Detener el tiempo

Un artículo de Alfonso López Alfonso en la revista de literatura Clarín está dedicado a Benito Correa, vecino de Pousada de Rengos, que fue guardia civil, emigrante en Venezuela, Francia y Australia, dueño del Bar Correa en Cangas del Narcea, y aficionado a la pintura y la fotografía. Hoy, después de una existencia llena de sobresaltos, aventuras y viajes, lleva una apacible vida en el Río de Rengos. Todas las imágenes que acompañan el texto fueron realizadas por él en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX.

Arando en el Cortinal, Posada de Rengos, hacia 1949

DETENER EL TIEMPO

Alfonso López Alfonso

El deseo de detener el tiempo únicamente podemos verlo cumplido en las fotografías. Las viejas fotografías nos fascinan porque en ellas se produce el milagro de poder contemplar la carcasa de un mundo que ha desaparecido. Con los años se deja de ser joven y, como en el poema de Gil de Biedma, también se comienza a comprender que envejecer, morir, es el único argumento de la obra. Con el tiempo, de nosotros únicamente quedan los restos del naufragio, entre ellos unas cuantas imágenes anónimas y destartaladas colocadas en montoncitos por los rastrillos dominicales. Las viejas fotos son un reloj parado justo cuando quien las realizó activó el obturador de la cámara para atrapar ese instante, algo que seguramente nadie podría lograr nunca escribiendo, aunque pusiera muchas cuartillas en el empeño. No sé si una imagen vale más que mil palabras, aunque supongo que todo depende de qué imagen estemos hablando y también de qué palabras, pero lo que sí sé es que por muy bueno que sea un escritor no podrá llegar nunca a describir con entereza y precisión lo que cabe en una imagen.

El Cortinal, Posada de Rengos hacia 1950

Las fotografías presentan seres y objetos congelados y tienen por ello una clara ventaja para el espectador respecto a la literatura, y es que venga de donde venga el que contempla puede absorber directamente lo que está viendo y ponerlo en contacto con sus emociones y experiencias sin necesidad de intermediarios, algo que lógicamente la fotografía comparte con la pintura. Una fotografía de Diane Arbus o un cuadro de Vermeer dirán algo a un espectador que los contemple en un pueblo perdido de Oklahoma o a quien lo haga en París, en Lisboa o El Cairo; Shakespeare, sin traductores, no podría hacerlo. Esto es una observación de Perogrullo que nos conviene tener presente a quienes escribimos porque, más allá de consideraciones artísticas, es doloroso saber que cualquiera con una cámara o unos pinceles en la mano ha de sacarte ventaja.

El Cortinal, Posada de Rengos, hacia 1950

Las fotos antiguas, como documentos que hablan de la sociedad a la que pertenecieron, no necesitan parabienes estéticos, sencillamente se acercan a nosotros poniéndonos en contacto con lo que fuimos y nos interesan más cuanto más cerca nos tocan. La foto del abuelo en la guerra, la de papá en la mili, la del tío afortunado que disfrutó unas vacaciones en Canarias hace veinte o treinta años, puede revolver más el corazón de quien la tiene en la mano que todas las que hizo en su vida Cartier-Bresson. Hay algo evanescente y emocionante en todos los fotógrafos anónimos que desempeñan algún papel en nuestra vida. Lo comprendo al conocer a Benito Correa, que durante muchos años se ocupó meticulosamente de disparar su cámara allá por donde iba. Fue un niño de la guerra nacido en la localidad extremeña de Herrera de Alcántara, en la Raya entre España y Portugal. A finales de los años cuarenta se hizo Guardia Civil y vino destinado a una de las zonas más remotas de una región remota para conocer a Delfina, que se convertiría en su mujer.

El Poulón, Posada de Rengos, hacia 1957

Se afincó en este destino y se casó en Pousada de Rengos (Cangas del Narcea), donde vive hoy apaciblemente en una casa con vistas envidiables. Pero su vida está llena de sobresaltos, aventuras y viajes. Después de casarse dejó la Guardia Civil y anduvo medio mundo para ganarse la vida: Venezuela primero, en solitario, sin la familia, donde estuvo cerca de siete años; Francia después, donde pasó aquel mes de mayo de 1968; tras eso, todavía, más de veinte años en Australia. En los años sesenta, a su regreso de Venezuela y antes de partir hacia Rosult, en Francia, montó en Cangas del Narcea un bar de estilo flamenquista que se llamó Bar Correa. En él hizo con pasodobles y chotis las delicias de los señoritos de la villa a la salida de misa.

Josefa Ramos Rey, hacia 1967

Hoy Benito Correa disfruta de un merecido descanso en una casa que algo tiene en su diseño de híbrido entre rancho y mansión. Quien se acerque hasta la casa La Mata en Pousada de Rengos puede encontrarlo todos los días del año dedicado con empeño oriental a las flores de su jardín y a los ensimismados pensamientos producto de los largos paseos. Es un hombre de aspecto apacible, de voz apacible, de conversación apacible. Si preguntan les hablará de lugares lejanos, de su trabajo como recepcionista de un importante hotel en Caracas, por donde pasaban militares de alta graduación, presidentes y toreros, de las fábricas francesas, de las cocinas de los restaurantes australianos, de las travesías en barco, de los transbordos en avión, de su primera salida, cuando la familia fue a despedirlo al puerto de Vigo;

La Bouba, Posada de Rengos, hacia 1950

y también hablará de una infancia marcada por la crueldad de la guerra y la pérdida de un hermano, de su cariño por Herrera de Alcántara, por el Tajo y por los vecinos portugueses de Castelo Branco, que alcanzaba a ver desde la otra orilla del río; pero sobre todo hablará de la afición que tenía al dibujo, para el que mostraba condiciones, y a hacer fotografías sin parar, con las que sin duda algo salvó de lo que fuimos.

Rectoral de San Luis del Monte, hacia 1950

Benito Correa nunca hizo ni pretendió hacer fotos que valieran más de lo que valen. No es un fotógrafo profesional, pero los momentos de la vida cotidiana que captó los ha convertido el runrún del tiempo en documentos. Sus fotografías, en general, interesan mucho porque dan fe de un mundo cuya realidad se ha ido devanando hasta sumirse en la inexistencia. Hay fotos de gente trabajando en el campo, de los días de fiesta, de comuniones, de escolares, de todo un poco.

Rectoral de San Luis del Monte, hacia 1953

En ellas aparecen edificios que ya no existen, como la casa rectoral de San Luis del Monte, al lado de la ermita del mismo nombre en una montaña cercana a Pousada de Rengos, y también nos damos cuenta al observarlas de que no están cosas que se hicieron después, en especial las instalaciones de los lavaderos y oficinas de las empresas mineras en el entorno de Veiga de Rengos, hoy bien visibles, pero que no aparecen en las fotos tomadas desde el Cortinal por Benito Correa a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta.

Rosult, Departamento del Norte, Francia, hacia 1967

Qué decir de lo que sugieren esas fotos de los escolares y las comuniones, tantas caras cargadas de curiosidad, de incertidumbre, de candidez, de jovialidad. Infantiles, pero también majestuosas, aparecen aquí expectantes, repletas de futuro, las caras de esos dos niños que en el corredor de casa Mario observan al fotógrafo sumergidos en un claroscuro caravaggiesco. Las toscas tablas del suelo, el abrigo colgado, la ropa tendida, la cesta, el balde, la escoba, todos componentes de una casa que, como vemos por la rudimentaria lavadora que aparece en primer plano en el margen derecho de la foto, empieza a modernizarse.

San Luis del Monte, hacia 1953

Muchas de las fotografías de Benito Correa son escenas de la vida campesina, todas son hijas de su tiempo, pero hay una que condensa y llena de significado ese tiempo. Está tomada en el puente de Ventanueva, seguramente con motivo de alguna visita importante, y en ella aparece —fiel metáfora del control moral y físico que se practicaba en los tiempos que corrían— un puñado de curas y guardias civiles. Sotanas y tricornios, símbolos de unos años en que era norma, como enseñan estas fotografías, la segregación por sexos en las escuelas y en los que abundaban las procesiones y las misas concurridas. Estas fotos de Benito Correa nos fascinan por su capacidad de sugestión, por la facilidad que dan a las imaginaciones románticas para lanzarse hacia lo irreversible: el pasado; dan fe de un mundo extinto y tienen por tanto algo de mágicas, pero también son testigos documentales del mundo del que venimos y al que quiera dios —si es que existe— no volvamos.

(Artículo publicado en Clarín. Revista de nueva literatura, nº 90, noviembre-diciembre 2010).

Principio y fin del Partido Republicano en Cangas del Narcea, 1930-1936

Gumersindo Díaz Morodo, Borí y Genaro Flórez, miembros del comité local del Partido Republicano en Cangas del Narcea, y el farmacéutico Joaquín Peñamaría, en 1914.

El republicanismo fue casi una religión para muchos españoles, que estaban convencidos que los males de España solo se curarían con el derrocamiento de la Monarquía y la proclamación de una República. Después del fracaso de la Primera República Española (1873-1874), este movimiento político volvió a tomar auge a fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, y a él se sumaron numerosos intelectuales, profesionales liberales, comerciantes e industriales en toda España.

En Cangas del Narcea existía desde los años setenta del siglo XIX un pequeño grupo de republicanos, pertenecientes a unas pocas familias acomodadas de la villa: los Flórez, los García del Valle, etc., que eran maestros, abogados, “propietarios” o comerciantes. Su número fue incrementándose paulatinamente, sobre todo a partir del aumento de la clase media en la villa, y, por fin, tras la caída de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, se fundó el Partido Republicano en Cangas del Narcea en septiembre de 1930. La noticia de su constitución, de los miembros del comité local y de sus primeros acuerdos, la hemos hallado en el diario La Libertad, de Madrid, de 21 de septiembre de 1930, y dice lo siguiente:

Partido Republicano de Cangas del Narcea

Bajo la presidencia de D. Saturnino Martínez Blanco se tomaron los siguientes acuerdos:

Primero. Declarar constituido el Partido Republicano en Cangas del Narcea.

Segundo. Nombrar el siguiente Comité local:

Presidente, D. Mario de Llano González (procurador); vicepresidente, D. Santiago García del Valle (industrial); secretarios, D. Rafael Fernández Uría (médico), don Francisco Fernández Rodríguez (empleado) y D. Grato Gómez del Collado (estudiante); tesorero, don Genaro Flórez González-Reguerín (propietario); contador, D. José María Mayo García (industrial); vocales, D. Gumersindo Díaz Morodo [Borí] (propietario), D. César Menéndez Meléndez (industrial), don Nicolás Álvarez Valledor (obrero), D. Francisco Álvarez Otero [el Astorgano] (industrial), D. Baldomero Álvarez Queipo (obrero) y D. Pedro Vega Tablado (obrero).

Tercero. Comunicar los precedentes acuerdos a la secretaría de la Federación Republicana de la provincia, mandándoles copia literal de la presente acta.

Cuarto. Dar un voto de confianza al presidente y vicepresidente nombrados en este acta para que asistan el día 14 a la asamblea que se celebrará en Oviedo, plaza de San Miguel, 1, para la formación de la Federación Republicana de Asturias, autorizándoles para tomar los acuerdos que crean oportunos.

El Partido Republicano era un partido heterogéneo e interclasista. En el primer comité local de Cangas del Narcea convivían personas de las clases media y alta, que eran la mayoría: tres comerciantes, un procurador de los tribunales, un médico, un estudiante de medicina, un propietario rentista y los dueños de una imprenta y una panadería, junto a tres obreros y un empleado. Algunos de sus miembros pertenecían a viejas familias republicanas de la villa, como Mario de Llano y su primo y cuñado Genaro Flórez, cuyos abuelos, los maestros José María Flórez y Genaro González Reguerín, habían sido fervientes seguidores de estas ideas; Gumersindo Díaz Morodo, cuyo padre, Antonio Díaz González, había sido concejal y teniente alcalde durante la Primera República, etc.

Poco tiempo después de su constitución y con el objeto de darse a conocer, el nuevo partido publicó un manifiesto y organizó un mitin en el que intervinieron el abogado Saturnino Escobedo y el médico Carlos Martínez (Ambas, Carreño, 1899 – Gijón, 1995), miembros del Partido Republicano Radical Socialista. Así lo cuenta la revista La Maniega (nº 28, 1930):

El nuevo partido republicano cangués ha constituido un club y ha publicado un manifiesto en tonos de gran comedimiento y transigencia, llamándose defensores de la justicia, de la libertad, del orden, de la religión y de los tradicionalismos arraigados en el país. A más de este sesudo manifiesto, ha celebrado un mitin en el teatro Toreno, el día de San Andrés [30 de noviembre], para el que trajo dos notables oradores de Oviedo. Fueron presentados, con soltura y muy acertada discreción, por el presidente del club, don Mario Llano, y fue el primero en hablar el señor Escobedo, acreditado ateneísta, quien ponderó, en tonos de conferencia técnica, las excelencias de la República. Cuando cesaron los prolongados aplausos, habló el señor Martínez, orador fogoso y de grandes arrogancias y entusiasta propagandista, que levantó en el público cangués gran entusiasmo. En verdad que el nuevo club puede estar satisfecho de sus primeros pasos.

Mario de Llano (sentado en el sidecar), presidente del Partido Republicano y alcalde de Cangas del Narcea durante la Segunda República, en Corias, hacia 1920

En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 los republicanos cangueses obtuvieron ocho concejales de un total de 24, el resto fueron: catorce monárquicos o conservadores y dos independientes. A pesar de no ganar las elecciones, la proclamación de la Segunda República Española dos días después, el 14 de abril, trajo consigo que la alcaldía la ocupase uno de los concejales republicanos: Higinio García del Valle Peláez. Su triunfo llegó en las elecciones generales celebradas en junio de 1931, donde la Conjunción Republicano Socialista obtuvo la mayoría de los votos en el concejo de Cangas del Narcea.  En el mes de septiembre de ese año dimite García del Valle para pasar a la Diputación Provincial, ocupando la alcaldía el presidente del partido en Cangas del Narcea: Mario de Llano.

En ese mismo tiempo, en una junta general, se renueva el comité local de Cangas del Narcea y se decide cambiar el nombre de Partido Republicano por el de Partido Republicano Radical Socialista (La Maniega, nº 34, 1931, pág. 22). Esta formación se había fundado en Madrid en 1929 y uno de sus principales dirigentes era el asturiano Álvaro de Albornoz (Luarca, 1879-México, 1954), que ocupó los ministerios de Fomento y de Justicia en los primeros años de la Segunda República, y que el 25 de septiembre de 1932, siendo ministro de Justicia, visita la villa e interviene en un mitin en el Teatro Toreno.

Mario de Llano será alcalde durante casi todo el periodo de la Segunda República Española. Con motivo de la Revolución de Octubre de 1934 fue cesado, como les sucedió a todos los alcaldes de la Conjunción Republicano Socialista de Asturias, pero volverá a ocupar el cargo unos meses después y hasta su muerte repentina, a causa de una angina de pecho, el 26 de febrero de 1936.

Los republicanos cangueses tendrán también una presencia regional, y el mismo Mario de Llano es nombrado en un congreso celebrado en Oviedo, el 24 de octubre de 1933, miembro del Comité Provincial del Partido Republicano Radical Socialista, donde también estaban Leopoldo Alas o José Maldonado (La Prensa, Gijón, 24 de octubre de 1933).

El final del partido republicano en Cangas del Narcea, que desde 1934 se había refundado en el partido Izquierda Republicana, llega con la sublevación militar del 18 de julio de 1936 y la entrada del ejercito franquista en Cangas del Narcea el 22 de agosto de ese año. A partir de este momento, el destino de muchos de sus miembros fue doloroso y trágico. Tomando solo como referencia la suerte que corrieron los miembros de aquel primer comité local, sabemos que unos cuantos fueron encarcelados, deportados o inhabilitados, otros tuvieron que exiliarse y no volvieron nunca más a Cangas del Narcea, en algunos casos sus bienes fueron incautados y sacados a subasta, y otros fueron condenados a la pena de muerte, como el joven Grato Gómez del Collado, de 27 años, estudiante del último curso de medicina, que fue ejecutado en Luarca el 15 de diciembre de 1937. Todos estos hombres, que no habían cometido ningún delito, tuvieron que pagar por sus ideas, por su entusiasmo y por su preocupación hacia el bien público.

Un libro que toca miradas

Redondo, en su estudio de Gijón, pasa páginas de su libro. Foto: Paloma Ucha

El año pasado, durante la octava edición de AlNorte, el asturiano Francisco Redondo (Cangas de Narcea, 1968) presentó en el Palacio de Camposagrado de Avilés su proyecto ‘Tocando la mirada’, fruto del trabajo fin de carrera que realizó para la Escuela Superior de Arte del Principado de Asturias. Un libro ilustrado para ciegos (y también para videntes) concebido bajo la tutoría de la escuela, que fue seleccionado por la Bienal Iberoamericana de Diseño para su exposición en Matadero y acaba de ganar el premio de Diseño Gráfico otorgado por la Asociación de Diseñadores de Madrid.

La idea del libro es «estimular el uso del tacto y ampliar la información visual», según el autor, cuyo objetivo primordial es «ayudar en la familiarización del sistema de lecto-escritura Braille para que puedan disfrutar todos juntos de sus imágenes». La obra consta de 30 ilustraciones, cada una compuesta por dos páginas. La primera es el troquelado en negativo de la silueta, y la segunda es la figura, dibujada mediante textos en Braille y alfabeto para videntes. El libro ha sido proyectado con una cubierta anterior y posterior más 67 páginas, y baraja diversas posibilidades de impresión futura.

Sus pautas se inspiran en los estudios del estadounidense Ergon Ligon, diseñador gráfico de la Universidad de Texas, sobre la posibilidad de compartir la lectura de libros entre niños ciegos y videntes. «El sistema de Ligon», indica Francisco Redondo, «fue rápidamente incorporado porque antes el texto normal se intercalaba entre el Braille, molestando a unos y a otros».

La fusión realizada por Redondo, que propone la interacción de diversas herramientas creativas, nuevas tecnologías y novedosos materiales, es una de las bazas más destacadas de este proyecto, que ha obtenido el aplauso de varios especialistas internacionales. «Basándome en la estética del pictograma y en las imágenes de los libros de aprendizaje de la lecto-escritura tradicional», señala Francisco Redondo, «pretendo que se acostumbren a reconocer símbolos de forma táctil y mental. Una mariposa volando puede ser muy difícil de visualizar en su mente, pero quizás puedan advertir un mensaje codificado en esa forma».

Expositor remiso, Francisco Redondo es un ‘viejo’ conocido del circuito asturiano, donde ha realizado varias exposiciones individuales y colectivas, siendo recientemente seleccionado en algunos certámenes de arte, como el Daniel Martínez Pedrayes. Su trabajo alterna la pintura, la escultura y el análisis de los nuevos medios, con especial dedicación a la disciplina de diseño. Entre sus últimos trabajos destaca la serie ‘Autorretratos en movimiento’, que alterna la presentación bidimensional, la edición y las animaciones digitales.

Planos de la iglesia nueva o colegiata de la villa de Cangas del Narcea, 1642

Fachada principal de la iglesia nueva de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642

Con motivo del pleito entablado entre la casa de Omaña y la de los Queipo de Llano por el traslado de la parroquialidad de la vieja iglesia de Cangas del Narcea a la nueva construida con el dinero enviado por don Fernando de Llano Valdés (Cangas de Tineo, 1575 – Madrid, 1639), el maestro de obras del nuevo templo, Diego Ibáñez Pacheco, dibujó la planta, sección y alzados de las dos construcciones protagonistas de este enfrentamiento. En el caso de la iglesia nueva, Ibáñez Pacheco envió unas copias de los dibujos del proyecto original realizado por el arquitecto Bartolomé Fernandez Lechuga. El proyecto se modificará durante la construcción del edificio, de modo que en los planos no aparecen la sacristía ni las capillas laterales que se levantaron en 1642 y que hoy conocemos.

Dibujo de la puerta colateral de la iglesia nueva de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642

Fernandez Lechuga era natural de Baeza (Jaén), trabajó mucho y bien en Galicia y el 31 de diciembre de 1637 fue nombrado por el rey maestro mayor de las obras de La Alhambra de Granada; falleció en 1645. Ibáñez Pacheco era de Noja, en Cantabria, y fue uno de los muchos canteros y maestros de obras de esa provincia que en los siglos XVII y XVIII trabajaron en Asturias y Galicia; murió entre 1666 y 1668. Los dibujos de la iglesia nueva se conservan, junto a los de la iglesia vieja, en el Archivo General de Simancas, Patronato Eclesiástico, legajo 253.

Plantas de las iglesias vieja y nueva de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642

 

Sección de la nave, cúpula y linterna de la iglesia nueva de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642

La nueva iglesia empezó a construirse a mediados de 1639 y se consagró el 4 de septiembre de 1642. Es un magnifico edificio de proporciones monumentales, construido con abundante piedra de sillería. En su época, y si excluimos la catedral y algunos templos monásticos, como los de Corias y San Vicente de Oviedo, fue, sin duda, uno de los mejores edificios religiosos asturianos solo superado por la colegiata de Salas.

Alzado exterior de la parte de atrás de la iglesia nueva de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642

Bartolomé Fernandez Lechuga concibió un templo de orden toscano, con una sola nave y capillas-nicho abiertas entre contrafuertes, crucero muy desarrollado en anchura y triple cabecera de perfiles rectos; las cubiertas, abovedadas en su totalidad, con cúpula cerrando el tramo central del crucero. Sin embargo, las capillas-hornacina de la nave no llegaron a ejecutarse, dejando sitio a autenticas capillas laterales. Para completar esta noticia véase en nuestra Biblioteca Canguesa el documentado artículo de Javier González Santos, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo: “La iglesia de Santa María Magdalena de Cangas del Narcea”.

Planos de la iglesia vieja de la villa de Cangas del Narcea, 1642

Plantas de las iglesias vieja y nueva de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642.

En el mes de abril de 1642, gracias al pleito entablado con motivo del traslado de la parroquialidad de la vieja iglesia de Cangas del Narcea a la nueva construida con el dinero de don Fernando de Llano Valdés (Cangas de Tineo, 1575 – Madrid, 1639), el maestro de obras del templo nuevo, Diego Ibáñez Pacheco, levantó la planta, sección y alzados de aquella iglesia vieja de la parroquia de Cangas del Narcea.

Alzado exterior de la iglesia vieja de Cangas de Tineo que comprende una puerta lateral, portal, puerta principal y portal, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642.

Ibáñez Pacheco era natural de Noja, en Cantabria, y fue uno de los muchos canteros y maestros de obras de esa provincia que en los siglos XVII y XVIII trabajaron en Asturias y Galicia; morirá en Viveiro (Lugo) entre 1666 y 1668. Estos dibujos se conservan, junto al pleito, en el Archivo General de Simancas, Patronato Eclesiástico, legajo 253.

La iglesia vieja de la villa de Cangas del Narcea era un edificio humilde, de estilo románico tardío, que se había construido en el siglo XIII cuando se fundó la villa, a partir de la concesión de la carta puebla otorgada por el rey Alfonso X en 1255. Estaba situada en La Oliva, exactamente en el espacio que hoy está libre entre el palacio de los Omaña y la actual iglesia parroquial.

Sección de la iglesia vieja de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642.

Tenía tres ábsides: la capilla mayor dedicada a Santa María Magdalena y dos laterales con altares a San Bartolomé y San Miguel, y un pórtico a su alrededor. La fachada principal miraba al oeste, hacia el río, y la trasera daba a la calle de la Iglesia (actual Rafael Fernández Uría).

Alzado del campanario y trasera de la parte exterior de la iglesia vieja de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642.

 Era una iglesia de patronato real, en la que los señores de Cangas, sobre todo los Omaña, gozaban de unos privilegios que ellos mismos se habían otorgado. En 1642 se encontraba en un estado ruinoso y ese mismo año fue derruida. Para completar esta noticia véase en nuestra Biblioteca Canguesa el artículo de Javier González Santos: “La iglesia de Santa María Magdalena de Cangas del Narcea”.

Exposición dedicada a la obra de José Gómez del Collado (1910 – 1995)

El 19 de noviembre de 2010, se inauguraba en la Casa de Cultura “Palacio de Omaña”, de Cangas del Narcea, una exposición dedicada a la obra del arquitecto cangués José Gómez del Collado (1910 – 1995), que se acompaña con un catálogo.

A continuación publicamos el texto que leyó en este acto José Ramón Puerto Álvarez, arquitecto y comisario de la exposición:

 

«Hoy es un día de celebración, de recuerdo y de reivindicación. Celebramos el centenario del nacimiento de un cangués que llevó a su pueblo, con su labor profesional, a donde quería verlo: a la modernidad, consiguiendo, poco a poco, sacarlo del siglo XIX.

Recordamos al arquitecto, pero también al hombre, al marido, al abuelo, al amigo, al conversador infatigable, a quien para celebrar el nacimiento de su hija, a la que también hoy recordamos, quiso construir, como no, el mayor volador que se había hecho hasta el momento (algo que hizo y que gracias a Dios le falló);a quien subía al Acebo y quemaba una muñeca buscando expiar los malos momentos del año; a quien disfrutaba en la Jira de Santana; al caballero siempre elegante; al que paseaba con una moto Harley Davidson por nuestras calles o al que condujo uno de los primeros coches descapotables que se vieron por la villa: su fantástico Renault Caravelle blanco, todo esto constituía una parte del mundo de José Gómez del Collado, Pepe Gómez para todos,… esto y mucho más.

Pepe Gómez en el Acebo tirando un volador antes de la quema de la muñeca

Inseparable de lo anterior e íntimamente ligado, hoy reivindicamos al creador, al arquitecto de febril imaginación y gran curiosidad, que aspiraba a poder hacer casas como coches y poder sustituir con un destornillador aquellas partes que el tiempo fuera deteriorando; el mismo al que se le llenaban los ojos de color y componía las fachadas de sus  proyectos recordando a Mondrian, a Jean Arp, a Ben Nicholson, a Miró; al arquitecto que nos sigue sorprendiendo con sus osadas estructuras, el que utilizó una fachada ventilada, algo muy de moda en la arquitectura actual, cuando no se conocía ni el término; el que no dudó en poner el mismo material en el barrio de El Fuejo y en su casa-estudio; el que hacía fachadas que eran aparatos de radio, o negocios que utilizaban la misma chapa que el tren TALGO. Pero también nos acordamos de quien en los años 60 se inventó artesanalmente una fotocopiadora de planos para poder tener un servicio que como muy cerca estaba en Oviedo, ¡con lo que era el viaje en esa época!; aún hoy vive gente que recuerda el olor a amoniaco que impregnaba el estudio…

Coincidió en el tiempo con otro cangués, con el que tenía parentesco, Ignacio Álvarez Castelao, que está reconocido, junto a Vaquero Palacios, como referencia indiscutible de la arquitectura moderna asturiana del siglo XX. Quizás la situación de aislamiento que nos ha tocado vivir entre estas bellas montañas haya sido la causa de que José Gómez del Collado no haya tenido el reconocimiento que merece. No hay ni un solo edificio suyo catalogado en el DOCOMOMO, que es la entidad que protege las mejores obras de este reciente periodo de arquitectura moderna. Esto es algo que debería intentar cambiarse en poco tiempo, ya que algunas de las mejores obras de Pepe Gómez han sido modificadas sin ningún rubor y con el beneplácito tanto de las autoridades municipales como de los representantes de Patrimonio; por poner un doloroso ejemplo, la torre de Navia, un excelente proyecto al que se ha vaciado su interior y modificado la fachada sin que haya pasado nada. Recordar que, a diferencia de arquitecturas de otros siglos, donde el tiempo muchas veces protege construcciones de ínfima calidad que por azar han tenido la suerte de llegar hasta nuestros días, la arquitectura moderna no tiene aún la pátina que el tiempo da, pero que una vez que se alteran o desaparecen algunas de esas obras sólo la fotografía o los planos nos permiten adivinar como fue, pero nunca vivirla.

Esta semana, durante el montaje de la exposición e incluso hoy, con ella abierta, gente que veía los paneles con determinadas imágenes de edificios, delante de los cuales pasan todos los días, no eran capaces de reconocerlos; debemos de mirar a nuestro alrededor con otros ojos y, en eso, Pepe Gómez era un maestro: nos enseñó que la chapa metálica, al igual que había hecho el genial arquitecto francés Jean Prouvé, puede ser un material dignísimo, y nos hizo ver como una sencilla malla de gallinero puede tener un tratamiento arquitectónico. Así lo demostró en el cerramiento del puente colgante, en el que exprimió las cualidades de un material de bajo coste, consiguiendo que fuera fácil de mantener y de sustituir, siendo además permeable al aire para evitar el efecto vela indeseado en una construcción de estas características. Recordar que este mismo material fue utilizado por el arquitecto Frank Gehry, el autor del Museo Guggenheim Bilbao, en su casa de Santa Mónica, California, pero nuestro arquitecto ya lo había colocado en su pasarela varios años antes.  

El origen de esta exposición es dar a conocer la figura y la obra de un creador; agrupar, ordenar y seleccionar sus mejores obras y mostrarlas al público que en una gran parte desconoce quien fue el autor. Sea el catálogo de esta exposición la primera de muchas publicaciones que analizarán en los próximos años la obra de quien hoy recordamos. Una historiadora del arte, Aida Puente Toraño, está, en la actualidad, realizando un estudio de los locales comerciales asturianos del periodo comprendido entre los años 50 y los 80 del siglo XX; hablándole de la singularidad de Pepe se animó a realizar una visita a Cangas del Narcea y tras ver varios de los establecimientos que siguen funcionando se declaró la fan número uno, pasando a incluir las obras que visitó en su trabajo de investigación que en un futuro próximo se publicará. Volviendo al catálogo de esta exposición, hacer en este mismo acto la entrega simbólica del primero de ellos a esta casa, a la Biblioteca Municipal de Cangas del Narcea, para que desde hoy tenga entre sus libros uno dedicado a José Gómez del Collado, Arquitecto.

 

Y ahora, agradecer, como no, la generosidad sin límite que ha mostrado la familia Gómez del Collado: gracias, Olga, por tus recuerdos compartidos, por tus fotos, por tus anécdotas; gracias a Kike y a Olga, los nietos de Pepe, por su apoyo y por permitirme revisar todo el archivo de su abuelo y descubrir, así, proyectos que no sabía que existían. Agradecer a la UNED la realización de una exposición sobre José Gómez del Collado para señalar el comienzo de su andadura en sus nuevas instalaciones, gracias por su apoyo material y real en el caso de Mercedes Pérez, su coordinadora local. Gracias a la empresa Hornasa, que nos han permitido con su ayuda económica, como patrocinador de la exposición, hacerla mucho más digna.

Retrato de José Gómez del Collado (1910-1995)

Dar también las gracias al Ayuntamiento de Cangas del Narcea por permitirnos usar la Casa de  Cultura, así como a todos aquellos que nos han permitido entrar en sus casas o en sus negocios y nos han dejado fotografiar los mismos; a los que han cedido piezas para la exposición: Morodo, Raúl Teimil, la propia familia Gómez del Collado. Gracias a la gente de mi estudio por las ganas que han puesto en que todo quedara perfecto, a Gil Menéndez Mathé, quien seguro que hoy estaría encantado de poder estar aquí, y con quien compartí un montón de horas en el estudio de La Cogolla  entre una montaña de papeles y polvo que poco a poco fuimos organizando y que hoy permite que la obra de Pepe Gómez se muestre de una manera medianamente ordenada. Agradeciéndoles a todos ustedes su presencia en este acto, llega el momento de ver la exposición, a la vez que brindamos por Pepe con una copa de vino de Cangas.»

Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea

Depósito de agua y trasera del molín en 1903

La molienda de grano era la actividad industrial más importante de Asturias hasta mediados del siglo XIX. La harina era imprescindible para la elaboración del pan, que era el alimento básico de la mayor parte de la población. En consecuencia, el molino era la fábrica más abundante en el país, en muchos concejos la única. Los había de varias clases según el número de muelas que tuviesen y la propiedad. Los molinos más numerosos eran los de una muela que pertenecían y utilizaban varios campesinos, y aprovechaban regatos que a menudo en verano bajaban con tan poca agua que era imposible moler en ellos. Los otros molinos tenían dos, tres o cuatro muelas y eran propiedad de una sola persona que cobraba una maquila por moler. La maquila era un pago en especie o grano por el servicio que daba el molino.

El molín hacia 1935. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao.

Estos molinos los atendía un molinero, que normalmente no era el propietario, y aprovechaban el agua de ríos, que desviaban con estacadas y presas. Los molinos de más de cuatro muelas eran muy raros en Asturias. Los dueños de estos molinos grandes siempre eran nobles, señores, monasterios o eclesiásticos, que obtenían de ellos un pingüe beneficio, debido a que sus molinos trabajaban durante todo el año y a los campesinos no les quedaba más remedio durante el estío que acudir a ellos para moler su grano. También había en Asturias, en los concejos de la costa, molinos de marea, que aprovechaban las subidas y bajadas del agua del mar, e incluso molinos de viento.

Localización del molín (letra F) en 1771 (detalle del dibujo de la villa de Cangas de Tineo)

En la villa de Cangas del Narcea, que tenía un territorio muy reducido (porque estaba rodeada por la parroquia de Entrambasaguas o Ambasaguas), solo había un molino, pero era un molino muy especial debido a su tamaño, sin duda uno de los más grandes que hubo nunca en Asturias. El molino estaba pegado al puente de piedra de Ambasaguas, a su derecha, entrando desde la calle de La Fuente, y funcionaba con el agua del río Luiña. En el dibujo de la villa de Cangas de 1771, que puede verse en el apartado de Mapas, planos y dibujos de la web del Tous pa Tous,  se ve perfectamente su localización: aparece identificado con la letra F. Su propietario era la casa de Omaña, uno de los linajes más poderosos de la villa en la Edad Media, que del mismo modo que había construido su palacio junto a la iglesia parroquial, que en aquel tiempo se consideraba un lugar preferente, también había obtenido la prebenda de construir y explotar un molino, que era, como ya dijimos, un negocio muy rentable.

Este molino aparece mencionado en el catastro del marqués de la Ensenada realizado en 1752, donde dice: “En la parroquia de esta villa, uno [molino] de quatro molares, sobre el río Naviego [o Luiña], que muele todo el año, trigo, centeno, mijo, maíz y panizo, propio de D. Arias de Omaña”. El molino fue reformado y ampliado unos años después, porque en 1771 en la cartela del dibujo de la villa mencionado aparece la siguiente información: “Molino de ocho ruedas de D. Joseph Omaña”. Es decir, entre 1752 y 1771 el molino duplicó el número de muelas, circunstancia que nos indica claramente que la población de Cangas había aumentado en ese periodo y con ella la producción de cereales y la necesidad de moler más grano. A mediados del siglo XIX volvemos a encontrar información de este molino en el Diccionario Geográfico-Histórico de España de Pascual Madoz (1845-1850), donde se lee que en Cangas del Narcea “existe un molino harinero con 8 muelas en continuo ejercicio”.

En los años ochenta del siglo XIX la casa de Omaña y parte de sus propiedades fueron adquiridas por Anselmo Gonzalez del Valle (La Habana, 1852 – Oviedo, 1911), rico propietario que tenía vínculos familiares con el concejo de Cangas del Narcea, y que invirtió mucho dinero en él con el fin de mejorar la situación económica de los vecinos. Sus mayores inversiones se destinaron a la viticultura y la vinicultura, y a él se deben cambios muy importantes relacionados con el viñedo y el vino de Cangas. El molino del puente de Ambasaguas también pasó a manos de González del Valle, que decidió construir un molino nuevo con todos los adelantos modernos. El nuevo se construyó muy cerca del viejo, del otro lado del puente, y reaprovechará la vieja presa que conducía el agua del río Luiña.

En la fotografía de J. M. Cordeiro de la villa de Cangas del Narcea en 1884 se ven el molino viejo, pegado al puente de piedra de Ambasaguas, y el molino nuevo pintado de blanco y recién inaugurado.

El nuevo molino se inauguró en el mes de noviembre de 1884. Tenía tres muelas: una francesa y dos españolas, que molían más rápido y mejor que las antiguas, y otras innovaciones, como un ventilador para limpiar el grano movido por un rodezno hidráulico. La noticia sobre este molino, que es el que todavía existe hoy junto al puente de piedra de Ambasaguas, la hemos tomado del periódico El Occidente de Asturias, de 11 de noviembre de 1884, y dice lo siguiente:

El día 5 del actual se inauguró el importante molino harinero, que, bajo la dirección del inteligente maestro D. Mariano Guerra, ha construido en esta villa nuestro particular amigo el Sr. D. Anselmo del Valle.  

El depósito de aguas contiene próximamente 929 metros cúbico y el salto es de 2,95 metros. Cinco tragaderos conducen las aguas a los canales en esta forma: una para la pesquera; otra para la rueda que imprime movimiento al ventilador, que despacha nueve fanegas [500 litros] por hora, desalojando la piedra, polvo y otros cuerpos extraños y dejando por consiguiente el grano perfectamente limpio; otra mueve una pareja de piedras francesas, sistema “Dordoña” clase superior, que muele cuatro fanegas [222 litros] por hora; y las otras  dos, a otras dos parejas de piedras españolas de las mejores clases.  

El estreno ha sido verdaderamente satisfactorio, porque, a pesar de ser bastante complicado el mecanismo, procedente de la acreditada fábrica del constructor Sr. Laurín, de León, funcionó sin el menor tropiezo.  

Por el mismo periódico sabemos que el Taller de Máquinas Agrícolas e Industriales de Alberto Laurín, de León, estaba especializado en “útiles para molinos harineros” y que la profesión del “maestro D. Mariano Guerra” era la de “maestro de molinos”. El redactor de la noticia se felicitaba por la obra “que reúne todas las condiciones en esta clase de artefactos, y que ha ser, al paso que de mucha utilidad para su dueño, de grandísima conveniencia para la población”.

Molín desde el puente de Ambasaguas, año 2009. Fotografía de Alberto Montes.

En los primeros años del siglo XX, este molino fue vendido a José María Díaz López “Penedela”, que unos años más tarde lo ampliará para convertirlo en una central hidroeléctrica.

En la actualidad, el molín del puente de Ambasaguas es, sin duda, uno de los edificios industriales más interesantes de la villa y del concejo. Es un edificio que hoy vemos viejo y en desuso, pero que en 1884 era una moderna fábrica de harina, que contribuyó a hacer más cómoda la vida de los cangueses.

El único habitante

En febrero de 2010, a punto de finalizar el invierno, nuestro socio y colaborador Enrique de Santulaya nos contaba como en la falda del Cueto de Arbas, frente a Brañas de Arriba, pasaba inadvertido nuestro protagonista, el único habitante del pueblo de Corros.

Ahora que las primeras nieves de un nuevo invierno acosan el lugar, nos ha venido a la memoria nuestro aislado vecino, Pepe, y para recordarle hemos recuperado un reportaje que emitió por aquellas fechas el programa ESPAÑA DIRECTO, de RTVE. Pepe, el único habitante de la aldea canguesa de Corros desde hace ya 26 ó 27 años vive en un aislamiento voluntario que no ha mermado en absoluto su humanidad. Desde aquí le deseamos a nuestro vecino, un feliz invierno y año nuevo 2011.

Ensalada de pimientos rojos asados y bonito

Foto del blog El Ágora de Ángeles

Esta ensalada la probé hace unos años en un restaurante de Cangas del Narcea, cuando trabajaba por aquellos lares. Siempre recordaré a todas mis compis dándole al pote de berzas y yo con la ensalada…(maldito colesterol) que sí, que estaba buenísima pero acabé con el estómago congelado, porque el invierno de Cangas es duro.

Necesitamos: pimientos rojos y conserva de bonito de buenísima calidad. Yo tenía un bote de conserva de bonito que no fue más que una prueba que hice en verano con un par de rodajas así que, de momento, no hay receta hasta que me afiance bien con la forma de hacerla.

Lavar los pimientos y ponerlos en una fuente de horno regados con aceite de oliva virgen y asarlos entre 45 y 60 minutos a máxima temperatura. Dejarlos enfriar un poco y pelarlos.

Ponemos en un plato los pimientos y un poquito de sal encima. Extendemos el bonito y regamos con el jugo de los pimientos, unas gotitas de aceite virgen extra y un poco de vinagre de Módena.

Receta publicada por Ángeles en su blog El Ágora de Ángeles

Parque Natural de Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias

Este Parque Natural abarca buena parte de las montañas del sur de Cangas del Narcea, casi todo el concejo de Degaña y algunas áreas del concejo de Ibias. En su territorio se encuentran la Reserva Natural Integral de Muniellos y la Reserva Natural Parcial del Cueto de Árbas.

En el siguiente vídeo, perteneciente a la Mediateca de la Universidad de Oviedo, interviene D. Emilio González-Capitel Martínez, director-conservador del Parque.

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Los Dominicos y Corias: de la nostalgia a la responsabilidad

Por Fr. Javier Carballo, O. P. – Prior Provincial Provincia de España

Colegiales del convento de RR. PP. Dominicos de Corias, hacia 1925.

Corias tiene, desde hace 150 años, un lugar preferente en la historia de los dominicos en España. Después de la exclaustración de los frailes en 1835, casi todos se temían lo peor: la completa desaparición de la Orden en España. Fueron años muy difíciles para los frailes exclaustrados, obligados a vivir “como pez fuera del agua”, sin comunidad, sin oración litúrgica, sin misión común, sin hábito ni convento. Por ello, el 11 de noviembre de 1860 se vivió el sueño que parecía imposible al fundarse el convento de dominicos de Corias con 7 frailes. Este sería el comienzo de la restauración de la Orden dominicana en España.

La Orden dominicana que llega a Corias se instala en el monasterio benedictino, pero no es una Orden monástica. Es una Orden de Predicadores, fundamentalmente urbana, que desde el siglo XIII había estado vinculada a las grandes universidades europeas; y además es una Orden itinerante: los frailes se dedican a la predicación en diversos lugares, acudiendo a donde es urgente el anuncio del Evangelio. Las raíces del fraile itinerante no están en un lugar sino en Dios mismo.

Los comienzos de la vida dominicana en Corias se viven con una gran ilusión para llevar a cabo la empresa de refundar los distintos conventos de la Orden en España y poder realizar la misión evangelizadora y educativa propia de los dominicos. Pero la presencia en Corias no es una mera estrategia para ir después a otros lugares socialmente más poblados y culturalmente más influyentes, olvidándose del lugar que nos acoge como casa materna. Cuando los primeros frailes se instalan en Corias comienzan en seguida su ministerio de predicación por la zona de Cangas y por Asturias en general, dentro de lo que las circunstancias políticas y sociales entonces permitían. A su vez, echa a andar la Escuela Apostólica para formar a los niños y jóvenes con inquietud vocacional, y así poder refundar la Orden en España, y para poder seguir enviando frailes a las misiones de América y de Asia. Desde el rincón del apartado Corias se vivía una fuerte preocupación misionera universal.

Hay tres rasgos de la Orden que se pueden apreciar con nitidez en la historia de los dominicos en Corias. El primero es el profundo respeto de la Orden por la historia. Todavía se conservan en el convento las imágenes de la época benedictina del monasterio y un pequeño museo que guardaba algunas obras de arte. Hay instituciones, religiosas o civiles, que cuando llegan a un sitio hacen “tabla rasa” del pasado, retiran todos los símbolos o, lo que es peor, los destruyen, y colocan en su lugar los símbolos identitarios propios. No es el modo de actuar de nuestra Orden, que a menudo ha tratado de preservar el valor de las culturas y tradiciones autóctonas. Y ello, en el fondo, por una razón teológica que es la clave de la espiritualidad dominicana: la historia es el lugar de la encarnación de Dios en el mundo.

Vista general del monasterio y del pueblo de Corias, hacia 1930.

El segundo rasgo se refleja en que cuando la Orden llega a un lugar no lo hace como una mera estrategia sino que se implica con sus habitantes y entorno, y desarrolla allí la misión que le es propia. Por ello, la misión educativa y catequética en Corias se dirige posteriormente a los adolescentes y jóvenes con el Instituto Laboral. Son muchos los asturianos que se han formado en él. Las celebraciones que vamos a tener han sido en buena medida impulsadas por los exalumnos que siguen mostrando su agradecimiento a la labor educativa, humana y cristiana, de los dominicos. Nos honra que muchos de los alumnos de nuestros centros, y muchos de los que han sido frailes y posteriormente lo han dejado, sigan siendo amigos nuestros, se sientan parte de la tradición dominicana y colaboren con nosotros.

El tercer rasgo es que la Orden no vive de los recuerdos del pasado sino que trata de seguir haciendo el camino de la historia. Por eso, constantemente reflexionamos en común y tomamos decisiones de modo democrático en nuestros capítulos, para actualizar nuestra misión de predicación a las circunstancias del presente y tratamos de proyectar el futuro con los “imponderables” de cada época. No avanzaría la tradición dominicana si no buscáramos permanentemente actualizar nuestra misión. Por eso, desde hace unos años los frailes de la comunidad de Corias, además de atender pastoralmente la iglesia conventual de San Juan Bautista, también alientan y acompañan a algunas parroquias rurales, que gracias al servicio de los frailes pueden seguir celebrando la Eucaristía y recibiendo ayuda pastoral. Es una labor que no se ve, ni tiene mucha incidencia pública, pero es expresión clara de nuestro deseo de llevar el Evangelio por los caminos que en cada momento se nos abren.

No queremos hacer memoria envueltos en la nostalgia o en el triunfalismo. Queremos hacer memoria en sentido bíblico y evangélico. Lo que significa, ante todo, dar gracias a Dios por los frailes que hace 150 años fundaron el convento dominicano y trabajaron duro en medio de muchas dificultades; y darle gracias por todos y cada uno de los dominicos que en este convento han trabajado, orado, convivido y predicado. Lo que aquellos primeros frailes sembraron con sudor ha dado muchos frutos. Sólo en Asturias se pudieron fundar después las presencias dominicanas en Oviedo y La Felguera, que ejercen su misión hasta el día de hoy. También dar gracias a Dios, junto a todos vosotros, porque la labor educativa ha sido valiosa y positiva para muchas personas. A través de ella, el amor de Dios ha llegado al corazón de muchos y ha dado frutos de buenas obras. También hacemos memoria reconociendo que no hemos sido perfectos, que en muchas ocasiones nos habremos equivocado, y que necesitamos el perdón de Dios y el perdón de los demás. Para los que vivimos en la esperanza cristiana, ninguna realización humana histórica coincide plenamente con el Reino de Dios al que aspiramos. Por último, hacer memoria es actualizar en el presente todo el caudal de valores de la tradición dominicana que hemos heredado. Esta conmemoración, aunque nos permitamos algo de nostalgia, quiere ser, sobre todo, impulso para la responsabilidad en las labores educativas que cada uno tenemos. También para que los miembros de la amplia Familia Dominicana –de la que, por supuesto, formáis parte los amigos y exalumnos con vuestras familias- renovemos el espíritu para continuar el estilo dominicano de la predicación del Evangelio.

El libro del centenario de la llegada de los dominicos a Corias, 1860 – 1960

Cubierta de la iglesia del monasterio de Corias donde se ve la vieja linterna de madera, que será sustituida en 1960.

El próximo sábado, día 13 de noviembre de 2010, por la tarde, se va a celebrar el 150 aniversario de la llegada de los dominicos al monasterio de San Juan Bautista de Corias. Será una conmemoración sencilla que consistirá en una misa en Corias, unas conferencias en el Teatro Toreno y una cena. Hace cincuenta años, en 1960, también se celebró el primer centenario de la venida de los dominicos a Corias.

Comida de alumnos del Instituto Laboral de Corias durante una excursión, hacia 1962.

Fue una fiesta más celebrada que la que vamos a llevar a cabo este año, pues duró varios días y en ella participaron muchos dominicos, autoridades regionales y nacionales (en esos años visitó el convento Carmen Polo, la mujer del Jefe del Estado) y cientos de alumnos que en aquel tiempo estudiaban allí. Con ese motivo se publicó en 1961 un interesante libro, que lleva el título de Corias Centenario, 1860-1960, que a partir de ahora podrá consultarse en nuestra Biblioteca Digital. En esta publicación se recoge mucha información sobre la historia de los dominicos en Corias y también sobre sus antecesores: los monjes benedictinos.

Estudiantes y dominicos del convento de Corias, en Corias (Cangas del Narcea), 1943.

Vamos a comentar brevemente algunos de los contenidos del libro. En él puede leerse (páginas 52 a 55) un relato con todos los pormenores sobre la llegada de los dominicos a Corias en 1860, escrito por Fr. José María Larroca,

Obreros en los trabajos de reconstrucción de la cúpula de la iglesia del monasterio de Corias, 1960.

que fue uno de los primeros en ocupar el monasterio en aquel año, y un relato (páginas 41 a 49) de los actos conmemorativos del 50 aniversario que se celebraron en 1910, escrito por Fr. Antonio Martínez, en el que se glosa la vida de los siete frailes dominicos que fundaron en 1860 el convento de Corias, encabezados por Fr. Antonio Orge (1811-1867) y el citado padre Larroca (1813-1891), que fue el primer rector y que llegaría a ser General de la Orden en Roma. Otro artículo muy interesante del libro es el que escribe Fr. Alberto Colunga (1879-1962), dominico natural de Noreña que hizo el noviciado en Corias entre 1895 y 1900 y que era una autoridad en la Orden, que narra la vida del convento en sus años de estudio. Ocupa las páginas 101 a 108.

Vista del monasterio de Corias con la nueva linterna situada sobre la cúpula, 1960.

Alumnos del Instituto Laboral de los Dominicos de Corias comiendo durante una excursión, hacia 1960.

El convento de Corias es muy importante para la Orden Dominica, porque fue el primero que se fundó en España después de la exclaustración de 1835. En los primeros años, salieron de Corias algunos religiosos para Filipinas y otros para fundar el convento de Padrón (La Coruña) en 1877 y el de Caldas de Besaya (Cantabria) en 1897. Y estos tres conventos fueron la base para la Restauración de la Provincia Dominicana de España.

En el libro hay, asimismo,

Claustro nevado del convento de Corias hacia 1960.

una relación de los abades benedictinos

Cuatro dominicos del convento de Corias, hacia 1960.

del monasterio de Corias, desde el siglo XI a 1835, con una enumeración de fechas y acontecimientos memorables, y también de los rectores dominicos, de 1860 a 1960.

Por último, el libro se completa con el relato pormenorizado de todos los actos que se llevaron a cabo en noviembre de 1960 para celebrar el siglo de la presencia dominica en Corias. El alma de esta fiesta fue Fr. Jesús Martín Sánchez, rector en aquellas fechas del convento. Los actos duraron cuatro días, del 11 al 14 de noviembre, y su relato está entre las páginas 87 y 99.

Dominicos de Corias en el claustro del convento, delante de la araucaria, hacia 1962.

Fray Jesús Martín, rector de Corias (primero por la derecha), guía la visita de Carmen Polo, esposa del Jefe del Estado, y su comitiva al convento de Corias, hacia 1960.

En 1960 el convento era Instituto Laboral desde hacia tres años. En 1957, la Escuela Apostólica, donde estudiaban el noviciado los dominicos, se trasladó a la Virgen del Camino de León. El Instituto, según se lee en el texto, respondía a “un nuevo apostolado exigido por una viva necesidad: elevar el nivel de toda la región, sobre todo de las clases humildes”. Desde esta fecha y hasta su cierre en 1981 el número de niños y jóvenes que pasaron por aquí fue enorme. Con este cambio de uso, el edificio tuvo que someterse a una reforma arquitectónica en los años 1959 y 1960, que dirigió el arquitecto José Gómez del Collado (Cangas del Narcea, 1910-1995).

Actuación musical de alumnos de Corias en el salón de actos del colegio, curso 1959-60.

La reforma incluyó edificaciones nuevas (como la ampliación del comedor) y la restauración de la iglesia, cuya cúpula se desmontó y reconstruyó íntegramente, añadiéndole una linterna nueva. En el libro se publican numerosas fotografías de todos estos trabajos. Al mismo Gómez del Collado se debió “la iniciativa y la realización” del libro que comentamos.

icon Corias Centenario, 1860-1960 (23.51 MB)

Dominicos Provincia de España – 150 años de la Restauración de la Provincia en Corias

Los días 13 y 14 de noviembre de 2010 los Dominicos de la Provincia de España celebraron los 150 años de la Restauración de la Provincia en Corias

Novicio del convento de los RR. PP. Dominicos de Corias con dos familiares, hacia 1920

En el siglo XIX se produce la máxima postración de la orden de Santo Domingo en España. La invasión francesa de 1808 supuso el saqueo, destrucción, robo de los conventos y expulsión y martirio de muchos de sus frailes. A pesar de la derrota napoleónica, la restauración de esta congregación religiosa no pudo ser completa. El trienio liberal de 1820 – 1823, con el proyecto de disolución de las órdenes religiosas, fue un obstáculo más. La política liberal antieclesiástica llegó a su punto culminante en los años 1835 – 1837 con la supresión de las comunidades religiosas y la incautación de sus bienes. Sólo quedó de los dominicos el convento de Ocaña como noviciado para las provincias ultramarinas.

La orden de Santo Domingo recibió del Estado en 1860 el monasterio de San Juan Bautista de Corias, que había pertenecido hasta la desamortización a los benedictinos. La razón ante el gobierno fue la necesidad de un colegio más para la formación de misioneros para Asia. La llegada de la orden a Corias fue el principio de la Restauración de la Provincia Dominicana de España. El padre Antonio Orge, Comisario Apostólico de los Dominicos en España, convocó a dominicos  exclaustrados que deseaban reanudar su vida religiosa y el 11 de noviembre de 1860 comenzó oficalmente a funcionar el convento y a recibir novicios que serían el futuro de la Provincia.

 
Sábado, 13 de noviembre de 2010
 
17:30 h.
Eucarístia
Iglesia de San Juan Bautista, en Corias
Preside: Fr. Javier Carballo, Prior Provincial.
 
19:00 h.
Acto Cultural
Teatro Toreno, en Cangas del Narcea 
 
Conferencia
Fr. Lázaro Sastre, O.P.
La Restauración de la Provincia en Corias
 
Testimonio
Fr. Jesús Martín, O.P.
La labor educativa dominicana en Corias

Domingo, 14 de noviembre de 2010

13:00 h.
Eucarístia
Iglesia de Santo Domingo, en Oviedo
Preside: Excmo. y Rvdmo. D. Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo.

Breve semblanza de Enrique Cañal Gómez (1867-1936)

Beato P. Enrique Cañal Gómez

Mártir de la persecución religiosa en España entre 1934 y 1937. Beatificado junto con otros 497 mártires el 28 de octubre de 2007 en Roma.

Nacido en Corias, Cangas del Narcea (Asturias) el 20 de marzo de 1869, bautizado el 21; se relacionó desde niño con el convento dominicano de su pueblo natal, en cuya escuela apostólica ingresó; profesó el 30 de septiembre de 1885 y continuó el estudio de la filosofía; en 1889 pasó a cursar en Las Caldas de Besaya, y allí lo ordenó sacerdote el Siervo de Dios José Cueto, O.P. en 1891. En 1896 pasó a Santillana del Mar como capellán de las monjas dominicas hasta 1909, si bien en 1905 volvió a residir en Las Caldas de Besaya, donde fue director de la escuela apostólica y subprior, haciendo las veces de prior durante el año 1906; en opinión de cuantos le trataron era un verdadero santo; en 1909 lo destinaron al colegio de Segovia y fue también capellán de las monjas dominicas, profesor y presidente de la comunidad, desde octubre de 1910. En 1911 lo enviaron a San Pablo de Valladolid, donde tuvo los cargos de subprior y maestro de hermanos cooperadores, así como confesor ordinario de las dominicas del convento de Porta Coeli; no le faltaron sufrimientos en el desempeño de esta última misión, pero salió, al fin, prestigiado al comprobarse su inocencia. Trasladado al convento del Olivar, Madrid, donde realizó una labor extraordinaria desde 1915 a 1928, en que fue enviado a Las Caldas de Besaya como director espiritual de la escuela apostólica; en este último convento, como director de la mencionada escuela, maestro de hermanos cooperadores y como fraile fue el gran modelo para todos y en todo.

Iniciada ya la persecución religiosa dirigió los ejercicios espirituales a la comunidad. Fue apresado con sus

Corias, calle Padre Dominico Enrique Cañal Gómez.

hermanos religiosos en la tarde del 22 de diciembre de 1936 y con ellos estuvo unas horas en la checa Neila de Santander, mostrándose como amparo y tutor de los más jóvenes. Con sus hermanos de comunidad fue arrojado al mar, con los brazos fuertemente atados al cuerpo y un peso voluminoso adherido, en la bahía de Santander en la noche del 22 al 23 de diciembre de 1936.

A iniciativa de los vecinos de Corias, quienes reunieron firmas populares para trasladar al Ayuntamiento su petición, el Pleno Municipal de Cangas del Narcea aprobó por unanimidad cambiar el nombre de la calle donde nació este Padre Dominico beatificado hace ahora 3 años por el Papa Benedicto XVI. La Calle de Abajo, situada en el Barrio Palomar de Abajo, pasa a llamarse Calle Padre Dominico Enrique Cañal Gómez.

Mantecadas

Ingredientes: 3 cuarterones de manteca de vaca, 1 libra de azúcar, 9 huevos y 1 libra de harina.

Se baten mucho hasta que hagan crema tres cuarterones de manteca cocida y se le añade una libra de azúcar tamizada. Se vuelve a trabajar otro poquito, se le echan nueve huevos y se bate otro poco. Se le incorpora una libra de harina superior y cuando todo se haya trabajado bastante se traslada la masa a unas cápsulas de papel que de antemano se han preparado, espolvoreándolas de agua por encima. Se meten en el horno, que esté fuerte, mirándolas a menudo para que no se quemen.

Para que éstas salgan bien hay que trabajarlas mucho.

Otras mantecadas, lo mismo que las anteriores con la diferencia de que llevan doce huevos y un poquito de bicarbonato.

1 cuarterón = 115 gramos; 1 libra = 460 gramos.

Del recetario manuscrito en El Puerto Leitariegos el 1 de marzo de 1914, por Adela Cosmen Bueno, de Casa Basilio.

Bizcochón (receta de hacia 1895)

Ingredientes: Azúcar, huevos, harina y manteca

Para hacer bizcochón se echa a cada media libra (460 gramos) de azúcar ocho huevos, todo esto junto se bate por espacio de una hora y luego se echan ocho onzas (230 gramos) de harina, se mezcla muy bien y se echa en el molde que debe estar muy bien untado con manteca y enseguida se mete en el horno.

Receta manuscrita tomada de un cuaderno de “Teresa Peláez del Riego para hacer varios dulces”, Cangas del Narcea.

La vendimia y los placeres de la bodega en Cangas del Narcea

Viña La Blanca, encima de la finca del convento de las monjas dominicas de Cangas del Narcea.

Posiblemente las labores más señaladas del año en los pueblos del concejo de Cangas del Narcea y de su entorno, han sido siempre la matanza y la recogida del la uva (la vendimia). Estas labores van precedidas de una gran organización de medios, tanto físicos como humanos. Socialmente son motivo para invitar a familiares y amigos a participar en las mismas, y esto crea un ambiente en el que se mezclan el duro trabajo y el convite, poniendo en la mesa los mejores platos que representan a la zona. Tras el convite, viene la sobremesa en la que se cuentan historias, se juega a las cartas y se alarga la noche con ambiente de fiesta.

Este artículo pretende describir de forma amena como era la vendimia antiguamente, cuando aún se traía la uva de la viña a la bodega dentro de las bocineras, recipientes de madera que se ponían encima de los carros del país tirados por una pareja de vacas. También me trasladaré un poco más atrás en el tiempo para comentar, de la mano de Manuel Cachón Álvarez, como se desarrollaba la industria del vino en décadas pasadas. Para finalizar, describiré de forma muy somera una vendimia actual, como es la del  bodeguero Antonio Álvarez  más conocido como Antón Chicote.

Antiguamente se diferenciaban dos tipos de vendimias y producciones de vino: una, la que se llevaba a cabo por productores particulares para consumo propio y otra, la que hacían algunas bodegas de la zona, más o menos industrializadas, que elaboraban vino para vender al público.

Bodega del Narcea; a su derecha se observa la antigua caseta para guardar las herramientas de la viña San Andrés de La Reguerala, en Las Barzaniellas.

Empezaré por la vendimia industrializada y para ello utilizo los datos que me proporciona Manuel Cachón Álvarez de 85 años de edad. Este hombre trabajó durante muchos años para  la bodega conocida popularmente como  “La Reguerala”. Trabajó en las viñas, en la elaboración del vino y en su expedición en la bodega, por lo tanto conoce datos interesantes y curiosos que describo a continuación. Manuel me traslada al año 1948 y me dice que en aquella época la bodega  mencionada disponía de cuatro viñas con una superficie bastante importante en la zona. La primera viña se denominaba  “La Blanca” y estaba en la villa de Cangas, encima del Convento de las monjas, ocupando casi toda la ladera hasta cerca de la actual carretera que sube a El Acebo;  la segunda viña estaba en La Himera, debajo del actual Hospital de Cangas;  la tercera viña, denominada de “San Andrés”, estaba en Las Barzaniellas contigua a la actual Bodega del Narcea y la cuarta estaba en Tebongo, donde hoy están instalados los bomberos.

Preparados para vendimiar, se pueden ver las bocineras y las maniegas encima del carro (Foto Museo del Vino de Cangas).

Para vendimiar estas viñas  se empleaban 35 mujeres y 16 hombres, a los que había que sumar seis personas más para recibir  la uva en la bodega. Se tardaban cinco días en recoger toda la uva. Solo la viña  “La Blanca” necesitaba dos días de vendimia, trabajando desde la mañana hasta la noche; me dice Manuel que un jornalero casi necesitaba el día entero para vendimiar una hilera, de lo larga que era.

El jornal por persona y día era de 18 de las antiguas pesetas (10 céntimos de euro actuales). Cada vendimiador  llevaba su comida y, como dato curioso, no tenían derecho  a vino para comer; otras bodegas de la zona si invitaban a vino a sus jornaleros. Sobra añadir que, después de finalizar la vendimia, no había ningún convite o fiesta para celebrar.

La bodega principal de La Reguerala estaba en la villa de Cangas. Los carros con la uva accedían a ella por el actual parque de La Reguerala. La bodega también tenía dos puertas de acceso por la calle Mayor para recibir a los clientes. En ella había siete tinas o recipientes de madera donde  fermentaba el vino, que tenían las siguientes capacidades: una de  15.000 litros; otra de 10.000 litros; otra de 11.000 litros; otra de 4.000 litros y tres de 3.000 litros.

Cuando le pregunto a Manuel donde se vendía el vino, me dice que todo se consumía  en Cangas  y zonas limítrofes. Los clientes habituales eran de Pola de Allande, que llevaban en los meses de verano una camioneta a la semana. No es capaz de precisar la cantidad de litros, pero me dice que como había muchos emigrantes americanos de vacaciones en la zona, se creaba un gran ambiente y había mucho consumo. Otros clientes habituales eran los pueblos altos de Cangas, que por estar a cotas donde la viña no produce tenían que comprar el vino para el consumo de todo el año. Por  último,  los mayores consumidores del vino eran los bares de Cangas y contornos. Como dato curioso, que demuestra la cantidad de vino que se consumía, me dice  Manuel que recuerda vender 400 litros por semana para muchos bares de  la zona. Este dato llama la atención, pero hay que pensar que en aquella época el vino era la bebida principal de los bares, por supuesto todavía nadie sabía lo que era un cubalibre,  más bien esto último sonaría a propaganda revolucionaria.

El otro tipo de vendimia era el que hacían los productores particulares que mimaban  la viña durante todo el año para competir con los demás vecinos, a ver quien producía el mejor vino. Trabajaban pequeñas parcelas para conseguir un vino propio de la casa. Este vino los identificaba, era importante tener viña, bodega y vino propio pues esto era sinónimo de casa pudiente. Cualquier visita o evento que se producía en la casa  iba siempre acompañado de una degustación en la bodega para poder probar el vino.

Depósitos modernos de fermentación que sustituyen a las antiguas tinas de madera.

Los pueblos donde se localizaban estos viñedos particulares eran Las Mestas, Villategil, Carballo, Llano, Santa Marina, Obanca, Limes, Villarin, Llamas de Ambasaguas, Corias, Tebongo, etcétera, todos pueblos bajos donde la vid  permite su cultivo; algunos vecinos de pueblos altos también tenían viñas en los alrededores de Cangas.

La viña llevaba un gran esfuerzo de trabajo durante todo el año: cavar, recebar, arreglar los alambres, podar, sulfatar, azufrar… Después de tanto esfuerzo, entre las últimas semanas de septiembre y mitad de octubre, se procedía a recoger el fruto: el día de la vendimia. Este día se escogía de forma estratégica: era importante que no lloviera, que la uva estuviera en su punto de maduración,  y además se procuraba escoger un día no laborable para que familiares y amigos pudieran participar.

Días anteriores se preparaba la tina, que  era un recipiente cilíndrico de madera de grandes dimensiones,  donde se echaba toda la uva pisada para fermentar; también se preparaban las bocineras, que  eran recipientes de madera cilíndricos abiertos por su parte superior, que se transportaban encima de los carros para llevar la uva desde la viña hasta la bodega, y se seleccionaban las maniegas o cestos que servían para transportar al hombro las uvas desde la viña hasta las bocineras. Finalmente, se preparaban el día antes de la vendimia los típicos embutidos a los que estamos acostumbrados en Cangas y que son de una excelente calidad, para la comida en la viña; esto lo saben bien los que han visitado alguna vez el pueblo de Santulaya y su Chacinera. Se escogía comida que fuera fácil de transportar y de servir: chosco cocido, chorizos, jamón, cecina, lacón cocido, cordero, frixuelos, arroz con leche, etcétera.

Vendimiando en Cangas del Narcea y acarreo de la uva con maniegas.

El día de la vendimia se madrugaba, se tomaba un café rápido y se empezaba a vendimiar; unos cortando los racimos y otros transportándolos hacia las bocineras. A las once de la mañana se procedía a almorzar  y después se seguía vendimiando. Si había poca uva y se acababa para la hora de comer, se trasladaba la uva a casa y se comía en casa; si, por el contrario, no se acababa de vendimiar para esa hora, se comía en la viña y se seguía vendimiando por la tarde hasta finalizar. Se trasladaban las bocineras llenas de uva hasta la bodega, aquí los hombres se descalzaban y empezaban a pisar la uva. Actualmente este proceso se hace con máquinas más especializadas, pero entonces era así. Hay una pregunta que siempre me hice, nunca vi a nadie lavar los pies para entrar a pisar la uva y cuando acababan de pisarla, los pies estaban limpios y brillantes, por lo tanto si se sigue manteniendo el principio físico que indica que la materia ni se crea, ni se destruye, sólo se transforma, debemos decir que esta materia que acompañaba  los pies descalzos antes de pisar la uva, se transformaba en vino; también es posible que este detalle le diera un toque especial al producto final.

Día de vendimia en la viña de Antón Chicote, en Limés, Cangas del Narcea.

Se finalizaba la vendimia introduciendo en la bodega la uva exprimida; el mosto, la piel y el raspón, todo mezclado, se metía en la tina y se dejaba fermentar. Este raspón le daba al vino una acidez característica de esta zona; actualmente, solo se mete a fermentar el mosto y la piel de la uva, obteniendo un vino con una acidez más controlada.

Para finalizar, todos los participantes de la vendimia disfrutaban de una cena suculenta, que se alargaba durante la noche con gran tertulia y ambiente de fiesta.

En los días posteriores el vino empezaba a fermentar, este proceso requería de dos semanas a un mes. Cuando el proceso de fermentación se acababa, se pasaba a hacer el primer trasiego, que consistía en sacar el vino de la tina principal  y trasladarlo a otros recipientes de menor tamaño, como barricas. Este proceso era delicado, se tenía en cuenta el ciclo de la luna para que fuera menguante, y también se buscaba que este momento coincidiera con días fríos.

Probando el vino con Antón Chicote

Unos días antes de este primer trasiego, se creaba otro momento de reunión en las bodegas con la prueba del vino, que se realizaba directamente de la tina para saber si estaba preparado para sacarlo. Se hacía un agujero en el tercio inferior de la tina para extraer el vino y probarlo. Este gesto, una vez más, permitía invitar a algún amigo y a todo aquel que pasara por delante de la bodega para que nos acompañara en la prueba o espita del vino nuevo. Al salir el vino de la tina y caer al recipiente de madera denominado cacho, generaba una espuma y un olor característico que invitaba a hacer algún exceso, sobre todo si esto lo acompañábamos de pan y cecina.

Antiguo lagar de Santiso para prensar el magayo (Museo del Vino de Cangas)

Si la prueba era positiva, se pasaba a hacer el primer trasiego, que, como ya dije, consiste en sacar el vino hacia otros recipientes. A continuación,  se prensaba la parte sólida que quedaba en la tina, el  magayo, para extraer el vino residual que contiene. Este proceso se hacía en mi caso, en el pueblo de Santa Eulalia/Santolaya, en un chagar que compartíamos todos los vecinos y que consistía básicamente en una gran viga que apretaba el magazo, haciendo la misma función que las prensas mecánicas actuales.

Con este primer trasiego ya se tenía el vino para beber durante todo el año. La cantidad que se bebía dependía de muchas variables: gente que estuviera en casa, jornaleros que ayudaban en las labores agrícolas y ¿cómo no? el nivel de bebedores que había en cada casa. Como dato curioso, muchas veces escuché a la gente mayor comentar sobre un vecino de la zona, de cuyo nombre no voy a acordarme, que por lo visto le gustaba tanto el vino, que para beber metía la cabeza directamente en la barrica y añadían  que se veía claramente como

Disfrutando del vino blanco y tinto (Fiesta de la Vendimia 2010, Cangas).

se formaba un gran remolino de vino  alrededor de su boca; evidentemente esto es una exageración de los hechos, pero seguramente que  daba buena cuenta del preciado líquido cada vez que se acercaba a la bodega. Salvaba la situación que aquel vino  no solía pasar de nueve grados y permitía beber algunos vasos de más sin tener que lamentarlo. La media de consumo que había en las casas se puede estimar en  1,5 litros para comer y 1,5 litros para cenar, esta cantidad, por 365 días que tiene el año, nos da un consumo anual por casa de 1.095 litros y este dato posiblemente quede corto.

Casa, bodega y viña de Antón Chicote en Limés, Cangas del Narcea.

Acercándose a los meses de diciembre y enero se procedía a hacer varios trasiegos entre barricas para limpiar las borras, que son los sólidos que el vino ha depositado en el fondo de los recipientes. Estas operaciones ya se acompañaban en las bodegas de la  matanza, chorizos o longanizas nuevas, permitiendo disfrutar  una vez más de la compañía de buenos amigos y el placer de saborear los productos de la matanza y el vino nuevo del año.

Hay que imaginarse qué potencial de tertulia y de placer se conseguía en las bodegas, y, claro, también algún que otro traspié al salir por la puerta de las mismas. Más de uno tuvo que agarrarse seriamente a la puerta de la bodega para no dar una imagen equivocada del estado en que se encontraba.

Escribiendo este artículo, me voy dando cuenta que el vino de Cangas generaba y genera una labor social sin precedentes: siempre acompaña en los buenos momentos;  además  afianza grandes amistades y si se bebe con moderación permite crear un clima de lucidez en la palabra, provocando brillantes tertulias. Evidentemente, si se bebe con exceso también puede pasarse con él a la oscuridad más absoluta.

Amigos, vecinos y familiares que participan en la vendimia de Antón Chicote.

Como se puede ver, con cuatro elementos fundamentales de placer, como son buenos amigos, una agradable tertulia, buen vino de Cangas y manjares de la zona, se puede disfrutar indeciblemente. Uno se da cuenta que para crear una situación placentera en la vida no hace falta estar rodeado de cosas muy complicadas ni excesivamente caras. Cuatro pequeños detalles, que muchas veces los tenemos muy cerca de nosotros, son suficientes para crear un ambiente extraordinario.

La merecida comida después de vendimiar, ofrecida por Antón Chicote.

Estando en una de estas reuniones de bodega, recuerdo un comentario de un buen amigo que en un momento de lucidez y extremada sensibilidad  decía no envidiar nada a Julio Iglesias y todas las propiedades que tiene en Miami; añadía este amigo que si Julio supiera  de los  placeres que tenemos en Cangas, seguro que compraba una casa por la zona para veranear.

Actualmente sigue habiendo productores que mantienen sus pequeñas parcelas de viña y hacen un excelente vino para consumo propio, pero en estos últimos años han aparecido otras bodegas que forman la I.G.P. de Cangas del Narcea. Una de estas bodegas es propiedad de Antonio Álvarez Álvarez,  más conocido en la zona por Antón del Chicote, nombre que le viene por regentar y dar de beber  durante décadas en el bar denominado el  Chicote, de su propiedad.

Gaita, acordeón y peculiar instrumento de percusión para amenizar la velada en la bodega de Antón Chicote.

Antón  es propietario de la bodega ANTÓN CHICOTE, situada frente al pueblo de Villarín de Limés. Esta bodega está rodeada de un extenso y cuidado viñedo del que Antón saca un excelente vino que vende con los nombres de “Penderuyos Selección” y “Viña Galiana”.  Para conseguir estas calidades Antón se ha modernizado siguiendo un sistema controlado y metódicamente estudiado que le permite hacer un vino de Cangas incomparable, pero además ha sabido unir a este proceso, más frío e industrializado, la parte humana y cultural que la vendimia  poseía antiguamente.

Baile de final de vendimia.

Antón prepara la vendimia de sus viñas de la misma forma que se hacía ancestralmente, se acompaña de una multitud de amigos y familiares que le ayudan a vendimiar la uva y la introducen en la bodega a fermentar. Una vez finalizados todos los trabajos, Antón ofrece a todos los participantes un impresionante convite que dura hasta altas horas de la noche, donde no faltan los licores y la fiesta, y acompaña el evento con buenos músicos para que los invitados bailen hasta donde les permitan las fuerzas. Es un placer ver a Antón con la diplomacia y el buen humor que siempre le caracteriza, dedicarse a sus invitados y concluir un día de vendimia con la alegría que se hacía antiguamente.

Fiesta de la Vendimia 2010, Cangas del Narcea.

Las demás bodegas, Obanca, La Muriella, Bodegas del Narcea y Monasterio de Corias, de alguna forma también en sus vendimias participan de un día de encuentro con amigos y allegados. Por último, para los que no pueden participar directamente de la recogida de la uva en la viña, siempre les queda la Fiesta de  la Vendimia que acertadamente se hace por las calles  de Cangas del Narcea.

“Asturias vinícola. Breves apuntes sobre el vino de Cangas de Tineo” (1879), por Nicolás Suárez Cantón, un artículo imprescindible sobre el vino de Cangas.

Retrato de Nicolás Suarez Cantón (1815-1878), pintado por José Robles en Cangas del Narcea en agosto de 1867.

En mayo de 1879, en los números 14 y 15 de la Revista de Asturias, que se editaba en Oviedo, apareció un articulo titulado “Asturias vinícola. Breves apuntes sobre el vino de Cangas de Tineo”, firmado por Nicolás Suárez Cantón, que había muerto unos meses antes, el 4 de noviembre de 1878, a la edad de 63 años; por esta razón su artículo va precedido de una semblanza biográfica escrita por Fermín Canella Secades (1849-1924).

Este artículo es uno de los mejores textos que se ha escrito nunca sobre nuestro vino, y su lectura es imprescindible para todas las personas que hoy están relacionadas con el mundo del vino de Cangas. Gracias a él podrán conocerse de primera mano los pasos que Nicolás Suárez Cantón llevó a cabo, desde 1870 hasta su fallecimiento, para mejorar y comercializar el vino de Cangas.

Vendimiadores, carro del país con bocineras, maniegas y cestas preparados para una vendimia, en L.lumés / Limés, Cangas del Narcea, hacia 1900.

Suárez Cantón estaba convencido de que nuestro vino podía ser “muy apreciable” si se confeccionaba “debidamente y con algún esmero e inteligencia”. En este artículo menciona las características del vino de Cangas, enumera las clases de uva y sus cualidades (y recordemos que está escrito antes de que la filoxera acabase con la mayor parte de las viñas locales), describe el modo de producción del vino por parte de los campesinos y los defectos de este método, y cuenta detalladamente todas las innovaciones técnicas que él introdujo para mejorar el cultivo de la vid y la elaboración del vino, con el fin de obtener un producto de calidad que pudiese venderse lejos de Cangas.

Suárez Cantón obtuvo en poco tiempo un vino que se “conservaba un año y otro sin deterioro”, y “que las personas inteligentes lo buscaban con preferencia para fuera de esta villa”. Él fue uno de los primeros vinicultores que embotelló y etiquetó el vino de Cangas (en esto es probable que haya sido el primero), y que lo presentó en exposiciones de agricultura, donde fue reconocido su mérito: en la Exposición Nacional de Madrid de 1873 consiguió una mención honorífica y en la Exposición Provincial Asturiana, que se celebró en Oviedo en 1875, recibió un diploma de primera clase “por sus facultades tónicas y su excelente gusto”. Fueron los primeros premios que obtuvo el vino de Cangas en su historia. Por desgracia, todo el esfuerzo de Suárez Cantón se vio truncado enseguida con su muerte en 1878.

Nicolás Suárez Cantón había nacido en 1815. Comenzó su carrera en la administración pública en Oviedo con 15 años de edad y a lo largo de su vida ocupó altos cargos en la administración del Estado, residiendo la mayor parte del tiempo en Madrid. Era miembro del partido liberal y fue diputado a Cortes varias veces por los distritos electorales de Cangas del Narcea y Avilés. Tanto en su labor política como administrativa gozó de merecida fama por su carácter bondadoso, su inteligencia, sus dotes organizativas y su honradez. Fue una persona muy aficionada a las bellas artes, sobre todo a la pintura, la música y la poesía, y a los libros;  llegó a formar una importante biblioteca. En 1866 se jubiló y se retiró a la villa de Cangas. Aquí se dedicó a la pintura, la escritura y otras aficiones. Su esposa fue Lucía Uría del Riego, de la casa de Uría de Santulaya y hermana de José Francisco (1819-1862), que fue director general de Obras Púbicas entre 1858 y 1862. Fue por influencia de éste por lo que comenzó su afición al cultivo de la vid y a la elaboración del vino. Uría y Suárez Cantón son dos personajes a los que el concejo de Cangas del Narcea siempre deberá recordar.

 

Biblioteca Pública “P. Luis Alfonso de Carvallo”

Viajera e inquieta desde que se creara hace ya casi sesenta años, la Biblioteca Municipal de Cangas del Narcea ha vuelto a cambiar de sede, y esta vez el cambio ha sido espectacular, para cumplir con su vocación de ofrecer siempre el mejor servicio a sus usuarios.

La Biblioteca Pública Municipal P. Luis Alfonso de Carvallo, de Cangas del Narcea, ha estrenado nueva ubicación, la tercera desde su fundación en 1952, para asentarse en una construcción del siglo XVI, de estilo renacentista, que ha sido rehabilitada por el arquitecto Félix Gordillo García, en un proyecto conjunto del Ayuntamiento de Cangas del Narcea, que adquirió el edificio, y la Consejería de Cultura del Principado de Asturias, que financió su remodelación.

Tras recibir a los lectores primero en el entresuelo y luego, en los bajos del patio del Palacio Conde de Toreno, sede del propio Ayuntamiento cangués, ocupa ahora la práctica totalidad de la primera y la segunda plantas de la nueva Casa de Cultura, en un espacio que casi duplica la superficie de la que disponía anteriormente y que alcanza los 400 metros cuadrados.

Como antesala de la biblioteca, el visitante accede a la sala de prensa y revistas, para llegar luego a las salas destinadas a los usuarios infantiles y juveniles y a dos más para los usuarios adultos. En el segundo piso se ha habilitado un espacio más para lectores juveniles y otro que alberga un importante fondo de temática asturiana, así como una sección dedicada a la bibliografía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Las nuevas instalaciones cuentan, además, con dos pequeñas aulas de estudio con capacidad para una docena de personas, y en ellas se ha reservado un lugar específico para el depósito de fondos, del que carecía anteriormente. Todo ello le permite ofrecer a sus usuarios más de 25.000 títulos entre libros, discos y vídeos.

El cambio de sede ha supuesto un importante acicate para atraer nuevos usuarios al centro, que si hasta su traslado registraba una media de quince nuevos socios al mes, desde que se encuentra en la nueva Casa de Cultura casi ha triplicado esta cifra para alcanzar ya a los cuarenta nuevos socios mensuales, tanto en el caso de lectores adultos como infantiles y juveniles.

La entusiasta respuesta de los habitantes del municipio se ha dejado notar también en la participación por parte de los más pequeños en el programa de animación a la lectura Un Libro llamado Juguete, desarrollado en la sección infantil de la biblioteca en colaboración con la Oficina de Información Juvenil, que va dirigido a niños de entre cuatro y diez años. En su cuarto año de andadura este programa ha alcanzado inmejorables cotas de asistencia en sus primeras sesiones este verano.

Entre las mejoras que el traslado ha hecho posible se encuentra la nueva conexión inalámbrica a internet que desde el pasado mes de agosto se ha puesto a disposición de los usuarios del centro, que abrió sus puertas al público el pasado 5 de mayo, tras la inauguración oficial de la Casa de Cultura Palacio de Omaña, presidida por la consejera de cultura, Mercedes Álvarez, y el alcalde de Cangas del Narcea, José Manuel Martínez.

En esta Casa de Cultura, la Biblioteca Municipal P. Luis Alfonso de Carvallo comparte espacio con el Centro de Dinamización Tecnológico Local, las oficinas de Información Juvenil, de Turismo y de Normalización Lingüística, el Aula de la UNED, el auditorio y salas de exposiciones. Con esta proximidad de servicios se pretende convertir este espacio en un modelo de gestión cultural de vanguardia para todo el concejo.

REVISTA DE LAS BIBLIOTECAS PÚBLICAS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS
NÚMERO 18 – 4º TRIMESTRE 2010

Bollo de manzana

Ingredientes: 3 huevos, un vaso de nata, azúcar al gusto, harina (la que necesite), una cucharada de bicarbonato y varias manzanas

Se mezclan los huevos, la nata, el azúcar y el bicarbonato. Después se echa la harina y se hace una masa que pueda estirarse bien. A continuación se estira la masa sobre una bandeja, se coloca encima la manzana cortada en lonchas y preparada, se cubre con una cuadricula hecha con tiras de pasta y se mete al horno.

La preparación de las manzanas es muy sencilla. Se pelan y se cortan en lonchas. Estas lonchas se cuecen ligeramente con un poco de agua (también se puede hacer esta operación en el microondas). El tiempo de cocción depende de como sea la manzana, pero siempre una cocción suave. Algunas personas cuecen las lonchas de manzana con una pizca de azúcar y otras, en cambio, las espolvorean con un poco de azúcar cuando están colocadas sobre la masa.

Receta de Maruja Rodríguez Martínez, “Maruja Calón”, de Cangas del Narcea.

Restauración y destrucción del monasterio de Corias

Casetón de aluminio junto a la chimenea del siglo XVIII. Foto A. Fanjul

Hace ya tiempo que en el occidente asturiano corren diversos rumores críticos con el impacto de algunas de las obras que se están realizando en nuestro pequeño «escorial» del Narcea. Los precedentes de errores en una política de restauraciones salvajes sobre nuestro patrimonio histórico, como el de la iglesia de Abamia, nos hacían pensar inocentemente que habría un cierto cambio en las políticas de actuación en nuestro patrimonio histórico, aunque nuestra reciente visita al monasterio de Corias nos ha mostrado lo equivocados que estábamos.

Para empezar, y con un impacto visual de varios kilómetros, nos encontramos unos casetones de aluminio y bufardas de gran desarrollo junto a nada menos que la chimenea del siglo XVIII del monasterio, todo ello dentro de un sorprendente cambio de volumetría de un monumento declarado Bien de Interés Cultural.

Desde los laterales vemos como se ha eliminado el claustro sur, conocido como claustro de los novicios, dejando sin luz natural una de las sacristías y refrectorio monacal más importante de Asturias por su volumen.

A la destrucción de las monumentales cocinas neoclásicas, cuyos restos hemos podido observar en trozos, tirados en el suelo del claustro oeste, le sigue la eliminación de muros históricos del monasterio, en paralelo a una falta de restauración de los bienes muebles, que también hemos podido observar en un estado infame en el interior del edificio, ya sean esculturas religiosas, o los restos de la interesante colección de ciencias naturales del antiguo colegio, cuyos animales disecados descansaban hace un tiempo en un sótano inundado con un palmo de agua.

Restos de la iglesia románica del monasterio de Corias del siglo XI, en cuyo interior se han cimentado grandes pilares de hormigón.

En otro orden de cosas, es criticable la construcción de grandes pilares de cemento en el interior de las ruinas de la iglesia románica que se está descubriendo, alguno de los cuales parte nada menos que del interior del ábside de la propia iglesia. Y todo ello sin que la excavación de la iglesia hubiese finalizado, a lo que debemos sumar la rapidez con la que se ha vaciado el entorno de la antigua iglesia, donde se hallaba el cementerio medieval.

En definitiva, la política de restauración de estilo, mucho más cara por cierto, debe ser discutida ante la identidad de la arquitectura histórica, tanto como atractivo turístico para el visitante como por su atractivo sentimental para los vecinos de Cangas.

Restos de la cabecera con tres ábsides de la iglesia románica del monasterio de Corias del siglo XI

Por poner un ejemplo, hace unos años los arqueólogos descubrían un bonito suelo de cantos del siglo XVIII en la parte trasera de las cuadras del monasterio, que apenas requería una limpieza, para servir como suelo. En vez de eso se optó por tapar ese excepcional suelo original por un enlosado sin carácter, mucho más costoso.

Estas dudas respecto a lo que consideramos un brutal impacto sobre el patrimonio histórico del monasterio de Corias exigen una reconsideración de este tipo de políticas por parte de la institución que se supone debería de ser la encargada de protegerlo, como es la Consejería de Cultura del Principado, así como una futura investigación sobre la desaparición de algunos de los elementos históricos que hemos citado.

Por ALFONSO FANJUL PERAZA – ARQUEÓLOGO-
ASESOR DE PATRIMONIO HISTÓRICO DEL PARTIDO POPULAR EN ASTURIAS

La Nueva España 20/10/2010

“El Distrito Cangués”, de 1914 a 1916, en la web del Tous pa Tous

Cabecera de la primera época de El Distrito Cangués

En el artículo dedicado a El Narcea comentamos que este periódico cangués, fundado en 1906, había pasado en julio de 1912 a ser propiedad de Luis Martínez Kleiser (1883-1971), que aspiraba a convertirse en diputado a Cortes por el distrito electoral de Cangas del Narcea, desplazando a Félix Suárez Inclán (1854-1939), miembro del partido liberal que ocupaba este puesto desde hacia más de dos décadas. En consecuencia, El Narcea se convirtió en esta segunda época en un vocero de los méritos de este político ultraconservador y de sus partidarios, los kleiseristas, y en enemigo de Suárez Inclán que contaba con el apoyo de los liberales cangueses, pero también de la mayoría de los conservadores y de muchos republicanos, que formaban el grupo de los denominados inclanistas.

Esta situación obligó a los partidarios de Suárez Inclán a crear un nuevo periódico semanal que titularon El Distrito Cangués. Sus fundadores fueron el republicano Higinio García del Valle y Luis Arce Díaz. El primer director fue el maestro Ibo Menéndez Solar, que había sido fundador y también director de El Narcea. El jefe de redacción era el maestro republicano Odón Meléndez de Arvas, natural de Cibuyo, y como administrador figuraba Luis Arce Díaz.

El primer número de El Distrito Cangués salió a la calle el 8 de abril de 1913, tenía un formato de 40 x 28 cm. y cuatro páginas, y se tiraba en la Imprenta Moderna, de Cangas del Narcea, que era la misma en la que se hacia El Narcea. En la primera página de ese número aparece un articulo titulado “Nuestros propósitos”, en el que se enumeran los motivos de su aparición:

“Ajenos estábamos de tener que publicar este semanario del que no veíamos necesidad alguna, porque entendemos que para defender los intereses morales y materiales de este Distrito, bastaba bien uno; pero es visto que “El Narcea”, desde su aparición en esta segunda época, más que procurar desde sus columnas el fomento de aquellos intereses, ha levantado aquí la bandera de la discordia, procurando, sin reparar en medios, desunir a un pueblo que siempre vivió sin estas funestas guerras intestinas”.

A continuación se enumeran los méritos de Félix Suárez-Inclán, al que estiman un “titán”, frente a Martínez Kleiser, al que consideran un “niño”. El artículo termina con los siguientes principios:

“1ª. Que consagraremos toda nuestra labor a la prosperidad del Distrito electoral de Cangas de Tineo, y a tener a nuestros lectores al corriente de todo aquello que más interesa al público, para lo que contaremos con buena información.

2ª. Que como amantes sinceros del Distrito electoral, defenderemos con todas nuestras energías la candidatura de Excelentísimo Sr. D. Félix Suárez Inclán para diputado a Cortes, porque solo así se defienden los intereses del país.

3ª. Que despreciamos las diatribas que tengan por objeto hacernos descender a las polémicas de plaza pública”.

El contenido de El Distrito se dedicará casi exclusivamente a Cangas del Narcea. No habrá secciones provinciales, ni nacionales, y solo publicará de vez en cuando artículos de opinión sobre política nacional e internacional. Todas sus páginas están dedicadas a la política canguesa (con criticas furibundas a Martínez Kleiser y sus partidarios), a artículos relacionados con el concejo y otros municipios vecinos (Allande, Ibias, Tineo), a los cangueses emigrados en La Habana o Madrid y a noticias locales que se publican en la sección “La semana canguesa”. Como su primer director y redactor eran maestros de escuela, aparecen a menudo artículos sobre la enseñanza pública, las escuelas y los maestros en el concejo, así como sobre los campesinos y la agricultura, temas que interesaban mucho a Odón Meléndez de Arvas. En todos los números se publicaba el registro civil. El Distrito Cangués está lleno de pequeñas noticias cotidianas y sin duda en él se recoge la mejor crónica de la vida canguesa que podemos tener de esos años.

En diciembre de 1913 cambia la dirección del periódico, que pasa a manos de Benemérito de Llano, miembro de la importante familia de los Llano que en política eran del partido liberal y seguidores de Suárez Inclán. En este periodo, de poder absoluto de los inclanistas, miembros de esta familia ocuparán diferentes puestos políticos como la alcaldía de Cangas, que ostenta José Mª Díaz López “Penedela”, sobrino político de Benemérito de Llano; también serán concejales del ayuntamiento de Cangas, diputados provinciales e incluso gobernadores civiles. Como jefe de redacción y administrador de El Distrito Cangués seguirán los mismos de la etapa anterior.

Ejemplar de la segunda época de El Distrito Cangués

En 1914, con el fin de abaratar el coste de la impresión, el periódico deja de publicarse en la Imprenta Moderna y comienza a tirarse en una vieja imprenta con prensa de mano que poseía Higinio García del Valle. Para trabajar en la imprenta se contrató a Gumersindo Díaz Morodo, conocido como Borí, que era tipógrafo, republicano y colaborador de la prensa republicana. El 2 de mayo de 1914 salió el primer número tirado en esta prensa de mano, que correspondía con el número 53. Tenía un tamaño más pequeño que los ejemplares anteriores, 32,5 x 22 cm., pero el doble de páginas: ocho.

El periódico se va haciendo paulatinamente más y más republicano. En el número 75, del 3 de octubre de 1914, escribe Pinón de la Freita (seudónimo de Jesus Pérez Castro):

“Ni soy kleiserista, ni soy inclanista. No esperé esta ocasión para demostrarlo. Soy pura y simplemente un republicano, y con este ideal como equipaje emprenderemos el viaje para el otro barrio. Y soy republicano, porque, entre mis muchas faltas, tengo la virtud de anteponer a la supremacía del nacimiento el verdadero mérito”.

Comienza una sección nueva con el titulo de “Textos escogidos” en la que se publican fragmentos de artículos de Francisco Pi y Margall, Emilio Zola, Miguel de Unamuno, Rafael Altamira, Rosario Acuña o poemas de Rubén Dario. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial en julio de 1914, El Distrito Cangués será acérrimo enemigo de Alemania y partidario de Francia e Inglaterra: “la causa de los aliados es la causa de la libertad, de la civilización, de la democracia y del derecho” (nº 84, 5 de diciembre de 1914).

En los primeros días de abril de 1915, el periódico pasa a manos del mencionado Gumersindo Díaz Morodo, Borí, según él “por las desavenencias entre sus propietarios D. Higinio G. del Valle y D. Luis Arce”. En la cabecera del número 100, publicado el 3 de abril de 1915, aparece Borí como “director propietario”. Según sus propias palabras, en el periódico él se encargaba de todo:

“Yo era todo en él: lo componía, lo imprimía, lo administraba, lo distribuía, lo empaquetaba y hasta lo llevaba a correos. Y no digo que lo escribía porque, aparte de algo de colaboración, lo demás se componía sin cuartillas. No tenía tiempo que perder. Cuando más, unas concisas notas me servían de orientación para que, componedor en mano, saliesen de la caja el artículo o los artículos que deseaba, aunque pasasen del centenar de líneas”.

Borí convertirá El Distrito Cangués en un medio de lucha contra la injusticia y el caciquismo, y especialmente contra el alcalde de Cangas del Narcea. Así lo cuenta él mismo en un texto escrito en 1925:

“Con El Distrito Cangués ocurrirá lo que con otras muchas publicaciones. Un periódico fundado por y para los caciques se volvió contra ellos. Yo había iniciado en el concejo la lucha anticaciquil, creo que en el año 1910, sufriendo por ello toda clase de persecuciones y atropellos, y al hallarme con un periódico de mi propiedad consideré como ineludible deber de ciudadanía no silenciar las inmoralidades y barbaridades de un caciquismo feudal, poniendo mi pluma al servicio de la causa de los oprimidos y vejados habitantes del concejo”.

Recibo de suscripción a El Distrito Cangués de Mario de Llano, que será alcalde de Cangas del Narcea durante la Segunda República Española

Borí publica artículos muy críticos con el estado del concejo y de la villa, y ataca duramente al alcalde, lo que le causa muchos problemas, denuncias, procesamientos, secuestro de ejemplares y al final el cierre definitivo del periódico. Intentó evitar esto último, trasladando la imprenta al vecino concejo de Leitariegos, y por eso los número 166 y 167, de 22 y 29 de julio de 1916, aparecen editados en ese lugar, e incluso, cambiando el nombre del periódico, por el de El Distrito de Cangas, del que se publicaron solo tres números en el mes de agosto de 1916. Para contrarrestar las opiniones de Borí, el alcalde Díaz López fundó en julio de 1916 otro periódico, La Voz de Cangas, que se publicará durante dos años. Sin embargo, todos los esfuerzos de Borí no sirvieron para nada y en agosto de 1916, el juez de Cangas ordenó el embargo de la imprenta, terminando así definitivamente la publicación de El Distrito.

La colección de El Distrito Cangués que ponemos a disposición de los lectores de la web del Tous pa Tous no esta completa. Comienza en el número 62, de 4 de julio de 1914, y termina en el número 167, de 29 de julio de 1916. Pero tampoco están todos los ejemplares comprendidos entre estos dos números, faltando algunos ejemplares. Asimismo, después del último número de El Distrito Cangués, están los tres ejemplares de El Distrito de Cangas que publicó Borí en agosto de 1916. Toda esta colección pertenece a la biblioteca de don Luciano Castañón, de Gijón, y nos fue facilitada amablemente por su hijo Chema Castañón. La digitalización ha sido sufragada por Ortopedia Moreno, de Cangas del Narcea.


icon Lista de suscriptores de El Distrito Cangués en la villa de Cangas en 1915

icon Suscriptores de El Distrito Cangués en los concejos de Cangas del Narcea e Ibias en 1915

Bollicos

Ingredientes: 300 gr. de manteca de vaca, 200 gr. de azúcar, 2 huevos, 1 sobre de levadura Potax y harina (la que necesite).

Se mezclan el azúcar, los huevos, la manteca y la levadura. Cuando están estos ingredientes bien mezclados se añade la harina. Que no quede la masa muy dura. Se hacen unas bolas con la pasta, se aplastan en una bandeja y se meten al horno.

Receta de Pepita Álvarez Martínez, de Cangas del Narcea.

El concejo de Cangas del Narcea en el mapa de Asturias de Francisco Coello, 1870

Detalle del “Mapa de Oviedo o Principado de Asturias”, realizado por el ingeniero militar Francisco Coello (Jaen, 1822 – Madrid, 1898) y publicado en Madrid en 1870, en el que aparece el concejo de Cangas del Narcea. Este mapa pertenece al Atlas de España y sus posesiones de ultramar que se comenzó a editar en 1847 y fue la obra cartográfica más importante del siglo XIX español. Se realizó como complemento del Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845-1850), dirigido por Pascual Madoz. El mapa tiene una escala de 1/200.000.

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