Una villa que cambia de nombre
Luis Bello Trompeta fue un escritor, periodista y pedagogo español que nació en Alba de Tormes (Salamanca) el día 6 de diciembre de 1872 y falleció en Madrid el 6 de noviembre de 1935. Algunos historiadores consideran a Luis Bello como uno de los integrantes de la generación del 98. Otros lo consideran heredero de Costa y de Giner de los Ríos. También mantiene indudables y sólidas vinculaciones con la generación del 14 (Ortega y Gasset, Azaña, Ciges Aparicio, etc., no en vano Luis Bello aparece entre los firmantes del manifiesto o programa de la Liga de Educación Política). Defendía una instrucción pública, con maestros bien formados y abiertos a la escuela moderna, algo que aún no era frecuente. Intervino en la política de su tiempo, siendo diputado entre 1916 y 1917 y después en las primeras Cortes republicanas (1931-1933). Desde este posicionamiento, entre 1922 y 1929, recorrió las escuelas de varias ciudades y pueblos españoles, llevando a las páginas de El Sol unos artículos que conformaron cuatro volúmenes, editados por Magisterio Español, bajo el título Viaje por las escuelas de España, siendo el primer tomo el que recoge sus impresiones acerca de la Asturias de aquel entonces.
No fue este viaje por las escuelas de Asturias su primer contacto con el Principado. Luis Bello ya había hecho estudios primarios durante algún tiempo en una escuela de Luarca —recuerda solamente «una habitación oscura que olía a vacas y a paja húmeda, y en la puerta, una doble fila de zuecos que dejábamos al entrar».
Los artículos que integran el citado primer tomo fueron publicados en el diario El Sol durante el año 1922 y su éxito le llevó en 1926 a recoger estas crónicas en un primer volumen dividido en cuatro viajes correspondientes a otras tantas zonas geográficas visitadas: alrededores de Madrid, la Sierra madrileña, Castilla y León y Asturias.
El viaje por Asturias es el cuarto itinerario. El paisaje de la montaña astur-leonesa del Puerto de Leitariegos se hace casi solemne y el concejo de Cangas de Tineo ocupa buena parte de su viaje. En su relato hace referencia a la feria de los maestros babianos en Cangas de Tineo, destaca la obra de los indianos y hace alusión a mecenas y fundadores de escuelas en nuestro concejo. Por su interés, todo ello será desarrollado más adelante en esta página web del Tous pa Tous.
Lo que nos ocupa en este artículo es otro legado que Luis Bello nos dejó publicado en las páginas del semanario Nuevo Mundo, una de las revistas ilustradas más importantes de España en el primer tercio del siglo XX. En ella colaboraban autores de la talla de Miguel de Unamuno, José Sánchez Rojas, Ramiro de Maeztu, Emilio Bobadilla o Mariano de Cavia. En el número 1.743 de 17 de junio de 1927 y bajo el antetítulo «Paisajes del norte» se publicaba la siguiente crónica periodística sobre el cambio de nombre de nuestro villa y concejo. Las imágenes que publicamos son las mismas que aparecen en la publicación original.
Una villa que cambia de nombre
Cangas de Tineo – Cangas del Narcea
En nuestros tiempos, de conformidad y aceptación, querer cambiar ya es algo. Cangas de Tineo, por lo menos, quiere cambiar de nombre. Parece que se originan confusiones de toda especie, sobre todo en los servicios postales, entre Tineo y Cangas de Tineo. Para nosotros siempre será la misma, llámese Cangas de Tineo o Cangas del Narcea. Su valle será uno de los más bellos de Asturias, y la vida entre sus verdes montañas una de las más plácidas que puede llevar un europeo de 1926. Quizá llueva un poco más de lo conveniente; quizá exagere algo la fecundidad de la madre Tierra que llena de verdín—según algunos viajeros—hasta, el pan en el mantel y las sábanas en el lecho. Pero Cangas, agreste y civilizada, tiene una sencillez y una ingenuidad montañesa, cuyo atractivo está no sólo en las cualidades del paisaje, tan colorido y tan pintoresco, sino en la sociabilidad y trato amable del paisanaje. El humorismo astur, que empieza en las Brañas, hasta llegar a su Universidad, que es Oviedo, sirve para no hacer monótona y excesivamente blanda y dulce la vida local.
Cangas no quiere ser confundida con Tineo. Seguramente hay algo más que una razón de utilidad práctica para carteros, factores y consignatarios. Es que se siente fuerte y le parece que en cierto modo, por llamarse como se llama, está todavía dentro de la protección y potestad de la villa vecina. Los dos pueblos han seguido trayectoria distinta; Tineo contaba, hace cerca de un siglo, cuando tomaba sus datos D. Pascual Madoz, 1.252 almas. Hoy no llega a 1.700 habitantes, con Canoriego, Llaneza y Mañores. Cangas tenía 1.050 almas en la misma fecha, y hoy pasa de tres mil. Tiene algún derecho a sentirse independiente, aunque sea en cuestión tan nimia como esta cuestión de puro nombre.
Los escritores locales han empezado a tratar el tema y es de suponer que lo agotarán, apelando, en primer término, a la Historia, y en segundo a la Estadística. Yo he leído en La Voz de Asturias un trabajo de D. Claudio Zardaín, escrito desde Salamanca, explicando por qué lleva ese nombre Cangas de Tineo. En la explicación va ya implícita una toma de posiciones favorable a Tineo. Si Cangas se llama así, por algo será, y el Sr. Zardaín da las razones históricas. Pero, además, se trata de suprimir el Juzgado de Primera Instancia, y este no es para Tineo un golpe en el amor propio, sino en sus intereses; por lo cual está bien que se defienda. «Tineo no ha desmerecido nunca ni en su concepto ni en su territorio». Si su población no ha crecido es porque conserva apego a las tradiciones y no ha variado los fundamentos de su vida campestre. Tineo no se ha visto invadida por las industrias que descaracterizan a tantas villas asturianas. No es la «Aldea perdida».
Como estos debates históricos tienen siempre para todo español un interés familiar, no seré yo quien los eche a un lado diciendo que sólo nos importan el presente y el porvenir, Cangas se llamaba antes Cangas de Sierra. «A mediados del siglo XIII — 1255 —, el Rey Alfonso el Sabio hizo merced a los pobladores de la su villa de Cangas de Sierra…» Nunca fué llamada de Tineo en documentos de ese siglo. Pero ya en el siguiente descubren los eruditos asturianos Arbás y el padre Carballo, consultados por Zardaín, la preponderancia de Tineo, centro militar—castro romano, seguramente—, castillo y ciudadela. Castillo conservado por los Reyes, «en premio a la fidelidad de los tinentenses a la Monar- quía cuando la rebelión del conde de Gijón». Tineo ganó terreno con la grandeza de Diego García de Tineo, «poderoso caballero del siglo XIV, casado en primer matrimonio con una hija del Adelantado Pedro Suárez de Quiñones, señor de Cangas y Tineo». Aquí empieza su valimiento y su preponderancia en la región; y agrega Zardaín que la capital hubo de ser Tineo y que algo significa la partícula «de», llamándose Cangas de Tineo en el sentido gramatical de la preposición «de», que denota posesión o pertenencia.
Los argumentos históricos son fuertes, y todavía los refuerza el escritor asturiano con otros fundados en la Heráldica. «En las armas de Tineo y Cangas—llamados concejos partidos—correspondía medio león hacia la cabeza a Tineo y la mitad inferior a Cangas». Y Vigil, historiando el señorío de los Armillan, da a Cangas «un león rampante de azur en campo de plata y a Tineo un león de oro en campo de gules». Todo ello tiene bastante solidez y convence al profano.
Pero Cangas no quiere atenerse a las leyes de D. Pedro Suárez de Quiñones ni aceptar el segundo puesto por razón tan poco seria como el matrimonio de Diego García de Tineo. Escudos y blasones andan ya por toda España deslucidos. Y en suma, no se trata sino de que cada cual viva tranquilamente y con las mayores facilidades posibles. Llámese cada uno como le convenga, sin suplantación de personalidad. Tineo es en la historia San Pedro de Tineo, y ha preferido abreviar el nombre. Cangas, para evitar confusiones, prefiere ser Cangas del Narcea. Y este nombre sí que está bien elegido. El Narcea es su río patrimonial desde que baja de los riscos de Arbas. Bajo el hermoso puente de Ambasaguas, de traza tan característica, se unen al Narcea las del Naviego; pero el primero es quien domina y da nombre a la corriente común hasta desembocar en el Cantábrico más allá de Pravia. La evocación del río en el nombre de la villa es una idea feliz porque las cosas valen más cuando se definen mejor y no es indiferente el nombre —como sabrán los clásicos—a la suerte de los pueblos y de las personas. Cada confirmación de las ciudades históricas obedece a una inquietud o a un propósito respetable. Cuando desechó Oslo un nombre que consideraba extranjero para volver a su tradición genuina, obedecía a un sentimiento actual de nacionalismo. A San Petersburgo lo hemos visto cambiar con dos evoluciones que no sabemos si habrán encontrado ya la forma definitiva. Bien puede permitirse Cangas una variante en el apellido. Y, sobre todo, bien puede hacerlo si con ello logra atraer la atención de cuantos no conocen uno de los rincones más hermosos y menos visitados de España.
Luis BELLO