SORRODILES (Parroquia de Cibea) – Casa de Miramontes o La Torre

Base del retablo de la capilla de la Casa de Miramontes en las que aparecen talladas las armas de los Sierra Pambley (a la derecha) y los Omaña (a la izquierda), que aportó en 1670 María Antonia de Sierra y Omaña, mayorazga de la Casa de Sobre la Fuente de Cangas, al casarse con Antonio Alfonso Flórez.

Escudo cuartelado con las armas de 1. Alfonso de Miramontes (castillo con tres torres y dos banderas, apoyado en rocas y flanqueado por dos arboles; tiene una flor de lis); 2. Sierra (castillo encima de una barca con tres remos y una flor de lis); 3. Desconocido y 3. Valdés.

La Casa y Torre de Miramontes es de las más antiguas del concejo de Cangas del Narcea. En su solar está documentada una torre medieval. Desde el siglo XV esta vinculada al apellido Alfonso. El primer miembro conocido de este linaje fue el capitán Álvaro Alfonso de Llano, a este le siguieron:

2.º Diego Alfonso de Miramontes, se casó con Teresa Menéndez.

3.º El capitán Diego Menéndez de Cangas, se casó con Catalina de Prado.

4.º Luis Alfonso Flórez Valdés, capitán general de la Real Armada de Felipe II, se casó con María García de Cangas.

5.º Ana María Alfonso Flórez Valdés, se casó con Lope Flórez de Sierra, de Tainas (Cangas del Narcea).

6.º El capitán Diego Alfonso Flórez Valdés, se casó con Magdalena Flórez de Sierra, de la Casa de Nando (Cangas del Narcea).

7.º Diego Alfonso Flórez, se casó en 1657 con Margarita Queipo Coque de Llano, de la Casa de Miravalles (Cangas del Narcea).

8.º Antonio Alfonso Flórez, se casó en 1670 con María Antonia de Sierra y Omaña, mayorazga de la Casa de Sobre la Fuente de Cangas, hija de Alonso de Sierra y Omaña y María de Llano y Valdés, fundadores del vínculo de la Casa de Cangas. Con este matrimonio la casa de Miramontes pasó a ser propietaria de una casa en la villa de Cangas del Narcea, situada “sobre la fuente”, en la plaza de La Refierta (actual, plaza de Mario Gómez), que estaba donde hoy está el Comercio del Médico. Esta casa se convertirá en la residencia de esta familia, que cambian Sorrodiles por la villa. Las armas de María Antonia de Sierra y Omaña figuran en el retablo que hay en la capilla de la Casa de Miramontes, que ella debió encargar hacia 1675.

9.º Diego Manuel Alfonso Flórez, se casó en 1694 con Clara Queipo de Llano, de la Casa de Ardaliz (Cangas del Narcea).

10.º Josefa Alfonso Flórez Sierra y Valdés, se casó con Suero Pertierra Coronas y Paredes, señor de la Casa de Caneiro (Valdés).

11.º José Alfonso Flórez Pertierra (1721-1794), se casó con María Antonia Argüelles Uría, natural de Ribadesella e hija de Bartolomé Argüelles Quiñones y Petronila Uría Valdés, de la Casa de Santa Eulalia (Cangas del Narcea).

12.º José Alfonso Pertierra Argüelles (Cangas del Narcea, 1760-1827), se casó con María Xaviera de Quiroga Valcarce y Nava, mayorazga de Villoria (Valdeorras, Ourense).

En el siglo XIX, la Casa de Miramontes tenía propiedades en Cibea, el Partido de Sierra y la villa de Cangas (era dueña de la “deseada tierra y viña de Pelayo”); en el concejo de Valdés, donde poseía la casa de Canero, y en Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). Gozaba del privilegio, desde tiempos inmemoriales, de vender en exclusiva el vino en la parroquia de Cibea; nadie podía vender este producto “mientras los poseedores de la Casa de Miramontes tengan taberna abierta de vino de su propia cosecha, con tal que este sea bueno”. Esto les reportaba un gran beneficio porque por esta parroquia pasaban los dos caminos que pasaban a Castilla por el puerto de Leitariegos. A finales del siglo XVIII, para la venta de vino tenían una taberna en el valle de Cibea y una “barraca de sebe en el sitio del Campón del Fresno de la Vega de Vallado”. Este privilegio fue motivo de varios pleitos con vecinos de la parroquia desde el siglo XVII. Como ya dijimos, a fines del siglo XVII esta familia traslada su residencia a la villa de Cangas del Narcea.

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MURIAS DE PARONCHE – (Parroquia de Bimeda) – Casa Flórez Uría o Casa de Murias

El escudo de esta Casa de Murias es de los complicados de descifrar. En el centro, en lo que se llama en heráldica el campo, están las armas principales de la casa, que son las de los Flórez (una doncella con una cesta de fruta sobre la cabeza). Tiene tres cuarteles similares al escudo de la casa de Miravalles, pero con una factura mucho menos elaborada; se trata de 1. San Miguel (aparece el arcángel y un árbol); 2. Rescuro o Rioscuro (castillo sobre rocas y un hombre que ataca a un monstruo que sale del agua), y 3. Carballo (un árbol con copa y raíces, y una figura humana que intenta torcer una rama. Esta imagen alude al lema de los Carballo: “La virtud me hará torcer, que por fuerza no tengáis temor que tuerza”). El último cuartel es el de familia Coque (un cazador con lanza y dos perros, árbol y flor de lis), que puede verse también en un sepulcro en el interior de la iglesia de San Xulianu / San Juliano de Arbas. En el escudo de esta Casa de Murias también aparece una banda cruzada que sale de la boca de sendos monstruos.

Entre 1787 y 1824 los propietarios de esta casa de Murias fueron Joaquín Flórez Uría, Antonio Flórez Uría y Manuel Flórez Uría Arias-Valcárcel. Este último fue abogado y miembro del Regimiento de Cangas de Tineo, que en 1808 se constituyó con 847 voluntarios para luchar contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Él fue uno de los 22 supervivientes de este regimiento que regresaron a Cangas. Escribió unas memorias de este episodio de su vida que lamentablemente no conocemos.

Juan González Marqués, honra de la emigración canguesa en Argentina

De derecha a izquierda, Juan González Marqués, Jose Antonio Nespral y Juaco López en la puerta del centro asturiano de Buenos Aires en septiembre de 2012

El pasado 8 de julio murió en Buenos Aires Juan González Marqués, tenía 86 años y había nacido en casa El Gaiteiro del pueblo de L.labachos / Labayos, en la parroquia de Bimeda. Juan fue uno de los muchos emigrantes cangueses, hombres y mujeres, que en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado fueron a la República Argentina. Allí también fueron sus hermanos Benjamín y Antonio. Los tres pertenecieron a la última oleada de emigrantes españoles a América, pues a partir de 1960 la inmensa mayoría de los trabajadores que marcharon a ganarse la vida fuera irán a Suiza, Alemania, Bélgica, etc.

La emigración no era algo nuevo en esta casa, sino un hecho habitual a lo largo de su historia. Y era algo asumido por sus miembros. En agosto de 1959 le escribe la madre de Juan, Aurelia Marqués, desde Labayos a Buenos Aires lo siguiente: “Aquí todos tienen trabajo. Las niñas con las vacas y los niños, a trabajar con los padres, también están bien esclavos, como tuvisteis vosotros y tuvimos todos, porque es un país este que no vale más que para arrebatar la gente”. La madre sabía bien de que hablaba. Tres de sus hermanos estaban en Argentina desde los primeros años del siglo XX y todas las generaciones de la familia habían dado emigrantes. Antiguamente iban a Madrid. Unos antepasados de Juan en el siglo XVIII fueron Francisco y Juan Collar, hijos de Juan Collar y Ana Alfonso, que emigraron a Madrid, y desde allí mejoraron la capilla de Labayos y fundaron en ella la Cofradía del Carmen en 1736. Francisco Collar, que murió en Madrid en 1757, era miembro de la Congregación de N. S. de Covadonga de Naturales del Principado de Asturias en Madrid, establecida en 1743, que fue el antecedente de los centros asturianos que se crearon a partir de fines del siglo XIX en Madrid, América y en todo el mundo.

La ayuda de los emigrantes, así como la de algún tío cura, hicieron que la casa de El Gaiteiro se convirtiera en una casa de campesinos de cierto acomodo, lo que permitió mandar a varios de sus hijos a América.

Juan González Marqués fue el pequeño de cuatro hermanos. Su padre, José, era de Casa Seguro de Pixán y su madre, Aurelia, era de casa El Gaiteiro de Labayos. A los cuatro meses de nacer murió su padre y los hermanos se criaron con su madre y su abuelo Benjamín. En la casa solo quedará el hermano mayor, José, y los otros tres emigrarán para Argentina en los años cuarenta. Juan marchó para Buenos Aires en 1948, con 18 años de edad. Su primer trabajo fue en una carnicería en el Mercado de Las Heras. Después montó con su hermano Benjamín una empresa de distribución de cascos o casquería, y más tarde, hacia 1971, los tres hermanos establecieron una granja de huevos que distribuían ellos mismos; la empresa se llamaba “Río Narcea”. Juan también compró campos en Mar del Plata y allí criaba ganado vacuno. Jubilados los hermanos, Juan continuó con la granja y amplió el negocio, con la ayuda de sus hijos Javier, Alberto y Laura, al cultivo del viñedo y la producción de vino, árboles frutales y la cría de ganado para carne en las provincias de Mendoza y Entre Ríos. Esta empresa se llama “Asturcón S.A.”. Con sus hijos trabajó y colaboró hasta el mismo día de su repentino fallecimiento.

Su tiempo también lo dedicó a los demás, en su caso colaborando activamente con el Centro Asturiano de Buenos Aires y el Centro Cangas del Narcea de esta misma ciudad. En esto lo acompañó también su hermano Benjamín. La emigración asturiana desarrolló unas cotas de solidaridad en América y con Asturias que serán difíciles de superar en la historia. A estos emigrantes, bien colectivamente bien individualmente, les deben muchos pueblos de Asturias la escuela, la fuente, el camino o la carretera, etc., y muchas familias la mejora de la vivienda, la compra de ganado o tierras, etc., en definitiva, el haber salido de pobres. A las asociaciones fundadas en América se debe que el desarraigo de los emigrantes fuese menos traumático y su integración en el nuevo país más fácil, así como una asistencia sanitaria y una beneficencia más que digna. Juan fue un emigrante muy comprometido durante toda su vida con estos dos centros. Tuvo cargos de responsabilidad en diferentes juntas directivas del Centro Asturiano y cuando por edad había dejado estos cometidos, fue reclamado por José Antonio Nespral para formar parte de una de las últimas juntas. No es de extrañar, porque Juan hacía realidad ese lugar común que atribuye a los asturianos las cualidades de honradez, bondad, lealtad y trabajo.

Pero donde Juan se sentía más a gusto y donde iba todas las semanas (los sábados era cita ineludible) era al Centro Cangas del Narcea, en Beruti 4643, barrio de Palermo, Buenos Aires. Allí estaba en casa, porque ese lugar es la parroquia número 55 del concejo de Cangas del Narcea. En “el Cangas”, jugando a las cartas y hablando de las cosas de Cangas, se entienden todos perfectamente. Juan fue presidente de este centro y miembro de varias juntas directivas. El centro se fundó en 1925 y muchas veces le escuché contar que la causa de su creación fue que los cangueses de Buenos Aires, que eran muchos, estaban hartos de los comentarios despectivos de numerosos emigrantes del centro y oriente de Asturias sobre su habla, sus bailes, su juego de bolos, sus frisuelos… y, al final, decidieron fundar un centro propio en el que se bailaba el Son d’Arriba, se tocaba el pandeiro, se jugaba a los bolos del occidente de Asturias y se empleaban palabras del asturiano occidental sin necesidad de oír la perorata de que eso era gallego.

Lo curioso es que casi cien años después el asunto todavía pervive. Parece que en la emigración, del mismo modo que se acrecienta el interés por la tierra de origen, también se refuerzan los tópicos, que son difíciles de desterrar de la conciencia del emigrante. Y así, en septiembre de 2012 estábamos visitando el edificio del Centro Asturiano de Buenos Aires y Juan se encontró con un conocido, emigrante procedente del centro de Asturias, y no pasó un minuto y ya le estaba recordando que los de Cangas del Narcea somos gallegos.

Juan vivió en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado los años dorados de estos dos centros en los que había numerosos socios y muchas actividades en las que participaba multitud de gente. Es la época en la que el Centro Cangas del Narcea amplia sus instalaciones, gracias al esfuerzo de sus socios. Son los años en que esos salones se llenan hasta arriba durante las fiestas y donde los campeonatos de bolos juntan a equipos que vienen de diferentes ciudades del país. En estas fiestas se fraguan numerosos matrimonios entre emigrantes procedentes de España y sobre todo de Asturias, y no son raras las bodas entre vecinos de la misma parroquia o concejo. Juan se casó con Hortensia Berlanga, de Vega de Espinareda en El Bierzo (León). Su vida entre emigrantes es muy similar a la que cuenta el periodista Jorge Díaz Fernández en Mama (2002), una crónica novelada de su propia familia emigrada a Buenos Aires; su madre era de Almurfe (Belmonte de Miranda) y su padre de Barcia (Valdés), y los dos se “tropezaron” por primera vez en una fiesta del Centro Cangas del Narcea.

Hoy, el estado de estos centros ha cambiado radicalmente. No han sabido, o no han querido, o no han podido enganchar a las generaciones más jóvenes y sus enormes salones están casi vacios y solo los ocupan unos pocos jubilados que pasan el tiempo jugando a las cartas. Sobreviven de alquilar estos salones para celebraciones privadas. Las boleras están vacías la mayor parte del año. La necesidad de buscar una solución a esta situación y el futuro del patrimonio del Centro Cangas del Narcea era una gran preocupación para Juan, que siempre recordaba el esfuerzo que había costado a los cangueses levantar la sede social de la calle Beruti.

La misma preocupación le causaba el estado de los pueblos del concejo de Cangas del Narcea. Él, que había conocido la vida de estos pueblos en los años cuarenta, años de mucho trabajo y miseria, y que conocía bien la ganadería argentina, le parecía incomprensible lo que veía en Cangas del Narcea a fines del siglo XX, donde, con tanta riqueza para la cría de ganado, las casas se abandonaban y la producción agropecuaria no acababa de ofrecer una mejora sustancial en la vida de los campesinos y seguía anclada al pasado. No entendía como no se hacían masivamente las concentraciones parcelarias para poder cerrar grandes superficies de tierra y criar ganado en semilibertad; no entendía como no se plantaban árboles maderables de calidad y en cambio la administración plantaba en laderas solanas numerosos árboles que no se cuidaban y se morían al cabo de un par de años en su totalidad. No entendía nada, solo constataba en sus visitas estivales a Labayos y otros muchos pueblos del concejo que visitaba, en los que vivían sobrinos o viejos amigos emigrantes, que aquello no mejoraba y que el futuro era muy oscuro.

No creía mucho en el Estado. Juan decía que no le debía nada al Estado español, porque hasta los 18 años que marchó de España el Estado nada había hecho por él y los suyos. El sueldo del maestro lo pagaban los vecinos de Labayos, la traída del agua era cosa de los vecinos, los caminos los abrían y limpiaban los vecinos, y todo era así. El Estado solo aparecía para reclutar a los jóvenes para hacer el servicio militar y cobrar la “contribución”.

En 1973 regresó a Cangas del Narcea y se instaló en la villa con toda la familia. Cogió el traspasó de la Carnicería de Juanín, en la calle Mayor, cerca del Mercado y puerta con puerta con la panadería La Astorgana. Dos años después volvieron todos para Buenos Aires. El año pasado hablando sobre esta aventura, comentaba que no acertaba a saber que lo movió a volver a América. Creía que a la larga, y teniendo en cuenta las vicisitudes de la economía argentina, les hubiera ido mejor en España, al menos la vida hubiera estado exenta de tantos sobresaltos. Este ir y volver, cambiar y experimentar, define bien su carácter inquieto y emprendedor.

Era un hombre tremendamente sociable, un gran conversador de habla pausada, al que le gustaba contar historias de antes, de la emigración y del estado de las cosas de los pueblos de Cangas y de las sociedades de emigrantes. Creo que fue el último lector asiduo de los artículos y los libros de Mario Gómez. Le tenía una gran admiración por haber fundado en 1926 la Sociedad “Tous pa Tous” y la revista La Maniega, y por haber conseguido la unidad de los cangueses en Cangas y en la emigración. Esto era lo que más admiraba de él. A menudo recordaba artículos suyos, que leía en su casa de Buenos Aires. Su abuelo, Benjamín Marqués, de Labayos, había sido socio fundador del Tous pa Tous y en Casa El Gaiteiro, cuando él era un niño, había muchos ejemplares de La Maniega, que se editó entre 1926 y 1932.

Desde hace un par de décadas, con sus hijos al frente de la empresa familiar, Juan venía todos los años a Cangas del Narcea. Alquilaba un coche y no paraba. Visitaba a emigrantes retornados, familiares, asistía a fiestas, celebraciones… Este mes de agosto de 2016 también pensaba volver a Labayos. Aunque su cuerpo se haya quedado para siempre en América, su alma seguro que está en el cielo de Cangas del Narcea.

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EL PUELU / EL PUELO – (Parroquia de Tubongu / Tebongo) – Casa Collar

EL PUELU / EL PUELO

(Parroquia de Tubongu / Tebongo)

Casa Collar

Escudo de las primeras décadas del siglo XX. La casa fue construida en 1910. Según Francisco Sarandeses Pérez en su Heráldica de los apellidos asturianos (Oviedo, 1966), es muy probable que estas armas de Collar que aparecen en la fachada de esta casa se hayan tomado de la obra de Alberto y Arturo García Carraffa, Enciclopedia heráldica y genealógica hispano-americana, que contiene el Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, que comenzó a editarse en 1919, en la que se menciona el solar de los Collar de Villarmental y se le atribuye un escudo con una “faja jaquelada en dos ordenes y acompañada por dos lebreles acollarados, andantes y encontrados, uno encima de la faja y otro bajo ella”.

Sarandeses no le da validez a este escudo de los Collar publicado por los hermanos García Carraffa y considera que las armas de los Collar son las de los Coque, que aparecen en los escudos de la casa de Suárez Cantón de la villa de Cangas del Narcea y en la de Murias de Paronche, y en la iglesia parroquial de San Juliano de Arbas.

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L.LUMÉS / LIMÉS – Casa Candela

L.LUMÉS / LIMÉS

Casa Candela

Escudo con una labra muy sencilla y plana. Contiene, según la inscripción que aparece en su interior, las armas de “Allande, Llano i Arganzúa”. Es muy parecido al escudo del Palacio de Antráu / Antrago en el que también aparecen las armas de Arganzúa (un árbol, una llave y cuatro flores de lis). Los Llano están representados por cuatro fajas.

En 1787 aparece empadronado en Limés don Nicolás de Llano y Roxas, “hijosdalgo notorios de solar conocido y armas pintar”, que en 1808, 1815 y 1824 aparece con el nombre de Nicolás García de Llano y residente en el concejo de Allande.

La historia de Segundo en las fuentes del Narcea (Cap. 2)

Continuamos con la historia de Segundo en Fuentes del Narcea y del Ibias, un espacio en el que a pesar de las explotaciones mineras, la baja densidad de población ha favorecido un excelente estado de conservación en este lugar que atesora especies tan importantes como el oso pardo, el urogallo cantábrico, el murciélago de bosque, la perdiz pardilla y el águila real. En este paisaje, Segundo, un antiguo minero de Caldevilla de Rengos (Cangas del Narcea), inició hace años un camino que transformó sus huertos y rebaños basándose en la agricultura biodinámica.


L.LAMAS DEL MOURU / LLAMAS DEL MOURO – (Parroquia de Samartín de Sierra / San Martín de Sierra) – Palacio de los Sierra

L.LAMAS DEL MOURU / LLAMAS DEL MOURO

(Parroquia de Samartín de Sierra / San Martín de Sierra)

Palacio de los Sierra.

Palacio de los Sierra, Llamas del Mouro, Cangas del Narcea.

Tiene dos escudos del siglo XIX en la fachada principal. Uno, lleva las armas de los Sierra (una barca con tres remos que porta un castillo en llamas y un hombre armado en su puerta con lanza y espada) y el otro es el escudo de los Colón, familia descendiente de Cristóbal Colón, que lleva la corona ducal por el título de duque de Veragua.

En 1787 era “señor de la casa y torre de Llamas” Diego de Sierra y Salcedo, residente en la ciudad de Palencia. A este le siguieron en la posesión de la casa Diego Mariano Acevedo Colón y Sierra, que vivía en Cáceres, y Diego Acevedo Colón de Larriategui y Sierra.

La historia de Segundo en las fuentes del Narcea (Cap. 1)

En el suroccidente de Asturias, en una zona de montaña de gran calidad ambiental, el espacio protegido de la Red Natura 2000, Fuentes del Narcea y del Ibias, abarca una de las mejores representaciones de la vegetación de la montaña cantábrica. En este maravilloso lugar, concretamente en Caldevilla de Rengos (Cangas del Narcea), conocemos a Segundo y a su familia. Segundo fue minero durante 25 años y al jubilarse decidió cultivar sus tierras y criar a sus rebaños con la premisa de que la tierra debía de ser utilizada de otra manera a como lo había hecho hasta entonces.


Fernando Graña medalla de oro de Artesanos a título póstumo

Fernando Graña Rodríguez

En reunión celebrada el 16 de junio del 2016, la junta directiva de la Sociedad de Artesanos Nta. Sra. del Carmen de Cangas del Narcea, ha acordado por unanimidad conceder la medalla de oro a título póstumo a Fernando Graña Rodríguez.

PROPUESTA DE MEDALLA DE ORO 2016: Fernando Graña

Hay dos cosas que distinguén a un buen cangués: estar aquí, en Cangas, cuando la ocasión lo requiere y estar ahí para Cangas en las ocasiones que ella te necesita. la primera está, por así decirlo, grabada en nuestros genes y nadie podría vanagloriarse de ser cangués si, aún en el otro extremo del mundo, no siente la llamada de su tierra un 16 de julio. La segunda es, quizás, un poco menos común y es la que verdaderamente diferencia a los cangueses de pro. Fernando cumplía las dos en sumo grado.

Partició en la fundación de la Peña La Andolina, creada en 1975 para reforzar La Descarga, y fue después presidente de la misma. Tanto cuando era socio fundador, como después, cuando fue presidente, hizo de la colaboración entre la Peña y la Sociedad de Artesanos su principal preocupación. Ayudó a reconducir ciertos excesos puntuales que se produjeron y se esforzó en inculcar esta idea para los tiempos venideros.

Fue miembro de la Junta directiva de la Sociedad de Artesanos desde la presidencia de Pablo Fernández aunque, anteriormente, colaboró con la misma en todos los asuntos en los que se le pidió y, en especial, el evitar conflictos en las relaciones entre la Sociedad y el Gobierno Autonómico.

Como miembro de la Junta, colaboró durante años en la organización del Cena de Artesanos del 15 de julio y contribuyó a terminar con los problemas de organización que sufría ésta, con firmeza y diplomacia y a hacer de ella el evento modélico que es hoy. Siempre le gustaba recordar la ocasión en que nos sorprendió la lluvia al final de la cena (entonces se hacía en el Prao L’Molín), tuvimos que tomar el postre refugiados en las casetas de las máquinas y nadie marchó sin pagar.

Fernando Graña, en fin, siempre pensó, como cangués y como socio de Artesanos, se debía apoyar a la Sociedad en todo momento y circunstancia, siempre puso en práctica este principio y siempre procuró inculcarlo en todas las personas de su entorno. Por eso, creo que merece que le sea concedida la Medalla de Oro 2016.


SANTOLAYA / SANTA EULALIA – Casa de Uría

SANTOLAYA / SANTA EULALIA

Casa de Uría.

Esta casa tiene dos escudos con las mismas armas de los Uría y Queipo de Llano. Uno está en la fachada principal y es un escudo partido con las armas de Uría (dos lobos y bordeado por aspas) y Queipo de Llano (dos flores de lis y tres fajas, y en el borde racimos de uva y hojas de vid). En el penacho del yelmo lleva una inscripción: “Armas de los hijosdalgo de Urías”, y al lado aparece la fecha: 1541. Esta fecha es muy probable que sea la de la ejecutoria de hidalguía de la familia Uría, y no la de labra del escudo que por su estilo barroco hay que fechar en torno a 1640-1650.

El otro escudo es más pequeño, está en la fachada de la casa que mira al norte, encima de un balcón, y tiene las mismas armas.

A mediados del siglo XVIII los propietarios de esta casa eran José Nicolás de Uría y Valdés y su esposa María Teresa Alfonso Flórez que era de la Casa de Miramontes (Parroquia de Cibea). A estos les sucedió Miguel de Uría, que se casó con Isabel Queipo de Llano, nieta del conde de Toreno. Su heredero fue Antonio de Uría y Queipo y el de este será José de Uría y Álvarez-Terrero, que se casó en 1808 con María Josefa del Riego-Núñez y Sierra-Pambley, dueña de las casas de Pambley y Miravalles en el concejo de Cangas del Narcea y de las de Riego y Cabo del Río en Tuña (Tineo). A este matrimonio les sucedió el recordado José Francisco de Uría (1819-1862), director general de Obras Públicas, que murió soltero y sin descendencia, y al que heredó su hermano Rafael (1820-1901); y así hasta llegar al médico don Rafael Fernández Uría y a sus actuales propietarios: Blanca Fernández y José María Ron.

ARBOLENTE (Parroquia de Cibuyu / Cibuyo) – Casa Moirazo

ARBOLENTE

(Parroquia de Cibuyu / Cibuyo)

Casa Moirazo.

Escudo con una talla de muy poca calidad. Tiene las armas de los Pambley: la torre sobre unas rocas y un hombre en su puerta, las cabezas de dos monstruos a los lados con la lengua fuera, un árbol, una flor de lis y en la parte inferior una cerda. Ver los escudos de la Casa de Pambley en Pambley y la Casa de La Queipa en Carballo.

 En 1815 y 1824, según los padrones de hidalguía de Cangas del Narcea, en Arbolente solo Antonio Álvarez y su familia eran “hijosdalgo notorios de armas pintar”. Comúnmente el nombre de Moirazo (mayorazgo) solo se daba a casas de campesinos acomodados, y en este caso ennoblecidos y con derecho a lucir “armas” en la fachada de su casa.

CARBACHU / CARBALLO – Casa de El Palacio y Casa de La Queipa

CARBACHU / CARBALLO

Casa de El Palacio

Escudo con las armas de 1. Flórez (mujer cruzando el río llevando sobre la cabeza una cesta y sobre ella tres flores de lis); 2. Valdés; 3. Sierra y 4. Queipo de Llano. Según Francisco Sarandeses (Los Flórez y sus armas, IDEA, Oviedo, 1964) esta Casa de Carballo es la casa primitiva de los Flórez-Valdés en el concejo de Cangas del Narcea y sus fundadores vendrían de la Casa de Las Morteras (Somiedo).

Entre 1787 y 1824 el propietario de esta casa era Francisco Flórez-Valdés. Su heredero será Antonio Flórez-Valdés y el de este Fernando Flórez-Valdés Uría.

Casa de La Queipa (propiedad de la Casa Don Juan)

Escudo con las armas de los Pambley (pino y tres flores de lis; castillo con la cerda y sus lechones, y caballero sujetando una bandera con la mano derecha y una antorcha con la izquierda). En el borde tiene la inscripción: ESTE PINO ALBAR ENGERIDO EN SU LEI · MI ABUELO FUE DE LA CASA DE PANBLEI. El escudo presenta los mismos atributos que el de la Casa de Pambley, en Pambley, o el de la Casa el Moirazo, de Arbolente, y hacen referencia al lema de esta familia: “Esta casa y pino albar / y esta puerca con su grey / son las armas del solar / de la casa de Pambley”.

La Casa de La Queipa y todas sus propiedades fueron compradas en el segundo cuarto del siglo XIX por los hermanos Pastor y Justo Martínez, naturales de Corveiro y residentes en Madrid, donde hicieron gran fortuna invirtiendo en bolsa y negociando con bienes desamortizados, para su hermano mayor Juan. La vendedora fue, según tradición oral, Rosa Queipo de Llano Ancares y Sierra Pambley.

Escudos de los Martínez en Cangas del Narcea

Escudos con las armas de los Martínez: un árbol a cuyo tronco está atado con una cadena un león, tres flores de lis, y un sol y una luna.

Estas armas aparecen en Casa Bartuelo de Folgueras de Bergame, Casa Bartuelo de la Veiga’l Tachu, Casa Molineiro de Veigaipope y Casa Campa de Veigaperpera.

VEIGAIPOPE / VEGAPOPE (Parroquia de La Riela / La Regla de Perandones) – Casa Molineiro

VEIGAIPOPE / VEGAPOPE

(Parroquia de La Riela / La Regla de Perandones)

Casa Molineiro

Escudo con las armas de los Martínez: un árbol a cuyo tronco está atado con una cadena un león, tres flores de lis, y un sol y una luna. Debajo aparece la inscripción y la fecha siguientes: “Estas son las armas de Martínez por varón. Las mandó hacer don Juan Martínez. Año de 1797”. Las mismas armas aparecen en Casa Bartuelo de la Veiga’l Tachu, Casa Bartuelo de Folgueras de Bergame y Casa Campa de Veigaperpera. Este escudo de Casa Molineiro de Veigaipope es el más reciente que existe de las armas de los Martínez.

En efecto, en 1787 el dueño de esta casa, como dice la inscripción del escudo labrada una década después, era Juan Martínez, “hijosdalgo”, que vivía con su hijo José y su nieto Miguel. En 1808 y 1815 el propietario era este Miguel Martínez, que en 1815 presenta a los empadronadores del padrón de hidalguía una escritura hecha ante el escribano José Meléndez de Arvas del 20 de enero de 1778 en la que se dice que estos Martínez eran “hijosdalgo notorio de armas pintar”. En 1825 el propietario es José Martínez.

VEIGAPERPERA / VEGAPERPERA (Parroquia de La Riela / La Regla de Perandones) – Casa Campa

VEIGAPERPERA / VEGAPERPERA

(Parroquia de La Riela / La Regla de Perandones)

Casa Campa

Escudo con las armas de los Martínez: un árbol a cuyo tronco está atado con una cadena un león, tres flores de lis, y un sol y una luna. Las mismas armas aparecen en Casa Bartuelo de la Veiga’l Tachu, Casa Molineiro de Veigaipope y Casa Bartuelo de Folgueras de Bergame.

En este pueblo de Veigaperpera a fines del siglo XVIII y primeras décadas del XIX había siete vecinos y todos eran “hijosdalgos”, pero solo los Martínez eran “hijosdalgos de armas pintar”. En 1787 el propietario de esta casa era Francisco Martínez, y en 1808 y 1824 lo es su hijo Manuel Martínez.

FOLGUERAS DE BERGAME (Parroquia de Abanceña) – Casa Bartuelo

FOLGUERAS DE BERGAME

(Parroquia de Abanceña)

Casa Bartuelo

Escudo con las armas de los Martínez: un árbol a cuyo tronco está atado con una cadena un león, tres flores de lis, y un sol y una luna. Las mismas armas aparecen en Casa Bartuelo de la Veiga’l Tachu, Casa Molineiro de Veigaipope y Casa Campa de Veigaperpera.

Entre 1787 y 1824 los propietarios de esta casa fueron Bartolomé Martínez, su hijo Manuel y su nieto Antonio Martínez, “hijosdalgo notorios”.

BISUYU / BESULLO – La Casona

BISUYU / BESULLO

La Casona.

Escudo partido. A la izquierda armas de los Queipo de Llano (tres fajas y tres flores de lis, con racimos de uvas en el borde) y a la derecha, de los Flórez (una doncella cruzando un río con una cesta de frutas sobre la cabeza y tres flores de lis, con aspas en el borde). Este escudo es similar al que estaba en el Palacio de los Llano en el barrio de Ambasaguas en Cangas del Narcea y que en la actualidad está en una fachada lateral del Hotel Truita, calle Diz Tirado de esta villa.

En 1787 el dueño de esta casa era Pedro de Llano Flórez. La heredará su hijo Lorenzo de Llano Flórez (1822-1902), que en 1897 derriba la casa antigua y construye la casona que ha llegado hasta nuestros días, que hoy está en ruinas después de un incendio ocurrido en 2006. Una placa de mármol colocada encima de la puerta de entrada a la casa recuerda al dueño y su obra: “Se hizo esta casa por el Sr. D. Lorenzo de Llano Flórez a los setenta y cinco años de edad. Año de 1897”.

Fabricación de orujo en el Occidente de Asturias

Alquitara o alambique para hacer orujo en Las Escolinas, Cangas del Narcea, h. 1970. Fotografía Julio A. Fernández Lamuño. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

En la zona occidental de las viejas Asturias, donde aun se cultiva la viña, denominase orujo no al hollejo de la uva, sino al alcohol destilado del mismo por medio de un sencillo alambique de construcción casera. Cuando se pisa la uva, esta es introducida con todo el escobajo en la tina, donde se produce la primera fermentación del mosto por espacio de unas tres semanas. Al cabo de este tiempo se trasiega a las cubas donde ha de sufrir la segunda fermentación, en tanto que el magayu u orujo (que en Grandas de Salime llaman bullo) es llevado a la prensa de husillo para extraer el pie que es un vino de segunda calidad, inferior al del mosto, pero que puede mezclarse con éste para homogeneizar el conjunto. Según se apriete más o menos el magayu, se obtendrá después menos o más orujo, es decir, alcohol etílico.

El alambique o alquitara suele ser de construcción muy sencilla, siendo los mejores los que poseen la caldera de cobre; pero son más frecuentes los económicos fabricados con bidones o depósitos de chapa de hierro de 200 a 300 litros de cabida. A estos se les ajusta una tapadera de cierre hermético y un tubo vertical al que se adapta un terminal de cobre llamado “el capuchu”, que va dentro de un depósito de agua corriente y sirve de condensador de los vapores del orujo, el cual sale al exterior por un tubito lateral, cayendo en forma de delgado hilillo líquido en la garrafa dispuesta al efecto para recogerlo.

Para alcanzar este resultado, ha de prepararse cuidadosamente todo el proceso, necesitándose una persona dedicada a él, sin prisas ni impaciencias: en el fondo de la caldera hay que colocar una capa de paja, preferentemente de centeno (que da menos color al orujo y aguanta bien el calor), aunque en caso de carecer de ella sirve también la de trigo u otra similar. Ya dispuesta esta capa con espesor de algunos centímetros, se echan unos dos baldes de agua (es decir, unos 30 litros) para una caldera de 220 litros, añadiendo la carga de magayu o bullo y apretando ligeramente, hasta llenar la caldera, la cual deberá ser seguidamente cerrada con la tapa ajustada, y cegando cualquier pequeña rendija o fisura por donde pudiera escapar el vapor, con barro o cualquier otro material fácil de encontrar en el medio rural. Se coloca la capucha o refrigerante, se hace gotear el agua de refrigeración y se procede a encender y atizar el fuego, el cual solo puede ser vivo al principio hasta el momento de empezar a hervir la mezcla (cosa que se alcanzar hacia los 90 minutos de haber encendido el fuego). En este punto debe mantenerse la fuerza del fuego más suave, para conseguir una destilación lenta y continuada, ya que si fuera rápida, arrastraría mucha agua y se obtendría un orujo muy flojo, y si fuera demasiado lenta se alargaría la operación hasta la noche (es decir, muchas horas) con poco rendimiento y gran molestia.

La paja de centeno cumple la importante misión de evitar que el magayu se queme o “afume”, accidente que daría mal aroma al producto destilado. Para hacer el fuego tiene especial valor el disponer de buena leña de roble o de faya y, aun mejor, de los cepos o torgos de las carroubas (raíces) de la uz moural (la uz o brezo blancal se arranca mal y, además, tiene poca cabeza y es mala de trocear; en cambio la uz moural es fácilmente arrancable con picachón y proporciona un excelente torgo, muy apto para el fuego, donde genera excelente borrayu o brasa de larga duración). Al cabo de unas siete horas de haber encendido el fuego y tras una destilación de cuatro o cinco horas, debe desocuparse la caldeira, vaciándola de todos los restos, útiles ya solo para el estercolero, pudiendo repetirse la operación en sucesivos días. Es un trabajo que exige paciencia y atención constante al proceso, para evitar tanto el detenimiento de la destilación como el que el exceso de calor la provoque demasiado rápida. Se obtiene así, un orujo o alcohol de una riqueza que oscila entre el 40 y el 60%, generalmente algo más rico al principio y más flojo al final.

Se calcula que para una caldera de doscientos litros de cabida se colocan unos ochenta kilogramos de magayu (tres cestos o maniegos), de los cuales se obtienen entre cinco y doce litros de orujo, según varios factores: cual haya sido el grado de previo estrujado, la calidad meteorológica del año, la madurez de la uva empleada y el grado de apuramiento en la destilación; el promedio normal para dicha carga es de nueve litros. Pero las antiguas viñas de Sanformar (en las aldeas anegadas por el embalse de Grandas de Salime) alcanzaban a dar hasta los 13 litros de aguardiente para la misma carga, en tanto que otras de Arganza (Tineo) solo llegaban a los cinco; eran la consecuencia de las distintas calidades de sus viñas, condicionadas tanto por el emplazamiento y orientación, como por la naturaleza de los terrenos y el régimen de trabajos y cuidados aplicados a ellas.

La fabricación de orujos o aguardientes es una práctica muy extendida en toda la comarca vitivinícola del occidente de Asturias, si bien la paulatina reducción de ésta la va haciendo desaparecer poco a poco, conservándose hoy en Cangas del Narcea, Ibias, Los Oscos, Pesoz, Allande y pocos concejos más. Antaño fue una manera de conseguir un beneficio marginal a la cosecha de vino, y su venta se ha venido haciendo en chigres y locales similares, donde los asiduos clientes suelen apreciarlos más que a conocidos productos alcohólicos con nombres comerciales famosos y de precio muy superior.

La cantidad de orujo obtenida al cabo del año es difícil de conocer, por ser la fabricación muy irregular y en régimen de pura artesanía rural. Últimamente se utilizan para obtener este licor, no solo los magayus autóctonos sino también los de uvas traídas directamente desde las tierras leonesas, uvas que vienen a sumar sus mostos a los caldos conseguidos en las ya escasas hectáreas de viñas aun cultivadas en nuestras tierras del occidente astur.


Tineo, octubre de 1978.


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XARCELEI / JARCELEY – Casa el Palacio

XARCELÉI / JARCELEY

Casa el Palacio.

Escudo con las armas de 1º Carballo (un roble y una mujer que aparece partiendo una rama; un castillo y delante de su puerta un hombre), 2º Sierra, 3º Valle / Queipo de Llano, 4º Sierra y 5º Peláez (un hombre pisando a un dragón al que clava una espada en la boca, mientras mira hacia una cruz).

En 1787 el propietario de este palacio era Francisco de Sierra Quiñones. En 1808 es de su primogénito, Francisco José de Sierra y Llanes, coronel de los Reales Ejércitos, Maestrante de Sevilla y uno de los siete asturianos que participaron en las Cortes de Cádiz y que redactaron la Constitución Española de 1812. Francisco José fallece en Avilés en 1820 y pasa la posesión de la Casa de Jarceley a su hijo Francisco Julián de Sierra Abello y Castrillón, que reside en Avilés. Para saber más sobre la casa de Xarceléi véase en esta web del Tous pa Tous la noticia escrita por Xuan F. Bas Costales sobre este palacio en 1820: El palacio de los Sierra en Xarceléi en 1820

Alcaldes de Cangas del Narcea

Pedro José Pidal Carniado, primer marqués de Pidal, fue alcalde de Cangas de Tineo entre septiembre de 1834 y noviembre de 1835.

Presentamos aquí nuestro último trabajo de investigación acerca de los alcaldes de Cangas del Narcea. Abrimos con él un apartado nuevo en Memoria Canguesa con la denominación de Alcaldes de Cangas del Narcea. Tenemos que advertir que la relación de alcaldes que publicamos es aún provisional. Todavía falta información biográfica sobre algunos alcaldes y sobre sus mandatos, que iremos completando poco a poco. Estas faltas se deben a dos razones: primero, no es fácil obtener toda la información que se desea, porque no tenemos toda la documentación necesaria (faltan libros de actas del Ayuntamiento de Cangas del Narcea del siglo XIX, etcétera), y segundo, todo este trabajo de recopilación requiere mucho tiempo y si compartimos la tarea entre tous el trabajo será más llevadero. Por ello, a pesar de estar aún incompleta, hemos decido sacar a la luz esta lista para recabar la colaboración de todos los que dispongan de información sobre las personas que fueron alcaldes de Cangas del Narcea. Alguno echará en falta información sobre los mandatos de los últimos alcaldes, pero esta omisión es consciente y por eso casi no se dice nada sobre los alcaldes que hubo a partir de 1975.


Los alcaldes de Cangas del Narcea desde 1834 hasta la actualidad


Retratos de alcaldes

Manuel Rodríguez González, h. 1880. Col. Menéndez Tablado

Poco a poco van apareciendo los retratos de los alcaldes de Cangas del Narcea. Sin embargo, todavía faltan muchos y para subsanar esta falta solicitamos la colaboración de sus familias. En el Tous pa Tous nos sobra paciencia y con el tiempo esperamos tener completa nuestra iconoteca de autoridades municipales canguesas.

Francisco Álvarez Uría, h. 1885. Col. Álvarez Hurlé

Hoy colocamos en sus correspondientes apartados la “vera efigies” de dieciséis alcaldes: dos pinturas y catorce fotografías. Entre otros, están los rostros de tres alcaldes del siglo XIX: Rafael Uría del Riego, Francisco Álvarez Uría y Manuel Rodríguez González, y de la mayoría de los que ocuparon la alcaldía durante la II República Española.


Los alcaldes de Cangas del Narcea desde 1834 hasta la actualidad


Los alcaldes de Cangas del Narcea desde 1834 hasta la actualidad

Casa Consistorial de Cangas del Narcea, en 1930. Edificio construido en 1798 en la calle Mayor, enfrente del convento de las Dominicas, para ayuntamiento y cárcel; fue derruido en 1951 para ensanchar la calle de la Iglesia y abrir el Cruce. En su fachada estaban el escudo real y la placa colocada en 1908 a la memoria de los voluntarios del Regimiento de Cangas de Tineo en la Guerra de la Independencia.

El alcalde es la mayor autoridad del concejo y la persona que nos representa como colectivo. La historia de los alcaldes es una parte importante de la historia del concejo; el conocimiento de sus ideas y biografías, y de sus proyectos y realizaciones, es imprescindible para conocer el devenir de toda la comunidad.

Comenzamos nuestra lista en 1834, porque ese año, con el nombramiento de Pedro José Pidal como alcalde mayor y presidente del Ayuntamiento de Cangas del Narcea, comienza una nueva etapa en la formación de las corporaciones municipales. Es el resultado del final del Antiguo Régimen, con sus ayuntamientos formados por regidores perpetuos, pertenecientes a unas pocas familias de nobles e hijosdalgos, cuyos cargos se transmitían de padres a hijos. En aquel año y en los siguientes, las reformas introducidas por los liberales cambiarán la política municipal y sentarán las bases del Estado moderno.

La lucha política por la alcaldía siempre fue muy reñida. En la historia contemporánea de nuestro ayuntamiento han sido frecuentes las denuncias por abusos electorales, ineficacia, corrupción, arbitrariedades, etcétera. Desde el siglo XIX son continuas las críticas en la prensa a la gestión de los alcaldes, así como las represalias de estos a los críticos; por ejemplo, en 1894 los redactores de El Eco de Occidente atacaron al alcalde José Pallarés y este puso una multa a su director, y en la segunda década del siglo XX, Gumersindo Díaz Morodo Borí atacó al alcalde José Mª Díaz López Penedela en la prensa local, regional e incluso nacional, y el alcalde logró cerrarle el periódico e incluso encarcelarle. La existencia de varios periódicos locales desde 1882 a 1916 tiene mucho que ver con estas luchas por el poder municipal.

La historia del Ayuntamiento de Cangas del Narcea no puede comprenderse sin tener en cuenta la historia de España; nuestro ayuntamiento siempre ha sido un reflejo de la política nacional y en él se enfrentaron: conservadores y liberales; moderados y progresistas; monárquicos y republicanos; izquierda y derecha, etcétera. E incluso, durante el franquismo, aunque más atemperadas, también existieron diferencias políticas, en este caso entre monárquicos y falangistas. Las convulsiones nacionales también llegaron a la vida municipal: hubo ceses fulminantes de alcaldes y de corporaciones enteras durante los golpes militares del siglo XIX, la Dictadura de Primo de Rivera o la Segunda República Española.

Palacio del conde de Toreno en 1960. Este edificio fue comprado en 1951, durante la alcaldía de José Mª López Morodo, para Casa Consistorial.

La política local estuvo muy unida a la existencia del distrito electoral de Cangas del Narcea, establecido en 1845, de donde salían representantes para las Cortes en Madrid y para la Diputación Provincial de Oviedo. Normalmente un mismo grupo político dominaba los tres ámbitos del poder: el local, el regional y el nacional, y con frecuencia esas afinidades políticas eran también familiares. De este modo, unas pocas familias dominaron casi toda la política canguesa hasta la Guerra Civil: los condes de Toreno y sus parientes y administradores en Cangas del Narcea, los Rodríguez Peláez; los Uría; los Rodríguez-Arango y los De Llano.

No obstante, junto a toda esta maraña de luchas e intereses de la vida política, no debemos olvidar que detrás de muchos de estos alcaldes y de sus corporaciones también existió un interés sincero por trabajar a favor del bien público y por la mejora de las condiciones de vida de los cangueses. Hasta fecha reciente estos cargos no tenían ninguna retribución económica y por eso sus mandatos no solían durar mucho tiempo; antes de 1983, el alcalde que más tiempo permaneció en este cargo estuvo diez años, pero lo habitual era que ocupasen el puesto entre dos y cuatro años.

Las arcas municipales eran más pobres que ricas y la ejecución de muchos proyectos importantes se alargaba durante años y años. La primera vez que se habló en un pleno municipal de la necesidad de ensanchar la calle de la Iglesia, en la villa de Cangas del Narcea, fue en 1868, periódicamente salía esta necesidad en los plenos, pero esta reforma no se llevará a cabo hasta 1951. Lo mismo sucedió con el cementerio municipal, el Instituto de Enseñanza Secundaria, el edificio del juzgado y cárcel, el puente que unía Ambasaguas y el Barrio Nuevo, la biblioteca pública, etcétera.

Por último, tenemos que advertir que la relación de alcaldes de Cangas del Narcea que presentamos es aún provisional. Todavía falta información biográfica sobre algunos alcaldes y sobre sus mandatos, que iremos completando poco a poco. Estas faltas se deben a dos razones: primero, no es fácil obtener toda la información que se desea, porque no tenemos toda la documentación necesaria (faltan libros de actas del Ayuntamiento de Cangas del Narcea del siglo XIX, etcétera), y segundo, todo este trabajo de recopilación requiere mucho tiempo y si compartimos la tarea entre tous el trabajo será más llevadero. Por ello, a pesar de estar aún incompleta, hemos decido sacar a la luz esta lista para recabar la colaboración de todos los que dispongan de información sobre las personas que fueron alcaldes de Cangas del Narcea. Alguno echará en falta información sobre los mandatos de los últimos alcaldes, pero esta omisión es consciente y por eso casi no se dice nada sobre los alcaldes que hubo a partir de 1975.

El trabajo ha podido realizarse debido a las buenas condiciones que existen en el Archivo Municipal de Cangas del Narcea y a las facilidades que hemos tenido para consultar sus fondos gracias a su responsable Marta Veiga Fontaniella y a Ana del Pozo Fernández.

ALCALDE MANDATO
Pedro José Pidal Carniado 6 de septiembre de 1834 25 de noviembre de 1835
Juan Uría y Llano 25 de noviembre de 1835 1 de enero de 1837
José González Regueral 1 de enero de 1837 11 de marzo de 1838
Marcelino Rodríguez-Arango Menéndez 11 de marzo de 1838 1 de enero de 1839
José de Llano y Merás 1 de enero de 1839 1840
Lope María Blanco 1840 Faltan actas municipales
José de Llano Merás 1840 Faltan actas municipales
Domingo Avello y Llano 1841 Faltan actas municipales
Pedro Peláez 1843 Faltan actas municipales
Bernardo Joaquín Martínez 1844 Faltan actas municipales
Juan Uría y Llano 1846 Faltan actas municipales
Alonso Suárez de la Vega 1849 Faltan actas municipales
Lorenzo de Llano Flórez Faltan actas municipales 2 de octubre de 1854
Manuel Valcárcel Ríos 2 de octubre de 1854 26 de julio de 1856
Rafael Uría y Riego 26 de julio de 1856 1862?
Severiano Rodríguez-Peláez y Riego ¿1863-1864? Faltan actas municipales
José Suárez Collar 16 de diciembre de 1864 26 de julio de 1868
Román Rodríguez-Arango Sanfrechoso 26 de julio de 1868 1 de febrero de 1872
Ceferino Gamoneda y Glez del Barreiro 1 de febrero de 1872 24 de agosto de 1873
Benigno Valcárcel Uría 24 de agosto de 1873 30 de junio de 1874
Severiano Rodríguez-Peláez y Riego 30 de junio de 1874 1 de julio de 1879
Leandro Valdés Miranda 1 de julio de 1879 17 de abril de 1881
Joaquín Rodríguez-Arango Sanfrechoso 1 de julio de 1881 1 de julio de 1883
Severiano Rodríguez-Peláez y Riego 1 de julio de 1883 2 de febrero de 1887
Salvador Martínez Valle 2 de febrero de 1887 2 de diciembre de 1889
Román Rodríguez-Arango Sanfrechoso 2 de diciembre de 1889 21 de febrero de 1890
José de Llano Valdés 21 de febrero de 1890 1 de marzo de 1893
Francisco Álvarez Uría 1 de marzo de 1893 1 de enero de 1894
José Claret Quert (alcalde interino) 1 de enero de 1894 18 de febrero de 1894
José Pallarés Nomdedeu 18 de febrero de 1894 20 de noviembre de 1894
Joaquín Rodríguez Martínez 20 de noviembre de 1894 1 de julio de 1895
Manuel Rodríguez González 1 de julio de 1895 25 de septiembre de 1898
José Pallarés Nomdedeu 25 de septiembre de 1898 1 de enero de 1902
Nicolás de Ron Flórez-Valdés 1 de enero de 1902 3 de enero de 1904
José Pallarés Nomdedeu 3 de enero de 1904 1 de enero de 1906
Nicolás de Ron Flórez-Valdés 1 de enero de 1906 1 de enero de 1910
Joaquín Rodríguez Martínez 1 de enero de 1910 23 de octubre de 1913
José Mª Díaz López, Penedela 23 de octubre de 1913 1 de abril de 1921
Marcial Rguez-Arango Glez-Regueral 1 de abril de 1921 17 de enero de 1923
José Mª Díaz López, Penedela 17 de enero de 1923 21 de julio de 1923
Antonio Meléndez González 21 de julio de 1923 3 de octubre de 1923
Apolinar de Castro Isern 3 de octubre de 1923 1 de febrero de 1924
Joaquín García González 1 de febrero de 1924 10 de julio de 1924
Porfirio Ordás Fdez-Sanmarful 10 de julio de 1924 31 de octubre de 1927
Antonio Arce Díaz 31 de octubre de 1927 26 de febrero de 1930
José María Díaz López 26 de febrero de 1930 25 de marzo de 1930
Joaquín Rguez-Arango Fdez-Argüelles 25 de marzo de 1930 5 de febrero de 1931
José Villa Suárez 5  de febrero de 1931 27 de abril de 1931
Joaquín Rguez-Arango Fdez-Argüelles 27 de abril de 1931 15 de mayo de 1931
Mario de Llano González 15 de mayo de 1931 10 de junio de 1931
Higinio García del Valle Peláez 10 de junio de 1931 2 de septiembre de 1931
Jenaro Flórez y Glez Reguerín 2 de septiembre de 1931 23 de septiembre de 1931
Mario de Llano González 23 de septiembre de 1931 1 de noviembre de 1934
Antonio Arce Díaz 1 de noviembre de 1934 21 de febrero de 1936
Mario de Llano González 21 de febrero de 1936 25 de febrero de 1936
Constantino Aumente González 25 de febrero de 1936 10 de mayo de 1936
Francisco Oliveros Menéndez 10 de mayo de 1936 22 de agosto de 1936
Modesto de la Uz Fernández 12 de diciembre de 1936 3 de agosto de 1939
Antonio Arce Díaz 3 de agosto de 1939 18 de diciembre de 1939
Manuel Arias Menéndez 18 de diciembre de 1939 31 de agosto de 1943
Victorino López Rodríguez 31 de agosto de 1943 9 de abril de 1947
José María López Morodo 9 de abril de 1947 3 de febrero de 1952
Manuel Álvarez Cosmen 3 de febrero de 1952 24 de febrero de 1958
José Flórez Sierra 24 de febrero de 1958 29 de noviembre de 1968
Carlos Arce Flórez-Valdés 29 de noviembre de 1968 2 de febrero de 1974
Manuel Miranda Fernández 2 de febrero de 1974 2 de marzo de 1978
Fernando Rodríguez Verano, Tito 2 de marzo de 1978 19 de abril de 1979
José Luis Somoano Sánchez 19 de abril de 1979 23 de mayo de 1983
José Manuel Cuervo Fernández 23 de mayo de 1983 16 de junio de 2007
José Manuel Martínez González 16 de junio de 2007 11 de junio de 2011
José Luis Fontaniella Fernández 11 de junio de 2011 13 de junio de 2015
José Víctor Rodríguez Fernández 13 de junio de 2015 actualidad

[1834-1835] Pedro José Pidal Carniado

Pedro José Pidal y Carniado, primer Marqués de Pidal.

Pedro José Pidal Carniado

(Villaviciosa, Asturias, 1799 – Madrid, 1865)

6 de septiembre de 1834 – 25 de noviembre de 1835

Es nombrado alcalde mayor del concejo de Cangas del Narcea por el Regente de la Real Audiencia de Oviedo, para encargarse “en todos los negocios, contenciosos, políticos y gubernativos”. Pidal se había licenciado en Leyes y Cánones en la Universidad de Oviedo en 1822 y era un fervoroso liberal, que había apoyado en 1820 el levantamiento de Rafael del Riego. Llega a Cangas del Narcea a deshacer el viejo sistema de gobierno municipal basado en regidores perpetuos y a establecer la nueva administración que se estaba imponiendo en España con Isabel II y los liberales. Pidal continuará su carrera política en Madrid como diputado en Cortes por Asturias, donde desarrollará una brillante actividad parlamentaria, y será varias veces ministro de la Gobernación. Era una persona con una gran cultura. Ocupará la presidencia de las academias de Historia y de Bellas Artes de San Fernando, y será miembro de número de la Real Academia de la Lengua. En 1847 recibirá el título de marqués de Pidal.

En el mes de junio de 1835, Pidal coincidió en Cangas del Narcea con el naturalista y botánico francés Durie de Maisonnove (1796-1878), que viajó hasta aquí para recolectar y estudiar plantas. La crónica de su viaje la escribió Jacques Gay y dice sobre este encuentro: “Durie habla muy bien de la suprema autoridad municipal de Cangas, el Alcalde Mayor, caballero de prestancia física y varonil belleza no inferiores a su hidalguía y carácter bondadoso; insigne, además, entre todos los conciudadanos por sus conocimientos en las artes liberales. Recibido por él con suma cortesía, le debe no pocos favores, dignos de perpetua gratitud: le ayudó en todas sus iniciativas, de manera decidida y consciente, no ignorando (como la mayor parte de las otras personas) que el viajero francés buscaba plantas con fines superiores al de preparar una infusión. No olviden, pues, su ilustre apellido, Pidal”.

En 1904 todavía quedaba recuerdo en Cangas del Narcea de la presencia de Pedro José Pidal setenta años antes. Faustino Meléndez de Arvas, secretario municipal, escribió: «El Sr. Pidal, con una energía y una entereza que quisiéramos hoy, no solo para la mayor parte de los alcaldes supeditados, sino también para los débiles gobernadores, y con tan buen deseo como pudiera tenerlo un cangués de pura sangre, puso la primera piedra en la obra de urbanización de Cangas de Tineo, obligando a los señores a blanquear sus casas, arreglando algo sus calles, prohibiendo costumbres poco cultas, e introduciendo otras mejoras dignas de elogio. Y sin embargo, ¡admírese el lector!, su nombre no se ve inscrito en ningún sitio público de la villa, a pesar de que casi se le puede llamar el fundador del moderno Cangas.» (La Ilustración Asturiana, nº 6, junio de 1904).

[1835-1837] Juan Uría y Llano

Juan Uría y Llano

(Ambasaguas, Cangas del Narcea)

25 de noviembre de 1835 – 1 de enero de 1837

La toma de posesión de este ayuntamiento se celebró con una solemnidad especial. Era el primer ayuntamiento del nuevo Estado liberal que se estaba instaurando en España. La corporación había sido nombrada por el Gobernador Civil. La formaban once personas: alcalde, teniente alcalde primero, teniente alcalde segundo, siete regidores y un procurador del común. Se reunieron las corporaciones saliente y entrante, bajo la presidencia de Pedro José Pidal, alcalde mayor y presidente del Ayuntamiento, en la sala capitular del consistorio, el miércoles 25 de noviembre de 1835, a las tres de la tarde. El alcalde mayor exigió al alcalde y a los dos tenientes de alcalde nuevos un juramento de fidelidad a la Corona. Recordemos que el país estaba en guerra civil, dividido entre carlistas o absolutistas y liberales. Así fue el juramento: “puesta cada uno su mano derecha sobre los Santos Evangelios en la forma siguiente: “Juráis a Dios por estos Santos Evangelios ser fieles a la Reina niña señora Dña. Isabel segunda, y durante su menor edad a su augusta madre la Reina Gobernadora, guardar y hacer guardar el Estatuto Real y las leyes del Reino, obedecer al Gobierno, y haberos bien y fielmente en el ejercicio del honroso cargo que se os confía, mirando en todo por el procomunal de este pueblo”. Cada uno contestó: “Si juro”. “Si así lo hiciereis Dios os ayude y sino os lo demande”. A continuación se escenificó la toma de posesión de la nueva corporación con el acto siguiente: “Concluida esta solemne ceremonia dejó el Sr. Alcalde Mayor la silla de la presidencia, en la que colocó al Alcalde y por el orden de su nombramiento practicó lo mismo con todos los demás individuos, que prestaron el juramento, con lo que les dejó posesionados, y se retiró dicho Sr. Alcalde con los que componían el anterior Ayuntamiento”.

El nuevo alcalde era vecino de Ambasaguas, donde aparece empadronado en 1787 como “hijosdalgo notorio”, regidor perpetuo del concejo de Cangas del Narcea y “residente en la ciudad de La Coruña”. Regresó a vivir a Ambasaguas, a la casa que había levantado su antecesor, en la que todavía puede verse la inscripción: “D. Joanes ab Uría me fecit, anno 1712”.