Filmada en 1951 en Buenos Aires, Argentina y protagonizada por la actriz española, Amalia Sánchez Ariño, Arturo García Buhr y Zoe Ducós
Por Alberto del Río Legazpi (26 de Marzo, 2010) en Por la Vía Láctea
Las obras de Alejandro Casona y de Armando Palacio Valdés inspiraron numerosas películas
Si usted se da un garbeo -cosa recomendable, tanto física como químicamente- por el elevado e histórico barrio avilesino de Miranda, deténgase ante el edificio de las antiguas escuelas y podrá ver una placa que le recuerda que «En esta escuela aprendió a leer Alejandro Casona (1915)».
El escritor residió en Avilés de niño, cuando destinaron aquí a su madre -y maestra-, Faustina Álvarez, mujer notable que hoy figura en lugar de honor de la historia pedagógica española.
Casona le confesó a Lia Beeson que él «era de una aldea asturiana muy pequeña, llamada Besullo, perdida por remota en las montañas de Cangas del Narcea. O sea, que no perdida en el sentido literario que le da mi paisano Palacio Valdés».
Sabemos que la obra escrita de Casona y la de Palacio Valdés son de trascendencia universal. Pero se suele desconocer la cantidad de títulos que de ambos autores fueron llevados al cine. Si de Palacio Valdés fueron trece, de Casona, la friolera de veintitrés. Trabajando incluso el dramaturgo como guionista.
En una ocasión, comiendo en Las Conchas, en Salinas, con Luis García Berlanga, nos enfrascamos en esta curiosidad cinematográfica asturiana, interrumpida a los postres por la retransmisión de la Vuelta a España, cosa que Berlanga -«vicioso confeso» del ciclismo- no perdonaba en aquellos tiempos triunfales de Perico Delgado. Más tarde, volví a coincidir con Berlanga en Madrid, cuando ya reinaba Indurain, y volvimos a retomar esa singularidad de los escritores asturianos en el cinematógrafo.
Y hoy leo que se ha clausurado en Cangas del Narcea un ciclo dedicado a Casona en el que se han exhibido algunas de «sus» películas que estaban, por abandono, a punto de ser descatalogadas. El ex director de la Biblioteca Nacional de Uruguay Raúl Vallarino ha dirigido este rescate. Y después de remasterizarlas, digitalizarlas y aplicarles el tratamiento necesario que las eximiera del peligro de extinción que las amenazaba, las ha cedido al Ayuntamiento cangués.
Me deja de una pieza la declaración que a este periódico hace el escritor uruguayo: «Nadie, ninguna Administración, ni española ni asturiana, nos ha apoyado salvo el Ayuntamiento de Cangas del Narcea, que ha apostado por esta recuperación de forma decidida».
Fuerte, ¿eh? No me extraña que Luis Arias Argüelles-Meres clame, por escrito, indignado, por el vergonzoso abandono al que se ve sometido el suroccidente asturiano.
Y uno, que agradece al señor Vallarino y al alcalde cangués la valiosa salvación cultural, recuerda que un día se puso en marcha la Filmoteca de Asturias, dependiente de la Consejería de Cultura del Gobierno del Principado de Asturias.
¿Seguirá existiendo?