Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984), arquitecto
El arquitecto, de cuyo nacimiento se cumplen cien años, dejó en Oviedo una huella profunda de su trabajo, marcado por la innovación y la investigación de materiales
Al igual que muchos escritores son su ciudad y ésta no puede entenderse sin aquéllos, sin su complicidad (Joyce es Dublín, Leopardi Recanati, Lezama es La Habana, Cunqueiro Mondoñedo, Clarín Oviedo?) así, muchos arquitectos están maridados a un lugar. Barcelona sin Gaudí no sería igual, ni Gaudí sin su amada, Lubjana no lo sería sin Plecnik, ni Viena sin Wagner, Olbrich y su primavera sagrada. Chistopher Wren es San Pablo y también todo un Londres blanqueado. Tampoco Como, la bella ciudad italiana junto al lago, sería la misma sin Terragni, para mí su amado. Pero los escritores que fijan un tiempo con su obra permanecen encerrados en sus páginas, en nuestros anaqueles, esperando, como joven en el baile a ser sacados, a bailar una pieza; mientras que los arquitectos nos tienen presos, realizan el telón de fondo sobre el que discurren nuestras vidas, se viven a diario sus obras y se nos presentan, querámoslo o no, todos los días, tras incluso la muerte de su autor, como es el caso, como presencia cotidiana. Ya habrán descubierto a estas alturas, deberían saberlo ya, que Castelao es Oviedo y Oviedo sería menos profundo sin Castelao. Sin embargo, siendo queridos todos los citados, y con su calle y su respeto, no todos reciben el mismo cariño de su esposa. Los modernistas, clasicistas, formalistas al fin que ya he citado son adorados con embeleso, mientras que aquellos como Terragni en Como, Le Corbusier en toda Francia o nuestro Castelao, que siguieron un camino menos labrado, se quieren sí, pero con la prevención de lo nunca del todo comprendido. También Aalto, con quien mantenía relación epistolar nuestro protagonista, es así querido en su Finlandia y quizá por ello le puso a su barco el nombre «Nemo Propheta in Patria».
La figura de Ignacio Álvarez Castelao -nacido en Cangas del Narcea el 31 de marzo de 1910 y que murió en Oviedo en 1984- no es fácil de acometer, al menos tres tesis doctorales se han iniciado ya hace tiempo y hasta el momento no conozco ninguna concluida y esto es particularmente grave, por lo muy necesario que sería que a partir de su legado se realizara un estudio suficientemente profundo que garantizara la difusión nacional e internacional que merece su figura. Podemos analizarlo aquí someramente, para comprenderlo mejor, desde tres puntos de vista. En primer lugar su excepcional conocimiento constructivo y su vocación investigadora en este campo gracias a su formación ingenieril, en segundo lugar la investigación tipológica y formal en el campo de la vivienda y como colofón los grandes edificios públicos.
Su conocimiento de los materiales hizo que los utilizara siempre con nobleza, crudos, como propiciaban los brutalistas, y buscará, afianzando sus conocimientos con propuestas cada vez más audaces, las posibilidades del hormigón y el acero. Realizó dos patentes, una de forjados y otra que pueden ver en la gasolinera de la Tenderina, que es el nudo Castelao, con el que a partir de piezas muy sencillas articula una estructura espacial muy ligera que permite cubrir grandes vanos. O los grandes vuelos estructurales de hormigón que vemos en Medicina o las mismas losas que conforman las aulas, o con que sabiduría, haciendo que el elemento constructivo sea el que genere la belleza en los encofrados recuperables utilizados en el Colegio San Ignacio. En muchas ocasiones enfrenta la dureza y fuerza de materiales como el hormigón, siempre con huellas de su construcción, bruto, con la calidez de la madera en carpinterías. Otras veces lo relaciona con elementos cerámicos ladrillos o plaquetas que utiliza con destreza, generando textura con distintas tramas, con piezas de diferente cocción que generan vibración precisamente por la diferencia de sus unidades (por su calidad de única dentro de las que parecen iguales), cambiando las disposiciones de ladrillos en aulas de tal modo que al ponerlos al canto absorban el sonido en las zonas que más interesa… También los elementos modulares de hormigón que utilizó en varios edificios (Hunosa, Geológicas?) le permitían aunar dos de sus pasiones, la construcción de la que venimos hablando y la matemática que se desprende de la seriación.
La matemática subyace de tal forma en sus composiciones que a veces es el motivo del que surge la belleza y le permite alejarse de las contingencias de lo cotidiano. Sus realizaciones en el campo de la vivienda, tanto el Serrucho como el Serruchín o Alsa son edificios en los que lo trivial desaparece (¡y vuelve cuando se cierran las terrazas!). A veces en la ciudad vemos construcciones sin intención que nos permiten ir leyendo cosas prosaicas: eso es el salón, eso el tendedero, eso el cuarto de los niños? Nunca en Castelao, con él la Arquitectura brota con fuerza de una proposición previa y certera a la que van siguiendo las necesidades, tras su mando.
Transformó el antiguo convento de Santa Clara, destrozado por la guerra, en la delegación de Hacienda
«El Serrucho» visto desde la negación que es su chaflán no es un edificio de viviendas, son un conjunto de cajas que flotan tocando planos, son seriaciones antes de que conociéramos a Judd, Geológicas es Geológicas cincuenta años antes que los Juzgados de Chipperfield de Barcelona y mucho mejor, el «nudo Castelao» lo era cuando Buckminster Fuller jugaba a lo mismo en América, y su amigo Aalto estaría encantado de firmar los edificios de los empleados de Hacienda sin duda, por cómo van girando, cómo comprenden los árboles que abrazan, que rodean, desde la simplicidad de unas galerías? Castelao, cuando nadie viajaba, nos trajo el mundo aquí.
Y qué me dicen de esos portales, que te quedas mirando desde la calle como si fueran un escaparate que te vendiera algo, pero no te lo vende, te lo da, te da un remanso contra la vulgaridad, te da la destreza infinita a la hora de combinar materiales de cogerte en el exterior y absorberte en la entrada hacia tu casa, te acompaña de la mano por esas escaleritas que te llevan al ascensor, esos gresites, mármoles? (por favor, que alguien quite la rejería pseudoforja con dorados de Santa Teresa, 20), y ya que la cito, qué me dicen de la planta de los apartamentos de Santa Teresa, qué sabiduría, qué control y saber en esas circulaciones compartidas que destierran pasillos (o en Alsa).
Pero Castelao, que estoy pintando como mítico, también fue funcionario de Hacienda, y esto le permitió, probablemente como a Kafka, desarrollar una segunda identidad, meter quizás el orden cotidiano en su vida, para que brotara más suelta su arquitectura. Por esta condición accede a la restauración de Santa Clara, actual sede de Hacienda, y allí cose el edificio herido por la guerra. Con decisión, dejando allí colgado ese balcón, que no va a ningún lado, que queda sólo como un brazo truncado, como que quiere seguir, como que quiere que se cierre el convento mutilado. Como un doctor en igual caso corta por lo sano, eso sí, poniendo su arquitectura al mismo nivel que la del pasado. Sin mimetismos, nos recuerda la guerra, el dolor inacabado. En la última restauración sobre la de don Ignacio se pierden temas importantes de la obra del maestro, la ligereza de las carpinterías iniciales, y también que este gresite que él utilizaba tiene vibración, como antes comentaba, y al utilizarse prefabricados absolutamente idénticos en todas sus piezas, o piedras muertas, el edificio, tras tanto tiempo enfermo, nos parece que se muere también. Adquiere algo que siempre esta desterrado de su obra: afectación. Lo mismo ha sucedido con Industriales en Gijón, que ya no es lo mismo, está demasiado limpio.
Les voy a pedir, si leyeron hasta aquí ya están dispuestos, que como ven lo que debemos a Castelao, le regalemos agradecidos en este centenario de su nacimiento un paseo hasta Llamaquique y al Cristo, y que allí vean Geológicas y Medicina, y al final, el regalo, verán, se lo volverá a hacer él a ustedes. En Geológicas y Biológicas de nuevo están las Matemáticas, contrastando el paralelogramo, platónico, o mejor cartesiano, con la espiral que remite a las caracolas y la vida en crecimiento. En este hall la dureza de los materiales contrasta con la sinuosidad y organicidad de las amebas de Suárez que recorren el suelo. Una rampa rodea este mosaico dando acceso a las distintas clases, triangulares y en crecimiento.
En Medicina me gustaría destacar la lección en recorridos, las distintas escalas, como desde la ciudad, en una visión lejana, es imponente con la mole curva de las aulas en grada, con el volumen volado de hormigón que es la zona de dirección. Pero cuando te acercas, se hace amable, te crea una escala pequeña (dos metros en algunos puntos), un claustro «conventual» que aleja el edificio alto y luego el gran hall con esas escaleras piranesianas de hierro que te invitan al ascenso hacia el saber?
Quiero acabar compartiendo una inquietud con ustedes, ¿Por qué este Castelao tan universal pasaba tanto tiempo en su casina de forjados de madera de San Cucao, llena de elementos etnográficos, con una ventana que enmarcaba un hórreo de madera muy bien proporcionado? ¿Que buscaba?, ¿que destilaba de allí? Quizá buscase estos contrastes que generan la belleza en su arquitectura, quizá la escala, la ausencia de decoración, el pan pan, las cosas crudas como son, la arquitectura sin afectación. O quizá simplemente volviese así a la tierra, a los alrededores del Cangas del Narcea que le vio nacer, al refugio? a la paz sin fin que bien se ha merecido.
BIBLIOGRAFÍA
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- GARCÍA-POLA, Miguel, «Asturias. La épica del desarrollo», en la revista «Quaderns», Ed. Collegi d’Arquitectes de Catalunya. Barcelona, 1997.
- GARCÍA TUÑÓN, Ignacio et álii, «Guía de arquitectura y urbanismo de la ciudad de Oviedo. Ed. Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Oviedo, 1998.
- NANCLARES, Fernando, «Ignacio Álvarez Castelao», en revista «Obradoiro», n.º 8. La Coruña, 1993.
- RUIZ, Rogelio, «Faculty of Geology and Biology and Public Finances Building in Oviedo», en «Struggle for life», exposición, Sint-Lukasarchief, Bruselas, 2005.
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