Entradas

Historia del «Registro del Monasterio de Corias (Siglo XIII)». Despedida de Cangas del Narcea en 1867

Hace unos días el «Tous pa Tous» donó a la biblioteca municipal de Cangas del Narcea el volumen segundo de El Libro Registro de Corias (Oviedo, IDEA, 1950), editado por Antonio C. Floriano, que recoge la transcripción del Registro del monasterio de Corias realizado en el siglo XIII. El Registro es una de las joyas del archivo de este monasterio que estuvo en Corias hasta 1835 y que actualmente está en la biblioteca del monasterio benedictino de Montserrat (Barcelona). Vamos a contar su historia, que no deja de ser una muestra más de la pérdida de patrimonio cultural que ha sufrido Cangas del Narcea en los últimos dos siglos.

  • 01 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
  • 02 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
  • 09 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
  • 11 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
  • 14 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
  • 17 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
  • 18 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
  • 20 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
  • 50 Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII
    Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787

 

El Registro del monasterio de Corias es un tomo de 101 folios de pergamino (28 x 19 cm) escrito en latín. Comenzó a redactarse en 1207 por el monje Gonzalo Juánez con el fin de dejar constancia de los bienes y derechos que el monasterio había adquirido desde su fundación en 1043 hasta ese año. La última adquisición registrada es de 1232. Además, la obra contiene un preámbulo en el que el autor cuenta las razones para hacer este registro y la historia de la fundación del monasterio, y concluye con noticias de la vida y actividad de los ocho primeros abades de Corias.

Este manuscrito es una valiosísima fuente de información para conocer la formación del dominio del monasterio de Corias, que fue el mayor hacendado de Asturias, y la historia del occidente de Asturias en la Edad Media. Ha sido transcrito y editado en dos ocasiones: la primera por Antonio C. Floriano en 1950, que ya hemos citado, y la segunda en 2000 por Alfonso García Leal, El Registro de Corias (Oviedo, RIDEA). Sobre este Registro es interesante leer también el estudio de María Elida García García, San Juan Bautista de Corias. Historia de un señorío monástico asturiano, siglos X-XV (Oviedo, Universidad de Oviedo, 1980), que analiza pormenorizadamente esta fuente de estudio.

En 1835, durante la Desamortización de Mendizábal, cuando el Estado incautó todas las propiedades monásticas y expulsó a los monjes de sus casas, el voluminoso archivo del monasterio de Corias fue trasladado a la Delegación de Hacienda de Oviedo con el fin de tener información sobre sus fincas y rentas para proceder a su venta. Después se llevó a Madrid, a la Real Academia de la Historia y, por último, a partir de 1866, ingresó en el Archivo Histórico Nacional (Sección de Clero) donde permanece actualmente. Está formado por 57 legajos de escrituras, siete carpetas de pergaminos y 53 libros de ejecutorias, cobros, ventas, apeos, etc.

Sin embargo, no toda la documentación de este monasterio llegó al Archivo Histórico Nacional. Alguna nunca salió del propio monasterio, probablemente porque fue ocultada por los benedictinos; esta documentación, formada por 80 libros de propiedades y cobradores de rentas, pasó a manos de los dominicos cuando en 1860 se establecieron en el monasterio y desde 2002 está en el Archivo Histórico de Asturias (puede verse su inventario en la web Archivos de Asturias). También sabemos que alguna documentación de Corias que estuvo en la Delegación de Hacienda de Oviedo, nunca ingresó en el Archivo Histórico Nacional. Por último, una parte del archivo fue retirada y escondida por el fraile Clemente Quiñones, movido por su celo de monje benedictino y su oposición a la desamortización. Esta documentación quedó en la villa de Cangas del Narcea. Que sepamos tenía en su poder unos apeos o deslindes de fincas, una «Tabla de arrendamientos» del siglo XVIII, y el Registro de Corias del siglo XIII, así como un índice de este registro de 31 hojas realizado en 1710 para facilitar la búsqueda de bienes («Tabla del tumbo de el monasterio de Corias»).

Índice del «Registro de Corias», 1710. Biblioteca del monasterio de Montserrat (Barcelona), ms. 788

Quiñones, después de la expulsión de los monjes, se quedó a vivir en la villa de Cangas del Narcea donde residía una sobrina casada con el comerciante Manuel Uría y un sobrino llamado Claudio. Como exclaustrado cobraba una pequeña pensión del Gobierno, y se ganaba la vida como administrador de los bienes del conde de Peñalba en el concejo de Cangas del Narcea, y también haciendo particiones de herencias, prestamos de dinero, ganado en aparcería, cultivo de una viña y producción de vino, etc. Falleció con posterioridad a 1883.

El 4 de enero de 1867 envió el Registro de Corias por correo certificado al monasterio de Montserrat. El envío le costó 42 reales, que le pareció «carito». El paquete fue a nombre del rector de Esparraguera para entregar al abad de Montserrat. Esta abadía catalana también había sido desamortizada en 1835, pero en 1844 fue devuelta a los benedictinos.

Durante 32 años, Clemente Quiñones tuvo en su poder el Registro de Corias. Para él era algo más que una fuente histórica, era un símbolo de su antiguo y poderoso monasterio benedictino, y es probable que le diese muchas vueltas a la cabeza hasta tomar una decisión sobre que hacer con aquel libro. El monasterio de Corias no se vendió a un particular, ni se destruyó como les sucedió a otros. Al contrario, en 1860, el Estado se lo entregó a los dominicos con lo cual volvió a la vida religiosa. Pero Quiñones fue más fiel a la orden que al edificio y la tierra, y decidió poner a salvo su «tesoro» en un cenobio de hermanos benedictinos.

En aquel paquete certificado que envió a Montserrat iban el Registro, el índice realizado en 1710, una carta dirigida al abad y un poema de despedida escrito por el mismo Quiñones.

La carta dice:

Cangas de Tineo, enero 4 de 1867

R.P. Abad

  Muy apreciable señor, recibí la de V. P. sin retraso y veo por ella la buena acogida que tiene en ese monasterio el Libro Becerro de nuestro monasterio de Corias, por cuyo beneficio viviré siempre agradecido a V. P.
  Con esta fecha sale por correos dicho libro lacrado y certificado, le ruego me avise de su recibo. Su dirección lo es a Esparraguera al R. S. Rector para entregar en Montserrat.
  Como de este punto a León, donde hay vía férrea, distan 22 leguas y no tener en aquel punto conocimientos ningunos, tuve que valerme de Correos, a la verdad que es carito.
  Dispénseme lo mal escrito y demás que sale el correo. Con recados a esos R. P. y quedando suyo siempre este Q. B. S. M.

Fray Clemente Quiñones

Tengo varios apeos, pero se irán remitiendo poco a poco.

 

La despedida escrita por Clemente Quiñones es la siguiente:

Despedida del Becerro
4 de enero de 1867

Corre pergamino por valles y selvas.
Deja las Asturias, deja sus riberas.
Deja luego a Cangas, deja sus riquezas.
Huye del Nalón y deja el Narcea.
No bebas las aguas del río Perpera[1].
Deja el río Luna[2] y vete a la Sierra.
Sube a Cataluña, recógete en ella.
Entra en Montserrat y haz vida perfecta.
Y dile al abad que mil parabienes a él le desean.
Que vas como Rey siguiendo la Estrella.
Dirás a los monjes que el cielo prevea
de tantas desdichas como nos rodean.
Dirás a los legos, si alguno allí hubiera,
que no desconfíen en buscar la Estrella,
porque es poderoso el que así lo ordena.

Adiós pergamino hermoso.
Adiós conde D. Piñolo,
que tus bienes los robaron
el soberbio y el coloso.

[1] Nombre antiguo del actual río del Couto; queda como testimonio de aquel río Perpera el nombre del pueblo de Veigaperpera / Vegaperpera.
[2] Aunque Quiñones escribe Luna, tal vez se refiera al río Luiña.

«Despedida del Becerro», poema de Clemente Quiñones, 1867. Está pegado en el folio 3 de la tabla o índice del Registro de Corias, 1710. Biblioteca del monasterio de Montserrat, ms. 788

Una semana después de enviar el Registro de Corias a Montserrat, Quiñones debió sentir nostalgia por su ausencia, que había estado más de seiscientos años en Corias y más de treinta años con él, y escribió otra despedida que hemos hallado en la colección documental de José Luis Ferreiro Blanco:

Despedida del pergamino
en el día 11 de enero del mismo año de 1867

Si de Asturias te ausentaste,
pergamino muy alegre,
y los puertos y los túneles
dejaste sin nadie verte.
No te olvides de tu ayo
Clemente que bien te quiere,
y mira que por treinta años
se desveló por tu suerte.
Pide a la Hermosa Paloma
que de tu ayo se acuerde,
que me lleve en pos de sí
a lo largo de esa sierra,
donde en los agujeros hermosos,
que escondidos en la piedra,
se acuerde de este su siervo
que se quedó en la ribera
mirando el río de Luna,
el de Perpera y el Narcea.

 

alt

Los quintos de Cangas del Narcea en 1886

Recuperado el Libro del Reemplazo de ese año, que será entregado en las próximas semanas al Archivo Municipal de Cangas del Narcea.

alt

Soldados de Cangas del Narcea retratados en Corias, hacia 1927. Fotografía de Benjamín R. Membiela.

El socio del Tous pa Tous Eladio Regueral Martínez ha encontrado en su casa el Libro del Reemplazo de 1886 del concejo de Cangas del Narcea, en el que se recoge todo lo concerniente al llamamiento de mozos para el servicio militar obligatorio, cuya responsabilidad recaía en los ayuntamientos.

El servicio militar obligatorio se había establecido en España en 1835. En 1886 duraba tres años. Los ayuntamientos tenían encomendada por la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército el llamamiento de todos los varones de 19 años para el cumplimiento de ese servicio. La lista de los mozos se solicitaba a los alcaldes de barrio y a los curas párrocos, que la hacían a partir de los libros de bautizados. En la casa consistorial, ante una comisión integrada por representantes del municipio, dos médicos, un oficial del Ejército y un sargento tallador, se medía la estatura de los mozos y se presentaban las alegaciones para librarse de este servicio. Existían varias causas para no hacer la mili: no alcanzar la talla mínima exigida (1,50 metros), padecer alguna enfermedad o defecto físico y tener una situación familiar desfavorable: hijo de viuda, hijo de padre pobre e impedido, “hermano de soldado y mantener a su padre impedido y pobre”, etc. Cuando el joven no se presentaba, eran su padre o su madre quienes comunicaban a la comisión que su hijo había fallecido o residía fuera. Para avalar la situación familiar del mozo, este tenía que presentar dos testigos ajenos a la familia y un informe del párroco.

alt

Circular del alcalde de Cangas del Narcea solicitando al párroco y al alcalde de barrio de Larna la relación de mozos de la parroquia para el llamamiento al servicio militar, 20 de diciembre de 1919.

Toda esta información se recogía, año tras año, en unos libros que se conservaban en los archivos municipales y que son una fuente de información muy útil para conocer la vida de nuestros antepasados. Lamentablemente, en el Archivo Municipal de Cangas del Narcea solo se conserva un libro de esta clase del siglo XIX, el que corresponde al reemplazo de 1848, y los del siglo XX comienzan en 1918 y llegan hasta la desaparición del servicio militar obligatorio en 2001. Todos los libros que faltan, desde 1848 hasta 1918, fueron inexplicablemente tirados a la basura en los años sesenta del siglo XX, por orden de un secretario municipal, y eso, a pesar de que estos libros habían sido encuadernados a conciencia con el fin de perdurar en el tiempo.

El libro de 1886 aparecido ahora se conservó gracias a Eladio Regueral Uría, funcionario municipal, que decidió “salvarlo” porque uno de los mozos que aparece en él es su padre, Adoración Regueral Flórez.

alt

Gráfica que refleja el nº de mozos del Reemplazo de 1886 clasificados según la talla.

Los jóvenes del reemplazo de 1886 habían nacido en 1867. En Cangas del Narcea fueron llamados a filas: 237 mozos, de los cuales se tallaron 209. La talla media de estos jóvenes era: 1,52 metros. Una estatura realmente baja para jóvenes varones. En esa época la talla media de los reclutas españoles era de 1,61 m., que era, además, la más baja de la Europa occidental: la de los franceses era 1,66 m., y la de los ingleses y suecos: 1,69 m. Todos los estudiosos de la estatura humana están de acuerdo en que estos registros constituyen el mejor parámetro para evaluar el bienestar biológico y la nutrición de las poblaciones. “La talla -según el estudioso James Tanner- es el espejo del nivel de vida de una sociedad”, y conociendo la talla de los mozos de Cangas del Narcea en 1886 está claro que la penuria en la que vivían muchos de nuestros antepasados era grande.

El mozo más bajo del concejo de Cangas del Narcea en 1886 medía 1,09 m. (José Torre Hidalgo, de Robledo de Tainás), había otro de 1,20 m. (Rudesindo Rodríguez Pérez, de Peñas), y cinco de 1,30 m. (Juan Amago Álvarez, de Escrita; Manuel Rubio Rodríguez, de Trones; Francisco Rubio González y Enrique Fernández Berdasco, de Parada de Tainás, y Manuel Blanco, de La Linde). Cincuenta y nueve mozos medían entre 1,45 y 1,49 metros. Los más altos alcanzaban la talla de 1,70 m. y eran cuatro. Eso sí, ninguno de todos estos fue al Ejercito, ni los bajos ni los altos.

alt

Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (I)

Los primeros libraron por su baja estatura y los últimos por diversos motivos: Alfredo Ron González, de Cangas del Narcea, alegó defectos físicos y fue declarado inútil; José Iglesias, de Arbolente, hijo de padres desconocidos, “alegó enfermedad del pecho y defecto en un pie”; Segundo López López, de Gedrez, “alega mantener a su madre viuda y pobre, y para probarlo presenta por testigos a Pablo Collar, su vecino, y Manuel Iglesias, de esta villa, los que juramentados en forma declaran: El Collar que conoce a la madre del alegante, viuda y pobre, y que solo tenía cuatro hijos varones, llamados Manuel, que está impedido [según los médicos tenía un bocio bastante voluminoso que le impedía dedicarse a cualquier clase de trabajo], José y Benito, estos dos menores de diez y siete años, y al alegante, que es quien se dedica constantemente al cultivo de una corta labranza que llevan parte de arriendo y parte en propiedad, con lo que, calcula el testigo, aporta a su madre cuatro reales diarios con los que le ayuda a vivir y sin estos auxilios la madre y hermanos se verían reducidos a la miseria”, y, por último, Ladislao López Fernández, de Cangas del Narcea, “alegó deformidad del tórax con dificultad de la respiración y de los movimientos; pero si no le fuese suficiente alegó también mantener a su hermano Benito, menor de 17 años e impedido, exención que presenta para que se le oiga sino es suficiente la primera”.

No era algo excepcional alegar motivos para evitar el servicio militar. En España nadie quería ir al Ejército y por eso casi la totalidad de los 237 mozos cangueses alegaron algún motivo para evitarlo. Las razones eran muchas. En aquellas fechas el servicio militar era muy largo (tres años) y las condiciones de los cuarteles eran penosas: había poca higiene, la comida era mala y el trato al soldado era muy duro. Además, muchos iban destinados para las colonias de Ultramar, especialmente a la isla de Cuba y allí morían muchos soldados, no en combate, sino por enfermedad; la cifra era terrible, de cada dos soldados que marchaba a Cuba, uno fallecía. Por otra parte, en un concejo de campesinos como era Cangas del Narcea en 1886, el que un hijo de 19 años se marchase durante tres años y no trabajase para su casa en la labranza y la cría del ganado suponía una pérdida muy grande.

alt

Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (II)

El destino de los quintos cangueses de 1886 fue el siguiente: 98 mozos fueron excluidos totalmente por medir menos de 1,50 metros y nueve fueron declarados inútiles por defectos físicos; la mayor parte de los mozos fueron declarados “soldados condicionales” o “en depósito” porque alegaron mantener a sus padres pobres o sexagenarios, o ser hijos de viuda o de madre soltera y pobre (16 mozos eran hijos de mujeres solteras), etc. En definitiva, solo 45 mozos del concejo de Cangas del Narcea fueron sorteados como soldados ese año.

Ocho mozos fueron declarados prófugos: Evaristo Díaz Argüelles, de Cangas del Narcea, “se presentó su padre y expresó que se halla en la República Argentina y residiendo en Buenos Aires, sin que sepa la calle”; Pedro Díaz Fernández, de San Pedro de las Montañas, “se presentó su tío Manuel Díaz y manifestó que el mozo se halla en la Isla de Cuba, sin que sepa su paradero ninguno de la familia”; Quintín Álvarez, de El Otriello, “se presentó su padrastro Antonio Campos y expresó que el mozo se halla de viaje, pero que padece defecto físico”; Marcial Martínez Álvarez, de El Otriello, “en Madrid desde hace cinco años”; Miguel Díaz Rodríguez-Castellano, de Fuentes de las Montañas, “se presentó su padre y manifestó que su hijo se halla en la Isla de Cuba y que no sabe de su paradero hace cuatro años”; Antonio Martínez González, de Anderve, “no se presentó nadie”; Manuel López Flórez, de Regla de Cibea, “se presentó su padre y expresó que el mozo se halla en Madrid y que tenía algunos defectos físicos”; Ginés Gómez López, de Caldevilla de Rengos, “según manifestación de José Pérez, de Posada, tanto él como sus padres y hermanos viven en Madrid”.

La emigración fue uno de recursos habituales que tuvieron los pobres para escapar del servicio militar: Cuba, Argentina y, sobre todo, Madrid. Más de una veintena de los mozos llamados a filas en Cangas del Narcea residían en Madrid, y los testigos que se presentaban en el ayuntamiento juraban que eran aquellos mozos los que mantenían a sus padres, “pobres e impedidos”, con el dinero que enviaban por medio de los arrieros de El Puerto o de algún vecino. Algunos de estos mozos mencionan sus trabajos en Madrid: Manuel Collar Collar, de Gedrez, “camarero en el café de la Concepción”; Vicente García Rodríguez, de Cibuyo, aguador, o José Ramón Vega Álvarez, “dedicado al comercio”.

alt

Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (III)

Los motivos que alegan los mozos y sus familiares para no ir al servicio militar constituyen un mosaico de vidas canguesas en aquel año de 1886. Ese año y los anteriores fueron tiempos de hambre y penuria debido a malas cosechas, que provocaron la escasez de alimentos y la pobreza generalizada. Por ejemplo, el caso de Celestino Rodríguez Álvarez, de Olgo, que reside en Madrid desde mayo de 1885, tiene una hermano casado que solo vive de su trabajo en el campo, y, según un testigo “él era quien cultivaba la labranza que el padre posee y con cuyos productos lo mantenía; que si marchó para Madrid fue con objeto de ganar algún dinero para ayuda de pagar contribuciones, rentas y algunas deudas que tiene el padre sobre sí; que desde que está en Madrid saben que le ha remitido algunas ropas, y el padre cuenta con lo que el hijo gane para salir de sus atrasos”.

Otro caso más: Faustino Acevedo Fernández, de Carballo, también residía en Madrid, su padre, según los médicos, tenía una “gastritis crónica” y sus dos hermanos era “raquíticos y no pueden ayudar en nada al padre”; Faustino, según un testigo, “hasta hace cosa de dos meses que marchó para Madrid se dedicaba constantemente a ganar un jornal en la carretera o en las viñas, cuyo producto de cinco reales entregó siempre al padre como buen hijo; que el padre es sumamente pobre y está impedido, por cuya razón le es indispensable el auxilio del hijo Faustino, el cual desde que marchó para Madrid le remitió treinta reales y algunas ropas por los arrieros del Puerto”.


Un artículo de 1884 sobre el Monasterio de Corias

Vista de Corias, hacia 1915. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López Álvarez.

En el periódico El Occidente de Asturias de los días 8 y 11 de julio de 1884 apareció un artículo dedicado al monasterio de San Juan Bautista de Corias que recoge una información muy interesante sobre la construcción la iglesia en el siglo XVII y la reedificación del monasterio a finales del XVIII, después del incendio que arrasó la antigua casa con excepción de la iglesia en 1763. El artículo se completa con noticias sobre la compra del coto jurisdiccional del monasterio por el Ayuntamiento de Cangas del Narcea en el siglo XVI y las desavenencias que tenían los vecinos de la villa y los monjes de Corias.

El desconocimiento de este artículo por los estudiosos del arte asturiano y español (debido a la rareza de las series completas de El Occidente de Asturias, que ahora, gracias al Tous pa Tous, comienzan a conocerse) es la causa de que datos que aparecen en él se publicasen como inéditos en los últimos años como, por ejemplo, el nombre del maestro constructor de la iglesia, Domingo de Argos, natural de Arnuero, merindad de Trasmiera (Cantabria), que fue publicado en 1985 por Luis Fernández Martín, o del autor de la sillería del coro, Juan de Ucete, escultor vecino de Toro (Zamora), por Javier González Santos en 1989 y 1997.

El artículo atribuye al arquitecto Jerónimo García de Quiñones (Salamanca, 1731- post 1804) el proyecto del actual monasterio, levantado entre finales del siglo XVIII y primeros años del siguiente. Hasta ahora se viene atribuyendo la autoría del edificio al arquitecto Miguel Ferro Caaveiro (Santiago de Compostela, hacia 1740-1807), maestro mayor de la catedral de Santiago, y es seguro que este fue el principal responsable de la obra, pero también lo es que los frailes de Corias contasen en un primer momento con el arquitecto y académico Jerónimo García de Quiñones que era maestro mayor de la catedral de Salamanca.

El autor de este artículo es Eugenio Carrizo, natural de Tineo y con familia en la villa de Cangas, que estando de encargado de la Delegación de Hacienda en Oviedo pudo consultar la documentación del archivo del monasterio de Corias, que había sido trasladada a Oviedo después de la Desamortización y la exclaustración de los monjes benedictinos en 1835. Carrizo tuvo en sus manos la documentación relacionada con la construcción de la iglesia en el siglo XVII y del monasterio en el XVIII, es decir: los contratos firmados entre los maestros constructores y los frailes, así como los pleitos derivados de su formalización. Estos documentos, como el mismo Carrizo señala, desaparecieron y nunca llegaron al Archivo Histórico Nacional (Madrid), donde se conserva hoy el grueso del archivo de Corias, según él «porque como no expresaban bienes que desamortizar, se mirarían con desprecio»; es decir: al Estado solo interesaba la documentación contable, la que expresaba los bienes inmuebles y las rentas del clero regular.

«Apuntes curiosos del EX-MONASTERIO DE SAN JUAN DE CORIAS, de la orden de San Benito (Asturias)»

Vamos a dar a nuestros lectores algunas noticias de este monasterio, tomadas hace algunos años de los documentos recogidos cuando la exclaustración, que se hallaban en el archivo de las oficinas de Hacienda Pública de la provincia, a cargo entonces del que estas líneas escribe.

Claustro del monasterio de Corias en 1915, según E. Carrizo “es notable por su solidez y elegancia, y es la obra mejor de todo el edificio”, construido a fines del siglo XVIII. Foto de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López Álvarez.

El monasterio de San Juan de Corias se halla situado a orillas del río Narcea, a dos kilómetros de la villa de Cangas de Tineo, en un valle muy estrecho cercado de altos cerros, de buen clima y cielo alegre. El edificio es de gran tamaño, de tres pisos y planta baja; las fachadas del S., N. y O. cuentan 240 huecos exteriores; la del E. se halla casi arrimada a la montaña, y en ese lado está situada la iglesia y noviciado. Tiene dos patios o claustros interiores; el de entrada es notable por su solidez y elegancia, y es la obra mejor de todo el edificio. La escalera principal de cantería montada al aire, la sala capitular, el local que ocupó la biblioteca y otras habitaciones, todas son proporcionadas a tan grande casa. La iglesia, de regulares proporciones, del orden jónico, de una sola nave, crucero con media naranja, pero muy escasa de luces; la afean bastante las capillas laterales a la nave, que son muy raquíticas y desproporcionadas, llamando la atención los arcos rebajados que sostienen el coro. Para dar una idea exacta de todo el edificio, sería preciso una persona entendida, que podría escribir un volumen.

Es tan difícil determinar de un modo seguro la época de la fundación del Monasterio de Corias, que el maestro Yepes, abad que fue de él, dice que mejor daría razón del sitio en que se fundó, que del tiempo, porque en eso varían los escritores y las escrituras.

El Padre Risco en su España sagrada, después de varias consideraciones y comparaciones, fija la conclusión de la iglesia en el año 1031 y del monasterio en el 1043. Yepes refiere largamente la historia de la fundación, según datos tomados del Tumbo Coriense, que resumiremos.

Los condes D. Piñole Ximénez y D.ª Aldonza Muñoz tuvieron cuatro hijos, que murieron de corta edad; perdida la esperanza de tener otros, convinieron en fundar una iglesia y dejarla por heredera de todos sus bienes. Retardado en ejecutar su pensamiento, Dios se le acordó por tres veces por conducto de su criado o mayordomo llamado Suero, haciéndole ver bajar desde el cielo una hermosa iglesia a un lugar inculto lleno de malezas, a la orilla oriental del río Narcea, inmediato a un pueblo que llamaban Courias donde había un oratorio consagrado a San Adriano, en una heredad propia de D. Rodrigo Díaz, conde de Asturias, hermano de Gimena Díaz esposa que fue del Cid Campeador. En 19 de marzo de 1032, según el Tumbo, se hizo permuta entre el rey Don Bermudo y los condes en el terreno referido y otros en Perperal y Cangas de Tineo, por los que a los condes correspondían en Mallayo, Rivera del Sella y diferentes puntos, para que pudiese fundarse el monasterio libre de toda carga real.

Dieron orden al mayordomo Suero que buscase todos los oficiales que pudiese hallar, para la pronta edificación de la obra, y en 1043, según Risco, se consagró el primer abad Adriano por el obispo de Oviedo Froilán, agregándose doce monjes más, que seguían con gran rigor la regla de San Benito.

De la antigua iglesia y monasterio no existe vestigio alguno. En una carta dirigida al Rey en 1560 por el Licenciado Juan de Zárate, juez para la revisión del monasterio, consta que la iglesia y monasterio estaban derribados para su reparación; también dice que parece que en la iglesia de dicho monasterio están enterrados el Serenísimo Sr. Rey Don Bermudo 2.º y la Reina Emilona su mujer en unos enterramientos de bulto, altos, labrados de piedra, con sus tejas alrededor, y a más sus doseles y armas reales. Hoy no existen más que los sepulcros de los fundadores.

En 25 de julio de 1593 se puso la primera piedra de la actual iglesia por el abad Fray Antonio de Yepes; fue rematada y construida por el que se titulaba maestro de arquitectura y cantería Domingo de Argés [Argos], vecino de Valladolid, que ajustó hacerla en nueve años por 13.300 ducados; no la terminó en el plazo estipulado, porque en 1607 cayó parte de lo edificado, por haber empleado malos materiales, y se mandó revisar por el maestro mayor de las obras de la Iglesia Mayor de Santiago de Galicia, Ginés Martínez, el que en 10 de enero de 1608 declaró ser necesario derribar parte de lo construido, y hacer algunas variaciones en el plan para aligerar el edificio. Sin datos para comprobar la fecha de la terminación de la iglesia, creo debió ser en 1610, porque en aquel año se ajustó la sillería del coro con el maestro escultor de Toro, Juan de Ocete [Ducete], a 20 ducados cada una de las 39 de que se compone, y en 6 de octubre de 1611, después de varias cuestiones sobre el contrato, se otorgó por el maestro carta de pago ante el escribano de la villa de Corias, Juan Menéndez. Los órganos, el de la izquierda fue construido en 1858 por el maestro de Santiago de Galicia Alberto de la Peña; el de la derecha, por las obras de talla que contiene, indica ser de la época de terminación de la iglesia, o mediados del siglo XVII.

En 27 de setiembre de 1763 el monasterio fue consumido por las llamas, salvándose solo la iglesia y el archivo. La causa se atribuyó a haber ido por la noche con poca precaución los criados a los pajares. Se volvió a reedificar como hoy existe por el proyecto del arquitecto de Madrid Quiñones, y bajo la dirección de los entendidos frailes hermanos José e Hilarión Ugaldea, concluyéndose las obras en 1802, que importaron unos cuarenta millones, sin contar las maderas y trabajo de los oficiales de la casa.

Este monasterio gozó de grandes libertades, franquicias y exenciones; tenía la jurisdicción civil, criminal, alta y baja; mero y mixto imperio en los cotos de Corias, Brañas y Bárcena en el concejo de Tineo, y parroquias de Vegalagar, Besullo, Corias, Bergame, Montañas, San Damías y S. Pedro de Agüera, por privilegio de D. Bermudo II, confirmado por D. Alonso VII el Emperador. D. Alfonso de León trató de modificar sus regalías, pero presentados en las Cortes de Toro sus privilegios, se declaró que nada tenían que ver con el monasterio y sus vasallos, confirmándolos dicho Rey, como igualmente D. Alfonso XI, D. Enrique II, D. Juan I, D. Enrique III y D. Juan II.

En 1.º de enero de cada año el abad nombraba los oficiales de justicia de los cotos, alcalde, teniente, regidor, procurador general por el estado de los hijodalgos, otro por el estado llano, y ministro alguacil; oía en el acto las excusas, que resolvía de plano sin otro recurso, y juraban a su presencia, la del escribano y testigos, y los nombrados entraban en posesión de sus cargos por un año.

Hasta el reinado de Felipe II gozó el monasterio de las jurisdicciones de los cotos y feligresías citados, que incorporó a la Corona, en virtud de la facultad que le concedió Su Santidad Gregorio XIII, y en 13 de diciembre de 1579 se expidió a su favor albalá, en que refiriéndose a la comisión del juez Zárate para la averiguación del producto de las rentas jurisdiccionales en el quinquenio de 1574 a 1578, resultó que debía percibir 24.532 maravedises por ese concepto, acordando que se le diese esa renta a juro en cada año desde 1.º de enero de 1580, situándosela en las alcabalas de la Zapatería de Oviedo, quedando hecha la desmembración. Vendida después la jurisdicción a Alonso del Camino, la tomó a este Arias de Omaña, que no debía de ser muy amigo de los frailes de Corias, porque acudieron enseguida para que no se efectuase a su favor, y al mismo tiempo pidió la villa de Cangas que se le cediese, por estar enclavada dentro de sus términos y serle muy perjudicial en poder de otro dueño. Se presentaron en Madrid el abad de Corias Fray Ambrosio de Tamayo y el apoderado del concejo de Cangas D. Juan Queipo de Llano, el Mozo, con sus respectivas pretensiones, y allí entraron en arreglo, que efectuaron en escritura de 12 de diciembre de 1579, en que la villa de Corias con la casa-monasterio y cien pasos a la redonda quedase de su jurisdicción, contándose así: «Que por la parte de hacia Cangas se contasen desde las últimas casas, y por la de Obanca también, y hacia la de Regla se ha de contar desde la iglesia que está fuera del lugar, y por la otra banda del río, que es por donde está el monasterio, quede con la dicha villa de Corias todo el término que la dicha casa tiene cercado, con más cien pasos a la redonda como se contó lo demás, excepto que a la parte de hacia el río quede para el monasterio solo el río, después de acabados los cien pasos de la otra banda y más concuerdan que las justicias de la villa de Cangas puedan pasar por 1a dicha villa de Corias con vara alta para los lugares de su jurisdicción, por ser paso forzoso, pero no puedan juzgar ni hacer autos».

En 22 de marzo de 1583 se otorgó escritura en favor de la villa de Cangas de Tineo vendiendo la jurisdicción de los cotos y feligresías enclavados en su concejo, que perteneciesen al monasterio, excepto la villa de Corias y términos convenidos en la escritura citada de 12 de diciembre de 1579, por la cantidad de 5.628.924 maravedises, estableciendo varias condiciones, entre ellas que los pleitos pendientes se remitiesen a la justicia de Cangas; que se diese Real cedula para repartir por sisa, tomando a censo sobre sus propiedades, lo que fuese necesario para el pago del precio de la compra a los plazos pactados; que la provisión de la Escribanía quedase a beneficio del Concejo, pudiendo usarse los oficios con solo la aprobación del Concejo, sin otra elección ni confirmación. Los cotos vendidos y feligresías tenían entonces 298 vecinos.

A pesar de haberse apartado el monasterio de la jurisdicción dicha, según el convenio ya citado con el apoderado de la villa de Cangas, luego que el Rey Don Felipe II falleció, acudió de nuevo en 5 de agosto de 1600, fundado en el testamento del Monarca, en que disponía se devolviesen los vasallos a las iglesias donde se habían tomado, pidiendo se le restituyese la jurisdicción enajenada, porque sin ella los frailes eran menospreciados y no podían cobrar sus rentas con comodidad, que, aunque estaban pobres y el monasterio por edificar, pagarían el importe de la venta hecha a la villa de Cangas, según los libros de razón, etcétera. Notificada esta petición al Ayuntamiento de Cangas en 14 de enero de 1601, es curiosa la contestación que dio el mismo día, y siguiente; dice así: «Diego García de Sierra, Regidor y Depositario general, fue de opinión que debería recibirse los maravedises que se habían dado por los cotos, en atención a la pobreza de la tierra y a grandes pestes y hambres que hubiera en ella desde el tiempo que se comprara; entonces existían más de cuatro mil vecinos y en aquella fecha no había mil quinientos. Gonzalo Rodríguez el Prieto, Juez ordinario por el estado de hijosdalgo, Gonzalo de Coque, Marcos de Uría, Francisco de Sierra de Pambley, Suero de Llano y Pero Suárez de Osorio dijeron que Diego García Sierra era interesado, como Depositario general de la villa, por pensar que el dinero se había de poner en su poder, y que lo tenía muchos años, y se aprovecharía de él, y los frailes les hicieron dos o tres foros por tenerlo propicio». Acordando oponerse a la petición del monasterio, dieron poder al capitán Suero Queipo de Llano el Mozo, alférez mayor de la villa de Cangas, y a Suero Queipo de Llano el Viejo, procurador general de la misma para salir a la defensa.

El capitán se traslado a Madrid para cumplir su comisión. Para conocer hasta qué punto había estado abatida la villa cuando las jurisdicciones vendidas eran del monasterio, copiaremos algunos párrafos del escrito que presentó al Consejo de Hacienda en 5 de febrero de 1604, dice así: «La villa de Cangas sin los cotos no tiene jurisdicción alguna sino en cuanto a las casas de ella, y en saliendo de ella es la jurisdicción de los dichos cotos; de lo cual en tiempo que la jurisdicción de ellos fue del dicho convento resultaron grandes daños e inconvenientes, porque ni la Justicia de la dicha villa podía salir de ella, y en saliendo tenía encuentros y diferencias con los frailes del dicho convento, ni los vecinos podían salir de sus casas con seguridad, porque con cualquier leve ocasión de enojo, cogiéndolos fraile en su jurisdicción, los molestaban mal, en tanto que en el dicho tiempo sucedió diversas veces que saliendo la Justicia de dicha villa, los frailes en los dichos cotos derribaron de los caballos a los Jueces, y los quitaban las varas, y los llevaban presos, y les quitaban muchos de los prisioneros que llevaban, trayéndolos de los otros términos de la jurisdicción de la villa; lo otro, porque sin la jurisdicción de los dichos cotos la dicha villa y vecinos de ella, estaban y estarían como prisioneros y cercados, por estar en la redondez de toda la dicha villa la jurisdicción de los dichos cotos, y semejante sujeción en la villa tan honrada y de tan honrados vecinos que es de lo mejor de todo el Principado de Asturias, en ninguno manera se debe permitir; lo otro, porque no puede obstar el decir que por no ser del convento la jurisdicción de los dichos cotos, no pueden cobrar con comodidad las rentas que tienen en ellos, porque es cierto que la Justicia realenga de la dicha villa les administra justicia principalmente que los jueces no son todos naturales de ella, y la Justicia principal de ella es el Teniente de Corregidor de Oviedo, nombrado por dicho Corregidor y Letrado, por el Consejo que de ordinario reside en la villa; y es mucho más puesto en razón que los dichos frailes cobren los que se les debe, pidiéndolo ante la Justicia realenga de S. M., que no ellos sean jueces de sus propias causas».

No consiguió el monasterio su pretensión y siguió ejerciendo las jurisdicción solo en la villa de Corias y sus términos.

Los documentos de donde tomamos estos ligeros apuntes, probablemente habrán desaparecido, porque como no expresaban bienes que desamortizar se mirarían con desprecio.

En febrero de 1860 el Gobierno concedió el ex-monasterio y posesión a los Padres Dominicos de la Orden de Predicadores, los que, con mano prodiga, atendieron a sus reparaciones, que ya era necesaria después de un abandono de 27 años; hoy se encuentra en el mejor estado.

Esos señores son queridos y respetados en la comarca por su ilustración y afabilidad con todo al mundo, que los capta las simpatías de cuantos los conocen, prestando importantes servicios, y dedicándose a la enseñanza. ¡Lo que va de tiempos a tiempos! Los que había antes de Felipe II, querían ser respetados por la fuerza de las riquezas; los de hoy, por la fuerza de la ciencia, la virtud y la modestia.

Tineo, julio de 1884
E. Carrizo.
alt

“Nueva Vida”, la primera sociedad obrera de Cangas del Narcea, 1928 – 1936

altEl 6 de mayo de 1928 se fundó en Cangas del Narcea la primera sociedad obrera de su historia. Fue en una fecha muy tardía con respecto a otras ciudades y villas de Asturias, que estaban más industrializadas, y en las que los obreros ya estaban organizados desde finales del siglo XIX. Los promotores de esta sociedad fueron Gumersindo Díaz Morodo, “Borí” (Cangas del Narcea, 1886- Salsigne, Francia, 1944) y José Menéndez Morodo (Cangas del Narcea, 1889-1930), que no eran familia a pesar de llevar el apellido Morodo, pero sí tenían en común haber sido emigrantes a América: el primero a Cuba, en donde estuvo muy poco tiempo, y el segundo en México, de donde acababa de regresar en 1928 después de bastantes años de emigración. La asociación se denominó Sociedad de Oficios Varios «Nueva Vida» y estaba vinculada a la Unión General de Trabajadores. Formaron la primera junta directiva las personas siguientes:

Presidente: Emilio Suárez (ebanista)
Vicepresidente: Manuel Rodríguez
Tesorero: Benigno González (mampostero)
Secretario 1º: Gil Rodríguez (carpintero)
Secretario 2º: Alfredo Álvarez (obrero)
Vocales: José Fernández (ebanista), Graciano Tejón (panadero), Ramón Tornadijo (conductor y dependiente de comercio), Rafael García (molinero y obrero), Cayetano García (molinero) y Victorino Martínez.
 
Mesa de Discusión: Presidente, José Menéndez Morodo (emigrante retornado y desde enero de 1930 dueño del “Café Madrid”); Vicepresidente, Jerónimo Orbañosa, y Secretarios, Manuel Rodríguez Rodríguez y Luis Rodríguez.
 
Comisión Revisora: Gumersindo Díaz Morodo (comerciante), Antonio González y Marcelino Rodríguez (carpintero).

Según su Reglamento el objetivo de la sociedad era “agrupar a todos los trabajadores para crear, cuando haya en ella veinte obreros del mismo oficio o profesión, Sociedades que tengan el propósito de mejorar la condición moral y material de sus asociados”. El mismo Reglamento establece los medios que tiene que seguir la sociedad para conseguir sus fines. Por una parte, “los socios propagarán, por los medios que las leyes del Estado consientan, la lucha económica y política de clases y lo conveniente que es a los trabajadores formar Sociedades que tengan por objeto mejorar sus condiciones morales y materiales, y combatir la explotación del hombre por el hombre”. Y por otra parte, “Nueva Vida” deberá “adherirse a todos los actos de las organizaciones o agrupaciones que tengan los mismos fines que esta Sociedad persigue, siempre que de una manera clara y terminante tiendan a recabar de los patronos mejoras y de los Poderes Públicos leyes que favorezcan a los trabajadores que luchan por mejorar la condición de explotados”.

El miércoles 9 de mayo de 1928, la nueva sociedad obrera hizo su presentación pública en la villa de Cangas del Narcea, con una conferencia en el Teatro Toreno de Luis Oliveira, dirigente de la Agrupación Socialista de Oviedo y de la Federación de Sociedades Obreras de Asturias, con el título: “La cultura como base de la emancipación de los trabajadores”. El teatro, según El Noroeste (12 de mayo de 1928), “se hallaba completamente lleno, no faltando nutrida representación femenina, que ocupaba los palcos y daba realce al acto”. La presentación del acto la realizó Borí, que habló de la situación de los obreros cangueses y de las prácticas “arcaicas” de sus patronos, que, según él, hacían oídos sordos a los logros sociales conseguidos en España en esos años.

“Pero aquí, en Cangas, nada de esta legislación se cumple: el obrero trabaja las horas que el patrono por sí le impone; no se estudia el jornal que percibe para saber si le da o no lo suficiente para vivir; no se protege a mujeres y niños obreros, ni se establecen seguros sociales, ni se constituyen comités paritarios, y en caso de accidentes del trabajo queréis suponer que con el gasto de unas pesetas en la botica o el pago de un funeral ya habéis más que cumplido con vuestro deber”.

Con la fundación de esta Sociedad y la organización de esta conferencia, el mencionado Borí lograba ver cumplido los dos factores que él consideraba imprescindibles para la mejora y el progreso de la clase obrera: la unión de los obreros y el fomento de la cultura.

alt

Inventario de los objetos propiedad de la Sociedad Obrera “Nueva Vida”, Cangas del Narcea, 13 de mayo de 1933.

En 1928, la sociedad tenía 85 socios que eran en su mayoría jornaleros que trabajaban en las viñas y obreros del ramo de la madera, tanto maderistas como de fábricas de carpintería. Su domicilio social estaba en la planta principal del número 48 de la calle Mayor. Era un local austero que en 1933 estaba amueblado con una mesa de castaño, un armario-archivo de álamo, siete sillas y catorce bancos para las reuniones de los afiliados, una bandera con su asta de metal y un retrato de Pablo Iglesias, fundador de la UGT y el PSOE.

La sociedad luchó por obtener unos salarios y unas mejores condiciones de trabajo para los obreros de Cangas, y mantuvo serios conflictos para reivindicar mejoras para los trabajadores de los viñedos y para los obreros de los talleres de carpintería. Al poco tiempo de fundarse ya tuvo que defender a los obreros de estos talleres, pues los propietarios querían mantener la jornada de nueve horas y se negaban a instaurar la obligatoria de ocho horas. Justificaban esta negativa en la “gran crisis” y en lo ruinoso de su negocio. También en los primeros días del mes de julio de 1936 la sociedad declaró la huelga a los cosecheros de vino.

Además de la lucha sindical, “Nueva Vida” realizó trabajos para el Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Durante la II Republica, como era habitual desde la implantación del Estado liberal en el siglo XIX, los ayuntamientos españoles promovieron la realización de obras públicas con el fin de paliar la grave crisis que afectaba a la actividad económica y evitar conflictos sociales. El paro era muy elevado. El Ayuntamiento de Cangas sacó a concurso en febrero de 1933 la reparación de las calles de La Veiguetina y Pelayo, y en junio de 1934 la reforma de la plaza de La Oliva y la calle de Galán y García Hernandez (hoy, Rafael Fernández Uría). “Nueva Vida” obtuvo la adjudicación de estos trabajos con el fin de obtener unos beneficios para la sociedad y, sobre todo, con el objeto de facilitar jornales a los obreros que trabajaban en estas obras.

En la presentación de las cuentas presentadas por Gumersindo Diaz Morodo “Borí”, tesorero, en febrero de 1934, dijo:

“En primer termino, la obra de contrata con el Ayuntamiento, en el arreglo de las calles de La Veguetina y del Mercado, obra aun no terminada, pero que ya deja a la Asociación una ganancia liquida de 559,23 pts., de las que 447,72 se hallan depositadas como fianza en el Ayuntamiento, y pendientes el resto de pago por obra ejecutadas. […] Como veis, esta obra de la contrata es la salvación económica de la Sociedad, puesto que dada la crisis de trabajo existente no podemos ser muy exigentes en el pago de la cuota social”.

La sociedad no solo miraba por los intereses de sus asociados. En la misma presentación de las cuentas de 1934, dice Borí:

«En el registro de gastos he sumado una partida muy simpática, muy humana, que mucho os engrandece. Me refiero a los socorros dados a camaradas forasteros, a otras víctimas de este régimen capitalista que de paso por este pueblo apelaron a nuestra solidaridad para atenuar por el momento los rigores de su miseria. Esa partida de gastos ascendió el pasado año a 111,70 pts.»

También miembros de «Nueva Vida» participaron en la política local, y en las elecciones municipales celebradas en mayo de 1931 salió concejal José Ríos Pérez, “Pepe Ríos”, que era vocal de esta sociedad.

En 1936, tras el levantamiento militar del 18 de julio, la sociedad desaparece y muchos de sus afiliados tienen que huir de Cangas del Narcea; terminada la Guerra Civil algunos de los miembros más destacados sufrirán cárcel y exilio.

El Reglamento de la Sociedad de Oficios Varios “Nueva Vida” se presentó en el Gobierno Civil de la Provincia de Oviedo el 20 de abril de 1928 y en la actualidad se conserva en el Archivo Histórico de Asturias; ahora puede consultarse en esta web del Tous pa Tous.