De ferias y mercados en Cangas del Narcea
Hasta fines del siglo XIX toda la actividad comercial del medio rural giraba alrededor de los mercados y las ferias. Los comercios comenzaron a establecerse en las villas en ese momento y su desarrollo ira haciendo perder protagonismo a aquellos.
Los mercados eran semanales, se habían instaurado en las villas asturianas desde su fundación en los siglos XIII y XIV y en ellos se concentraba el comercio de su entorno inmediato. En Cangas del Narcea, el mercado se celebra desde esas centurias todos los sábados del año. Hasta 1805 se hacia delante del palacio del conde de Toreno, por eso a esa plaza la seguimos llamando el Mercao, pero en esa fecha se trasladó a la Plaza Mayor.
Las ferias tenían un rango económico muy superior a los mercados y eran reuniones anuales de mercaderes que se trasladaban desde muy lejos; gozaban de un privilegio real y su radio de acción era más grande. En la Edad Media solo existían en Asturias tres ferias, que se celebraban en Oviedo, Llanes y Cangas del Narcea, hecho que denota el rango que tenía nuestra villa en aquel tiempo.
Hoy, las ferias y mercados están de capa caída. Las primeras solo se reducen a la venta de ganado y no tienen la incidencia económica y social que tenían antiguamente. En la Edad Media, la feria de Cangas se realizaba durante la Pascua de Pentecostés, duraba quince días y venía gente de Laciana, El Bierzo, Valdés, Castropol, Navia, etc. Esta feria es la que aún se sigue celebrando en esas fechas y se conoce como la Feriona. De todo esto nos habla el historiador Juan Uría Maqua en su artículo “Una feria asturiana en la Edad Media: la de Cangas del Narcea”, publicado en el número 8 de la revista Asturiensia medievalia, y que puede consultarse en nuestra Biblioteca Canguesa.
El mercado semanal de hoy día tampoco es el mercado de un sábado a comienzos del siglo XX y su importancia económica es mucho más pequeña. Para conocer como era aquel mercado reproducimos a continuación un artículo publicado el 26 de diciembre de 1908 en la portada del periódico local El Narcea. Aquella sociedad de hace algo más de cien años era muy diferente a la actual y allí se reunían oficios, animales y productos que en el presente han desparecido completamente de nuestro mercado.
NUESTROS DÍAS DE MERCADO
Aunque en Cangas los días de mercado no son días de fiesta, como sucede en otras partes, porque aquí el mercado se celebra el sábado, y dos días seguidos de fiesta llegarían a cansar, sin embargo, estos días resultan muy animados entre nosotros, y acaso más que en otras muchas villas por la concurrencia, ya no digamos excesiva ni grande, sino variada de las personas que nos visitan y de los productos que traen a la venta.
Sabido es que lo que más abunda esos días son las reses vacunas de los concejos de Tineo, Allande y este concejo, viéndose también ganado mular, caballar, asnal y de cerda de los lugares citados. De Ibias y Degaña, cuando los puertos están francos, también suelen concurrir a nuestro mercado con esos animales. Y, aunque no en todos, en algunos se ven también cabras y ovejas.
De Ponferrada, Toreno y Laceana, que son de la provincia de León, cuando el puerto Leitariegos y algún otro alto no están cubiertos de nieve, nos traen: de Ponferrada, pimientos, cebollas, ajos, cebada y centeno; de Toreno, garbanzos y lentejas, y de Laceana, patatas, trigo y centeno.
De los distintos pueblos de este concejo nos traen esos días todos los productos citados y otros muchos, tales como tomates, habas, judías, guisantes, castañas, nueces, avellanas, peras, manzanas, cerezas, higos, ciruelas y otras varias frutas –por supuesto, lo mismo de un lado que de otro, todo en su tiempo-, así como huevos, manteca, gallinas, pollos, perdices, quesos, natas, cestos, cestas, almadreñas, etcétera.
De Luarca y Cudillero nos suministran pescados de mar.
De nuestro vecino pueblo de Besullo, acuden al mercado con calderas, calderos, tambores para asar castañas, cazos, cacillas, ruedas de carro del país y toda clase de herramientas de campo, por supuesto todo fabricado en el citado pueblo, que es lo que mas admira, dado en donde está enclavado el pueblo de Besullo y por consiguiente lo difícil que es llegar a él con el hierro en bruto; pero esta consideración y otras muchas que pudiéramos hacer acerca de los honrados y valientes trabajadores de Besullo, las dejamos a cargo de nuestro colaborador D. Ambrosio Rodríguez…
Del partido de Sierra, que también merece punto y aparte, nos visitan los sábados los alfareros y alfareras de aquellos pueblos con toda clase de vasijas de barro, como tazas, cazuelas, jarros, jarrones, pucheros, platos, etcétera, industria ésta que, aunque montada como en los primitivos tiempos, es de suma importancia para este país, más que nada por lo barato que resulta toda mercancía que no paga porte alguno.
De otros pueblos, como Besullo, las Fraguas de Castanedo, etcétera, vienen con navajas, cuchillos, tijeras, hoces, etcétera, todo fabricado allí, que es también otra industria muy respetable para este concejo, por lo fuertes y adecuadas que resultan para los distintos trabajos todas estas herramientas.
Tampoco falta en nuestros mercados el lino y el cáñamo, comercio exclusivo de los vaqueros que viven en las montañas de Luarca.
Otras muchas cosas dejamos por apuntar, que también son causa de atraer gente a Cangas los sábados, como son la lana hilada y la tejida, hecha mantas y en rollo, una para la venta y otra para que los mazos de Besullo y la Pesonera de Abanceña sienten bien el tejido, a la vez que limpian y lavan las telas.
Por todo lo que precede puede juzgarse sin temor a padecer equivocación, que nuestros mercados son los más concurridos, animados y variados de toda España.
El foto-grabado que va al frente de las presentes líneas, representa la plaza Mayor y parte de la Oliva, que es el punto en donde los días de feria y de mercado se venden las frutas, los granos, la manteca, etcétera, y todas las demás menudencias, así como el sitio preferido por los carboneros para vender carbones, los herreros sus clavos y los cacharreros sus cacharros.
(Publicado en El Narcea, nº 153, 26 de diciembre de 1908)