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Descanse en paz Pepe Domingo Castaño, el jovencísimo locutor que decía: ‘Radio Cauriense de Corias emitiendo en directo’

Pepe Domingo Castaño en la presentación de su libro donde cuenta su paso por Corias (Cangas del Narcea, Asturias) donde pasó un lustro de su vida.

En la madrugada de este domingo 17 de septiembre fallecía a los 80 años de edad una de las voces más reconocibles de la radio española, la del locutor deportivo, y anteriormente también musical, Pepe Domingo Castaño. El gran corazón del veterano periodista gallego, nacido en Padrón (A Coruña) el 8 de octubre de 1942,  dejaba de latir en el Hospital de la Zarzuela de Madrid, tal y como ha informado la cadena COPE, emisora en la que trabajaba desde 2010 en el programa deportivo Tiempo de juego.

Toda una leyenda de las ondas que comenzó a forjarse como hombre de radio según su propio testimonio en «Corias, un pueblecito minúsculo perdido en las montañas de Asturias, cerca de Cangas del Narcea». Escuchemos sus recuerdos cangueses de su propia voz en una reciente entrevista que dio para la cadena COPE:

 

 

En su memoria queremos destacar aquí la vinculación que Pepe Domingo Castaño tenía con Cangas y muy particularmente con los dominicos de Corias, a donde llegó con tan solo nueve años, siendo monaguillo en Padrón (La Coruña), su localidad natal, donde había un convento de dominicos en el que se hizo muy amigo de los frailes que le animaron a venir a estudiar a Corias. Aquí estuvo cinco años, todo un lustro de su vida, hasta la inauguración del colegio de la Virgen del Camino en León. Sin terminar todavía el curso, en unas vacaciones escolares, se fue de Corias a su casa en Galicia, y volvió directamente a la Virgen del Camino. En su libro Hasta que se me acaben las palabras. Mis recuerdos de radio y vida; AGUILAR, Enero 2022, escribe: «Los cinco años de Corias no los quiero borrar de mi cuaderno porque me ayudaron a encarar el futuro con los bolsillos llenos de verdad».

Con los frailes de Corias empezó sus primeros pinitos en la radio. Según contaba, había un padre muy simpático que les daba clases de literatura, el padre Felipe Lanz, que fue el que le animó a escribir, y había otro, el padre Iparraguirre, que «era un cachondo de la vida, un tío que vivía muy feliz, que transmitía mucha felicidad», al que un día se le ocurrió la idea de montar una emisora y pidió voluntarios. Lógicamente, el jovencísimo Pepe Domingo se presentó como locutor. Hicieron unas sencillas pruebas, le aceptaron y montaron una emisora que se llamaba Radio Cauriense, de Corias. Y ahí empezó a hacer pequeñas cosas como leer poemas, trozos de libros, hacían concursos… todo con mucho éxito. Hace poco más de un año, esto decía en una entrevista en RNE al respecto:

«La verdad es que lo hice bastante bien. Nos mandó leer una cosa e inventar algo y a mí siempre me gustó inventar. Todo lo inventé muy bien y dijo ‘tú eres la voz de la emisora y hay que buscar dos más’. Yo era el que decía: ‘Radio Cauriense de Corias emitiendo en directo’. Transmitíamos rezos, hacíamos obras de teatro. Fíjate ahí con nueve o diez años empezaba a asomar el hombre de radio que luego hipotecó toda su vida, incluso los éxitos en otras facetas, por la radio. No me arrepiento nunca de haberlo hecho».

De sus cinco años en Corias recordaba con especial cariño al padre Felipe Lanz, «siempre sonriente en su gordura, que puntuaba con notas altas mis primeros poemas y mis primeras incursiones en la literatura». Al parecer, este fraile llegó a confesarle que tenía un futuro espléndido en eso de juntar palabras. También recordaba la imagen autoritaria del padre Casquero, que daba matemáticas, le perseguía por los terrenos de su memoria «entre suspensos inevitables y ecuaciones imposibles», según afirma en su libro. Del padre Ricardo escribe: «siempre sudoroso y enrojecido por la timidez, que nos confesaba con el aliento y las avemarías, después de habernos obligado a vaciar nuestra alma de tocamientos y tentaciones». Y como ya ha quedado dicho, Pepe Domingo Castaño se ha ido con el grato recuerdo del padre Iparraguirre, con el que montó su primera emisora de radio, Radio Cauriense de Corias, en la que empezó a encariñarse con los micrófonos y las palabras.

Lo único que detestaba de aquellos años de internado era «el asqueroso café con leche que nos servían cada mañana en el refectorio y que los frailes nos obligaban a beber, so pena de un suspenso en conducta». Según recuerda en su libro, era un líquido oscuro con pedacitos de nata bailando en la superficie que le producían arcadas en cuanto intentaba beberlo. Su negativa constante a ingerir lo que él denominaba como «pócima detestable» fue el motivo de que obtuviese continuados suspensos en conducta. Lo del café con leche fue el único lunar negativo, si se puede considerar así, de su paso por el convento de Corias. Sus notas eran altas en casi todas las materias, excepto matemáticas, y su vida, dentro de lo que se podía esperar de un internado, discurría plácidamente, aunque, como es lógico, con repetidos ataques de morriña.

En una reciente entrevista el pasado mes de julio le preguntaron:

¿Qué aprendió de los dominicos?

Y su respuesta fue:

—  Todo. Mi formación viene de ellos, de cada uno de ellos. Aprendí a ser persona, a respetar a los demás, a darle una oportunidad a la gente, a creer que lo más importante en la vida es la verdad, a respetar a mis padres, a repartir cariño, a tener un bagaje cultural brutal que no tenían otros chicos de mi edad, y prueba de ello es que todo eso me sirvió para ser lo que he intentado y he luchado por llegar a ser.

 

Descanse en paz este aguerrido periodista al que su paso por Corias le llevó, primeramente, siendo muy joven, a ser novicio dominico y a convertirse en uno de los locutores radiofónicos más emblemáticos en la historia de la radiodifusión española, después. ¡Hasta siempre Pepe Domingo Castaño!

Revista ‘Lecturas’ nº 1.243 de 13 de febrero de 1978


 

Federico Rubio y Galí y el tumor de cinco kilos de Antonia García de Besullo

Dr. Federico Rubio y Galí fotografiado por Franzen en su despacho (Blanco y Negro, 1 de julio de 1900)

Federico Rubio y Galí (El Puerto de Santa María, 1827 – Madrid, 1902) junto al premio Nobel Santiago Ramón y Cajal  (1852 -1934), sin lugar a dudas, son las dos personalidades más relevantes y significativas de la Medicina española del siglo XIX, no en vano en 1873 fue nombrado Miembro de Honor del Royal College of Surgeons de Londres, concediéndosele el título de Príncipe de la Cirugía.

Rubio y Galí obtuvo con inmejorables calificaciones el título de Licenciado en Medicina y Cirugía el 28 de junio de 1850. Para el ejercicio de la profesión tuvo que abonar una tasa o impuesto de 2.720 reales, cantidad que no poseía, pero a la vista de su brillante expediente académico obtuvo un permiso para pagarla a plazos. A poco de obtener el grado de Doctor trasladó su residencia de Cádiz a Sevilla y allí hizo unas oposiciones a la plaza de primer cirujano del Hospital Provincial. Pese a la superioridad de sus ejercicios, la plaza se la dieron a otro de los aspirantes, por lo que finalmente en Sevilla se dedicó al ejercicio libre de la profesión, logrando rápidamente un gran prestigio como cirujano práctico. Fue la más brillante de las figuras que, a lo largo del período 1860-1880, introdujeron en España las arriesgadas intervenciones que permitió la revolución quirúrgica. En 1860 practicó su primera ovariotomía, dos años después de que iniciara su serie Thomas Spencer Wells; en 1861, su primera histerectomía; en 1874, su primera nefrectomía; y en 1878, la primera extirpación total de la laringe, cinco años después de la efectuada por Theodor Billroth.

Además, la importancia del Doctor Rubio y Galí queda atestiguada por la cantidad de proyectos realizados y títulos acumulados desde su juventud hasta los últimos años de su vida. Entre ellos, y para lo que nos ocupa, basta destacar que en 1880 fundó el Instituto de Terapéutica Operatoria en el madrileño Hospital de la Princesa, destinado a la enseñanza de especialidades quirúrgicas que se trasladó, en 1896, a un edificio de nueva planta, en la zona de La Moncloa, que pasó a denominarse Instituto Quirúrgico Rubio, con la escuela aneja Santa Isabel de Hungría para enfermeras, una de las primeras escuelas de enfermería en Europa y la primera en España.

Y es precisamente en su libro publicado en 1882 Reseña del segundo ejercicio del Instituto de Terapéutica Operatoria del Hospital de la Princesa, donde encontramos la siguiente referencia a la evaluación preoperatoria y la intervención quirúrgica de Antonia García, natural de Besullo en el concejo de Cangas del Narcea.

 

Observación de Antonia García

Antonia García, natural de Besullo (Oviedo), de edad de cincuenta y siete años. Alta, bien conformada y algo enjuta.

Desde que pudo observarlo habían pasado tres años. Advirtió una cosa como un pan en la parte posterior de su muslo derecho. Era indolente, y así continuó hasta que, exagerándose el volumen con el discurso del tiempo, notó tirantez, molestias, y luego dificultades para andar.

Hallamos la región posterior del muslo considerablemente deformada y crecida en su volumen, doble por lo menos que el opuesto. Evidentemente, residía por bajo de la aponeurosis. No resultaba fácil distinguir si se trataba de un lipoma gigante o de un sarcoma. Diagnosticamos lo último, fundados sólo en la igual lisura que daba la tactación en todos los puntos y en su consistencia elástica.

Operamos por una sola incisión vertical desde el pliegue de la nalga hasta el espacio poplíteo, desbridando después la aponeurosis a uno y otro lado de la comisura superior. Con esto pudimos separarlo de la cara interna de la aponeurosis introduciendo la mano, despegándolo y volcándolo fuera. Nunca hemos visto tumor de tanta magnitud prestarse tan fácil. No tenía adherencias, y realmente no hubo necesidad de recurrir al bisturí más que para dilatar ampliamente la piel y la aponeurosis.

El tumor pesó cinco kilos y cincuenta gramos; era un sarcoma también de células redondas.

Ni hubo fiebre ni ningún otro accidente. La herida, tratada por el método de Lister, cicatrizó por primera intención y la enferma fue dada de alta.


¡Va a nevar, pa los pies!

Recordamos al ‘Calcetinero’ cada vez que cae nieve o agua-nieve en Cangas por la primavera. Foto: Merce Pérez.

Estos días de principios de primavera que cae un poco de agua-nieve en Cangas del Narcea recordamos a Gerardo Alonso Ramón, conocido popularmente como El Calcetinero por anunciarse él mismo así por las calles de la villa.

Natural y vecino de Peranzanes en el del valle de Fornela (León), recorría nuestras calles como vendedor ambulante cargado con calcetines de lana de fabricación artesanal.

Gerardo Alonso Ramón (q.e.p.d.), invierno 1989. “Va a nevar, pa los pies“

Mostraba siempre una gran sonrisa anunciándose con el grito de ¡pa los pies! y animando a la clientela con el anuncio de las nevadas aún pendientes: de las Golondrinas en marzo, la del Cuco entre en 15 y el 25 de abril, la del Pastor a primeros de mayo y la del Vaqueiro a primeros de junio.

Falleció a finales de 2004 o los primeros días de 2005 pero el recuerdo de su simpatía e ingenio resurge en Cangas con las nevadas primaverales.