóu´l papel qu´había por encima, ya metíu la mano… ¡Hooiiii…! Sacudíula…
 
— Sacóu aquel.la guldrapada ¿eh?
— Púxose él perdíu, ya los que taban al lau d´él igual.
— ¡Oi, sinvergüenza, eres un sinvergüenza, ahora mismo voi a la comisaría…!
 
Ya, ya, bueno…, mientras qu´el.la marchóu a… ahí, él marchóu ya tovía nun lo vi you a estas horas…
 
Y´hala, acabóuse.