Recetas de cocina

Frixuelos de Cangas

Iniciamos una nueva sección en la web del Tous pa Tous dedicada a la cocina en Cangas del Narcea, en la que recogeremos recetas de platos característicos de todo el concejo. Incluiremos recetas tradicionales y también nuevas, sacadas de recetarios antiguos y recogidas oralmente a guisanderas y cocineros. El objetivo de esta sección es constituir el repertorio de nuestros platos preferidos. La mayoría serán recetas comunes también a otros lugares, platos que se comen aquí y más allá, pero, en todos los casos, serán platos que nos identifican y con los que nos identificamos, comidas que nos alegran los días de fiesta y los días corrientes, que nos acompañan en muchas celebraciones, con las que agasajamos a familiares y amigos, que nos calientan en invierno o nos endulzan el Carnaval o la Pascua. En esta sección, en la que tenemos que colaborar tous, habrá potajes de diversas clases, cabezada, empanadas, jabalí con patatas, bollo de manzana, frixuelos, bollas de Pascua, papas, etcétera.

RECETAS DE COCINA

Puedes enviarnos tus recetas de Cangas para su publicación a través del enlace: Mensajes a El Payar

Potaje probe de berzas

Berzas, patatas, unto de gocho y sal gorda. 

Se pican las berzas y las patatas, y se machaca el unto con la sal en el mortero. Se pone todo a cocer fuerte para concentrar el caldo, después se baja el fuego y se tiene cociendo entre cuarenta y sesenta minutos. 

Receta de María Martínez Rodríguez, de La Castañal (Cangas del Narcea).

Planos travesía de Cangas y puente de Los Peñones (1901)

Planos de la travesía de Cangas de Tineo en la carretera de Ouviaño a Cangas de Tineo y del Puente de los Peñones a la liquidación de las obras (Ministerio de Educación, Archivo General de la Administración, Caja 24/4839)

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Planos de la travesía de Cangas de Tineo en la Ctra. de Ouviaño a Cangas y del Puente de Los Peñones

Sección longitudinal (vista desde aguas arriba) del Puente de Los Peñones (Puente Nuevo)

Planos de la travesía de Cangas de Tineo en la carretera de Ouviaño a Cangas de Tineo y del Puente de los Peñones a la liquidación de las obras (Ministerio de Educación, Archivo General de la Administración, Caja 24/4839).

A finales del siglo XIX la red de carreteras de Asturias se articulaba mediante tres ejes hacia la Meseta (Luarca-Ponferrada, Gijón-Adanero y Ribadesella-Sahagún), unidos por una carretera transversal que pasaba por Oviedo. A estos ejes debían confluir el resto de las carreteras. En 1883, el proyecto de la carretera Ouviaño-Cangas de Tineo, que pasaba por Ibias, el puerto del Connio y Ventanueva, se interrumpía al llegar a Cangas en la llamada “Casa de las Mulas”. Una travesía debía enlazarla con la de Luarca–Ponferrada.

Surgió la polémica entre dos posibles soluciones: la primera corría por la margen izquierda del Narcea hasta un estrechamiento del río, en el lugar de El Fuejo, donde se construiría un puente de piedra; continuaría por una calle nueva, atravesando el Campo de la Vega, que era donde se celebraba el mercado de ganado, hasta enlazar en El Corral (hoy Plaza de Asturias) con la carretera de Luarca-Ponferrada. La segunda, trazada a petición de los mayores contribuyentes del concejo, cruzaría el río Narcea “frente al barrio de Ambasaguas” mediante un puente de hierro y el “Naviego” (o río Luiña) en Santa Catalina por un puente de piedra; continuaría hasta la plaza del Conde de Toreno y mediante una calle nueva enlazaría con la carretera Luarca-Ponferrada, así pasaría por el centro de la villa favoreciendo al comercio local. Se presentaron proyectos con ambas soluciones. Los sesenta mayores contribuyentes y siete de los diez concejales del Ayuntamiento de Cangas de Tineo votaron a favor de la segunda opción, y la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos se inclinó por la primera por ser más corta y más barata. Por supuesto, la Dirección General de Obras Públicas aprobó esta última más acorde con la tendencia de trazar las travesías evitando el centro urbano.  Se ejecutó entre 1887 y 1901.

El puente es sin duda uno de los elementos patrimoniales más interesantes de la villa de Cangas del Narcea. Responde a un modelo creado en el siglo XVIII y generalizado en el siglo XIX, que marcó un importante hito en la historia de estas construcciones: bóveda escarzana con arranque por encima del nivel de máximas crecidas, sillares bien escuadrados y cuidado diseño. Si lo comparamos con el puente de Ambasaguas vemos el avance constructivo en dos aspectos: pasamos por él sin cuesta, pues el tablero es recto; el río dispone de más espacio, así, incluso en las grandes crecidas, el peligro de socavación del puente y de inundación de las márgenes es menor. No obstante, a finales del siglo XX se construyó un puente nuevo al su lado para evitar los dos problemas que surgieron ante el aumento del tráfico: las curvas a la entrada y la salida, y el estrechamiento de la calzada. Afortunadamente lo respetaron, quizás porque da servicio a la carretera de Besullo, permitiéndonos disfrutar en Cangas del Narcea de una variada tipología de puentes y de un ejemplar con sus elementos originales.

 

Bibliografía:

STEINMAN, David y WATSON, Sara (1979): Puentes y sus constructores. Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Turner.

BÚRDALO, S. Y DELGADO, C. (1987): “Puentes del siglo XIX”, en Revista del MOPU, nº 345, pp. 136-165.

PÉREZ RODRÍGUEZ, Mercedes: “Cangas del Narcea de puente en puente”, La Maniega, números 132 y 133 correspondientes a noviembre-diciembre de 2002 y enero-febrero de 2003.

PÉREZ RODRÍGUEZ, Mercedes y FLÓREZ de la SIERRA, David (2004): Puentes en la villa de Cangas del Narcea.

 

Descarga de planos para socios registrados en la web:

icon Planos travesía de Cangas y puente de Los Peñones (1901) (3.98 MB) 

Plano ideal del pueblo de El Puelo y sus inmediaciones en 1811

Título original: Plano Ydeal del Pueblo del Puelo y sus inmediaciones (en el Principado de Asturias) en cuyo terreno tubo lugar, la acción del 18 de Marzo del presente año / formado por D. Carlos Emilio Ayudante Mayor del Regimto. de Ynfata. de Maceda, y Ayudte. Genl. Ynterino de la División dela Yzqda. de Orden del Mariscal de Campo de los Rs. Extos Dn. Franco. Xavier Losada 2° Comandte. Genl. de dha Principado

Notas: Comprende parte del término municipal de Cangas de Narcea, en la provincia de Oviedo. Manuscrito firmado y rubricado por el autor. Realizado a plumilla en tinta negra y coloreado a la acuarela en varios colores. Relieve representado por curvas de configuración y a trazos. Señala la dirección del curso del río Narcea. Relación de núcleos de población, principales accidentes geográficos, caminos y tropas, que intervinieron en la acción referida y que aparecen situadas en el mapa, indicada por clave numérica.

El original de este ejemplar pertenece a la cartoteca del Centro Geográfico del Ejército.

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Frixuelos

5 huevos, 500 gr. de harina, medio litro de leche, sal y aceite de oliva.

Se baten los huevos, se echa la leche y se mezclan bien. Se pone la sal. Después se va añadiendo la harina poco a poco y se revuelve hasta que haga ligadura (para facilitar el trabajo y que no queden grumos puede emplearse una batidora eléctrica). Se deja reposar la masa unos 15 minutos. Con la ayuda de una garfiella o cacillo se echa la pasta en una sartén con aceite abundante y bien caliente. La pasta se echa en círculo, comenzando en el centro de la sartén y de dentro a afuera; se saca cuando está bien dorada. Los frixuelos se comen calientes con miel, azúcar o sin nada.

Receta de Carmen Arias Rodríguez, de El Cascarín (Cangas del Narcea).

La Favorita

Cangas del Narcea queda por Asturias. Rico en carbón, fabada y vaca lechera, también es muy nombrado por ser patria chica de los serenos de Madrid. Sin ir más lejos, Isidro Cabrales, sereno del barrio vecino a Palacio, era natural de tan nombrado pueblo. Armado con chuzo grueso y manojo de llaves al cinto, Isidro Cabrales entraba a trabajar a la noche y lo dejaba a la que pintaba el día cuando, sin ayuda de farol ni lumbre alguna, alcanzaba a contar con claridad las líneas que cruzaban la palma de su mano. Los límites los marcaba el chuzo, el viaducto y algunos portales de la calle del Espejo, por donde antes venía la muralla del Madrid morisco. Y con estas, noche tras noche, Isidro Cabrales, natural de Cangas del Narcea, cumplía con los dos objetivos primordiales que todo sereno había de cumplir y que eran, a saber, el de custodiar el sueño del vecindario, uno. Y el otro acabar con él a voces. ¡Las doce en punto y sereno! ¡Las doce y media y sigue lloviendo! Hay que señalar que tanto en Madrid como en Asturias, hora y tiempo son dos cosas bien distintas aunque se nombren de la misma forma y a la misma vez. ¡La una en punto y sereno! ¡La una y media y sigue lloviendo!

La bella Elena Sanz Martínez de Arizala, cantante de ópera, conoció a Alfonso XII en Viena en 1872 durante una gira.

Es una de esas noches en que hora y tiempo se confunden. La lluvia repiquetea sobre los techos de las berlinas, los cocheros corren a refugiarse bajo las cornisas y los caballos, inquietos, hunden sus cascos en las aguas sucias de su propio excremento. ¡Sooooo! Es en una de esas cuando, por la puerta de artistas del Teatro Real, aparece Elena Sanz, figura indiscutible de la ópera. La diva se detiene un instante a saludar a sus fieles que hacen cola bajo los paraguas. Reparte sonrisas, besos y firma autógrafos antes de subir a la berlina. Aunque vive a dos pasos del Teatro Real, pocas veces los anda y nunca si llueve. Isidro Cabrales, el sereno del barrio vecino a Palacio, la ha visto salir, y envuelto en su capote, apura el paso y llega hasta el portal donde ella vive. Como siempre a esas horas, nada más bajar de su berlina, Elena Sanz se encuentra con el portal abierto y con un servicial sereno, todo él inclinado hasta tocar el suelo con la gorra. Al pasar por su lado le araña con su mirada de pantera. Son las doce y media y sigue lloviendo.

Venía de Valencia, no tenía más de treinta años y la Ópera de París se rendía a su voz de contralto, ancha, sonora y dotada de un timbre especial para los efectos dramáticos que dicen los críticos. Había trabajado en la Scala de Milán, compartiendo cartel y aplausos con figuras de la talla de Gayarre. Sin embargo más que por su voz, Elena Sanz era conocida por sus amoríos con el rey. La cosa venía de antiguo. Se contaba que se conocieron en Viena cuando Alfonso XII aún no era rey y Elena despuntaba en las alcobas secretas de la carne con el do sonoro de sus pechos. Por este detalle, cada vez que alguien se refería a Elena Sanz lo hacía con el operístico nombre de la Favorita.

Ni que decir tiene que Isidro Cabrales, sereno del barrio vecino a Palacio, estaba encargado de abrir el portal, no sólo a la Favorita, sino también a su excelentísimo amante. Hay que apuntar que el rey se pegaba sus escapadas de Palacio cada vez que le venía en gana. Por algo era el rey. De dos zancadas se ponía a la entrada de la Cuesta de Santo Domingo, en el número cuatro, donde ella tenía su residencia. El sereno divisaba su larga figura de lejos, el gesto marcial de los andares, la barbilla alta y significativa, y hasta allí que iba, plantándose en el portal en un periquete, muy servicial, con su manojo de llaves y doblando el espinazo en una reverencia que barría el suelo con la gorra. Al igual que en un ritual donde todo está pactado, el rey le pagaba el silencio con la cortesía de su imagen grabada en plata. «Buenas noches nos dé Dios». «Buenas noches tenga usted, majestad», le contestaba el sereno a la que se guardaba la propina.

Sin embargo, aquella noche de lluvia no tenía pinta de aparecerse nadie por allí. Y menos el rey. Por lo mismo, la Favorita, con ganas de cantar a viva voz la Magdalena de Rigoletto, hizo subir al sereno. Daban las dos y media, seguía lloviendo y el sereno lo primero que pensó fue que andaría indispuesta. Tal y cómo estaba la noche, necesitaría algún remedio de la botica. Con una garganta tan delicada a los cambios de clima, no era plan lo de salir a la calle, se dijo Isidro Cabrales, sereno del barrio vecino a Palacio. Aunque, después de la mirada abrasadora con la que le había obsequiado, cualquiera sabe. La incógnita se despejó en seguida, lo que ella tardó en desnudarse. Con los nervios, Isidro Cabrales no supo bien si se había dejado el portal abierto. «Da igual, a estas horas ya, pocas visitas», apuntó ella. Y sin más se pusieron a dar rienda suelta a su desahogo. Ella relinchaba como yegua herida y el de Cangas del Narcea tiraba de la crin. ¡Arre! Hubo un momento en que, además de los alborotos de la carne, le pareció escuchar unos golpes en la puerta pero Isidro Cabrales no hizo caso y siguió a lo suyo. ¡Arre! ¡Arre! Cuando los golpes se hicieron más acusados entonces fue ella la que dijo: «¡Sooooo! Creo que llaman a la puerta. Ocúltate bajo la cama, voy a abrir».

Desde su escondite pudo reconocer la voz. Era el rey. También pudo ver las botas de caña alta, lustrosas de lluvia. Y sobre todo lo demás, el sable que siempre le acompañaba en cada una de sus escapadas. «Estoy malísima de las muelas», dijo ella con una queja melosa en la voz. El rey la cubrió con la seda de la colcha y besó su frente. «Ahora te consigo un remedio». Y no esperó a más para salir a la noche. Aprovechando la salida del rey, Isidro Cabrales se vistió apurado y volvió a su puesto. ¡Las tres en punto y sereno! ¡Las tres en punto y sigue lloviendo! Y no había terminado de dar el parte, cuando divisó la figura del rey, acercándose a través de la lluvia. El sereno ni se atrevió a mirarle a la cara. Entre reverencias y genuflexiones abrió el portal. Pero el rey no entró, qué va, se quedó plantado ante él. Traía una cara que decía: «A mi no me vuelves a ver más en las monedas de plata, gandul». Su mano empuñaba el sable, desafiante con la noche, la lluvia y sobre todo lo demás con Isidro Cabrales, natural de Cangas del Narcea y sereno del barrio vecino a Palacio. «Dé. Déjeme. le. cuente». Intentó justificarse, pero las palabras se quedaban atadas al nudo ciego de su garganta. Hubo un momento en el que el rey desenvainó el sable y empezó a pincharle el pescuezo. «Dónde demonios se ha metido, le estuve buscando, la señorita Elena necesitaba un remedio para el dolor de muelas». «Dónde, demonios estuvo». «Al final, tuve que ir yo mismo hasta la calle Mayor a buscarlo». «A santo de qué, abandona su trabajo». «Dónde, demonios.». Por cada queja, la punta del sable le pinchaba un poco más el pescuezo. Eran las tres y media. Y seguía lloviendo.


Montero González
Diario ABC, 3 de agosto de 2006

Plano de la villa de Cangas del Narcea en 1870

Plano de la villa de Cangas del Narcea en 1870

El primer plano impreso de la villa de Cangas del Narcea que conocemos se publicó en Madrid en 1870 en el “Mapa de Oviedo o Principado de Asturias” perteneciente al “Atlas de España y sus posesiones de ultramar”, de Francisco Coello (Jaen, 1822 – Madrid, 1898), ingeniero militar. Este mapa fue el último de los publicados en esta obra que comenzó a salir en 1847 y que se editó como complemento del gran Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845-1850), dirigido por Pascual Madoz. El mapa de Asturias incluye los planos de las ciudades y villas más importantes de la región (Oviedo, Gijón, Avilés,  Pola de Siero, Villaviciosa, Pola de Laviana, etc.), entre los que se halla el de nuestra villa de Cangas del Narcea. En la mayoría de los casos estos planos fueron los primeros que se realizaron y publicaron de estas localidades, como ocurre en el caso de Cangas. 

El plano de Cangas del Narcea y del resto de las villas asturianas los hizo Martín Ferreiro (Madrid, 1830 – 1896), que fue un estrecho colaborador de Coello en la realización del Atlas de España. Ferreiro sabemos que estuvo en Cangas en 1850, porque en ese año le dedicó un plano de la villa, hecho de su propia mano, a Francisco Tamés Hevia. Martín Ferreiro era geógrafo y cartógrafo, trabajaba en el Deposito Hidrográfico de la Marina, que era el organismo de la Armada encargado de levantar y conservar las cartas náuticas, y fue uno de los fundadores en 1876 de la Sociedad Geográfica de Madrid, que más tarde se convertiría en la Real Sociedad Geográfica, donde ocupó el cargo de secretario, siendo presidente Francisco Coello. 

El plano está publicado a un tamaño muy pequeño y aunque en la web del Tous pa Tous puede verse muy ampliado resulta difícil la lectura de algunos de los textos que incluye. Lleva una cartela en la que se mencionan plazas y edificios importantes de la villa, donde hay un error, pues dice que el convento es de Agustinas Descalzas, cuando en realidad es de Dominicas. Para facilitar su lectura y comprensión mencionamos a continuación muchos de los rótulos que contiene este plano. 

Dentro de los límites de la villa, que se señalan con una línea discontinua, aparecen mencionados: 

Calle de la Iglesia
Cementerio
Mercado (en la Plaza Mayor, junto a la iglesia parroquial)
La Viniella
Mercado Viejo (delante del palacio del conde de Toreno; se llamaba viejo porque en 1805 el mercado se trasladó a la Plaza Mayor, junto a la iglesia parroquial)
 
Las Huertas
Vestigios de carbón de piedra (en La Cogolla)
 
Huerta y casa de Omaña
Casa del conde de Peñalba
Casa de D. José Uría
Palacio y huerta del conde de Toreno
Lagar (del conde de Toreno)
Casa de Morodo
 
Escuela Pública
Teatro o Estudio
Cuartel de la Guardia Civil 

Molino (junto al río Naviego o Luiña) 

En los alrededores de la villa aparecen citados los lugares, edificios, carreteras y caminos siguientes:

Llanos de Obanca
Peñón del Corral
Cerro de La Cogolla
Cerro del Cascarín
Falda de la Sierra de Santa Isabel
 
Feligresía de Sta. María del Carmen de Ambasaguas
Cementerio (en Ambasaguas)
 
Casas del Corral
Ermita de N. S. de las Nieves (en El Corral)
Cárcel en construcción (en El Corral)
Paseo de la Vega
Jardín
Picadero 

Casas del Fuejo 

Jardín del conde de Velarde 

Castañar (en Obanca y El Fuejo)
Viñedos
Presa y acequia (en El Corral y Obanca)
 
Carretera de Luarca en construcción
Camino de Santa Marina de Obanca
Camino del Barrio de Curriellos
Camino de Curriellos y Rañeces
Carretera de Ponferrada en construcción
Camino de Regla
Camino de Cueras

Dibujo de la villa de Cangas del Narcea en 1771

Documento excepcional para nuestra historia: el “Diseño de la villa de Cangas y lugar de Entrambasaguas con sus arrabales, vega y río” hecho en 1771, que pertenece a los fondos del Archivo General de Simancas. Este dibujo fue encargado por el Ayuntamiento de Cangas y enviado el 31 de agosto de ese año a la Secretaría de Marina como prueba documental de una reclamación sobre el almacenamiento de madera procedente del monte de Muniellos que la Marina estaba realizando en la villa. El dibujo mide 49 x 128 centímetros y su autor fue probablemente el pintor ovetense Francisco Reiter (1736 – 1813), que estaba especializado en esta clase de dibujos y fue un protegido del conde de Toreno, Joaquín José Queipo de Llano, al que retrató en 1790 y que participará activamente en esta disputa contra la Marina.

El dibujo fue realizado con gran detalle y en él puede observarse el aspecto de todas las calles y plazas que existían en la villa en 1771, así como el de los barrios circundantes: El Corral, Entrambasaguas y El Fuejo. Asimismo, aparecen dibujadas, también con gran precisión, las construcciones que formaban la villa: las casas, los palacios (especialmente los de Omaña, Marcel de Peñalba y Toreno), los edificios religiosos (iglesias, capilla del Hospital y convento de dominicas), el puente de piedra y los molinos.

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Cantares de boda en Cibea, recogidos por Ambrosio Rodríguez en 1899

Grabado del cuadro -Una boda de aldea- en Monasterio de Hermo, de Luis Álvarez Catalá, fines del siglo XIX.

Los cantares de boda los cantaban las mozas del pueblo, acompañadas de pandero, a la novia y al resto de los protagonistas de la boda: el novio, los suegros y los padrinos. Se cantaban por la mañana, a la puerta de la iglesia, y por la tarde, cuando la novia se despedía de la casa de sus padres para ir a su nueva casa. Mientras, los mozos iban disparando escopetas o voladores.

En las respuestas al “Cuestionario sobre costumbres de nacimiento, matrimonio y muerte en España” que realizó en 1901 el Ateneo de Madrid, se dice sobre la celebración de la boda en el concejo de Cangas del Narcea lo siguiente:

“Al salir de la iglesia van cantando hasta casa de la novia donde comen, y después van todos a caballo al pueblo del novio. Los del acompañamiento van disparando tiros, operación que ya empezó antes de ir a la iglesia. En las aldeas de tránsito salen al camino cantando algunas muchachas escogidas entre las más bonitas y de mejor voz. El canto se acompaña con panderos. El padrino las obsequia con dinero. Al llegar a la casa del novio, sale la madre de éste a recibir a la novia y la abraza, conduciéndola al interior de la casa y enseñándosela toda, así como también la panera.”

A fines del siglo XIX, el pintor Luis Álvarez Catalá (Madrid, 1836 – 1901), oriundo de Monasterio de Hermo, pintó un cuadro en el que recoge el momento de partida de una comitiva de boda en este pueblo del concejo de Cangas del Narcea, que nosotros reproducimos a partir de un grabado publicado en La Ilustración Española y Americana en 1897. En esta escena aparecen todos los componentes de una boda del concejo en el siglo XIX: los novios y los padrinos a caballo, las mozas cantando con los panderos, el gaitero (que avanzado el siglo XX será sustituido por el acordeonista) y los mozos disparando con sus escopetas; al fondo, a la izquierda, se ve la espadaña de la iglesia de Monasterio de Hermo.

CANTARES DE BODA

Cantares al esperar la recién casada a la puerta de la iglesia en día de boda, en Cibea (Cangas de Tineo).
A la novia
A la puerta de la iglesia
venimos a saludarte,
si nos permites licencia
queremos acompañarte.
 
Sal, casada, de la iglesia,
que estamos esperando
y darte la enhorabuena
que sea por muchos años.
 
Cuando del altar bajaste
toda vestida de negro
blanca flor me pareciste
mujer de aquel caballero.
 
Sal, casada, de la iglesia,
tomarás agua bendita,
de casada la primera,
de soltera despedida.
 
Toma, niña, agua bendita,
échala en tierra sagrada,
que esta es la primera vez
que la tomas de casada.
 
Con el sí que dio la niña
en la puerta de la iglesia,
con el sí que dio la niña
entró suelta y salió presa.
 
Estola que te pusieron
encima de tu cabeza,
no es estola que es cadena
donde tú quedaste presa.
 
Aún ayer te vi soltera
con el cabello tendido
y hoy te veo casadina
a la sombra de un marido.
 
Aún ayer te vi soltera
sentadita en la escalera
y hoy te veo casadina
debajo de tu bandera.
 
Los novios que hoy se casaron
son flores de primavera,
vienen sordos de los tiros
de la pólvora tronera.
 
Acompañados del novio
hagan lo que voy mandar,
cachorrillos y cañones
todos han de disparar.
 
Salgan los de la cocina
a recibir la casada,
nosotras nos volveremos
de la puerta de la entrada.
Por la tarde
Tengan muy felices tardes
los señores de la boda,
el padrino y la madrina
y el señor novio y la novia.
 
Los novios que hoy se casaron
ya se aconsejaron antes,
que llamaron para la boda
padrinos muy elegantes.
 
Padrino más elegante
ni madrina más salada,
aunque bajara del cielo
el pintor no los pintara.
 
Casadina pon bandera,
que es tiempo de caminar,
que la casa de tus padres
ya la puedes olvidar.
 
Despídete, dama hermosa,
de esta casa tan florida,
no vuelvas a entrar en ella
sin decir Ave María.
 
Hoy se despide la niña,
hoy sale de los rosales,
hoy se despide la niña
de la casa de sus padres.
 
Hoy se despide la niña,
hoy sale de la arboleda,
hoy se despide la niña
de todas sus compañeras.
 
Al volver de la esquina,
al terminar el paseo
ya se ven los palacios
de este noble caballero.
 
Al terminar el paseo,
al dar vuelta en la esquina
ya se ven los palacios
de esta noble casadina.
 
Al señor padrino digo,
al señor novio le encargo
que me cuide de esta niña
que salió de nuestro bando.
 
Adiós te decimos todas
con dolor y sentimiento
pidiendo a Dios del cielo
que te pinte el casamiento.
 
Adiós te decimos todas,
todas quedamos llorando,
echa un paño por los ojos
despídete de este bando.
 

Dibujo de la villa de Cangas del Narcea en 1771

Dibujo de la villa de Cangas, 1771

Presentamos en esta nueva sección de Mapas, planos y dibujos de Memoria Canguesa un documento excepcional para nuestra historia: el “Diseño de la villa de Cangas y lugar de Entrambasaguas con sus arrabales, vega y río” hecho en 1771, que pertenece a los fondos del Archivo General de Simancas. Este dibujo fue encargado por el Ayuntamiento de Cangas y enviado el 31 de agosto de ese año a la Secretaría de Marina como prueba documental de una reclamación sobre el almacenamiento de madera procedente del monte de Muniellos que la Marina estaba realizando en la villa. El dibujo mide 49 x 128 centímetros y su autor fue probablemente el pintor ovetense Francisco Reiter (1736 – 1813), que estaba especializado en esta clase de dibujos y fue un protegido del conde de Toreno, Joaquín José Queipo de Llano, al que retrató en 1790 y que participará activamente en esta disputa contra la Marina.

El monte de Muniellos comenzó a explotarse en 1768 para proporcionar madera con destino a la construcción de navíos en el Arsenal de El Ferrol. La madera se cortaba en invierno, se bajaba por carretera hasta Cangas, aquí se almacenaba y en verano se llevaba por el río hasta el puerto de San Esteban de Pravia. En un primer momento los encargados de la saca de madera tuvieron la intención de depositar la madera en la orilla izquierda del río Narcea, justo enfrente del barrio de Entrambasaguas. El Ayuntamiento de Cangas consideró que ese lugar podía ocasionar problemas graves, porque si había una riada el agua podría ir contra el barrio y poner en peligro las casas, “que se hayan cimentadas a la orilla del mismo río”, y también el puente de piedra y los dos únicos molinos que había en la villa. El Ayuntamiento propuso como sitio más apropiado el espacioso campo de La Veiga, pero para ello había que construir un puente de piedra o madera, justo en el mismo lugar donde a fines del siglo XIX se levantará el Puente Nuevo. Esta propuesta fue rechazada por los responsables de la Marina por su elevado coste, y como solución propusieron para almacenar la madera “el cantil de El Fuejo”.

El dibujo fue realizado con gran detalle y en él puede observarse el aspecto de todas las calles y plazas que existían en la villa en 1771, así como el de los barrios circundantes: El Corral, Entrambasaguas y El Fuejo. Asimismo, aparecen dibujadas, también con gran precisión, las construcciones que formaban la villa: las casas, los palacios (especialmente los de Omaña, Marcel de Peñalba y Toreno), los edificios religiosos (iglesias, capilla del Hospital y convento de dominicas), el puente de piedra y los molinos.

El silencio del Occidente

Los operarios encargados de ejecutar la obra que debería comunicar La Doriga con Cornellana, abandonaron hace semanas los trabajos en los pilares del viaducto sobre el río Narcea

Se cuentan con los dedos de una mano -y sobran algunos- las corporaciones municipales, los colectivos y entidades que han salido a la palestra para protestar por la paralización de obras en una comarca en constante depresión como es el occidente asturiano. Hay un silencio sepulcral por parte de casi todos los que deberían de estar ya situados en vanguardia de un movimiento vecinal, social, municipal y cultural para decirles, alto y claro, a los responsables del desaguisado que aquí y ahora no nos quedamos mano sobre mano a verlas venir —más bien a ver marcharse muchos millones en obras imprescindibles— y que con los asturianos de esta comarca no se puede andar jugando.

El sindicato afín al Gobierno tuvo la dignidad de emitir su protesta desde Cangas del Narcea, pero sabido es que los dos sindicatos mayoritarios andan sacando pecho con anuncios de movilizaciones y huelgas para la seronda cuando ya no haya vacaciones, no vaya a ser que algún alto dirigente de los mismos tenga que suspender su merecidísimo descanso en la montaña o en el mar para agarrarse al palo de la pancarta. O sea, que los comunicados ugetistas de la comarca canguesa quedaron en simple fueya en el castañéu, que se dice por estas latitudes. Algo de ruido, pero con las nueces verdes. Y así no cae ninguna.

Las corporaciones municipales con gobiernos afines también al de la Moncloa pues no han ido mucho más allá que los sindicalistas cangueses. Alguna moción -generalmente de la oposición- incluida en las sesiones plenarias con resultados algo así como «es un drama», «nos dejan en la estacada», «no nos escuchan», «esto es el declive de la comarca», «la crisis tiene la culpa», «son obras paralizadas que se pueden retomar cuando escampe»? más fueya en el castañéu.

Se conoce ya el dato, publicado precisamente por este periódico, de los millones que se han tirado en la segunda calzada de Salas a La Espina. Y los finos analistas ya opinaron lo divino y lo humano sobre ello. Así es que en los pueblos, que es donde viven los vecinos afectados por todo esto del sempiterno aislamiento del Occidente con la rica comarca central de Asturias, leen, escuchan, opinan y piden la baraja al atardecer en el chigre para echar una partida al tute. Las asociaciones de vecinos no tienen capacidad para reivindicar nada porque bastante hacen si consiguen que el Ayuntamiento de turno les repare una carretera local intransitable. «Esos no tienen un duro para obras», se oye decir un día sí y otro también en los pueblos. «Si nos siguen pagando las pensiones podemos estar contentos». Desánimo. Decepción. Sentimiento de engaño. De promesas electorales que ya dijo el viejo profesor en su día alcalde de Madrid que están para no cumplirlas.

Pilares sin terminar del viaducto sobre el Río Narcea correspondiente al tramo La Doriga-Cornellana

Pero? ¿y los políticos que elegimos en el Occidente? Perdón, pero para reproducir lo que en los pueblos se opina de los políticos nacionales, regionales y mediopensionistas yo no pongo ni una sola línea sin que esté presente mi abogado. No está el horno arroxao para cocer bien la boroña. Recurren al honor lesionado y te meten en el Juzgado y allá va que te preste. Los emolumentos que perciben -sueldos, dietas, suplementos, dedicación exclusiva, que muchas veces no se ajusta a la realidad- están a años luz de la pensión que percibe este jubiloso jubilado que escribe y que cotizó medio siglo a la Seguridad Social, mientras que ellos, los políticos, con hacerlo de Pascuas a Ramos pues ya tienen una paga de por vida. Así es que de los políticos, ni media palabra. Por si acaso, que el miedo ayuda a guardar la viña. Y nunca mejor dicho si se piensa que esta tierra marginada de Asturias es buena productora de uva.

Algunos alcaldes de esta comarca han hecho declaraciones respecto al problema que nos ocupa de la paralización casi total -está ahí el trazado para verlo- de las obras que había en marcha y que nunca quedó claro cuándo se iban a terminar, pero han tenido muy buen cuidado de no alcanzar en sus descalificaciones a quien manda en Madrid. Nadie se quiere jugar el puesto de privilegio que pueda tener en mayo cuando haya elecciones municipales y regionales. Nadie ha dimitido. Nadie ha dado un puñetazo encima de la mesa para decirles a sus correligionarios que «ahí os quedáis con vuestras decisiones tan lesivas para el occidente asturiano, que yo, por dignidad, me marcho para casa». Todo sigue como antes. Aquí nadie se la juega. Aquí sigue en vigor eso de tira que libras. En mayo puede haber sorpresas muy gordas porque el personal anda muy consciente de todo lo que está ocurriendo. Al plato vendrás, arbeyu.

Ante todo este panorama no es de extrañar que en el presente verano las fiestas de pueblo estén más animadas que nunca, con buenos rendimientos -aunque no como hace unos pocos años- en los chigres que montan las comisiones de festejos para sacar algo y no tener que peregrinar varios meses vendiendo papeletas para la xata de casa en casa. Y es que el personal, ante la situación económica, social y puestos de trabajo que se van al traste, se hurga el bolsillo, pide algo para beber, se mete en el baile y ataca con ímpetu el pasodoble de la modesta orquesta, porque ya no podemos traer a los «Satélites».

Y de solidaridad tampoco andamos muy finos, porque ahí está el ejemplo del escaso o nulo apoyo que recibió el alcalde de Salas cuando quedó cortada la carretera general a la altura de Villazón. Ahí te quedas con el muerto. Ante la sensación de abandono y engaño que por aquí se siente resulta lógico que en nuestras fiestas de este año, después del «Asturias, Patria Querida» de cierre, quede sólo un silencio sepulcral. Y cuando amanece puede que hasta estén a la vista los hierros y los hormigones de una autovía paralizada. Es el silencio de Occidente.

José de Arango
LNE – Sábado 07 de agosto de 2010

Cantares del ramo de Santiago de Cibea, recogidos por Ambrosio Rodríguez en 1899

Mozo llevando un ramo. Dibujo de Ambrosio Rodríguez, hacia 1899

En el archivo de Fermín Canella Secades (Oviedo, 1849 – 1924), que ha depositado la familia Tolivar Alas en la Biblioteca de Asturias, ha aparecido un manuscrito firmado por Ambrosio Rodríguez en el que se recogen los cantares del Ramo de la parroquia de Santiago de Cibea acompañados de un dibujo de un mozo llevando el ramo, que seguramente fue hecho por él mismo, y los cantares de boda que se cantaban en esa misma parroquia. Ambrosio Rodríguez Rodríguez nació en Sorrodiles en 1852 y era hijo de campesinos. Murió en Madrid en 1927. Gracias a un tío emigrante en Madrid estudió la carrera de medicina y se convirtió en un médico muy prestigioso. Ejerció su profesión en Buenos Aires, Gijón y Madrid. Tuvo mucha amistad con Santiago Ramón y Cajal, de cuya familia fue médico. También fue muy aficionado a la fotografía, a la divulgación de la ciencia médica y al periodismo. Colaboró en varias revistas científicas y en periódicos locales de Cangas del Narcea, como El Eco de Occidente, El Narcea o El Distrito Cangués. Mantuvo a lo largo de toda su vida un vivo interés por las clases populares, tanto por su salud (publicó en Gijón en 1902 el libro Higiene popular: Contribución al estudio de la higiene de los trabajadores y enfermedades de los jornaleros) como por sus costumbres. En este sentido, nunca se olvidó de sus orígenes y colaboró con algunos de los primeros folcloristas asturianos y españoles aportando información sobre su parroquia natal. Estos cantares enviados a Fermín Canella Secades son una muestra de este interés y, aunque no están fechados, es muy probable que fuesen recogidos alrededor de 1899, cuando Canella estaba redactando un largo artículo sobre las costumbres asturianas.

Los que quieran saber más sobre la costumbre de los ramos en las fiestas asturianas pueden consultar el libro de Herminia Menéndez de la Torre y Eduardo Quintana Loché,  Las ofrendas de ramos en Asturias, editado por el Museo del Pueblo de Asturias en 2005.

CANTARES DEL RAMO

El ramo es cierta pirámide hueca, formada con palos. Las jóvenes de la aldea costean su adorno, que consiste en porción de panes, tortas, gallinas, roscas de manteca cocida, jamones y otras ofrendas, que van sujetas a los aros de la pirámide con cintas de varios colores, de las que cuelgan pañuelos, joyas, medallas o plumas. 

El mozo lleva el ramo en la procesión, que va precedido de coheteros y la gaita, y terminada la procesión lo colocan a la puerta de la iglesia; seguidamente se remata en alta voz, destinándose el producto al culto del santo. La fiesta se prolonga hasta la noche.

Este ramo está enramado
bien haya quien lo enramó
lo enramaron las doncellas
la Virgen les ayudó;
de rosas y de claveles
bien haya quien se las dio.
 
Apártense los señores,
dejen el ramo pasar,
que el que lo lleva es cobarde
no sabe donde posar.
 
A vuestros sagrados himnos
aguardar al mayordomo
que nos abra estas puertas
para ver este tesoro.
 
Las puertas ya están abiertas,
entremos con alegría
de rodillas por el suelo
a ver la Virgen María.
 
El Señor Cura de este año
se portó como debía,
que hizo el ramo de Santiago
con muchísima alegría.
 
Adiós Virgen del Rosario
madre del Verbo Divino
écheme su bendición
para andar nuestro camino.
 
Aunque me voy, no me voy
yo de ti no me despido
tengo de volver a verte
el año que vien seguido.

Plano ideal del pueblo de El Puelo y sus inmediaciones en 1811

Plano ideal del pueblo de El Puelo y sus inmediaciones (Principado de Asturias) en 1811

El Puelo, Cangas del Narcea, fue escenario durante la Guerra de la Independencia de uno de los choques que fueron desgastando al ejército francés y minando el ánimo de sus tropas hasta frustrar del todo sus pretensiones invasoras. La batalla de El Puelo tuvo lugar el 18 de marzo de 1811 en las inmediaciones de esta localidad perteneciente al concejo de Cangas del Narcea. El combate se gestó en el retroceso de las tropas asturianas hacia el Occidente. Las guarniciones, que hasta ese momento mantenían a los franceses detenidos en torno a la línea de los ríos Nalón y Narcea, se retiraron para fortificar algunos puntos ante la previsión de un ataque francés. El enemigo aprovechó esta circunstancia para explorar los territorios al oeste de los cauces fluviales que hasta ese momento les habían frenado.

Los ejércitos españoles, al mando de los comandantes generales Losada y Porlier, les esperaron apostados en las alturas de El Puelo, una población elevada sobre un cordal entre los ríos Arganza y Narcea, en el camino que iba de Tineo a Cangas de Tineo (hoy del Narcea). Los planes de Losada y Porlier tuvieron éxito, y sus tropas hicieron retroceder de nuevo a los franceses, pero no sin antes sufrir lo indecible ante el acoso del ejército francés mandado por el general Valletaux. Sus 1.500 hombres tomaron las casas de El Puelo y, en dos columnas, consiguieron inicialmente poner en retirada a los españoles. Pero la intervención de los Húsares de Cantabria, que mandaba Porlier, contuvo el avance francés.

Según el relato firmado por Losada, los soldados de Porlier «no solamente contuvieron a los enemigos, sino que arrollaron varias veces su caballería, les hicieron replegarse, les causaron pérdida notable y se portaron con tanta serenidad y valentía que nuestra Infantería, a su abrigo, se retiró por más de una legua muy poco a poco y sin experimentar casi daño alguno. He dado las gracias derramando lágrimas a aquel trozo de valientes héroes». La defensa de Porlier decantó del lado español este episodio central de la guerra que se libró en Asturias, uno de tantos choques de desgaste que en este caso terminó con las tropas francesas en su lugar de origen, detenidas al este de la línea Nalón-Narcea.

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icon Plano ideal del pueblo de El Puelo y sus inmediaciones en 1811