Noticias de literatura.

El origen cangués de Antonio de Nebrija, el primer humanista hispánico

A mi hermana Elisa y mis sobrinas Magdalena, Julia y Olivia.

 

Antonio de Nebrija (Lebrija, c. 1441 – Alcalá de Henares, 1522), ocupa un lugar destacado en la historia de la lengua española por ser el autor de la primera gramática castellana, publicada en Salamanca en 1492 (tres meses antes del descubrimiento de América), de un primer diccionario latino-español ese mismo año y de otro español-latino hacia 1494.

Antonio de Nebrija (c. 1441-1522) célebre por su Gramática castellana (1492), primera gramática en una lengua europea moderna fue el principal introductor del Renacimiento italiano en la Península Ibérica, a partir de 1470. De ahí que podamos sostener que fue el primer humanista hispánico.

El pensar que el segundo escritor del mundo (y el primero en España) en reclamar derechos de autor para sus obras, más de dos siglos antes de que se inventase el copyright anglosajón (Estatuto de la Reina Ana, 10 de abril de 1710), pueda tener origen cangués, fondeó en mi cabeza al enterarme de sus verdaderos apellidos.

Los padres de este ilustre humanista fueron Juan Martínez de Cala e Hinojosa y Catalina de Xarana y Ojo, descendientes en cuarto grado de los caballeros Juan Martínez de Cala y Lorenzo de Xarana, que con su valor y esfuerzo lograron conquistar a la morisma la ciudad de Sevilla y, entre otras poblaciones, la villa de Lebrija, antigua Nebrissa Veneria. Por tanto, estamos hablando de que su verdadero nombre completo es Antonio Martínez de Cala y Xarana.

Los datos de su linaje y de su biografía se han podido entresacar de un manuscrito existente en la parroquia de Santa María de Lebrija y de otro, número 8470 de la Biblioteca Nacional. El primer manuscrito citado es un infolio de Testamentos, Informaciones, Legados, Rentas, Dotes, etc., que contiene también el proceso de petición de prueba de hidalguía, verificada en Lebrija el 20 de septiembre de 1720 a favor de don Andrés Moreno de Castro, cuyo abuelo séptimo fue Martín Pérez de Xarana, hermano de Catalina (madre de Antonio de Nebrija) y de Juan Miguel, todos hijos de Antón Martín de Xarana, «cavalleros hijosdalgo». Por este manuscrito se llega al conocimiento de los nombres de los padres y abuelos paternos y maternos de este nebrisense o lebrijano.

Según el citado manuscrito (fol. 133 v.) su apellido paterno Cala tiene una antigüedad de 2.571 años, y proceden sus poseedores de la colonia Rosas (Ciudadela de Rosas), que se cree fundada por los rodios en la provincia de Gerona, estableciéndose en tiempos de los árabes en el valle que de su nombre se llamó Valcala, en Asturias.

Pero no es este apellido el que llamó mi atención, sino el apellido materno Xarana. Para los asturianos esta palabra es sinónimo de jarana, juerga… y los cangueses la vemos simbolizada en la simpática y fiestera peña femenina de la pólvora «La Xarana».

Y precisamente, es de este segundo apellido, Xarana, de donde viene el que podamos asentir el origen cangués de nuestro ilustre protagonista. Sobre este apellido, en el folio 110 del manuscrito custodiado en la parroquia de Santa María de Lebrija se pueden leer los siguientes versos que copio fielmente:

BLAZON.

Desienden de la Montaña
Rivera del Rio Xuran
Los de Xurana que están
Fundados por toda España.

Con esfuerzo Ardid y Maña
Ganaron Cruz pʳ . Trofeo
Son de Cangas de Tineo
De Noble Estirpe y Compaña.

Es linaje Infanzonado
Portan por armas perfetas
Tragantes en barras prietas
Todo en campo colorado.

Dos flores de (lis) oro Azulado
Y en los otros dos cuarteles
Amarillos seis Xaqueles
Por orla cielo Estrellado. (8 estrellas.)

 

Manuel Álvarez Pereda
Villaviciosa de Odón, 24 de marzo de 2023

 

Emilio Rodríguez (1938-2020), un poeta cangués recuperado

Edición completa de la poesía de Emilio Rodríguez

La Editorial San Esteban-Edibesa, de Salamanca, acaba de editar la obra poética completa de Emilio Rodríguez, Detrás de las palabras. Poesía I y Poesía II (dos tomos de 778 y 770 páginas, ilustrada), en edición de Fr. Bernardo Fueyo Suárez, O. P., y estudio introductorio de María del Sagrario Rollán.

Emilio Rodríguez nació el 9 de julio de 1938 en Villar de Adralés (Cangas del Narcea, Asturias). A los 19 años profesó como dominico, y en 1966 concluyó sus estudios en San Esteban de Salamanca con la Licencia en Teología. Completó su formación en la escuela de periodismo de la Universidad de Navarra (1966-1969) y, a partir de esa fecha, desarrolló su actividad pastoral y profesional en la editorial OPE en Guadalajara, en Salamanca como Director 15 años de Radio Popular y en la comunidad de Parquelagos-Galapagar (Madrid). Falleció el 15 de noviembre de 2020.

Creó y participó en grupos literarios en Madrid, en El Escorial y, sobre todo, en Salamanca, donde animó una tertulia literaria en San Esteban, aún activa, y la revista a ella vinculada Papeles del martes. Es autor de una extensa e importante obra poética, que ahora se edita en dos tomos. El primero reúne veinticuatro poemarios publicados en vida del autor, sus entregas en Papeles del martes, y algunas de las colaboraciones en revistas y obras colectivas. A su muerte, Emilio Rodríguez mantenía aún inédita una parte de su creación literaria, parcialmente conocida por lecturas públicas, por difusión en la red o por dedicatorias personales. Queda toda ella reunida en el segundo volumen. La edición se completa con una selección de sus dibujos, actividad también destacada del autor, y con diversas fotografías de su vida.

Bernardo Fueyo Suárez, responsable de la edición, fue compañero de curso de Emilio Rodríguez y dominico como él, psicólogo profesional y profesor durante años, fue director de la Editorial San Esteban (1987-2007) y en la actualidad es responsable de la Biblioteca Histórica, anexa a la Facultad de Teología San Esteban, de Salamanca.

María del Sagrario Rollán, autora del estudio introductorio sobre la poética de Emilio Rodríguez, es doctora en Psicología, y Profesora de Filosofía. Perteneció al grupo fundacional de poetas en torno a Papeles del martes y, desde los años 80, ha asistido de cerca al nacimiento de casi todos los versos del autor y ha prologado y presentado varios de sus libros.

A continuación se muestra la invitación a la presentación de la edición completa de la poesía de Emilio Rodríguez.

 

Entrevista realizada en Buenos Aires a Alejandro Casona (Besullo, 1903 – Madrid, 1965)

Entrevista realizada en Buenos Aires (Argentina) al escritor español Alejandro Casona con motivo de su regreso a España y que ha sido efectuada por el periodista argentino Hugo Ferrer el 8 de enero de 1962.

  • Min. 01.24: Toma la palabra Alejandro Casona para hacer referencia a las largas temporadas que pasa fuera de España, continúa con una pequeña autobiografía.
  • Min. 05.05: Casona comenta los hechos más importantes en su labor de autor teatral por toda Iberoamérica.
  • Min. 08.24: Continúa la entrevista enumerando algunas comedias más exitosas como, “Prohibido suicidarse en primavera”, “La dama del alba”, “Los árboles mueren de pie”, “La tercera palabra” y “La casa de los siete balcones”.
  • Min. 10.27: Prosigue la entrevista centrándose en la obra teatral “Los árboles mueren de pie”, representada con éxito por todo el mundo.
  • Min. 14.47: Hugo Ferrer, pregunta a Casona por su seguimiento del movimiento literario español (teatro, poesía…), así como de los autores españoles.
  • Min. 19.16: Finaliza la entrevista con el anuncio del regreso a España para estrenar una de sus obras.


 

Sobre la correspondencia de Lauro Olmo con Alejandro Casona y la representación de “La camisa” por el I.F.T. en Buenos Aires

Lauro Olmos y Alejand

Los dramaturgos Lauro Olmos (izda) y Alejandro Casona (dcha) en 1962.

Antonio Fernández Insuela, Catedrático jubilado de Literatura Española de la Universidad de Oviedo, especialista en teatro, minucioso erudito, maestro generoso e inestimable amigo, lleva varias décadas sacando adelante muy diversos estudios sobre la vida y la obra de Alejandro Casona, algunos de ellos ya consultables en nuestra web, muchos otros recogidos en el libro-homenaje Un teatro de cordiales fantasías. Estudios sobre Alejandro Casona (KRK, 2019), donde las editoras de la obra ­—María del Carmen Alfonso García, Raquel Fernández Menéndez y María Martínez-Cachero Rojo— recopilaron los estudios que el profesor Insuela fue dedicándole al dramaturgo de Bisuyu / Besullo desde 1990. Antonio Fernández Insuela es, junto con José Rodríguez Richart, quien más y mejor se ha ocupado de la vida y la obra de Alejandro Casona, dejando siempre claro el compromiso ético del dramaturgo con los desfavorecidos y los vencidos, su identificación emocional con aquellos que no han conseguido ganar, como, por otra parte, expresaba él mismo en una de sus intervenciones en la radio argentina recopiladas por Evaristo Arce en Obra inédita de Alejandro Casona: charlas radiofónicas (IDEA, 1982), donde en la titulada “Estética del fracaso”, nos dice: “Basar la educación de un pueblo en la simpatía sentimental al débil, al caído, al pobre, al eterno vencido, aunque sea muy evangélico no creo que resulte un programa aconsejable. Pero basarla en el culto pragmático del éxito atando los ideales públicos al carro del vencedor es moralmente el regreso a la más pura barbarie, y políticamente la mejor cantera para la fabricación en serie de esclavos voluntarios”.

Programa de “La Camisa”. Teatro Alkazar, 1964

Desde ahora, los seguidores de Alejandro Casona y del «Tous pa Tous» podrán disfrutar de una nueva aportación a la bibliografía de nuestro escritor más universal. En este caso se trata, además, de una pieza en la que podemos leer las palabras literales que el propio Casona le dedicó a un joven compañero de profesión: Lauro Olmo, uno de los dramaturgos más sobresalientes del teatro español de posguerra que veía en Casona un referente. Quien vivió un cuarto de siglo en el exilio tras la guerra civil y quien se ocupaba de tratar de mostrar la realidad de la vida cotidiana en la España franquista de los años cincuenta y sesenta poniéndole una guirnalda de fantasía (tan propia de Casona) se conectan con exhaustividad y maestría en este artículo titulado “Sobre la correspondencia de Lauro Olmo con Alejandro Casona y la representación de La camisa por el I.F.T. en Buenos Aires”. El artículo acaba de salir en el libro colectivo A la sombra de las luces. Homenaje a Fernando Doménech, publicado por Fundación Universitaria Española y de cuya edición se han encargado las profesoras Ana Contreras Elvira y Guadalupe Soria Tomás. A ambas, así como al propio Antonio Fernández Insuela, queremos agradecer su amabilidad por dejarnos reproducirlo.



 

Jugadores de billar de José Avello, por Miguel Martinón

José Avello es el autor de una de las mejores novelas de la literatura española contemporánea.

En el número 159, de mayo-junio de 2022, la revista literaria Clarín, editada en Oviedo, dedica un artículo a la novela Jugadores de billar, del ínclito escritor José Avello Flórez (1943-2015), el literato más importante que dio el concejo de Cangas del Narcea desde Alejandro Casona hasta el presente.

De profundizar en la obra de Pepe Avello se ha encargado el profesor Miguel Martinón, quien nos ha cedido amablemente su trabajo para poder reproducirlo en esta página web.

Miguel Martinón (Islas Canarias, 1945) cursó estudios de Filología Románica en la Universidad de La Laguna, y de Filosofía en la Complutense de Madrid. Hasta 2011 fue profesor de Literatura Española en la Universidad de La Laguna. Su larga trayectoria poética, representada en la antología La casa sobre el mar, se ha continuado luego con los poemarios Estación sucesiva (2018) y Esta es la hora (2020). Entre sus últimos estudios publicados figuran los libros Ciudadano del viento y de los mares (Poesía y poética de Pedro García Cabrera) (2014) y Era obra de su tiempo (Texto y contexto de «La Regenta») (2016).



«La aptitud asturiana», por Mario Gómez

En el año 1903, por iniciativa de Francisco Suárez Acebal (conocido como el obrero ilustrado) y Santiago Nájera Alesón (principal mecenas, prospero comerciante y decidido filántropo), se crea, en Gijón, la Asociación Popular de Cultura e Higiene, que, con el tiempo, abrió hasta más de una docena de sedes en diversos barrios gijoneses y cuyo órgano de expresión a partir del año 1912 será la revista «Cultura e Higiene. Revista semanal de divulgación popular».

Mario Gómez (Cangas del Narcea, 1872-1932) fue un extraordinario colaborador de esta revista, en la que sus promotores elogiaban su “amena y cultísima pluma” y tras la publicación “con insuperable éxito” de las cartas «A Pin el Ajustador» le reconocerían una alta reputación de publicista educador y divulgador científico. Tanto es así que la recopilación de estas veintitrés cartas dirigidas a un joven obrero, en las que don Mario despliega sus dotes de médico higienista, acabarán en la imprenta componiendo el libro «A Pin el Ajustador», que llegó a tener, al menos, dos ediciones. De esta manera, la Asociación Cultura e Higiene iniciaba su Biblioteca de libros de difusión cultural, que eran repartidos entre los Centros Instructivos Obreros de Gijón y la provincia.

Tras las cartas «A Pin el Ajustador», Mario Gómez escribió expresamente para esta revista una nueva serie de artículos que versaban sobre el curioso tema de la vocación profesional asturiana, en las que el distinguido escritor cangués volvía a poner de relieve sus grandes dotes de escritor indiscutible, sutil, penetrante y sus portentosas facultades observativas, con que sabía descubrir y retratar el carácter de los asturianos. Esta vez se trata de una serie de catorce artículos englobados bajo el título «La aptitud asturiana» que se publicaron entre finales de julio de 1916 y febrero de 1917.



 

Algunas cartas entre Alejandro Casona y Félix Gordón Ordás: meditaciones sobre los reflejos fragmentarios de dos vidas en el exilio

Portada de la revista “Anales de la literatura española contemporánea”
Vol. 41, No. 2

El objetivo de este artículo es analizar y editar ocho cartas intercambiadas por Alejandro Casona y Félix Gordon Ordás entre 1957 y 1958. Estas cartas forman parte actualmente del fondo documental de Félix Gordón Ordás conservado en el Archivo del Gobierno de la II República Española en el Exilio, ubicado en la Fundación Universitaria Española. La teoría de la literatura epistolar, junto con los estudios sobre las relaciones problemáticas entre ficción e historicidad, constituyen el marco del análisis. A través de la mencionada correspondencia entre el dramaturgo y el político republicano, ambos exiliados en ese momento, y con el apoyo de fuentes complementarias para contextualizar las alusiones socio-históricas y personales, este artículo explora el proceso de construcción de la identidad, así como sus efectos en el ámbito de la representación.

Ha sido publicado en la revista Anales de la literatura española contemporánea Vol. 41, No. 2, Drama / Theatre (2016) , págs.297-331, que promueve la Sociedad de Estudios Españoles e Hispanoamericanos y se puede consultar y descargar en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous en el siguiente enlace:

Sobre la autora: Dra. Mª del Carmen Alfonso García

Breve currículum

María del Carmen Alfonso García es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo y profesora titular de Literatura Española en el Departamento de Filología Española de la misma universidad. Es miembro del grupo de investigación  “Intersecciones: Literaturas, culturas y teorías contemporáneas”, de la Universidad de Oviedo, dirigido por la Dra. Isabel Carrera Suárez, Catedrática de Filología Inglesa, y, en la actualidad, coordina el Máster Universitario en Género y Diversidad.

Sus líneas de investigación tienen que ver con la literatura española contemporánea, con especial incidencia en los siguientes aspectos:el imaginario de finales del siglo XIX y su intertextualidad, la perspectiva de género (literatura, identidad nacional y género; género y representación; discursos de la autorrepresentación; literatura, espacio y género), las relaciones prensa–literatura y la literatura del exilio español republicano (con atención a Alejandro Casona). Una selección de sus publicaciones en este último aspecto incluiría las siguientes:

—Alfonso García, María del Carmen. 2016. “Algunas cartas entre Alejandro Casona y Félix Gordón Ordás. Meditaciones sobre los reflejos fragmentarios de dos vidas en el exilio”. Anales de la literatura española contemporánea (ALEC):41.2. 5-39.

—Alfonso García, María del Carmen. 2015. “A la sombra de una muchacha muerta en flor: la huella de Mariana Pineda en Cartas de Doña Nadie a Don Nadie (1998), de Matilde Cantos”. En Las escritoras españolas en el exilio mexicano: estrategias constructivas de una identidad femenina. Eds. Eugenia Houvenaghel y FlorienSerlet. México: Porrúa. 207-222.

—Alfonso García, María del Carmen. 2010. “Sobre la adaptación casoniana de El anzuelo de Fenisa: texto y espectáculo”. En Setenta años después. El exilio literario español de 1939. Actas del Congreso Internacional celebrado en la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo. Oviedo, 17 al 19 de diciembre de 2009. Eds. Antonio Fernández Insuela, Mª del Carmen Alfonso García, María Martínez-Cachero Rojo y Miguel Ramos Corrada. Oviedo: KRK Ediciones.

—Alfonso García, María del Carmen. 2008. “Revelar y revelarse: Los textos autobiográficos de Carmen Conde”. En En un pozo de lumbre. Estudios sobre Carmen Conde.  Ed. Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco. Murcia: Fundación CajaMurcia. 9–32.

—Alfonso García, María del Carmen. 2007. “Con voz de mujer: Memorias de exiliadas republicanas (Al fondo, Aurora de Albornoz)”. En Palabras reunidas para Aurora de Albornoz. Ed. Begoña CamblorPandiella, José Antonio Pérez Sánchez y Leopoldo Sánchez Torre. Oviedo: Universidad de Oviedo/Ayuntamiento de Valdés. 13–38.

—Alfonso García, María del Carmen. 2004. “La literatura y la crítica literaria en las colaboraciones periodísticas de Alejandro Casona”. En Actas del “Homenaje a Alejandro Casona (1903–1965)”. Congreso Internacional en el centenario de su nacimiento. Eds. Antonio Fernández Insuela, Mª del Carmen Alfonso García, María Martínez–Cachero Rojo, María Crespo Iglesias y Miguel Ramos Corrada. Oviedo: Ediciones Nobel y Universidad de Oviedo. 581−599.

Eugenia Astur, una mujer entre dos mundos

Enriqueta García Infanzón, conocida por el seudónimo Eugenia Astur nació en la villa Tineo el 10 de marzo de 1888, y allí falleció el 10 de enero de 1947

Enriqueta García Infanzón (Tineo, 1888-1947), que firmaba con el seudónimo de Eugenia Astur, escribió siempre desde una orilla propia que a un tiempo la mantenía al margen de los entresijos del mundo y le permitía calibrarlos e interactuar con ellos. Criada en el seno de una familia hidalga entre Tineo y Luarca, dos importantes villas del occidente asturiano, su ocupación fundamental fue la de cualquier muchacha con las mismas circunstancias en aquel tiempo: imbuirse de una buena educación católica y prepararse para el matrimonio. Enriqueta, que mostró interés por las artes plásticas y la literatura desde la infancia —en su estudio sobre el general Riego, confiesa que desde los tiempos en que era una chiquilla “con la imaginación presa aún en la quimera de hadas y dragones”, se nutría de las lecturas de la biblioteca de su abuelo—, pertenecía a la misma generación que autores como José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o Ramón Pérez de Ayala, y, lo que seguramente es más importante, que autoras como Elena Fortún, Carmen Baroja o Matilde Ras.

Durante los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando Enriqueta G. Infanzón empieza a tener cierta proyección pública con sus primeras novelas, comienzan también a vislumbrarse las demandas largamente postergadas de los movimientos en favor de la emancipación femenina. Los peinados a lo garzón, los vestidos ceñidos o la sustitución del corsé por el sujetador eran conquistas estéticas que traslucían un cambio de mentalidad en una parte de la sociedad. En España, un grupo de escritoras que amalgamaba varias generaciones, desde las que como Isabel Oyarzábal Smith eran más o menos coetáneas de la Generación del 98 hasta las más jóvenes Concha Méndez, Magda Donato, María Teresa León o Constancia de la Mora, pertenecientes a la del 27, publicaban en los periódicos y participaban en las actividades del Lyceum Club de Madrid, alumbrado y  presidido por María de Maeztu en aquellos años veinte. Sin duda, por sensibilidad, Enriqueta García Infanzón podía haber pertenecido a ese mundo, un mundo que, sin embargo, miró desde su apartada orilla en la villa de Tineo y con el que no llegó a estar de acuerdo al no sentirlo propio, pero un mundo también hacia el que se sentiría atraída, como deja entrever la lectura de su entrada biográfica en Escritores y artistas asturianos, obra que pergeñó el destajista de la cultura Constantino Suárez, Españolito. En esta entrada, como muchas otras escrita por la propia interesada —José Maldonado, quien fuera el último presidente de la Segunda República en el exilio, buen conocedor de Enriqueta por ser también tinetense, indica que la entrada sobre ella en Españolito es “inconfundiblemente autobiográfica” —, se dice que había una enconada “resistencia familiar” a que Enriqueta escribiera para el público, lo que la llevaría a editar sus obras cuando ya había sobrepasado los 30 años y bajo el seudónimo de Eugenia Astur.

Publica su primer cuento en 1917, en La lectura dominical, y su primera novela corta, significativamente titulada Memorias de una solterona, en 1919. Su firma se puede encontrar poco después en revistas de la emigración, como Asturias, de La Habana, y en periódicos como el ovetense Región o el gijonés La Prensa, pero no será hasta finales de los años veinte y principios de los treinta, coincidiendo con ese momento de esplendor intelectual que cuaja en la Segunda República, cuando su proyección intelectual llegue al máximo reconocimiento que alcanzó. Durante esta etapa publica en los diarios madrileños del tándem progresista José María Urgoiti — José Ortega y Gasset, tanto en el matinal El Sol como en el vespertino La Voz, pero en un momento en que esa impronta progresista había dado un giro tras perder Urgoiti la propiedad de ambos. Será también durante estos años cuando al fin saque a la luz una obra que llevaba realizando desde mediada la década de 1920, pero que no se publicará, debido a la situación política, hasta 1933. Esta obra se hizo realidad gracias a los papeles y cartas personales de Rafael del Riego encontrados en un archivo familiar, fue sufragada por la Diputación de Oviedo  y alabada mucho antes de su publicación por personajes de la talla intelectual de Fermín Canella o Álvaro de Albornoz. Se tituló Riego (Estudio histórico-político de la Revolución del año veinte), y por el aporte de fuentes primarias sigue siendo un libro de referencia para el análisis de ese periodo histórico. El 12 de octubre de 1935, durante la Fiesta de la Raza recibe en Oviedo el premio asignado al tema “Fermín Canella, su vida y sus obras”, que ganó junto con Benito Álvarez Buylla. Sin embargo, el leve refulgir pasa pronto, porque llegaron luego la guerra civil y los tristes años de posguerra, que supusieron para Enriqueta un largo silencio. Desde entonces, publica poco y cuando le ofrecen colaboraciones —lo hace por amistad Jesús Evaristo Casariego, durante los años de posguerra director del diario El Alcázar en Madrid— da largas o declina amablemente.

No publicará ninguna otra obra en vida. Póstumamente, en 1949 aparece editado por La Nueva España y bajo el impulso de la hermana de la autora, Milagros García Infanzón, el drama teatral La Roca Tarpeya, que ya desde el título —hace referencia al lugar que en la Roma republicana se utilizaba para ajusticiar a asesinos y traidores— tiene una clara intención política. Se trata de una obra en tres actos, bien estructurada y que se lee actualmente como curiosidad histórica por la carga anticomunista que contiene. La acción se desarrolla en su parte fundamental en un país llamado Eslavia, fácilmente identificable con la Unión Soviética estalinista. La trama consiste en el viaje que una joven, llamada Alejandra, pretende realizar a ese país en compañía de su maestro Segismundo. Un viaje al que se opone Román, el pretendiente de Alejandra. El viaje se lleva a cabo, pero únicamente en el sueño que Alejandra tiene la misma tarde en que debe partir. En aquel país, Alejandra se desencanta por completo del sistema político-social del que estaba prendada. Y será víctima de los excesos del estalinismo, que la encasilla como una española “que con sus coqueterías de mujer meridional consigue excitar a estudiantes y profesores”. Además, en 1991 la editorial Azucel reúne, con prólogo de Jesús Evaristo Casariego y un ilustrativo epílogo de Rafael Lorenzo sobre el entorno familiar y social que rodeó a Eugenia Astur en Tineo, lo esencial de su obra breve: el cuento Rosina y las novelas cortas Memorias de una sol­terona y La mancha de la mora —recopiladas por primera vez en volumen en 1921—. En el año 1998, con una presentación de Cecilia Meléndez de Arvas, se editó el trabajo que le habían premiado en Oviedo en 1935: Fermín Canella, su vida y sus obras. Y en el año 2000, de nuevo Cecilia Meléndez de Arvas, edita Epistolario de Eugenia Astur. Por otra parte, en la Biblioteca de Astu­rias, adquirida al médico luarqués Fernando Landeira, se conserva parte de la correspondencia de Enriqueta García Infanzón, entre los años 1921 y 1938, que con­tiene cartas del egregio Armando Palacio Valdés, del li­terato valdesano Casimiro Cienfuegos, del político José Maldonado o de Carlos Canella Muñiz. De esta correspondencia merecen especial atención las cartas entre Casimiro Cienfuegos y Eugenia Astur, que desvelan un amor clandestino en el que lo literario y lo personal se fueron mezclando para terminar en ruptura. Y en las últimas décadas se han ocupado de glosar la figura de Enriqueta G. Infanzón autores como Senén González Ramírez o Manuel Fernández de la Cera.

Portada de la novela de Eugenia Astur, “Dos mujeres”

Pero habíamos dejado a Enriqueta G. Infanzón escuchando desde su orilla, con cierto distanciamiento, el rumor de ese riachuelo del feminismo que comenzó a asomar en España tras la Primera Guerra Mundial. Pertenece por edad a una generación que sale a Europa y tiene en Ortega su vigía intelectual, que introduce las vanguardias y comienza, por tanto, a remozar la literatura y el arte de las generaciones anteriores, aquellos ya viejos estandartes del Modernismo y el Noventayocho. Sin embargo, Eugenia Astur, tanto a nivel estético como estilístico parece más próxima a esas generaciones precedentes que a la suya. El lector de la novela Dos mujeres, se verá al punto envuelto por un estilo en ocasiones un tanto arcaizante, que bebe de los clásicos españoles —con ese uso y abuso de la posposición del pronombre personal a la forma verbal, como “hacíale”, “servíale”, de los reflexivos, etc.— y también bebe de la sonoridad propia de la lengua asturiana e, ineludiblemente, de la fuente de la novela galante al más puro estilo Eduardo Zamacois. Pero no solo, porque en la novela Dos mujeres, más allá de la carcasa puramente argumental, en la que el joven ingeniero Javier Nadal se debate entre dos amores —excitante, inteligente, oscuro y felino el uno; candoroso, tierno y virginal el otro—, en la reconstrucción del trasfondo histórico, que abarca desde la Dictadura de Miguel Primo de Rivera hasta la Revolución de Octubre de 1934, la autora se muestra muy informada de lo que sucedía en cada uno de aquellos momentos que vivió directamente. Era muy consciente de lo que se hablaba en las tertulias de los cafés madrileños, de lo que pensaban algunos destacados políticos y de por dónde iban las tendencias artísticas. Y todo lo ve con ese distanciamiento un tanto british, una pizca altanero y tendente al conservadurismo, que le proporciona la mirada desde su orilla. En este sentido hay una mezcla de personajes, reales unos —el dibujante Bagaría, el periodista Félix Lorenzo, el escritor Gabriel Alomar—, imaginarios otros y ocultos bajo nombres en clave algunos que son claramente identificables —como ese Pepe Ruiz Pérez que es sin duda José Díaz Fernández, autor de las novelas El blocao y La venus mecánica, al que muy probablemente conocía la autora; o Alvarado, tras el que se encuentra Álvaro de Albornoz, ministro de Fomento durante la Segunda República y fundador junto a Marcelino Domingo del Partido Republicano Radical Socialista—. A estos últimos se los muestra con distanciado cariño y hay para con ellos como una reconvención de maestra enfurruñada con lo que están haciendo sus alumnos. Una impresión que seguramente se hace palpable porque la novela está escrita una vez pasados los acontecimientos.

Tan contradictoria como todo ser humano, Enriqueta G. Infanzón fue una mujer moderna y de su tiempo, que luchó por su independencia intelectual y consiguió tenerla, pero a la vez, su educación sentimental la ancló a un mundo en que la mujer que tenía un fracaso amoroso se quedaba para vestir santos o solterona, según las expresiones que un tanto despectivamente se utilizaban entonces para designar esa situación civil. El fracaso amoroso se trasluce en una de sus primeras novelas cortas: Memorias de una solterona, en cuyo aviso “al lector” Eugenia Astur confiesa no ser capaz de enfrentarse al público con su propio nombre, seguramente, entre otras razones que arguye, por la carga autobiográfica de la novela, en la que entre los amoríos de una rica señorita de la villa de Arganda (sin duda, Tineo) y un sentimental joven madrileño, se interpone la hija, a la sazón mas bien fea, de un indiano con posibles. Al decir de quien la conoció bien, es decir, de nuevo José Maldonado, que le escribe al editor José Antonio Mases en 1984 para excusarse de no hacer el prólogo solicitado para la reedición facsímil del libro sobre Riego, algo así pudo ocurrirle a Enriqueta: “Podría haber contado que un fracaso sentimental —que no hay por qué ocultar a estas alturas— cambió brusca y radicalmente el rumbo de quien había centrado sus aspiraciones en la plácida o monótona existencia de un matrimonio burgués; porque, en efecto, esa peripecia no sólo no amilanó a quien sufría sus consecuencias, sino que hizo surgir de ella un derivativo que le dio un nuevo sentido a su vida, el de dedicarse en serio a la creación literaria, actividad que, hasta entonces, sólo había constituido para ella un pasatiempo”.

Estamos ante una autora que desde su orilla se debatió entre el conservadurismo propio de su entorno familiar y un liberalismo de corte democrático que acabaría por desencantarla. Alguien que desde su orilla consiguió independencia intelectual sin dejar nunca atrás el mundo familiar que la marcó desde la cuna, que escribió alejada del bullicio y el éxito rotundo, inmersa en su vida de pequeña villa interior, con sus cotilleos, sus convenciones y su figurar socialmente, pero siempre con un ojo puesto en aquello que la llevaba mas allá de esas constreñidas fronteras y la conectaba con la ancha realidad exterior, dedicándole esfuerzos a algo para lo que estaba indudablemente dotada y le ayudaba a ver el mundo de otra manera: la literatura. Estamos ante una autora entre dos mundos que, inmóvil, observó siempre la realidad desde la orilla del río, haciéndose cargo del discurrir imparable del torrente de aguas que renuevan incansablemente el mundo para que jamás se bañe nadie dos veces en el mismo río. Estamos ante una autora muy consciente de que la escritura es ese sentir solitario, ese estar solos en la orilla contemplando un universo propio que nadie mas puede ver. Estamos, en fin, ante una autora que comenzó a publicar tardíamente, no puso demasiado empeño en una carrera que pudo ser más exitosa y dejó varias obras inéditas —entre ellas, al parecer, las novelas La cruz de la victoria, Casamolín y El último hidalgo; las obras de teatro El secreto de Budha y Amoríos reales; o el ensayo Palacio Valdés y las mujeres de sus novelas—. Una de esas obras inéditas, no mencionada ni por la información editorial que solían traer los libros sobre la obra de los autores en esos años veinte y treinta, ni por quienes se han ocupado hasta el momento de Enriqueta G. Infanzón, es la novela Dos mujeres, que acaba de ver la luz.

Trece poesías de Gervasio Suárez-Cantón

Gervasio Suárez Cantón en El Recluta, Alto de Santarbás, en el verano de 1983.

Publicamos aquí un documento sonoro que nos ha hecho llegar Jorge Bethencourt Colubi, con 13 poesías compuestas y recitadas por el cangués Gervasio Súarez-Cantón y de Llanes-Campoamor. Estos pasajes “más o menos literarios”, como el propio Cantón dice en la grabación, son los siguientes:

EL VIEJO ROBLE.— Motivado por sus aficiones a la montaña y a la caza.

CARRETERA DE MONTAÑA

EL ANDAR DEL RÍO.— Dedicado al río Pisuerga a su paso por Valladolid.

UNA ORACIÓN PARA RODRÍGUEZ DE LA FUENTE.— A la memoria del naturalista y divulgador ambientalista español, Félix Rodríguez de La Fuente, al que Cantón tuvo el gusto de conocer en Madrid.

EL SUEÑO.—  Un elogio al sueño porque para Cantón, “en la vida actual los mejores momentos son los que se pasan soñando”.

EL RECUERDO.— “Lo que pasó y ya no vuelve”.

ALICIA.— Porque para nuestro poeta, “las mujeres son dignas de figurar en la poesía”.

A TU BOCA, CARMENCHÍN – Poesía dedicada a la pintora canguesa Carmen Muñiz (Carmenchín)

LUCERO TENA. Recuerdo a la bailarina de flamenco mexicana, María de la Luz Tena Álvarez, de nombre artístico Lucero Tena, maestra en el arte de tocar las castañuelas y los palillos flamencos.

 Y para finalizar, un ciclo dedicado a las cuatro estaciones canguesas del año:

10º OTOÑO

11º INVIERNO

12º PRIMAVERA

13º VERANO

Nuestro célebre poeta, falleció en avanzada edad el 27 de octubre de 1993 en la villa de Cangas del Narcea, pero hoy todavía lo podemos escuchar en el siguiente enlace:



 

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El primer estreno de Alejandro Casona en el exilio: Prohibido suicidarse en primavera (Ciudad de México, 1937)

altAntonio Fernández Insuela, Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Oviedo y especialista en teatro, cuenta con una trayectoria intelectual tan sólida como diversa, pues en su campo de trabajo se ha ocupado tanto del análisis de la narrativa breve del siglo XVIII como del teatro realista y social del siglo XX –es autor del libro Aproximación a Lauro Olmo-, además de realizar estudios sobre tradición oral, el romancero y algunos aspectos de la obra de Leopoldo Alas Clarín. Sin embargo, para el Tous pa Tous y los cangueses reviste mayor importancia el hecho de que lleve muchos años sacando adelante minuciosos estudios sobre la vida y la obra de Alejandro Casona. Cabe recordar que Antonio Fernández Insuela fue, con la complicidad de José Rodríguez Richart, el principal impulsor del Congreso Internacional que celebró la Universidad de Oviedo entre el 5 y el 8 de noviembre de 2003 como homenaje a Alejandro Casona en el centenario de su nacimiento (las Actas del congreso se editaron por Nobel / Fundación Universidad de Oviedo en 2004).

Ya en otras ocasiones hemos traído al Tous pa Tous trabajos de este profesor, unos dedicados a desenterrar obra olvidada de Casona, otros a detallar algunos aspectos de su exilio. Y ahora, recién publicado en la revista Anales de la Literatura Española Contemporánea. Drama / Theater, editada en Temple University (Filadelfia, Estados Unidos) bajo la supervisión de los especialistas José Manuel Pereiro Otero y María Francisca Vilches de Frutos, nos llega su último artículo: “El primer estreno de Alejandro Casona en el exilio: Prohibido suicidarse en primavera (Ciudad de México, 1937)”, que tanto su autor como los editores han tenido la amabilidad de permitirnos reproducir.



El primer estreno de Alejandro Casona en el exilio:
Prohibido suicidarse en primavera (Ciudad de México, 1937)

Alejandro Casona en Chile en 1959: el éxito de ‘La casa de los siete balcones’

Antonio Fernández Insuela, Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Oviedo, demuestra una vez más su gran interés por la figura de Alejandro Casona (Bisuyu / Besullo, 1903 – Madrid, 1965) en el artículo “Alejandro Casona en Chile en 1959: el éxito de La casa de los siete balcones“, recientemente publicado en Un libro para Ramón (Homenaje a José Ramón Saiz Viadero), volumen colectivo coordinado por el profesor José Manuel González Herrán y que Ediciones Tantín, de Santander, ha tenido la amabilidad de permitir su difusión desde el Tous pa Tous.



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Estadística de La Regla [de Perandones]

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Impreso que se publicó en 1935

Este es otro de los poemas escrito en asturiano por el sacerdote don José María Menéndez y Meléndez de Arvas que se leyó en 1935 en una velada literaria-musical en el “Círculo Cultural y Recreo” del pueblo de La Riegla de Parandones. En este caso, don José hace un repaso de todas las casas del pueblo, barrio a barrio, mencionando el oficio de su propietario y a veces alguna característica destacada de la casa.

La mayor parte de los nombres de las casas de La Riegla de Parandones en 1935 son los mismos que existen hoy. ENLACE recomendado: Casas de la parroquia de La Riela de Parandones.

 

 

ESTADÍSTICA DE LA REGLA
¿Quiréis saber lus vicinus
qui vivin nesti chugar,
cun lus uficius ya nombris?
Pues us lus voy a nombrar.
 
Abiliu ye algu truiteiru;
mindiga, la Cirvicera;
Churianón fuy sirrador
ya Mirijilda una ubrera.
In il barriu qui numbrei,
chaman di “Las cuatru callis”,
achí vivi il Sr. Maestru,
nun fai falta más ditallis.
Diciendu las prufisionis
cumu si fosi istadista
ya lus barrius in qui vivin
pa así cumplitar la lista.
 
Solu quedan sin numbrar
di aquel barriu maravilla,
Liunardu il di Wideru
ya Ramona di Castilla.
Tamién tinemus muy cerca
a Balbina de Martimplau:
ye viuda, labradora,
ya vivi in plan disahogáu.
N’il barriu di La Cantera,
donde impieza il Cascarín,
vivi Antón il di Rusendu,
la Pilar ya Xuan di Pin.
Ramona ta muy bien puesta
ya Liunardu, un richachón,
qui risidi nun chalet
prupiedá di Barreirón.
Tamién vivi achí Cacholu,
esi ye todu un siñor,
tien una casa muy guapa
qui parez un mirador.
Esti Xuan ye un bon cantor
ya trabaya in la madera,
Rusendu, in il sou uficiu,
ya Pilar ye panadera.
Vamus ahora a la Plaza
(qui poucus pasan di tres)
la dil Tesu ya Dunisiu,
Faustu, D. Julián ya Andrés.
Outra casa qui hay parriba,
qui la cerca un paridón,
ya tou lu di la rudonda,
ye di Pepi il di Manón.
In il barriu qui lu sigui,
qui tien ispeutu di villa,
ta Primitiva ya Jisusa,
ya unu qui i chaman Castilla.
La dil Tesu, cucinera;
Dunisiu, iscilenti gaiteru;
ou pudiera dicir xastri,
qui esu fui lu primeru.
Esi, cuandu fuy alcaldi,
in tiempu la dictadura,
trabayou bien pur la Riegla
ya la puxu a gran altura.
Las dos primeras, ubreras,
ya Castilla, jurnaleru
cumu unu qui ta al chau di arriba
cunucíu pur il Mineru.
Ya Faustu, esi gran siñor,
sin qui lu mulesti estu,
tengu pa mi di qui vivi
a cuenta dil prisupuestu.
Quédanus il barriu dil Santu,
todavía sin cuntar,
peru cumu ye piquenu,
poucu vamus a tardar.
Nil picu dil Gurugú
ta Girardu, cumu quier
trabaya bien di ibanista
ya tien fíus ya muyer.
Fuertis il di D. Julián,
bachiller ya partidor;
ya il di Andrés, cumu sabéis,
ye un hacindáu labrador.
Achí tan lus dos Albinus
ya Pepi il di la Payara,
qui casi forman lus tres
la metá di la barriada.
Petra, casi vivi sola
dibaxu di un gran castañu,
dondi apenas entra il sol
quinci días in tou l’añu.
Ya ahora nombru you a unu,
pur si dispueis nun mi alcuerdu,
qui vivi in casa la Xipla,
cunucíu pur Xuan di Cuevu.
Un Albinu, cumircianti,
ya il outru gran uservador,
ya Pepi il di la Payara
tien il uficiu di cantor.
Antis yera panadera,
¡ta la probi adilacada!,
pudiendu casi dicisi
qui nun si didica a nada.
Ya esti Xuan que ahora dixi,
carpinteiru di lu mijor,
qui gana bonus jurnalis
a costa dil sou sudor.
Ya ahora pa dar cumpletu
ya il trabayu dispacháu
vou cetar al Sr. Cura,
Duloris ya lus di Amau.
Lus qui tan na Puerta dil Sol
vou dicibus lus qui son:
il Rilujeru ya Chapas,
il Gallegu ya Antunón.
N’il barriu “Las cuatru callis”,
in dondi vivi Manuel,
tien di pur frenti a Manolu
ya a Tiresa la di Miguel.
Estus, lus tres vivin bien,
manijandu una piseta.
Ya ahora voumi, siñoris;
ya istá la lista cumpleta.
Pacu dasi a lus rilosis,
ya Chapas a lus caldeirus;
il Gallegu anda al brixel,
ya Antunón cun parideirus.
Il Manolu qui numbrei,
ya qui tous cunucéis bien,
tien más dineiru qui pesa
(nin él sabi lu qui tien).
Quei ¿gustoubus el miou discursu?
¿Gustoubus il miou trabayu?
Pues impizai a aplaudir,
purqui marchu cumu un rayu.
Na calli di Arrastraculos,
baxandu pul calión,
ta Abiliu, la Cirvicera,
la Mirija ya Churianón.
Manuel tamién ta muy ricu,
ya Tiresa, si non tantu,
vivi cumu una marquesa
cun las rentas ya il istancu.

FIN

ESTHER
[seudónimo de José Mª Menéndez y
Meléndez de Arvas]

 

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¡¡¡Viva La Riegla!!!

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Impreso que se publicó en 1935

Este poema en asturiano se leyó en 1935 en una velada literaria-musical organizada por el “Círculo Cultural y de Recreo” de La Riegla de Parandones (Cangas del Narcea). El autor del poema, y organizador de estas veladas, era el cura párroco don José María Menéndez y Meléndez de Arvas, que había nacido en este pueblo, en Casa Ricardo, el 5 de septiembre de 1899. La poesía se publicó en una hoja suelta, donde aparece firmada por “Esther”, que era el nombre de una sobrina suya que él empleaba como seudónimo, y más tarde en la revista Narcea, nº 14 (1 de julio de 1936), donde no lleva firma.

En aquel año de 1935 y en esas mismas veladas se leyeron tres poemas más: “Murriu di la última”, “Estadística de La Regla” y “Lu qui sabi el sacristán”, que también se publicaron en hojas sueltas, y que iremos dando a conocer en la web del Tous pa Tous.

Don José fue muy aficionado a escribir en lengua asturiana y a organizar veladas culturales en las parroquias rurales en las que estuvo destinado. Las obras que escribió en Godán, concejo de Salas, las publicó en un folleto de 36 páginas que lleva el título: Retazos de las veladas que se celebraron en Godán (Salas) 1929-1930 (Oviedo: Talleres Tipográficos “Región”, 1930). Desde 1962 residió en Cangas del Narcea, ejerciendo como capellán del convento de las monjas dominicas. Falleció el 23 de junio de 1977. Sobre él seguiremos dando más noticias en nuestro web.

 

¡¡¡VIVA LA RIEGLA!!!
Viva La Riegla, miou pueblu,
La Riegla di Parandonis,
ya vivan tous sus vicinus,
las muyeris ya lus homis.
 
Tinemus gran carritera
pa andar cun cumudidá;
tandu in estu tan sirvius
cumu in villa ou in ciudá.
 
Muitu bonus carpinteirus,
ya ibanistas di primera;
ya chuferus, cumu poucus,
pasean la carritera.
 
Viva el barriu’l Cascarín,
il barriu la aristocracia,
in dondi reina el humor,
la galanura ya la gracia.
 
Hay lucis qui achuman solas,
namás culgalas di un filu,
tiniendu Arangu il squistu
qui lu manda cun sigilu.
 
Hay músicus ya cantoris,
ya más di diez cucineras
qui pa bodas ya pa fiestas
siempri salin las primeras.
 
Ya vivan “Las cuatru callis”,
dondi tan lus ricachonis;
il grupu di las pisetas,
la xenti di lus dublonis.
Tamién las hay pur di fuera,
qui paga il Ayuntamientu,
ya anqui venga un bon surrutu
nunca nus las mata il vientu.
Hailus qui tocan la flauta,
ya qui tocan l’alcurdión,
ya hasta hay qui son piricus
in tucar il viulón.
Tamién que viva La Plaza,
la plaza la prusperidá,
in dondi tien il asientu
la primera autoridá.
Cun il zusmiu di las uvas,
qui alegra lus curazonis,
¿quién habrá qui nun echi un ¡viva!
a Riegla di Parandonis?
Hay sirenus pur la nueiti
cumu si fosi in ciudá,
anqui son sirenus ralus
qui pierdin la sirinidá.
Vivan, vivan lus vicinus
di la barriada dil Santu,
esi pidacín tan guapu,
esi cachín qui val tantu.
Tinemus bonas tabiernas
ya cumercius atistaus:
cumu nun nus faltin cuartus,
tamus muy bien arriglaus.
Tinemus dos panaderas
qui nus dan il pan calienti,
qui entra insin mastigalu
ya sin utilizar il dienti.
Vivan las casas cimeras
qui rudean il chugar;
viva il pueblu in qui vivimos
la mitá sin trabayar.
Hay una ilesia muy grandi
qui sirvi di parruqial,
ya una casa xunta’l Santu
qui fai di tirriturial.
Tamién digu qui tinemus
un gran Centro di Cultura,
qui diz in nuesu favor
ya nus pon a gran altura.
Il pueblu di las tres fontis,
qui nus quitan il sicañu
ya fain ganas di cumer,
qui nun si cierran’n tou’l añu.
La capilla, inmijarabli,
ya cun’l Uciomu divinu,
qui nus vei chivar pa’l cielu
qui sirá il mijor distinu.
Echan muitas cunfirencias
ya hasta dalguna vilada:
ya ¿habrá algún neciu qui diga
qui estu nun nifica nada?
Viva il pueblu di La Riegla,
a quien nun lu igualara outru,
cun lus dos priciosus ríus,
il di Rengus ya il di’l Coutu.
Hay studiantis ya maestrus,
ya algunus cun muita carrera;
ya auxiliaris timpurerus
qui is zumba la pirtinera.
Ya si quiréis bonas mozas
qui roubin lus curazonis,
hailas qui valin un mundu
na Riegla di Parandonis.
Chimpian las faldes dil pueblu
ya al cricer, lus pantalonis:
¿dondi habrá un pueblu cumu esti
di Riegla di Parandonis?
Hay dos curas ya tres frairis,
ya un uficial di prisionis,
qui son honra d’esti pueblu
di Riegla di Parandonis.
Creu dil todu cunvincíu,
qui nun si puedi dudar,
qui nun ixista outru pueblu
cumu esti dil miou chugar.
Esus ríus, trainnus la cheña,
ya dan truitas a fartar;
valin pa chavar la roupa
ya fain lus mulinus andar.
Ya bachilleris ya alcaldis,
ya xenti di gran altura,
qui nun ufrecin a naidi
suspichosa catadura.
Caiga subri lus rigleñus
las furias ya lus baldonis,
si riniegan d’esti puelu
di Riegla di Parandonis.
Tinemus tamién tres pontis
ya di stilu difirenti:
il qui ta nu Cascarín,
na carritera ya na fonti.
Hay tamién in esti pueblu
dos xastris ya rilujerus,
albañilis ya chaponis,
piscadoris ya barberus.
Dijaimi dicir muy altu
esta prufunda virdá:
“Viva il pueblu qui sumea
la villa ya la ciudá”.
Pur unu veisi a Cibuyu,
ya pur outru a Caldivilla;
ya pur il tirceru veisi
a una agua qui ye maravilla.
Hay curiosas ya hay mudistas,
ya tamién hay custureras,
qui lu mesmu fain in finu
qui rumiendan faltriqueras.
Ya ahora vou tirminar
pidiéndubus mil pirdonis,
ya siendu feliz cun ser
di Riegla di Parandonis.
FIN
ESTHER
[seudónimo de José Mª Menéndez 
Meléndez de Arvas]

 

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“El tiempo baldío” de Alfonso López Alfonso, un libro imprescindible

altEl libro El tiempo baldío de Alfonso López Alfonso (Moncóu, 1977) recoge en una edición muy cuidada, realizada por Impronta, de Gijón, diecinueve artículos y relatos cortos, ya publicados en periódicos y revistas, que tienen como protagonista al pueblo de Moncóu y a sus vecinos, en especial a los de Casa Simón, que es la casa a la que pertenece el autor.

A Alfonso López Alfonso le interesan “las pequeñas historias de la gente, que muchas veces se ve envuelta y aplastada por el tiempo que le toca vivir”, y por ello ha dedicado su intensa labor como escritor a dar a conocer muchas de estas historias. En 2008 publicó ya un libro dedicado a Moncóu y su entorno humano, Camino de vuelta, y ha editado otros dos libros dedicados a periodistas comprometidos con su tiempo que acabaron muriendo exiliados en Francia en los años cuarenta: el cangues Gumersindo Díaz Morodo, “Borí” (Alrededor de mi casa. Crónicas canguesas, 1910-1928, Cangas del Narcea, 2009), y José Díaz Fernández (El cine y otras prosas de juventud, Gijón, 2011). Es colaborador habitual de las revistas Clarín y La Maniega, y del periódico La Nueva España. En 2007 obtuvo el Premio Internacional Miguel Hernández, que organiza el Ayuntamiento de Orihuela, por un artículo dedicado a Arturo del Hoyo, amigo y editor del poeta. Ha publicado la novela, El aliento en la nuca (2006).

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Alfonso López Alfonso y Marina Lobo, editora del libro, en Moncóu, junio de 2012

Los textos de El tiempo baldío constituyen la crónica del final de un mundo rural, y de la manera de entender y afrontar la vida por parte de los campesinos. Es una crónica escrita desde la percepción de un adolescente que se asoma a lo que él creía que era un mundo que nacía, pero que en realidad estaba agonizando. Son continuas las referencias al abuelo, a los padres jóvenes, a los hermanos mayores, a los tíos y a algunos vecinos, sobre todo a los ausentes, a aquellos que emigraron a Cuba, Argentina y en su mayor parte a Madrid. En muchos de estos recuerdos la fotografía adquiere un papel primordial como soporte para rememorar a personas, animales (por ejemplo, a la vaca Sevilla) y rincones.

“Conocí una aldea poblada y pujante – escribe el autor-, con sus ancianos habilidosos y sentenciosos, con sus jóvenes trabajando en la mina y en el campo. También he ido viéndola desaparecer, he visto a los viejos morirse y a los jóvenes mineros convertirse en privilegiados prejubilados algo desorientados. He visto las tierras de labor llenarse de zarzas y he visto a la maleza cegar los caminos. He visto vaciarse muchas casas. Me crié entre ganado y aprendí que las estaciones marcan los ritmos de la vida campesina. …”.

La crónica de Moncóu escrita por Alfonso López Alfonso es la crónica de cualquier pueblo del concejo de Cangas del Narcea en la segunda mitad del siglo XX. La diferencia con el resto está en la suerte que tuvo este pueblo del Río Rengos con este vecino, que ha dejado un testimonio escrito de su existencia.

El autor se diagnostica a sí mismo como un “enfermo de literatura”, por eso, que nadie espere encontrar en las páginas del libro menciones a estudios de antropología, sociología o geografía rural. No es esto lo que ofrece este libro. Para comprender su pueblo y sus emociones, Alfonso López Alfonso ha recurrido a la literatura, y son los escritores más universales los que le sirven para explicar sus propias vivencias y la vida de sus vecinos.

El libro rezuma nostalgia, cosa corriente cuando se habla de tiempos perdidos y de muertos a los que quisiste.

El tiempo baldío es una lectura imprescindible para todos los cangueses que quieran conocer mejor el alma de su concejo y para todos los amantes de la literatura.

ENLACE recomendado: Perico Simón

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Ramón García Redruello y Cangas del Narcea

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Ambasaguas y el Barrio Nuevo desde El Mercáu, Cangas del Narcea, hacia 1925. Colección de Juaco López Álvarez

En estas últimas semanas hemos podido leer en la web del Tous pa Tous unas crónicas dedicadas a Cangas del Narcea, publicadas en el diario La Voz, de Madrid, en 1925 y firmadas por Ramón García Redruello. Son unas crónicas muy literarias, en las que el autor trasmite sus sentimientos ante el paisaje y los habitantes de esta parte de Asturias, que él descubrió en 1924.

Nuestro cronista nació en San Lorenzo del Escorial (Madrid) el 16 de marzo de 1899. Hijo de Rufino García, procurador de juzgado en esa localidad y María Redruello Hermoso. Es probable que sus padres fuesen oriundos de Asturias; el apellido de su madre es habitual en el concejo de Valdés. Estudió Derecho en la Universidad de Madrid y en 1923 ya tenía el título de doctor. Era un joven muy inquieto con interés por la literatura, la historia, la política y, por supuesto, el derecho. Impartió conferencias en el Ateneo de Madrid, en las que habló sobre “Los Ayuntamientos y su función higiénico social” en 1920 y “La constitución de Méjico” en 1923, y en 1927 publicó un libro, Ensayos jurídicos y sociales (Madrid, 1927), donde recopila una colección de diversos artículos. En el periódico ABC, de Madrid, de 10 de noviembre de ese año, aparece una reseña muy elogiosa de este libro, donde se recoge un fragmento del prólogo escrito por el magistrado Galo Ponte Escartín:

Don Ramón García Redruello ha trabajado en periódicos y revistas, siendo apreciada su labor como muy estimable. Su corta permanencia en la carrera judicial, donde ganó puesto por oposición; su pase espontáneo a la fiscal y su reciente petición de excedencia, cuando estaba próximo al ascenso, indica que le atrae más la misión del escritor que la del funcionario de justicia; y, aunque sus compañeros de este orden, hayamos de dolernos de su alejamiento, bien hará en seguir el derrotero que sus aficiones le marcan, ya que lo ha emprendido con paso firme, y no es aventurado asegurarle en él éxitos importantes.

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Portada del libro Roma y la organización del Derecho, de J. Declareuil, traducido del francés por García Redruello y editado en 1928.

También traduce del francés el libro Roma y la organización del Derecho, de J. Declareuil, profesor de la Universidad de Toulouse, publicado en Paris en 1924, cuya versión española se edita en 1928.

En política, García Redruello militó en el Partido Social Popular, organización muy conservadora y defensora de las ideas católicas fundada en 1919, en el que es elegido secretario del Distrito de la Universidad, en Madrid, en 1923.

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Esquela publicada en el diario ABC de 3 de agosto de 1968

La relación de García Redruello con Cangas del Narcea fue corta. En febrero de 1923 aprueba las oposiciones a la judicatura y el ministerio fiscal, y en abril de 1924 es nombrado juez de primera instancia para el Juzgado de Cangas. Aquí residirá hasta finales de noviembre de 1925 en que se traslada al Juzgado de Barco de Ávila. Su carrera judicial continuará en Córdoba, Guipúzcoa, Tarragona, Huesca, etc. Muere en Tarragona el 7 de junio de 1968.

Durante su estancia en Asturias publicó numerosas colaboraciones literarias. En 1924 apareció  un artículo suyo en el diario El Carbayón, de Oviedo,  sobre “Trajes y bailes asturianos”. Sin embargo, será en el periódico La Voz, de Madrid, donde aparecerán numerosos artículos firmados por él y encabezados con los títulos genéricos de “Crónicas del Noroeste”, “Crónicas de Asturias” o “Crónicas asturianas”. Algunos de estos artículos son de opinión, pero la mayoría son de viajes y literarios, cargados de romanticismo y nostalgia. Sus crónicas están inspiradas en la lectura del escritor francés Pierre Loti (1850-1923), que García Redruello admiraba mucho y para el que solicita en abril de 1927, en el Ateneo de San Sebastián, un monumento, que debía erigirse en la villa de Fuenterrabia/Hondarribia, justo enfrente de Hendaya, la localidad francesa donde murió Loti. El peculiar romanticismo de Loti, que aborrecía el naturalismo de Zola y se distanciaba del realismo de Flaubert, es el que marca el estilo de nuestro juez en las crónicas que envía desde Cangas del Narcea en 1925, y en las que seguirá escribiendo en 1927 y 1928 en Andalucía y que publica en La Tierra, órgano de la Federación de Sindicatos Católico-Agrarios de Córdoba.

Dedicadas a Asturias y escritas en Cangas del Narcea, García Redruello publicó en La Voz, de Madrid, las siguientes crónicas:

Antes de marchar de Asturias con destino al Barco de Ávila, la intención de García Redruello fue editar todas estas crónicas en un libro, y para ello solicitó a fines de octubre de 1925 a la Diputación Provincial de Oviedo una ayuda para “la publicación de un volumen de varios artículos periodísticos relativos á Asturias, de que es autor” (El Noroeste, 30 octubre 1925). Sin embargo, la Diputación desestimó un mes más tarde esta petición.

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La novela de ambiente asturiano una literatura semi olvidada

Existe una literatura semi olvidada de novelas, cuentos, narraciones, etc., locales que es interesante recuperar, pues, si bien su interés literario a veces es dudoso no lo es su valor testimonial.

En Cangas nació en 1882 el sacerdote novelista José María García Aznar cuya obra encuadra perfectamente en ese caso y que ahora, con este artículo, queremos recordar. Se trata básicamente de tres novelas de ambiente asturiano: ¡Allá… junto al mar!, Oviedo 1930, En medio del mar (con portada del pintor asturiano García Sampedro), Oviedo 1932 y Confinado, Oviedo 1934 (cuya acción se desarrolla en el valle de Saliencia del concejo vecino de Somiedo).

 

¡ALLÁ… JUNTO AL MAR! y EN MEDIO DEL MAR

¡Allá… junto al mar!, es una novela de costumbres asturianas, en la que siempre está presente el mar Cantábrico como telón de fondo. En medio del mar, que comienza también en la costa de Asturias, continúa en la isla de Cuba para terminar en una islita cantábrica, en medio del mar, donde se refugia el protagonista para aislarse de los engaños y desengaños humanos.

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Portada de ¡Allá… junto al mar!, primera novela de Jose Mª García Aznar editada en Oviedo en 1930

En ambas novelas se muestra su autor como un literato colorista, hombre que posee una retina sensible para dejarse impresionar por todo espectáculo pintoresco y que cuenta con un ingenio sutil para trasladarlo fielmente al papel. Le ayuda a este último cometido un gran dominio del léxico, que le permite narrar con una prosa amena y llena de matices de claridad y desparpajo.

Tipos castizos de la cantera asturiana, gente de señorío y popular tejen ambas novelas, en las que se urden dos limpios cuentos de amor. Hay en las dos narraciones un deseo de originalidad que se lleva hasta la rotulación de los capítulos. Y en el carácter de la prosa de este escritor cangués hay la misma diafanidad, igual corrección de estilo, enjundioso sin pedantería, brillante sin rebuscamiento que tuvieron otros escritores de análoga raíz étnica que José María García Aznar; tales como Pereda, Leopoldo Alas, Palacio Valdés… Precisamente este último, de estas novelas hizo el siguiente comentario:

“… un léxico escogido y rico, de un selecto y correcto castellano. Una dicción suelta, galana, gaya, elegante; unas escenas donde palpitan llenas de vida, las virtudes y pasiones, querencias odios y amores expuestos con muy finos recatos, sin desparpajos, pero sin ñoñerías. Una trama llevada siempre con acierto… con ingenio, con interés, sin que los protagonistas se salgan ni un instante de su carácter, sin forzar las situaciones…”.

 

CONFINADO

Esta novela fue editada en Oviedo en 1934 por el propio autor. Su distribución, según nos cuenta José Manuel Feito, fue tormentosa puesto que al publicar los primeros ejemplares, algunas personas de La Arena (Soto del Barco) se vieron reflejadas en sus páginas, tales como La Sargenta, cuyo mote le venía por ser hija de uno de los carabineros que tenía su puesto allí, posiblemente con el grado de sargento. Marina fue una piadosa anciana que visitaba diariamente el templo y acudía a casa del sucesor de don José María, don David, ya jubilado, a la misa que decía en privado. Falleció en enero de 1998. Aunque finalmente cambió su testamento tenía pensado dejar su casa para la Iglesia, a pesar del trato que el autor le depara en la novela. Don Polonio de Losa, (Nolo de Tosa) es otro de los personajes con existencia real en La Arena el cual también dejó al morir bienes para la Iglesia, para las dos escuelas de la parroquia y para sus ahijados. Es otro de los que no salen bien parados en la novela. Por lo tanto parece que las fobias y filias del autor eran bastante desconcertantes. Lo que sí parece ser que al verse reflejados en sus páginas, algunos de estos supuestos personajes le trajeron problemas al autor aunque nunca de mayor cuantía. De todas formas juzgó prudente retrasar su puesta a la venta, cosa que luego se complicó al llegar la Revolución del 34, y dos años después la Guerra Civil.

El argumento de la obra se basa en uno de tantos confinamientos o destierros que sufrieron muchos dirigentes políticos, entre ellos el economista político Flórez Estrada (1765-1853), natural de Pola de Somiedo. De ahí el título de CONFINADO, o “confiscao” como se les llama en Somiedo, y que equivale a desterrado. En cuanto al protagonista de la novela nos dice José M. Feito que don David Granda que conoció al autor, le afirmó que el protagonista fue un personaje real, un sacerdote desterrado por sus ideas políticas en tiempos de la primera República al Puerto de Leitariegos.

Encontramos en esta novela una de las pocas descripciones de lo que entonces era una cacería del oso en el concejo de Somiedo. Por ello y por lo interesante que resulta “el bable occidental” que usa nuestro novelista, copiamos a continuación una parte de la narración:

 

CONFINADO pp. 181-184

“… Parece que Celipín de Antona era el montero mayor, según que distribuyó la gente por los puestos. Yo temblaba por si me colocaban a mí solo en uno. ¡Cualquiera se avenía a vérselas cara a cara con una fiera de aquellas que íbamos a buscar! Me pusieron al lado de Pedrín de Endría. No sabía los puntos que calzaba en achaques de valor; pero era de la tierra y me aquieté.

Nos colocaron a la salida de un istmo, que unía la relativa planicie en que nos encontrábamos, con una peña voladiza enorme, inasequible por todos los lados, menos por el istmo, y que levantaba su cabezota, como avizorando sobre abismos espantosos que por todos lados había. El istmo era… como pelo de la cabezota aquella, que la ataba a la montaña de nuestra planicie, o como aleta de un monstruo que cayera de las nubes plomizas, en aquel estático mar de piedra. Y a la cresta de aquel monstruo, no se podía llegar más que por el filo de la aleta. Ni los “rebezos” podían irse allí a pastar -pastos buenos y abundantes, según dicen- más que por el camino aquel que empezaba en nosotros, con abismos a ambos lados, de alturas espantables.

La meseta en que yo estaba, era la parte trunca de una pirámide muy obtusa, amplia, descomunal, que afinca en abismos y se levanta  al  cielo…  no  tanto  como  la  mayor  parte  de  montañas, sierras y peñascos que nos circundan. Aquí, por muy alto que te pongas, siempre ves picachos más altos que tú: nunca se sabe cuándo se puede decir que se está en lo más alto: nunca se ve por doquier más que tremebundas oleadas de piedra de mil formas y tamaños y altitudes.

De la meseta en donde estábamos, arrancan tres senderos: uno el istmo ese que te describo, otro a nuestra espalda -que es el que anduvimos para llegar aquí-, y otro  que va a morir a aquel que parece regato, que, como te dije, baña y pule los estribos de la montaña aquella que tenemos enfrente, vestida con mil retazos de verdores obscuros, algo más tupidos que los que visten aquella en la que nosotros tenemos nuestro “puesto de espera”. Al parecer el escenario va a ser la ladera de enfrente, pues por allí “anda la osa” o el oso… o sabe Dios cuántos.

Y te digo que el escenario es amplio, amplio; más que suficiente para ocultar legiones de fieras. Y pido a Dios que no encuentren ninguna. ¿Has visto alguna vez algún cazador con estos deseos?

La vertiente de la meseta en donde nosotros estábamos, no era demasiadamente acentuada; pero tenía una brecha, una escotadura, hacia el famoso istmo, grande y perpendicular a un plano… imaginario, que estaba como a trescientos metros. No creo posible para un hombre bajar por allí. Acaso un rebeco… Y no creas que a humo de pajas pongo estos trazos de paisaje.

Pedrín de Endría me dijo:

-Agora escomienza el ujeu. Mire atchí’n el regatu a Tanasio el Chumbo y Xuan del Puertu con los perros: ya laten y golfatian. Mírelos cómo ‘sguilan monte arriba. Hacia la meta d’aquel ribazu debe tener la cama, sigún Antón de Ulia: hacia aquetchas penas pardas… Y siendo asina y como perros y xente van pa’rriba, escurro que la caza vaiga pa las escopetas del cura y de Tonón, que tan atchí enfrente: ¿nun los véi?

-Y usted ¿ya mató algún oso?

-¿Por qué lo pregunta?

-Por… por nada: para que me diga algo a fin de matar tiempo que tendremos que esperar.

-Nun será muito según veo yo el aire de los perros, y sigún trincan po’l monte arriba aquetchos mozos que siguen a los perros: y tóos etchos van po’l mesmo camín; camín, de las penas pardas: algo barruntan… You matare nun matéi más que uno con una trente; pero me paez que güey va a habere pa toos… si ía verdá que hay más de uno por aquí… Y el sitio es apareao, y las esperas tan bien tomadas. Nun pueden escapare, más que regueiru abaxu, y eso nun ía lu curriente… Asina que vámonos pa tras d’aquel peñasco. Dende allí vemos y no nos ve el oso, u séase la osa u lo que hebia, hasta dar encima de nos.

Y sentimos un ladrar desesperado de los perros y un vocerío fuerte, descompasado de los que jujeaban las piezas.

He observado que los ecos de los ruidos y de voces en estas montañas, en estas soledades, erguidas o acanaladas o truncas o ahondadas, tienen sonoridades breves, secas, pedernalinas, que ruedan y se expanden sin guedejas ni matices blandos de sonido: parece sonido virgen, sin atrofiamientos ni afonías ni oquedades que acolchen el estruendo: es voz de la naturaleza, sana, que clama recio, con lengua de pedernal. Y aquel día me parecieron aquellos ruidos centuplicados; se me figuraba aquella clamorosidad voces de hombres primitivos, con pecho de titán, que jujeaban rebaños de mastodontes, en aquella prístina naturaleza, que protestaba de la holladura de su virginidad, con voces de mar emborrascado. Hasta me parecía que las olas de aquel mar se movían. El miedo obra milagros.

Y Pedrín me dijo:

-Son dos: el macho y la hembra… u visteversa… mírelus… van camín del cura y de Gildo… güenas escopetas… No nos va tocare nada si nun salen outros… Osté escuéndase bien, y nun asome la nariz, ni los caños de la escopeta hasta que you lu avise.

Sí, sí; asomarme… De buena gana me escondía debajo de tierra, después de oír aquellas bramidas espeluznantes, a aquellas fieras descomunales, que subían monte arriba, como regueros brunos, acosados por los perros, y aún más por las voces descompasadas de aquellos bigardos, que jurara que deseaban echarles mano, tal era el aire que llevaban. Y las fieras remando con furia en aquel mar de hayas, brezos y “escobas”, y dejando surco acentuado abierto con sus remos, que cascaban y abatían árboles bastante talludos, y arbustos, con la misma facilidad que un niño cañas de junco. ¡Y aquello se puede venir ¡”encima de nos”…!

Después, dos tiros secos, ahilados, que se fueron redondeando, al engolarse por aquellas gargantas, vinieron a dar en los mismos centros de mi sensibilidad, y… ya no pude ver ni pensar nada serenamente. Y para remachar el clavo, Pedrín me dice:

-Prezpitáronse un pouco pa tirare… Debían esperar una migaína… ¡Vamos, uno caíu…! Y ¡cómo se regüelve el condenao…! ¡Carafio! ¡Tchevantóuse y esfarrapóu el perro de Chumbo! ¡Por vida de la perra de su madre…! ¡Y cómo agulla y estombexa!; pero escurro que tien bastante ‘ncima ‘l alma…! El outro tira pa ‘cá… ¡Ah, puñefla!; de aquí nun ‘scapas-. Y se relamía de gusto el bárbaro; y acariciaba la escopeta, y hería el suelo con la puntera de los pies, tumbado, como estaba en el “observatorio”.


FUENTES UTILIZADAS

  • Diario ABC (Madrid) – 26/04/1933, Página 8
  • José Manuel Feito Álvarez. “EL CONFINADO” o Cristo se detuvo en… (Novela de un valle de Somiedo Asturias)
  • José Manuel Feito Álvarez. LA FIESTA DEL OSO Y EL ESPÍRITU DEL BOSQUE
  • José María García Aznar. CONFINADO, Oviedo 1931, pp. 181-184

Alejandro Casona y Luis Bagaría unidos por “La Sirena Varada”

Caricatura de Alejandro Casona realizada por Luis Bagaría (Barcelona, 1882 – La Habana, 1940)

El 23 de marzo de 1934 Alejandro Casona cumplía treinta y un años. Para algunos todavía seguía siendo Alejandro Rodríguez Álvarez, pero empezaba a estar claro que aquel joven nacido en Besullo (Cangas del Narcea, Asturias) sería muy pronto y para todos uno de los autores llamados a revolucionar el teatro español de su tiempo. Hijo de maestros, maestro él mismo, había hecho sus pinitos como poeta, había traducido algunos libros del francés y se encontraba a gusto en las tertulias literarias de Madrid. Un par de años atrás le habían concedido el Premio Nacional de Literatura por Flor de leyendas -adaptación de clásicos universales para jóvenes lectores- y para entonces ya era el director del Teatro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas, que, como él mismo diría años después, eran “una farándula ambulante, sobria de decorados y ropajes, saludable de aire libre, primitiva y jovial de repertorio”.

Y añadiría en la “Nota preliminar” a su Retablo jovial: “Si alguna obra bella puedo enorgullecerme de haber hecho en mi vida, fue aquella; si algo serio he aprendido sobre pueblo y teatro, fue allí donde lo aprendí. Trescientas actuaciones al frente de un cuadro estudiantil y ante públicos de sabiduría, emoción y lenguaje primitivos son una educadora experiencia”. Los que contaban con experiencia y visión de futuro, como el fundador de las Misiones Pedagógicas Manuel Bartolomé Cossío, los que sabían, tenían claro que la España que estaba naciendo con la II República debía tener gente como Alejandro Casona para llevar la batuta, pero lo cierto es que por aquellas fechas en que cumplía treinta y un años Casona todavía no había hecho prácticamente nada en teatro y para el gran público era un desconocido. Hasta entonces el único estreno que tenía en su haber era la más bien fallida adaptación de El crimen de Lord Arturo, puesta en escena en Zaragoza en 1929. Sin embargo, antes de ganar el Premio Lope de Vega del Ayuntamiento de Madrid por La sirena varada en diciembre de 1933, la gente del medio ya sabía algo de este joven prometedor. De hecho, Margarita Xirgu, que sería la encargada de estrenar la obra en el teatro Español en marzo de 1934, ya tenía noticias del joven autor y de la obra desde tres o cuatro años atrás, pues después de escribirla en el Valle de Arán, donde estuvo destinado como maestro desde 1928, Casona se la había enviado al empresario teatral Adriá Gual y éste se la había puesto en las manos a la Xirgu.

El Tous pa Tous ofrece ahora una entrevista publicada en el diario Luz, de Madrid, aquel 23 de marzo de 1934 en que Alejandro Casona cumplía 31 años. El periódico fue uno de los que junto con El Sol y La Voz formó lo que se conoció como el trust azañista, orquestado por el empresario catalán Luis Miquel y el abogado y escritor mexicano Martín Luis Guzmán y nacido de las migajas que había dejado el desplome del grupo de El Sol, ideado en su momento por José María Urgoiti y José Ortega y Gasset. Para dar una idea del éxito que tuvo esta operación, basada, como todo lo que atañe al bienio progresista, en un elevado idealismo que se reveló poco operante, baste decir que Luz, aparecido por primera vez en enero de 1931, fue un periódico que duró menos de cuatro años, concretamente hasta el 7 de septiembre de 1934. Por su dirección pasó muy brevemente Félix Lorenzo y, desde septiembre de 1931, el periodista y escritor Luis Bello, muy vinculado a Manuel Azaña.

La entrevista se la hacían a Casona por el éxito que La sirena varada estaba manteniendo en el Teatro Español y tiene gran interés fundamentalmente por dos razones: la primera es que Mariano Esquivel, el periodista que entrevista al dramaturgo, deja que éste explique al público quién es y de dónde viene; y la segunda porque está ilustrada con una caricatura del gran dibujante Luis Bagaría (Barcelona, 1882 – La Habana, 1940), republicano por los cuatro costados que con sus retratos supo captar el alma más que el cuerpo de todos los políticos, escritores y artistas de su tiempo. Fue todo un personaje, definido con mucha sorna por el crítico Juan de la Encina: “Es varón de rara ignorancia; pero de una intuición, de una perspicacia y una vista que maravillan. Él, como saber, lo que se llama saber, no sabe gran cosa, y, sin embargo, lo sabe todo. Ya podéis echarle doctores sapientísimos. Conversará con ellos con el mismo aplomo y agudeza sobre todo lo humano y lo divino como si él fuera más sapientísimo doctor que todos ellos. Hay quien sospecha que Bagaría no ha cursado siquiera las primeras letras. Esto es algo exagerado. Porque si bien es cierto que no ha cursado siquiera las primeras letras castellanas, también es rigurosamente verdad que en letras catalanas, o extranjeras traducidas al catalán, él ha debido, a no dudarlo, hacer algunos estudios, pues muy a menudo se le ve citar autores de tanta monta como Sófocles, Ibsen, Joan  Maragall y hasta el Dr. Turró…” Feliz coincidencia esta que hizo converger en un periódico republicano a dos intelectuales convencidos de la bondad del nuevo régimen político que había venido a sustituir a la caduca monarquía. No fue esta la primera vez que Casona apareció en Luz con motivo de La sirena varada: el 12 de diciembre de 1933 se le hacía una entrevista en el mismo periódico con motivo de la concesión del Premio Lope de Vega; y pocos días antes de que se publicara la que nos ocupa ahora, el 19 de marzo de 1934, el crítico Juan Chabás había hecho la reseña del estreno de la obra. No era, por tanto, la primera vez que se hablaba de Casona y su sirena en Luz,  pero la entrevista es rara y valiosa y en ella podemos leer las palabras del joven Casona haciéndonos un favor a todos los cangueses al exagerar un poco su permanencia en el concejo. “He pasado mi niñez hasta los 15 años en Cangas del Narcea”, le dice al periodista, cuando lo cierto es que únicamente estuvo en Besullo hasta los cinco años. Luego vendrían Villaviciosa y Gijón, y antes de Murcia todavía Palencia. No es que en la entrevista se diga nada que no sepamos de Casona, pero esta página une a dos figuras muy relevantes dentro de la intelectualidad de la II República, como se sabe la nómina de intelectuales con mayor proyección y mejor producción de todo el siglo XX español. Aquí están, para que podamos leer las palabras de uno y ver el trabajo del otro, Casona y Bagaría, Bagaría y Casona, cuando todavía no podían sospechar ni de lejos que a la vuelta de poco más de dos años la Guerra Civil vendría a hacerlos coincidir en una experiencia en la que los acompañarían miles de españoles: el exilio.

icon 02 – LUZ, marzo 1934: Entrevista a Alejandro Casona

El asturiano occidental en la voz de Lorenzo Rodríguez-Castellano

Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, 1905 – Oviedo,1986)

El lingüista Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, 1905 – Oviedo, 1986) fue un intelectual republicano y liberal de origen cangués que durante treinta años, en el periodo de la dictadura franquista, desarrolló una ingente labor en favor de la lectura en Asturias como coordinador provincial de las bibliotecas públicas. Además de pilotar el complejo tránsito de las bibliotecas de la República al Franquismo, Rodríguez-Castellano fue el principal promotor para formar una Biblioteca Pública de Oviedo. También desarrolló una importante labor investigadora como filólogo, llegando a ocupar la vicesecretaría del RIDEA. Fue galardonado por sus tesis sobre Aspectos del bable occidental  (1954) por el CSIC con el premio Luis Vives.

El primer relato que recita Lorenzo Rodríguez-Castellano en el siguiente vídeo, es el romance “Farruquín el de Buseco”, de José Mª Flórez y González (ver Composiciones en dialecto vaquero, 1883, en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous) y el segundo es “El viaxe de Xuaco de La Fulgueirosa”, una narración, basada en un hecho real, escrita por el mismo Rodríguez-Castellano.


 

Recuperado un cuento olvidado de Alejandro Casona

Alejandro Casona en Oviedo, 3 de junio de 1963. Fotografía de Segura. Colección del Museo del Pueblo de Asturias

En 2009 daba a conocer Antonio Fernández Insuela en un homenaje editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y titulado En buena compañía: Estudios en honor de Luciano García Lorenzo, un cuento de Alejandro Casona (Besullo, 1903 – Madrid, 1965) inédito hasta entonces en España. En el pormenorizado estudio que lo acompaña, este profesor de la Universidad de Oviedo, muy destacado estudioso de la figura y la obra del autor de Besullo, nos pone al corriente de que el cuento está rescatado de las páginas de la revista cubana Social, por la que dejaron asomar su firma gente como Juan Marinello, Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, Lezama Lima, Nicolás Guillén, Alfonso Hernández-Catá, Jacinto Grau, Rafael Alberti, García Lorca, Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y un largo etcétera de cubanos, hispanocubanos y españoles cuyo nombre destacaba entonces y que en la mayor parte de los casos aún siguen importando.

Titulado “Noche de san Juan”, el cuento, escrito en el Valle de Arán, fue publicado el 9 de septiembre de 1930, en el número XV de la revista mencionada, y en él se hacen notar su realismo y el tono crítico con el conjunto social que abusa, excluyéndolo, del más débil, así como la inclusión de algunos términos propios del asturiano (“babayo”, “bálagos”, “podre”, “mayando”); pero, sobre todo, este cuento destaca por ser en algunos puntos antecedente temático de dos importantes obras teatrales de Alejandro Casona: La dama del alba y Siete gritos en el mar (el paisaje asturiano y la noche de San Juan están presentes en la primera y el incendio en la segunda). Publicado para los lectores cangueses en la revista La Maniega, ahora el Tous pa Tous lo incluye en su Biblioteca digital:


 

NOTA del Tous pa Tous:
Por otro lado también podéis consultar en la biblioteca algunos trabajos dedicados a Alejandro Casona de Adela Palacio Gros, catedrática de Instituto de Lengua y Literatura Española que mantuvo una estrecha relación con Casona y Besullo a partir de su matrimonio en 1945 con el lingüista Lorenzo Rodríguez-Castellano, natural de este mismo pueblo.
 

 

Dos comentarios sobre “De Bogayo” (1915)

DOS COMENTARIOS SOBRE “DE BOGAYO”, DE MARIO GÓMEZ, PUBLICADOS EN 1915 

“De Bogayo” (1915) fue el primer libro sobre Cangas del Narcea que publicó Mario Gómez, y uno de los primeros escritos literarios en el que los habitantes de este concejo se veían retratados. El primero fue, sin duda, las Composiciones en dialecto vaquero, de José María Flórez. Por ese motivo, De Bogayo mereció la atención de los escritores y cronistas que en aquel tiempo había en Cangas y que publicaban sus escritos en periódicos locales o regionales. Además, Mario Gómez no era alguien desconocido en nuestro concejo. Era un personaje muy popular, que conocía muy bien a sus paisanos porque trataba con todo el mundo, con todas las clases sociales. En 1916, Gumersindo Díaz Morodo Borí escribió sobre él:

“Removiendo en los recuerdos de la infancia, veo a ese querido cangués gozando ya de una popularidad envidiable. Rapaz inquieto y de iniciativas, supremo jefe de la juventud canguesa, no se organizaba en esta villa una parranda, o una fiesta, o una cabalgata carnavalesca, o una excursión a las montañas que nos circundan… cuando no se emprendía una cruzada contra los gatos o se desarrollaba descomunal pedrea, en que él no estuviese al frente, ordenando, mandando como general que guía sus huestes al combate y a la victoria.
Cuando estudiante, en el tiempo que fuera de Cangas se hallaba, se parecía la villa a una balsa de aceite. En la época de vacaciones, los jóvenes se comunicaban unos a otros la buena nueva, la próxima llegada de Mario Gómez, el cual seguramente traería u organizaría algo nuevo, desconocido, exótico, que haría las delicias de todo el pueblo, de grandes y de chicos, de hombres y de mujeres. […]
Entre obreros se crió Mario Gómez, y obreros fueron siempre sus compañeros de parrandas, de fiestas, de pedreas… Terminó brillantemente sus estudios, se graduó en Medicina, y, al contrario de lo que hacen muchos que al terminar una carrera creen hasta denigrante relacionarse con los parias de la sociedad, él continuó fraternizando con los obreros, como en su época de estudiante”.

Mario Gómez, Cádiz h.1915

Los dos comentarios sobre De Bogayo, que publicamos hoy en la web con motivo de haberse incorporado a nuestra Biblioteca Digital varias obras de Mario Gómez, aparecieron en El Distrito Cangués en junio de 1915. El primero lo escribió el mencionado Gumersindo Díaz Morodo Borí, que era el director del periódico y cuya biografía puede leerse en la web del Tous pa Tous, y el segundo lo firmaba Odón, que era Odón Meléndez, un maestro natural de Cibuyo del que no sabemos casi nada, que escribía con regularidad en La Justicia. Semanario republicano, de Grado, y en El Distrito Cangués.

La lectura de estos dos comentarios sobre De Bogayo es muy interesante para conocer lo que representó este libro en el momento en que se publicó, y muy recomendable hoy para comprender y valorar mejor esta literatura costumbrista canguesa.

Mario Gómez, escritor, en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous

Mario Gómez, Cádiz hacia 1915.

En la Biblioteca Digital del Tous pa Tous pueden leerse y descargarse cuatro obras de Mario Gómez: Entre dos fuegos (1907) y Entre la masa (1909), y especialmente los libros De Bogayo (1915) y De Corripia (1923), en los que se reúne casi toda la producción literaria de nuestro escritor.

Mario Gómez y Gómez nació en Cangas del Narcea (Asturias) el 23 de enero de 1872. Médico militar de profesión, prestó sus servicios profesionales en diferentes puestos y destinos del Ejército, llegando a alcanzar el grado de Teniente Coronel.

Colaboró con una serie de artículos en diversas publicaciones regionales y fue corresponsal en Melilla del periódico El Narcea. Durante su estancia en Vitoria, publicó varios artículos sobre educación y cultura de los obreros en el periódico La Libertad. Es aquí, en Vitoria, donde Mario Gómez se inicia como escritor sobre temática militar y fruto de ello son títulos como Seiscientos sesenta y cinco reclutas (1903), Recluta y Reclutamiento (1908) y Reclutamiento Militar. Estudio Histórico (1910).

Del mismo modo cultivó un tipo de literatura costumbrista a la que corresponden títulos como De Bogayo (1915) y De Corripia (1923), y de tema histórico regional, Los siglos de Cangas de Tineo. Primera Parte (1920) y Los siglos de Cangas de Tineo. Edad Media (1925). Anteriormente ya había escrito monólogos como Sin Trabajo, ¡Adiós, abuela! (1907), y escenas: ¡Pobre niño!, Entre la masa (1907) y Entre dos fuegos (1909).

Mario Gómez. Portada interior de su obra: Al pueblo de Trubia, un abrazo filial

En 1916 escribiría la obra A Pin el Ajustador. Se trata de un texto de 203 páginas formado por 23 cartas de temática higienista que, según nos cuenta su autor, fueron publicadas en la revista Cultura e Higiene y que a petición del director de la revista se reunieron en un libro para poder ser distribuido entre los socios y obreros. Con el fin de atender las continuas demandas de escuelas asturianas, de centros y sociedades de obreros, de librerías y de un pedido de 1.000 ejemplares para la isla de Cuba, fue necesaria una segunda edición en 1919.

En 1926 funda La Maniega, Boletín del Tous pa Tous. Sociedad canguesa de amantes del país, ejerciendo a través de la misma un papel de animador de la vida local y comarcal canguesa. Son famosos sus Rumbos: De Santarvás a Madrid, Rumbos de Sierra, de Rengos a Luiña, relatos de viajes y experiencias con los que describía de una forma muy personal y peculiar nuestro concejo, así como la sección Chipichape, que firmaba con el seudónimo de “El Cuntapeiro”.

En 1927 escribe Al pueblo de Trubia, un abrazo filial, como agradecimiento a los trubiecos que lo propusieron, ese mismo año, como hijo adoptivo de la ciudad de Oviedo.

Con el fin de dar a conocer su obra y ponerla a disposición de todo el mundo, El Tous pa Tous ha realizado una edición digital de cuatro de las Obras literarias de Mario Gómez (1872-1932), que ya se pueden consultar en nuestra Biblioteca Digital. La digitalización ha sido patrocinada por el BUFETE MARIO GÓMEZ – ABOGADOS, de Cangas del Narcea.

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Entrevista a Alejandro Casona (1934)

altManuel Gutiérrez Fernández, director de la revista “El Eco de Luarca”, nos envía esta entrevista a Alejandro Casona publicada en las páginas 15 y 16 de la revista “Crónica” nº 234 del 6 de mayo 1934. El motivo de dicha entrevista es el estreno de su obra La Sirena Varada que significó un verdadero acontecimiento literario y teatral a nivel nacional. Colgamos a continuación una copia de la misma no sin antes agradecer a Manuel Gutiérrez su estimada colaboración.

Composiciones en dialecto vaquero (1883)

Las “Composiciones en dialecto vaquero”, escritas por José María Flórez, fue el primer libro que se imprimió en Cangas del Narcea. 

Esta publicación que está disponible en nuestra web y puede consultarse en la Biblioteca Digital Canguesa del Tous pa Tous, es la primera edición de las “Composiciones en dialecto vaquero”, escritas por José María Flórez y González y editadas por la Imprenta de El Occidente de Asturias en 1883. Las mismas “composiciones” y algunas más volverán a publicarse en Vicalvaro (Madrid) en 1923, en Cangas del Narcea por Árbas Ediciones en 1989 y en Oviedo por la Academia de la Llingua Asturiana en 2006. Estas “composiciones” son la mejor muestra de la literatura costumbrista escrita en asturiano occidental.

El autor nació en Cangas del Narcea en 1830 y murió en Oviedo en 1890. Fue maestro y director de la Escuela Normal de Oviedo desde 1879 hasta su fallecimiento. Aficionado a la arqueología y la historia del arte, fue el primero que excavó el castro de Coaña y también el primero que publicó las pinturas de la iglesia prerrománica de Santullano de los Prados (Oviedo). Perteneció a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Asturias y a la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias. Su interés por los vaqueiros de alzada, por su lengua y sus costumbres, le valió el sobrenombre de “el cantor de las brañas”. En las escuelas públicas de Cangas del Narcea hay una placa de bronce hecha en 1919 en homenaje a su memoria.

Este libro es la primera publicación que se imprimió en Cangas del Narcea, donde la imprenta se había instalado un año antes con el fin de editar el periódico El Occidente de Asturias y realizar impresos para la administración y los comercios que estaban comenzando a progresar en la villa. Es un libro rarísimo. El ejemplar que presentamos pertenece a los fondos de la Comisión de Monumentos de Asturias, que hoy están en la biblioteca del Museo Arqueológico de Asturias, y es el único ejemplar que existe en una biblioteca pública española.